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lunes, 6 de octubre de 2025

Crónica de cosas que pasan (2)

Pre-sequía: El concejo de Vigo informa de que las duchas de las playas están fuera de servicio porque el municipio se encuentra en estado de “pre-sequía”, un término que nos recuerda a la 'nueva normalidad' que trajo la pandemia de los enfermos paradójicos que no tenían síntomas: asintomáticos y presintomáticos: aunque todavía no hay sequía, pronto va a haberla. Los casos asintomáticos y presintomáticos, no lo olvidemos, fueron denominados "propagadores silenciosos", y subrayaban la importancia del distanciamiento social continuo, el famoso confinamiento o encierro de la gente, el lavado compulsivo de las manos y la sucia higiene profiláctica basada en la mascarilla cuando se salía de la casa. 

El alcalde psoecialista vigués cierra el grifo de las duchas a los bañistas de las playas por si acaso, movido por una histeria climatérica, propia del período de la vida en el que cesa la función reproductora, más que climática. Hay quien puede preguntarse si hay sequía a estas alturas de la película en Vigo. Según el concejo todavía no, pero hay pre-sequía, por lo que hay que tomar la pre-caución de no ducharse y desperdiciar el líquido elemento, para salvaguardar la poca agua que habrá cuando llegue la auténtica sequía. Al parecer, el nivel actual de los embalses gallegos es muy bajo, cosa que, por mucho que llueva en la verde Galicia, suele suceder tras el verano, cuando las eléctricas vacían los pantanos y embalses, como hacen, para obtener electricidad, desperdiciando muchos litros de agua que solo sirven para que se enriquezcan las empresas.

 
Muerta en vida. “Una paciente acude a una consulta tras haber estado ingresada en el hospital y la doctora le comunica la noticia de su defunción”. Algo más que un titular sensacionalista y surrealista de un periódico de campanario provincial. Vamos al grano, como las gallinas. Todos los medios se han hecho eco de la noticia. La pobre mujer octogenaria había ingresado a principios de mes en el prestigioso hospital Marqués de Valdecilla de la capital cántabra aquejada de una celulitis infecciosa, y fue dada de alta pocos días después con una evolución favorable. 
 

En revisión médica posterior para seguimiento rutinario, la doctora le informó de que ¡figuraba como fallecida en el sistema sanitario de la Seguridad Social! Se trataba, obviamente, de un error administrativo, pero la pobre anciana llegó a temer que estuvieran ocultándole el diagnóstico grave de una enfermedad mortal y que la doctora fuera algo así como San Pedro informándole de que su vida había llegado a término y se hallaba a las puertas del Cielo. Creyó que su muerte, hasta entonces siempre futura, ya se había presentado, aunque no se hubieran percatado ni ella ni su más inmediato entorno. 
 
Quizá se le ocurrió pensar en su fuero interno aquello que se le ocurrió, dialécticamente, a Eurípides de ¿Quién sabe si esta vida no es estar ya muerto, /  y la muerte estar viviendo? Pero su muerte civil le acarreó varias complicaciones: no podía retirar medicamentos de la farmacia para las dolencias de la vejez ni acceder a su cuenta bancaria para acceder a su pensión, porque oficialmente estaba fallecida, viéndose obligada a solicitar una Fe de Vida (sic) que acreditara fidedignamente que estaba viva, acudiendo personalmente pese a su movilidad reducida a varias oficinas para regularizar su situación. Cosas de la burocracia. Y un error humano, que puede cometer cualquiera, pero muy significativo que hace que el Estado nos elimine de sus listas de votantes y contribuyentes, matándonos civilmente, como suele decirse, aunque sigamos vivos y coleando por debajo.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Vuelva usted mañana

    Releía yo el artículo de Larra, titulado "Vuelva usted mañana", publicado en 1835 en la revista El Pobrecito Hablador, y pensaba en lo poco que había cambiado este país de batuecos, donde debido al vicio de la pereza nacional, según el autor, las cosas se procrastinan, como gusta de decirse ahora -¡toma latinajo vía anglosajona!-, sine die. Pero, en realidad, el país ha cambiado mucho, no tanto por la pereza nacional, sino por el ingente desarrollo de la burocracia del aparato del Estado.

    Cuando uno tiene que hacer algún trámite como ciudadano, debe pedir cita previa a la Administración, es decir, audiencia. Ya no nos dicen el "Vuelva usted mañana", sino, más insidioso, "Pida cita previa". Como dice la viñeta de Napi, "Los tiempos cambian para quedar igual", o para no variar.

    -¿Y cómo se hace eso?, pregunta el analfabeto digital.

    -Por teléfono o por interné, entrando en nuestra página güeb -responde el probo funcionario abocado a la desaparición física y a la sustitución por un robot, dado que todos los trámites con la Administración pueden hacerse vía interné, con los correspondientes certificados digitales, lo cual, en vez de simplificar los trámites, ha venido a complicarlos más sobremanera.

    El caso es que cuando uno lo hace por teléfono, lo primero de todo, no habla con una persona, sino con un robot al otro lado del aparato, si consigue hablar con alguien y que alguien le escuche, porque puede suceder lo que refleja la viñeta de Mortiner publicada en La Nueva España el 23 de septiembre de 2019, que recrea el retrato de escritor realizado por José Gutiérrez de la Vega y Bocanegra. 

    En resumidas cuentas, el "pida cita previa" viene a ser peor que el "vuelva usted mañana", porque la susodicha cita no va a ser mañana mismo, precisamente, sino dentro de unos días, una semana, unos meses... Nos hallamos, como dice Larra, igual que el hurón en busca del conejo, sin poderlo sacar ni vivo ni muerto de la huronera, diferidos y postergados al incierto día de mañana, un mañana eternamente futuro que, por definición, no llega nunca. 

    Pero es que, para más recochineo, cuando llegamos a la audiencia solicitada con la cita previa, podemos encontrarnos con esta situación que exaspera a más de uno, como reflejan las viñetas de JL Martín, que compara lo que sucedía antaño con lo que pasa hogaño, que el funcionario nos diga que hagamos la gestión por la güeb, algo que me sucedió a mí personalmente cuando después de pedir cita previa para ir a las oficinas de MUFACE de Santander, porque me habían advertido de que no podía ir sin solicitar audiencia, y una vez llegada la fecha -el portero del edificio me advirtió de que no se me ocurriera subir si no tenía cita previa-, me encuentro la puerta de la oficina cerrada a cal y canto. Llamo al timbre y una voz de un funcionario, como de ultratumba, me pregunta que si soy Guillermo. Le digo que en efecto, ese es mi nombre, y que tengo cita previa a esa hora. Me abre entonces la puerta, y me dice, malencarado, que le explique el objeto de mi visita. Se lo explico y, last but not least,  me dice que esa gestión que yo solicito debo hacerla por interné...