Eran
niños pobres que, sin falso pudor y con toda la naturalidad del mundo,
se lanzaban al agua
desnudos en la machina a recoger las monedas que les arrojaban los
señoritos y
que ellos sacaban del fondo de la bahía en la boca para ir luego a gastarlas
comprando alguna chuchería o yendo al cine, si llegaba para tanto, a ver alguna
película, viviendo un poco así de la picaresca del
puerto.
Raqueros de Santander, José Cobo Calderón (1999)
Ya el novelista costumbrista cántabro José María de Pereda
retrataba a estos chavales en su novela “Sotileza”. Hay, además, una foto de
1890 en la que se ha inspirado el moderno grupo escultórico de José Cobo
Calderón, que ahora se puede ver en el
paseo marítimo de Santander, obra que los inmortaliza.
Según el Diccionario de la Real, raquero significa, aplicado a un
buque o embarcación pequeña, “que va pirateando o robando por las costas”;
referido a persona es aquella que anda al raque, y, en sentido general, “ratero
que hurta en puertos y costas”.
El raque se define como el acto de recoger los objetos perdidos en
las costas por algún naufragio o echazón. En cuanto a la etimología, aunque es dudosa según Corominas, se propone
el germánico *rakan “recoger con rastrillo”, conservado en inglés to rake “rastrillar”. Otros relacionan la palabra con el alemán das Wrack, "barco o buque naufragado", de donde el compuesto Wrackteil aplicado a los pecios (o pecíos), que son los restos del naufragio. De raque deriva “raquear” con el significado
de “hurtar” y “raquero” como “merodeador de playa”, palabras ambas atestiguadas en 1884.
¡Qué
pena que ya no haya raqueros, o raquerucos, como se dice
cariñosamente con este diminutivo tan querido en Cantabria, que se bañen
con el traje de baño decente que la naturaleza les ha dado, que es la
desnudez
de los vivos cueros! ¡Qué pena que las aguas de la bahía estén cada vez
más
contaminadas y sucias! ¡Qué pena que los únicos nadadores que se lancen
al
agua en el paseo marítimo para envidia y gozo de los paseantes y
transeúntes sean estas
esculturas!
Raquero que en el muelle del puerto de Santander mira en la noche
a la luna llena como si fuera una moneda de plata antes de zambullirse en el
fondo del mar a rescatarla.
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