viernes, 15 de mayo de 2020

Monstrum horrendum, ingens

La Opinión Pública no existe naturalmente. Es un engendro  de los medios de comunicación que se impone a las masas a fuerza de repetición y de ampliación. El poeta Virgilio la personificó en la Eneida, donde nos presenta su célebre alegoría (libro IV, versos 173-190). 

Virgilio, obviamente, no la denominó con el término moderno “Opinión Pública”, sino “Fama”, pero es básicamente lo mismo: la información selectiva y distorsionada de la realidad, la producción y el producto de los media,  entre los que descuella en la actualidad interné y sus llamadas redes sociales, vasta maquinaria de propaganda y de difusión de bulos y noticias -noticias que son bulos y bulos que son  noticias- para conformar la opinión mayoritaria, convencional y dominante que se le impone a la gente.

La Fama, como dice Pierre Grimal, más que un mito antiguo es una alegoría moderna, creación del propio Virgilio, de la que luego se aprovecharán otros poetas latinos,  como Ovidio, que recargó algunos de sus atributos en sus Metamorfosis. Su morada, por ejemplo, es un palacio sonoro, entero de bronce, abierto de par en par, con mil aberturas por las que penetran todas las voces, incluso las más leves, y salen amplificadas.

La Fama es calificada por Virgilio de “monstrum horrendum, ingens”. La imaginería de este monstruo -todo ojos, bocas y oídos- resalta su doble capacidad receptora, ve y oye, y difusora, pregona sin descanso todo lo que ve y lo que oye transmitiendo y mezclando en batiburrillo toda la información tanto verdadera como falsa, sin distinción ninguna. Por eso, como dice el poeta de Mantua, cuenta “pariter facta atque infecta”; a la vez lo que ha sucedido y lo que no, lo que fue y lo que no era. Sin descanso. Día y noche. Sus efectos son devastadores. Oigamos ya esos versos.

Sale de pronto la Fama por todas las plazas de Libia; 
no hay ningún otro mal más raudo y veloz que la Fama. 
Vive de su movimiento y cobra andando su fuerza; 
débil con miedo al comienzo, se alza luego a los aires, 
pisa el suelo y esconde su testa entre las nubes. 

 Alegoría de la Fama según Virgilio Hans Weigel el Viejo (segunda mitad del siglo XVI)

 La hubo la madre Tierra, airada contra los dioses, 
-la última, cuentan que fue, de Ceo y Encédalo hermana- 
a ella parido, veloz en sus pies y sus rápidas alas, 
monstruo gigante, atroz; cuantas plumas hay en su cuerpo, 
hay tantos ojos en vela debajo y (pasma decirlo), 
hay tantas lenguas y bocas parlantes y orejas atentas. 
Vuela de noche en medio del cielo y la tierra, en tinieblas 
zumba que zumba, y no cierra al dulce sueño sus ojos; 
por el día se sienta, vigía en lo alto del techo 
o en torreones y a grandes ciudades aterroriza: 
firme contando lo falso y lo malo como lo cierto. 
Ella entonces llenaba los pueblos de dichos volubles
 ebria de gozo, y cantaba a la par lo que fue y lo que no era. 


La Fama,  grabado núm. 44 de la Eneida, Sebastian Brand (1502) .

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