Joe Hill, estadounidense de origen sueco, miembro del sindicato IWW y cantautor, fue acusado de haber asesinado a dos tenderos, padre e hijo, en un atraco en 1914. Joe siempre se declaró inocente. En el juicio no se aportaron pruebas concluyentes, pero el gobernador del estado de Utah se negó a tomar cartas en el asunto, a pesar de las grandes protestas e incluso de la intercesión del gobierno sueco y del propio presidente estadounidense Wilson. Finalmente Hill fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento, el 19 de noviembre de 1915, aunque probablemente era inocente. La mayoría de los investigadores creen que no cometió el crimen. Pidió que lo incineraran y que sus cenizas volvieran a la tierra. A su funeral en Salt Lake City acudieron grandes multitudes, que fueron descritas como "anarquistas, nihilistas, socialistas, terroristas y vagabundos" por el New York Times.
Pero más famosa que todas sus canciones es la que le dedicaron a él, diez años después de su muerte, Alfred Hayes, que escribió el texto, y Earl Robinson, que le puso música, "I dreamed I saw Joe Hill last night", más conocida simplemente como "Joe Hill", que pronto se convirtió en un himno del movimiento obrero en el que se cuenta cómo, pese a su muerte, Joe Hill perdura vivo y no muere nunca sin embargo. A partir de la década de 1930, el actor y cantante afroamericano Paul Robeson la popularizó.
He aquí una traducción provisional en versión rítmica:
Y no podía faltar en este recorrido la versión de Bruce Springsteen, más aparatosa musicalmente tanto en cuanto a voces como instrumentos, destacando a media canción su inevitable armónica dylaniana, interpretada en Tampa en 2014:
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