lunes, 18 de mayo de 2020

Taller de métrica (II)

Los versos más frecuentes del teatro antiguo tanto griego como romano, teatro siempre en verso y nunca en prosa, son el trímetro yámbico (senario yámbico en su versión romana), y el tetrámetro trocaico cataléctico (“cataléctico” quiere decir que ha sufrido catalexis, es decir, que se le ha amputado el último medio pie al esquema rítmico del verso), que es el setenario trocaico romano, también llamado “uersus quadratus”. 

En los esquemas que vamos a utilizar, el signo “+” indica que la sílaba es portadora del ritmo, y el signo “-” que no está marcada rítmicamente. 

El ritmo yámbico sería como el tic-tác del reloj: - +, un tiempo no marcado seguido de otro marcado. 

El ritmo trocaico sería a la inversa, como si dijéramos tíc-tac: + - sílaba marcada, seguida de sílaba no marcada. 

¿Qué se puede decir de la elección de uno u otro de estos ritmos? El ritmo yámbico se siente como el normal y es por lo tanto el propio de la narración y del diálogo; el trocaico se interpreta como más exaltado, por lo que se utiliza para los trances dramáticos más líricos, como el ejemplo que vamos a leer de Plauto. 

Vamos a ocuparnos, en efecto, de estos últimos, los setenarios trocaicos. Si el tetrámetro trocaico tiene ocho pies, ocho troqueos (+ - ), el cataléctico tiene siete y medio. Aunque llamemos setenario a su adaptación latina o, más a lo culto, septenario, el nombre del verso engaña porque tampoco tiene siete troqueos, sino siete y medio. 

Su esquema mínimo sería de quince sílabas, siendo la última marcada: + - + - + - + - + - + - + - +. Ahora bien, la riqueza de este verso consiste en que no presenta casi nunca el esquema “puro”, porque, comparable al compás ternario de la música, admite sustituciones: cada troqueo (+ -) puede disolverse: en tres sílabas sin marca rítmica ninguna - - - ; en tres sílabas con marca en la primera, convirtiéndose de hecho en un dáctilo: + - -; o con la marca rítmica al revés de lo normal en la tercera sílaba, convirtinéndose en un anapesto: - - +. Tanto en el primer caso, en el que no hay ninguna marca rítmica, como en el tercero en el que el ritmo cae a contratiempo, el verso se siente igual, como respondiendo al mismo esquema, lo que le proporciona una gran riqueza y variedad expresiva. 


Es característico, además, de este verso una diéresis medial, que vamos a marcar con el signo “ // ”, por lo que su esquema puro, sin sustituciones, sería: + - + - + - + - // + - + - + - +, como en los octosílabos de algunos de nuestros romances, que alternan el final llano, con lo que el verso cuenta ocho sílabas, con el agudo, que entonces tiene siete: “cuando canta la calandria // y responde el ruiseñor”. 

Tomemos, por ejemplo estos del comienzo del monólogo de Carino (vv 469-473), del Mercator de Plauto, en el que el protagonista lamenta lo mucho que está sufriendo, y se compara con el rey Penteo, que fue destrozado por las bacantes,  y habla de quitarse la vida, para lo que por cierto recurrirá al médico. Esta alusión al médico podemos verla como cómica, ya que el médico es el matasanos, el enterrador, o como el asistente del suicidio que ayuda a morir, porque Carino está tan desesperado que piensa en quitarse la vida. 

Cito el texto latino según la edición de Lindsay de Oxford Classical Texts 1936. 
Pentheum diripuisse aiiunt Bacchas: nugas maxumas
fuisse credo, praeut quo pacto ego divorsus distrahor.
qur ego ueiuo? qur non morior? quid mihist in uita boni? certumst, ibo ad medicum atque ibi me toxico morti dabo, 
quando id mi adimitur, qua caussa uitam cupio uiuere. 

Así los traduzco con alguna libertad, pero rítmicamente:   Descuartizaron las bacantes, dicen, a Penteo: fue / nada, creo, comparado con lo que estoy sufriendo yo. / ¿Por qué vivo y no me muero? ¿Qué hay de bueno en mi vida? Voy, / cierto, al médico a ir y la muerte con veneno a darme allí, / ya que me quitan la razón de que quiera la vida yo vivir. 

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