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sábado, 16 de diciembre de 2023

Ultima Thule

     La Nasa, que es en la lengua del Imperio el acrónimo de la National Aeronautics and Space Administration, lo que en la nuestra vale por Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio o algo por el estilo,  ha subido a la Red imágenes de  MU69 2014, denominado Ultima Thule, el asteroide actualmente más distante de la Tierra jamás explorado que parece, dicen, un muñeco de nieve, ubicado a seis mil seiscientos millones de quilómetros de nuestro planeta. Ahí es nada.


 
    Llama la atención el nombre latino que le han puesto: Ultima Thule, una expresión que evoca un lugar más allá del mundo conocido gracias a Virgilio. Designaba una isla muy lejana e inalcanzable en un pasaje de las Geórgicas donde el poeta pronosticaba la divinización del emperador Augusto y consiguientemente del Imperio romano que regía. Son los versos 29 y 30 del libro primero: An deus immensi uenias maris ac tua nautae / numina sola colant, tibi seruiat ultima Thule. Seas dios del mar inmenso,  y los marineros / culto a ti solo te rindan y sirva la última Tule. Afirmaba allí el poeta, servidumbres del arte al poder establecido que lo apesebraba, que el Poder del Imperio y del Príncipe que lo regía llegarían hasta la “última Tule”, la más remota de las tierras en los confines del universo. No hace falta decir que hasta allí no llegó nunca aquel imperio ni ningún otro porque, entre otras cosas, el universo no parece que tenga confines, y porque no hay Imperio que dure tanto que no acabe derrumbándose: siempre hay plus ultra, siempre hay más allá, no porque haya algo, que no lo sabemos, sino porque lo que parece que no hay es límite ni término ni fin. ¿Quién le pone puertas al campo? ¿Quién le pone lindes al espacio?

    Fue otro poeta no épico sino dramático, Séneca, el que recogió la expresión virgiliana en su tragedia Medea en un dímetro yámbico (v. 379) nec sit terris ultima Thule, donde al decir de algunos se pronosticaba, mil quinientos años antes del evento, el descubrimiento de América. Así tradujo Valentín García Yebra el pasaje: “Pasados los años, vendrán tiempos nuevos: / Soltará el Océano los lazos del orbe, / y un gran continente saldrá de las olas, / y Tetis la gloria verá de otros mundos. / Y entonces la tierra no acabará en Tule.” De Tule comenta el traductor que era una isla nórdica legendaria, no bien identificada, a seis días de viaje desde las Islas Británicas. Para algunos podría tratarse de Noruega, para otros de Islandia y para otros de Mainland, la mayor de las Shetland, pero no era ninguna de esas islas conocidas. Se trataba de una isla fabulosa de difícil localización, alejada del mundo conocido. 
 

    Una vieja amiga me recuerda a propósito que de la legendaria Thule, precisamente, era reina Sigrid, la eterna novia vikinga del Capitán Trueno, historieta con la que disfrutaron tanto en su infancia tantos niños españoles de mi edad. 

     Los americanos de la NASA no han tomado el nombre ni de Virgilio ni de Séneca, sino probablemente de las guerras estelares de la saga cinematográfica Star Wars de George Lucas. Allí, como decía un personaje de la serie: "Sé dónde está. El planeta se llama Thule... Allí es donde está enterrada la Segadora Oscura". Thule, el planeta imaginario con el que pretenden ahora distraernos y mantenernos entretenidos, permanentemente atentos siempre a nuestras macro- y micropantallas.

lunes, 29 de agosto de 2022

Guerras, guerras horribles (Bella, horrida bella)

    Desde su fundación en 1776 los Estados Unidos de América han estado permanentemente en guerra 222 años de los 239 de su existencia si contamos hasta el año 2015, por poner ahí un límite convencional, aunque en realidad, desgraciadamente, el cómputo suma y sigue. Ahora mismo sin ir más lejos, en 2022, el Imperio de los Estados Unidos le hace la guerra a Rusia -y llevamos ya seis meses-, una guerra tácita e indirecta manejando a su títere mediático Zelenski y utilizando la invasión rusa de Ucrania como coartada, una guerra políticamente correcta y espectacular, que se presenta como la lucha de la democracia contra el Imperio del Mal de Putin, responsable de todas las crisis habidas y por haber, una guerra  no declarada que subvenciona económicamente con millones de dólares y que jalea, manejando a todos sus vasallos occidentales a través de la OTAN incluido nuestro país...  Dicho de otra manera sólo durante 17 años de los dos siglos largos de su historia ha estado cerrado el templo de Jano bifronte, y ha habido una época de paz.

    Trazo adrede este paralelismo entre el Imperio de los EEUU y el Imperio Romano al mencionar el templo de Jano que había en Roma, equiparando la llamada “pax Americana” y la “pax Romana”: en ambos casos se llama paz no a la ausencia sin más de guerra, sino a la sumisión del mundo al Imperio, castigada la insurgencia con las armas.  Ya lo dijo Cornelio Tácito con la economía lingüística de cinco palabras latinas: miseram seruitutem falso pacem uocant: 'llaman paz falsamente -sin ningún fundamento- a una miserable servidumbre'

 Imagen tomada de Infowars

    El emperador Augusto escribió en sus Res gestae: Ianum Quirinum, quem clausum esse maiores nostri uoluerunt, (el templo de Jano Quirino, que nuestros antepasados quisieron que permaneciese cerrado,) cum per totum imperium populi Romani terra marique esset parta uictoriis pax, (al haberse en todo el dominio del pueblo romano por tierra y por mar logrado a fuerza de victorias la paz,) cum, priusquam nascerer, (ya que, antes de que yo naciera,) condita urbe bis omnino clausum fuisse prodatur memoriae, (desde fundada la Ciudad en dos ocasiones solamente se transmite a la posteridad que había permanecido cerrado), ter me principe senatus claudendum ese censuit (tres veces durante mi Principado consideró el Senado que debía cerrarse)."

    El templo de Jano, en efecto, permanecía abierto en Roma a causa de las continuas guerras. Se cerró bajo el principado de Augusto para significar que reinaba la paz en el Imperio, cuando en realidad proseguían las guerras y continuas luchas en las fronteras, en particular al este del Rin, en la Germania. Las puertas del templo estaban abiertas en tiempo de guerra, prácticamente siempre, como plegaria para que gracias a la mediación del dios pudiera lograrse efectivamente la paz. Huelga decir que estuvieron cerradas en muy pocas ocasiones.

    Jano Quirino es un dios pacífico contrapuesto a Marte, que es el dios de la guerra propiamente dicho y señor de los ejércitos. Su templo estaba dentro de la ciudad, a diferencia del de Marte, que se hallaba extramuros para que, al decir de Vitrubio, no hubiera guerra ni discordia civil en la Urbe, dentro de ella, sino fuera. El mes de enero, Ianuarius en latín, lleva su nombre, porque abre y cierra la puerta el año, igual que el oficio de portero en inglés janitor.


 
    Así como ningún rey, cónsul o emperador romano fue ajeno a la guerra, ningún presidente de los Estados Unidos puede considerarse tampoco un “hombre de paz”: todos, sin excepción, aunque alguno haya sido galardonado paradójicamente con el Premio Nobel de la Paz, han declarado y ejecutado alguna guerra, por lo que son responsables de las que en el mundo han sido. Los Estados Unidos nunca han permanecido una década completa sin un conflicto armado, desde las guerras contra los indígenas y la de la independencia, pasando por la guerra de secesión y la intervención en las dos guerras mundiales y la del Vietnam durante el siglo XX hasta las modernas invasiones, llamadas sarcásticamente en el mundo occidental "misiones de paz",  de Iraq y Afganistán, sin que el simbólico templo de Jano haya estado cerrado más de cinco años seguidos sin un conflicto bélico, y eso solo sucedió una vez durante el período aislacionista de la Gran Depresión (1935-1940).

Imagen del dios Jano con la llave del templo

    La historia de los Estados Unidos, igual que la de la Roma antigua es una sucesión de guerras execrables. No en vano la sibila de Cumas, consultada por Eneas sobre el futuro de la Roma que estaba a punto de fundar,  profetizó una vez una siniestra visión: Bella, horrida bella / et Thybrim multo spumantem sanguine cerno:  Guerras, guerras horribles /  veo y el Tíber que echa en sangre abundante espumarajos,  en el libro sexto de la  Eneida de Virgilio (vv. 86-87). 

Obtengo la información y la cronología completa, para los lectores a los que les interese la historia, de Info Wars, MediaPart.

martes, 7 de septiembre de 2021

El caballo de Troya, Laocoonte y Casandra.

    Lo primero que hay que decir es que el famoso caballo troyano no era troyano, sino griego,  obra del pérfido Ulises para conquistar y destruir la ciudad. 

     Laocoonte, un sacerdote troyano, se opuso a meter el caballo en la ciudad. Son célebres sus palabras de advertencia a sus compatriotas: equo ne credite, Teucri! / quidquid id est, timeo Danaos et dona ferentis. (¡No os fiéis del caballo, troyanos! / Sea que sea, a los griegos los temo aunque traigan regalos. Pero el dios Apolo envió unas serpientes que salieron del mar a devorarlo a él y a sus hijos, aunque no lo hizo por sus palabras, sino porque Laocoonte había profanado su templo copulando con su mujer allí. Los troyanos, sin embargo, creyeron que era un castigo divino por su negativa a introducir la ofrenda del caballo. (El director de cine italiano Ettore Scola, dicho sea de paso, entre paréntesis, modifica el dicho latino timeo Danaos et dona ferentes en su película C'eravamo tanto amati (1974) cambiando a los griegos hijos de Dánao por los yanquis: timeo yankees et dona ferentes.) Los troyanos procedieron a meter el funesto caballo en la ciudad para su ruina. El sentido del dicho proverbial latino es que no se puede esperar nada bueno de los supuestos regalos o meras ofertas de los enemigos. 


    Laocoonte y sus hijos, escuela de Rodas (siglo I d. de C.)

    Casandra también salió al paso del funesto caballo oponiéndose a su entrada en la ciudadela, profetizando su destrucción. Era Casandra la más bella de las hijas de Príamo, el rey de aquella ciudad. El dios Febo, más conocido como Apolo, se había enamorado de ella y le había otorgado el profético don de adivinar el futuro. Pero ella, que se sabía mortal y no quería envejecer al lado de un dios inmortal como aquel, rechazó sus requerimientos amorosos. Apolo, en venganza por su desplante, no le arrebató el don que le había otorgado, pero la condenó a que nunca fueran creídos sus anuncios proféticos. 

   Virgilio lo canta en la Eneida (II, vv. 246-247): tunc etiam fatis aperit Cassandra futuris / ora dei iussu non umquam credita Teucris. Según la traducción en hendecasílabos de Gregorio Hernández de Velasco (1555): Casandra en esto, como quien sabía / lo que guardaba a Troya el duro Hado, / mandándoselo Febo, lo advertía; / mas siempre le fue el crédito negado”. O más literal, en hexámetros castellanos: Abre Casandra su boca allí también a futuros / hados, por orden de Apolo jamás de troyanos creída. Casandra se opone a que se introduzca el caballo de madera en Troya, pues, dotada del don de la clarividencia, sabe que no es la salvación de su ciudad, sino todo lo contrario, una trampa mortal que causará su destrucción.  

 

 Casandra, Evelyn de Morgan (1898?)

    Casandra es un personaje esencialmente trágico porque, conocedora de la verdad, o al menos de la falsedad de la realidad que se nos presenta como verdadera, está condenada a no ser nunca creída, a que nadie le haga caso ni preste atención a sus advertencias, a que todos digan: Ya está la loca esa, ave de mal agüero, pronosticando el futuro negro. ¿Cómo puede saber ella lo que va a pasar si nadie lo sabe? No hace falta decir que los troyanos no le hicieron ningún caso. Tanto ella como Laocoonte nos están diciendo que desconfiemos del caballo troyano y de las soluciones milagrosas que nos venden los pérfidos enemigos.

        Prueba de la fama que llegó a alcanzar Casandra es esta talla de Gandhara en relieve que atesora el Museo Británico de Londres y que muestra el caballo de Troya, esa ofrenda envenenada que les dejaron los griegos a los troyanos después de una infructuosa guerra que duró diez años cuando fingieron que desistían de su empeño de conquista y se hicieron a la mar, y una mujer, una troyana, que se opone a su entrada a las puertas de la ciudad de Troya. Es Casandra, la loca. Esta escena muestra que la mitología griega llegó a alcanzar cierta popularidad en el corazón de Asia en una curiosa simbiosis con las tendencias artísticas autóctonas. El relieve data aproximadamente de los siglos II o III después de Cristo. 


Relieve de Gandhara, Casandra oponiéndose al caballo de Troya.

     En la antigüedad, Gandhara, actualmente al noroeste de Paquistán y este de Afganistán, fue una encrucijada comercial y un punto de encuentro cultural entre la India, Asia Central y Oriente Medio y Europa. La región fue conquistada por Alejandro Magno en el siglo IV a.C. La presencia griega en Asia continuó durante muchos siglos después de la muerte de Alejandro. Allí floreció un estilo artístico de origen grecorromano mezclado con elementos budistas e hinduistas  entre el siglo I a. de C. y el siglo VII d. de C.

     Podemos ver en este caballo de Troya el símbolo de lo peligrosas que son las soluciones a los problemas. No sabemos lo que contiene dentro, pero podemos imaginar que no puede ser nada bueno, y que si lo introducimos en la ciudad puede ser la causa de su destrucción y de nuestra muerte...  

 

Caballo de Troya, jarrón de la isla de Mícono ( c. 670 a. de C.)

     Un virus troyano es, en informática, un tipo de malware o software malicioso que, camuflado como legítimo e inofensivo, engaña al usuario, que le da acceso a su sistema, y que una vez cargado y ejecutado puede destruir los archivos del equipo que lo ha albergado y dañar seriamente su sistema operativo. 

     Como Casandra o Laocoonte advirtieron del peligro del caballo, hay quienes nos han advertido del riesgo de las llamadas vacunas contra el covid-19 por su carácter experimental, tanto las de ARN mensajero, (Pfizer y Moderna), como las de ADN o de vector viral (Janssen y AstraZeneca), que fuerzan a nuestras células a producir una proteína, llamada spike en la lengua del Imperio, que desencadena una respuesta inmunitaria muy aparatosa, y que, en opinión de algunos científicos tachados enseguida de heterodoxos por decirlo suavemente, es básicamente tóxica, y en lugar de destruir el virus lo genera.

    Resulta curioso por lo significativo que es cómo el diccionario Merriam-Webster de la lengua de Shakespeare, que sería el equivalente a nuestro diccionario de la Real Academia, ha modificado enseguida la definición de vacuna (vaccine) para incluir las inoculaciones de los nuevos preparados genéticos: a preparation of genetic material (such as a strand of synthesized messenger RNA) that is used by the cells of the body to produce an antigenic substance (such as a fragment of virus spike protein). Ahora ya no podremos decir que no son vacunas. Si consultamos dicho diccionario, resulta que sí lo son, porque han cambiado la definición siguiendo los intereses de la todopoderosa industria farmacéutica.    

miércoles, 11 de noviembre de 2020

¿Medicina o salud?

Define la Academia la yatrogenia (mejor que iatrogenia, aunque también admite que se pueda escribir así) como la "alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico".  Del gr. ἰατρός iatrós 'médico' y γένος 'origen'. La yatrogenia es la enfermedad producida por la propia medicina, y es que, como decíamos el otro día, la medicina perjudica gravemente a la salud.
 

La yatrogenia no debe confundirse con el damnum iniuria datum per medicum o negligencia médica, delito contemplado ya en el derecho romano, que es otra cosa. La yatrogenia es inherente a la profesión médica. Tampoco debe confundirse con los efectos secundarios de los medicamentos, a veces más perjudiciales que beneficiosos los primarios. Hay pruebas diagnósticas que detectan falsos positivos y que acaban generando por efecto nocebo una enfermedad que antes no existía. Hay medidas profilácticas que se le imponen a la población, como el confinamiento ciego, indiscriminado y domiciliario, a raíz del virus coronado-cosecha 2019, que no sólo no son en absoluto saludables, sino que son perjudiciales para la salud y el bienestar de los pacientes votantes y contribuyentes. Hay fármacos cuyos efectos secundarios desconocen los propios médicos que los recetan y son peligrosos. La medicación, por ejemplo, basada en estatinas contra el colesterol favorece, al parecer, la aparición de la diabetes. 


La yatrogenia tiene que ver con la propia medicalización de la vida humana, es decir, con la relación que convierte al médico en señor feudal y al paciente en su vasallo que a la vez se hace cliente de la industria farmacéutica y de la figura del célebre boticario. Todos somos enfermos en el siglo XXI. «La medicina avanza tanto -vaticinó Aldous Huxley una vez- que pronto estaremos todos enfermos». Bien, pues ese día ha llegado ya con la explosión globalizada del susodicho virus coronado. Todos somos susceptibles de ser portadores del bicho microscópico, aunque seamos asintomáticos, es decir, aunque no lo sepamos ni lo padezcamos. Todos somos peligrosos para nosotros mismos y para los demás. Pero el Estado, el más frío de todos los monstruos, según Nietzsche, adoptando la mascarilla terapéutica que lo convierte en Estado Terapéutico, vela por nosotros,  es decir, por nuestra salud intoxicándola.

La industria farmacológica avanza también que es una barbaridad, como decía el otro. Y, a veces, dice el refrán, es peor el remedio que la enfermedad. Ya lo sugirió Virgilio en el verso 46 del libro XII de la Eneida, donde canta la uiolentia Turni, la agresividad que Turno, el rival de Eneas, siente. El rey Latino intenta aplacar esa furia con sus palabras: ¿Por qué Turno no renuncia a sus pretensiones, viene a decirle, y permite que se haga la paz? El caso es que la violencia, la enfermedad mental en este caso, diríamos nosotros, que siente Turno no se doblega con esas palabras, sino que "exsuperat magis aegrescitque medendo": se acrecienta más y se agrava intentando curarla. La cura encona la enfermedad. O como tradujo el doctor don Gregorio Hernández de Velasco (Toledo, 1555) el hexámetro virgiliano con un hendecasílabo: "Y cuanto más le curan, más enferma".

La medicina no debería consistir en un hacer algo por hacerlo, cuando generalmente la mejor terapia es deshacer o no hacer nada. Ya lo dice la sabiduría popular desengañada: "Sana, sana, culito (colita, según otras versiones) de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana".

El trabajo de Hércules de enfrentamiento con la Hidra de Lerna nos ilustra sobre este punto y enseña una lección: la solución del problema en lugar de acabar con él, que sería la disolución o análisis propiamente dicho del problema, multiplica el problema. 

viernes, 15 de mayo de 2020

Monstrum horrendum, ingens

La Opinión Pública no existe naturalmente. Es un engendro  de los medios de comunicación que se impone a las masas a fuerza de repetición y de ampliación. El poeta Virgilio la personificó en la Eneida, donde nos presenta su célebre alegoría (libro IV, versos 173-190). 

Virgilio, obviamente, no la denominó con el término moderno “Opinión Pública”, sino “Fama”, pero es básicamente lo mismo: la información selectiva y distorsionada de la realidad, la producción y el producto de los media,  entre los que descuella en la actualidad interné y sus llamadas redes sociales, vasta maquinaria de propaganda y de difusión de bulos y noticias -noticias que son bulos y bulos que son  noticias- para conformar la opinión mayoritaria, convencional y dominante que se le impone a la gente.

La Fama, como dice Pierre Grimal, más que un mito antiguo es una alegoría moderna, creación del propio Virgilio, de la que luego se aprovecharán otros poetas latinos,  como Ovidio, que recargó algunos de sus atributos en sus Metamorfosis. Su morada, por ejemplo, es un palacio sonoro, entero de bronce, abierto de par en par, con mil aberturas por las que penetran todas las voces, incluso las más leves, y salen amplificadas.

La Fama es calificada por Virgilio de “monstrum horrendum, ingens”. La imaginería de este monstruo -todo ojos, bocas y oídos- resalta su doble capacidad receptora, ve y oye, y difusora, pregona sin descanso todo lo que ve y lo que oye transmitiendo y mezclando en batiburrillo toda la información tanto verdadera como falsa, sin distinción ninguna. Por eso, como dice el poeta de Mantua, cuenta “pariter facta atque infecta”; a la vez lo que ha sucedido y lo que no, lo que fue y lo que no era. Sin descanso. Día y noche. Sus efectos son devastadores. Oigamos ya esos versos.

Sale de pronto la Fama por todas las plazas de Libia; 
no hay ningún otro mal más raudo y veloz que la Fama. 
Vive de su movimiento y cobra andando su fuerza; 
débil con miedo al comienzo, se alza luego a los aires, 
pisa el suelo y esconde su testa entre las nubes. 

 Alegoría de la Fama según Virgilio Hans Weigel el Viejo (segunda mitad del siglo XVI)

 La hubo la madre Tierra, airada contra los dioses, 
-la última, cuentan que fue, de Ceo y Encédalo hermana- 
a ella parido, veloz en sus pies y sus rápidas alas, 
monstruo gigante, atroz; cuantas plumas hay en su cuerpo, 
hay tantos ojos en vela debajo y (pasma decirlo), 
hay tantas lenguas y bocas parlantes y orejas atentas. 
Vuela de noche en medio del cielo y la tierra, en tinieblas 
zumba que zumba, y no cierra al dulce sueño sus ojos; 
por el día se sienta, vigía en lo alto del techo 
o en torreones y a grandes ciudades aterroriza: 
firme contando lo falso y lo malo como lo cierto. 
Ella entonces llenaba los pueblos de dichos volubles
 ebria de gozo, y cantaba a la par lo que fue y lo que no era. 


La Fama,  grabado núm. 44 de la Eneida, Sebastian Brand (1502) .

jueves, 16 de abril de 2020

Los Muertos, de Gabriel Albiac

Publica Gabriel Albiac una espléndida columna en el diario ABC el 13 de abril de 2020 titulada Los Muertos, que me permito transcribir para comentar tres referencias clásicas que incluye.

He aquí, sin su permiso, el texto que copio y pego: 

Es fácil descender a los infiernos. Regresar de allí es la tarea más ardua (1). Pero, sin ese viaje, quede claro, nadie accede a la plena condición humana: la experiencia de la muerte. De la muerte de los otros, que es la única muerte que experimentamos (2). Y, entre los otros, la muerte de aquellos a los que amamos. Ése es el rito de paso: el único ineludible. Retornar entre los vivos, tras haber atravesado el misterio en el cual late lo sagrado, lo indecible de la muerte, es iniciar una vida de hombre. 

Y no hay retorno si no hay viaje. Viaje al reino de las sombras, sin el cual nuestras vidas se pudrirían en una larga adolescencia, un ameno inacabamiento. 

La muerte debe ser mirada a los ojos, en la medida misma en que sabemos que nunca entenderemos su lógica. Y el viaje a través del reino de las sombras nos hará el don, si sabemos cruzarlo sin cerrar los ojos, de merecer la luz. Aunque apenas la atisbemos. Eso advierte la Sibila a Eneas: «Fácil es descender a los infiernos... Retornar de allí, no lo es tanto». Retornar es tarea de héroe. Lo demás, en su vida, habrán sido juegos. Sólo juegos. 

Al cabo ya de un mes de confinamiento, me golpea la hermética constatación de una ausencia: la de los muertos. Ausencia material como simbólica. Los muertos han quedado en sólo cifras. Y han sido, en esas cifras monstruosas -16.000 oficiales, que serán el doble, en España-, eludidos. Con el pulcro borrado de las estadísticas. No los hay en lo simbólico: sin excepción casi, sobre la necia -¿la perversa?- pantalla de los televisores, voces pizpiretas canturrean cifras y horrores con voz y tono idénticos a los usuales en concursos y pasatiempos. No hay un signo de luto verdadero. No hay ni asomo de ese serio abordaje trágico que es el exacto contrario del obsceno melodrama. Por ninguna parte. Y, sin embargo, la tragedia está aquí. Primordial como pocas veces la hemos conocido. El dolor acumulado es atroz. No se dice. Y a la muerte la desplaza el espectáculo. Inofensivo. Se tapona, así, en quien sobrevive, el dolor verdadero. De realidad humana primordial, la muerte pasa a convertirse en recurso virtual de redes e imágenes: nadería. Y queda, así, invisible. Y el duelo, esa esencial travesía del Averno en la cual afrontar la verdad más honda, queda bloqueado. 

Y, sin embargo, el duelo es lo que nos hace hombres: el dolor que se sabe inaceptable y ante el cual, sin embargo, no nos está permitido cerrar los ojos. La aceptación de este mundo inaceptablemente doliente que es el nuestro. Toda la emoción humana cabe en la larga noche en la cual Aquiles conversa con el cadáver de Patroclo. Y en la desolación de Odiseo en los infiernos ante su muerta madre que ni siquiera lo reconoce. Pero sólo después de haber atravesado, ojos abiertos, tal dolor, podrá Odiseo retornar al mar y al viaje. Con su dolor. Irrenunciable. Tras el duelo, «nuestro barco las aguas dejó del océano, el gran río, / y salió nuevamente a las olas del mar anchuroso» (3). A eso llamamos luto. Eso nos niegan. 

oOo

(1) Se trata de las primeras palabras que le dice la Sibila de Cumas a Eneas, al que va a acompañar en su descenso a los infiernos en el libro VI de la Eneida de Virgilio, concretamente los versos 127-130. Así dicen en latín: ...facilis descensus Auerno; / noctes atque dies patet atri ianua Ditis; / sed reuocare gradum superasque euadere ad auras, / hoc opus, hic labor est. Vienen a decir algo así: ...es fácil bajar al Infierno, / noche y día se abre la puerta de Dite sombrío; / pero volver sobre el paso y salir al aire de arriba, / tal el trabajo y tarea. La referencia a Dite, “el rico”, es una alusión apotropaica a Plutón o Hades, el dios del inframundo. Se han hecho proverbiales entre nosotros las palabras facilis descensus Averno: fácil es la bajada al Averno, dando a entender que lo difícil es desandar el camino andado, y subir una vez que se ha bajado. Hay una máxima griega, que Diógenes Laercio (IV, 49) atribuye a Bión de Borístenes, que es el perfecto correlato griego de la frase virgiliana: εὔκολον ἔφασκε τὴν εἰς ᾄδου ὁδόν: decía que es fácil el camino al Hades.

(2) Encuentro aquí un eco de Epicuro que en su carta a Meneceo establece que nosotros y nuestra muerte somos incompatibles: El más aterrador, por tanto, de los males, la muerte, nada es para nosotros, por cuanto mientras nosotros estamos, la muerte no está presente;  y cuando la muerte esté presente, entonces nosotros no estaremos. Por tanto, ni para los que están vivos es,  ni para los que han muerto, por cuanto para unos no está, y los otros ya no están ellos. (Traducción de Luis -Andrés Bredlow). Detrás de estas palabras se oculta un descubrimiento muy sencillo, que repetirá Lucrecio en latín, haciéndose eco del divino Epicuro: nil igitur mors est ad nos neque pertinet hilum (De Rerum Natura, III, 830): Nada es pués a nosotros la muerte y nada nos toca. (Traducción de García Calvo). No tenemos ninguna experiencia previa de la muerte propia. O como dice Albiac, la única muerte que experimentamos durante nuestra vida es la de los otros, la muerte ajena, nunca la propia.

(3) Cita Albiac los dos primeros versos del canto duodécimo de la Odisea de Homero en la traducción de Pabón: Así dicen en su original griego: αὐτὰρ ἐπεὶ ποταμοῖο λίπεν ῥόον Ὠκεανοῖο / νηῦς, ἀπὸ δ᾽ ἵκετο κῦμα θαλάσσης εὐρυπόροιο. En el canto anterior se narra el descenso a los infiernos de Odiseo, que viaja a la mansión de Hades a consultar al adivino Tiresias sobre su regreso a Ítaca. Allí se encuentra con las almas de muchos combatientes que habían muerto durante la guerra de Troya, y con la de su madre, que se había quitado la vida en su ausencia. A continuación Odiseo, Ulises, vuelve al mundo de los vivos y se hace a la mar: "Tan luego como la nave, dejando la corriente del río Océano, llegó a las olas del vasto mar..."