Releía yo el artículo de Larra, titulado "Vuelva usted mañana", publicado en 1835 en la revista El Pobrecito Hablador, y pensaba en lo poco que había cambiado este país de batuecos, donde debido al vicio de la pereza nacional, según el autor, las cosas se procrastinan, como gusta de decirse ahora -¡toma latinajo vía anglosajona!-, sine die. Pero, en realidad, el país ha cambiado mucho, no tanto por la pereza nacional, sino por el ingente desarrollo de la burocracia del aparato del Estado.
Cuando uno tiene que hacer algún trámite como ciudadano, debe pedir cita previa a la Administración, es decir, audiencia. Ya no nos dicen el "Vuelva usted mañana", sino, más insidioso, "Pida cita previa". Como dice la viñeta de Napi, "Los tiempos cambian para quedar igual", o para no variar.
-¿Y cómo se hace eso?, pregunta el analfabeto digital.
-Por teléfono o por interné, entrando en nuestra página güeb -responde el probo funcionario abocado a la desaparición física y a la sustitución por un robot, dado que todos los trámites con la Administración pueden hacerse vía interné, con los correspondientes certificados digitales, lo cual, en vez de simplificar los trámites, ha venido a complicarlos más sobremanera.
El caso es que cuando uno lo hace por teléfono, lo primero de todo, no habla con una persona, sino con un robot al otro lado del aparato, si consigue hablar con alguien y que alguien le escuche, porque puede suceder lo que refleja la viñeta de Mortiner publicada en La Nueva España el 23 de septiembre de 2019, que recrea el retrato de escritor realizado por José Gutiérrez de la Vega y Bocanegra.
En resumidas cuentas, el "pida cita previa" viene a ser peor que el "vuelva usted mañana", porque la susodicha cita no va a ser mañana mismo, precisamente, sino dentro de unos días, una semana, unos meses... Nos hallamos, como dice Larra, igual que el hurón en busca del conejo, sin poderlo sacar ni vivo ni muerto de la huronera, diferidos y postergados al incierto día de mañana, un mañana eternamente futuro que, por definición, no llega nunca.
Pero es que, para más recochineo, cuando llegamos a la audiencia solicitada con la cita previa, podemos encontrarnos con esta situación que exaspera a más de uno, como reflejan las viñetas de JL Martín, que compara lo que sucedía antaño con lo que pasa hogaño, que el funcionario nos diga que hagamos la gestión por la güeb, algo que me sucedió a mí personalmente cuando después de pedir cita previa para ir a las oficinas de MUFACE de Santander, porque me habían advertido de que no podía ir sin solicitar audiencia, y una vez llegada la fecha -el portero del edificio me advirtió de que no se me ocurriera subir si no tenía cita previa-, me encuentro la puerta de la oficina cerrada a cal y canto. Llamo al timbre y una voz de un funcionario, como de ultratumba, me pregunta que si soy Guillermo. Le digo que en efecto, ese es mi nombre, y que tengo cita previa a esa hora. Me abre entonces la puerta, y me dice, malencarado, que le explique el objeto de mi visita. Se lo explico y, last but not least, me dice que esa gestión que yo solicito debo hacerla por interné...
Se ha progresado de tal manera en la sobresaturación jerárquica de funcionarios, con su guarda de seguridad, asignados por aplicaciones informáticas y dedicados a dificultar la comunicación y resolución consuetudinaria del trámite más simple que ya están tardando en cerrar todas las oficinas y dejarlas, en aras de la modernez, optimizadas con el mínimo personal necesario para sostener y alimentar el sistema informático, antes de que el resto se sumen a una lacra social más en la medida que entontecen y reducen su capacidad de comunicación progresando alarmantemente en su discapacitación.
ResponderEliminarEs exactamente lo que está pasando.
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