sábado, 16 de diciembre de 2023

Ultima Thule

     La Nasa, que es en la lengua del Imperio el acrónimo de la National Aeronautics and Space Administration, lo que en la nuestra vale por Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio o algo por el estilo,  ha subido a la Red imágenes de  MU69 2014, denominado Ultima Thule, el asteroide actualmente más distante de la Tierra jamás explorado que parece, dicen, un muñeco de nieve, ubicado a seis mil seiscientos millones de quilómetros de nuestro planeta. Ahí es nada.


 
    Llama la atención el nombre latino que le han puesto: Ultima Thule, una expresión que evoca un lugar más allá del mundo conocido gracias a Virgilio. Designaba una isla muy lejana e inalcanzable en un pasaje de las Geórgicas donde el poeta pronosticaba la divinización del emperador Augusto y consiguientemente del Imperio romano que regía. Son los versos 29 y 30 del libro primero: An deus immensi uenias maris ac tua nautae / numina sola colant, tibi seruiat ultima Thule. Seas dios del mar inmenso,  y los marineros / culto a ti solo te rindan y sirva la última Tule. Afirmaba allí el poeta, servidumbres del arte al poder establecido que lo apesebraba, que el Poder del Imperio y del Príncipe que lo regía llegarían hasta la “última Tule”, la más remota de las tierras en los confines del universo. No hace falta decir que hasta allí no llegó nunca aquel imperio ni ningún otro porque, entre otras cosas, el universo no parece que tenga confines, y porque no hay Imperio que dure tanto que no acabe derrumbándose: siempre hay plus ultra, siempre hay más allá, no porque haya algo, que no lo sabemos, sino porque lo que parece que no hay es límite ni término ni fin. ¿Quién le pone puertas al campo? ¿Quién le pone lindes al espacio?

    Fue otro poeta no épico sino dramático, Séneca, el que recogió la expresión virgiliana en su tragedia Medea en un dímetro yámbico (v. 379) nec sit terris ultima Thule, donde al decir de algunos se pronosticaba, mil quinientos años antes del evento, el descubrimiento de América. Así tradujo Valentín García Yebra el pasaje: “Pasados los años, vendrán tiempos nuevos: / Soltará el Océano los lazos del orbe, / y un gran continente saldrá de las olas, / y Tetis la gloria verá de otros mundos. / Y entonces la tierra no acabará en Tule.” De Tule comenta el traductor que era una isla nórdica legendaria, no bien identificada, a seis días de viaje desde las Islas Británicas. Para algunos podría tratarse de Noruega, para otros de Islandia y para otros de Mainland, la mayor de las Shetland, pero no era ninguna de esas islas conocidas. Se trataba de una isla fabulosa de difícil localización, alejada del mundo conocido. 
 

    Una vieja amiga me recuerda a propósito que de la legendaria Thule, precisamente, era reina Sigrid, la eterna novia vikinga del Capitán Trueno, historieta con la que disfrutaron tanto en su infancia tantos niños españoles de mi edad. 

     Los americanos de la NASA no han tomado el nombre ni de Virgilio ni de Séneca, sino probablemente de las guerras estelares de la saga cinematográfica Star Wars de George Lucas. Allí, como decía un personaje de la serie: "Sé dónde está. El planeta se llama Thule... Allí es donde está enterrada la Segadora Oscura". Thule, el planeta imaginario con el que pretenden ahora distraernos y mantenernos entretenidos, permanentemente atentos siempre a nuestras macro- y micropantallas.

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