Pre-sequía: El concejo de Vigo informa de que las duchas de las playas están fuera de servicio porque el municipio se encuentra en estado de “pre-sequía”, un término que nos recuerda a la 'nueva normalidad' que trajo la pandemia de los enfermos paradójicos que no tenían síntomas: asintomáticos y presintomáticos: aunque todavía no hay sequía, pronto va a haberla. Los casos asintomáticos y presintomáticos, no lo olvidemos, fueron denominados "propagadores silenciosos", y subrayaban la importancia del distanciamiento social continuo, el famoso confinamiento o encierro de la gente, el lavado compulsivo de las manos y la sucia higiene profiláctica basada en la mascarilla cuando se salía de la casa.
El alcalde psoecialista vigués cierra el grifo de las duchas a los bañistas de las playas por si acaso, movido por una histeria climatérica, propia del período de la vida en el que cesa la función reproductora, más que climática. Hay quien puede preguntarse si hay sequía a estas alturas de la película en Vigo. Según el concejo todavía no, pero hay pre-sequía, por lo que hay que tomar la pre-caución de no ducharse y desperdiciar el líquido elemento, para salvaguardar la poca agua que habrá cuando llegue la auténtica sequía. Al parecer, el nivel actual de los embalses gallegos es muy bajo, cosa que, por mucho que llueva en la verde Galicia, suele suceder tras el verano, cuando las eléctricas vacían los pantanos y embalses, como hacen, para obtener electricidad, desperdiciando muchos litros de agua que solo sirven para que se enriquezcan las empresas.
Muerta en vida. “Una paciente acude a una consulta tras haber estado ingresada en el hospital y la doctora le comunica la noticia de su defunción”. Algo más que un titular sensacionalista y surrealista de un periódico de campanario provincial. Vamos al grano, como las gallinas. Todos los medios se han hecho eco de la noticia. La pobre mujer octogenaria había ingresado a principios de mes en el prestigioso hospital Marqués de Valdecilla de la capital cántabra aquejada de una celulitis infecciosa, y fue dada de alta pocos días después con una evolución favorable.
En revisión médica posterior para seguimiento rutinario, la doctora le informó de que ¡figuraba como fallecida en el sistema sanitario de la Seguridad Social! Se trataba, obviamente, de un error administrativo, pero la pobre anciana llegó a temer que estuvieran ocultándole el diagnóstico grave de una enfermedad mortal y que la doctora fuera algo así como San Pedro informándole de que su vida había llegado a término y se hallaba a las puertas del Cielo. Creyó que su muerte, hasta entonces siempre futura, ya se había presentado, aunque no se hubieran percatado ni ella ni su más inmediato entorno.
Quizá se le ocurrió pensar en su fuero interno aquello que se le ocurrió, dialécticamente, a Eurípides de ¿Quién sabe si esta vida no es estar ya muerto, / y la muerte estar viviendo? Pero su muerte civil le acarreó varias complicaciones: no podía retirar medicamentos de la farmacia para las dolencias de la vejez ni acceder a su cuenta bancaria para acceder a su pensión, porque oficialmente estaba fallecida, viéndose obligada a solicitar una Fe de Vida (sic) que acreditara fidedignamente que estaba viva, acudiendo personalmente pese a su movilidad reducida a varias oficinas para regularizar su situación. Cosas de la burocracia. Y un error humano, que puede cometer cualquiera, pero muy significativo que hace que el Estado nos elimine de sus listas de votantes y contribuyentes, matándonos civilmente, como suele decirse, aunque sigamos vivos y coleando por debajo.
Me recordó lo de la “pre-sequía” a aquella manera escolar de reirse de los términos médicos: “¿Las partes del pito? : prepucio, pucio y pospucio”.
ResponderEliminarLa cosa no va descaminada, pues en último término los políticos con su política se dedican en cuerpo y alma a dar por el culo tecnocientífica, festiva y preventivamente al conjunto disjunto de los votantes, pase lo que pase y pese a que su generalizada estupidez se haga insoportable.
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