La Nasa, que es en la lengua del Imperio el acrónimo de la National
Aeronautics and Space Administration, lo que en la nuestra vale por
Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio o algo por el estilo, ha subido a
la Red imágenes de MU69 2014, denominado Ultima Thule, el asteroide actualmente más
distante de la Tierra jamás explorado que parece, dicen, un muñeco de nieve, ubicado a seis mil
seiscientos millones de quilómetros de nuestro planeta. Ahí es nada.
Llama la
atención el nombre latino que le han puesto: Ultima
Thule, una expresión que evoca un lugar más allá del mundo conocido gracias a Virgilio. Designaba una isla muy
lejana e inalcanzable en un pasaje de las Geórgicas donde el poeta
pronosticaba la divinización del emperador Augusto y
consiguientemente del Imperio romano que regía. Son los versos 29 y
30 del libro primero: An deus immensi uenias maris ac tua nautae /
numina sola colant, tibi seruiat ultima Thule. Seas dios
del mar inmenso, y los marineros / culto a ti solo te rindan y sirva la
última Tule. Afirmaba allí el poeta, servidumbres
del arte al poder establecido que lo apesebraba, que el Poder del
Imperio y del
Príncipe que lo regía llegarían hasta la “última Tule”, la
más remota de las tierras en los confines del universo. No hace
falta decir que hasta allí no llegó nunca aquel imperio ni ningún otro
porque, entre
otras cosas, el universo no parece que tenga confines, y porque no hay
Imperio que dure tanto que no acabe derrumbándose: siempre hay plus ultra,
siempre hay más allá, no porque haya algo, que no lo sabemos, sino
porque lo que parece que no hay es límite ni término ni fin. ¿Quién le
pone puertas al campo? ¿Quién le pone lindes al espacio?
Fue otro
poeta no épico sino dramático, Séneca, el que recogió la
expresión virgiliana en su tragedia Medea en un dímetro yámbico
(v. 379) nec sit terris ultima Thule, donde al decir
de algunos se pronosticaba, mil quinientos años antes del evento, el
descubrimiento de América. Así tradujo Valentín García Yebra el
pasaje: “Pasados los años, vendrán tiempos nuevos: / Soltará el
Océano los lazos del orbe, / y un gran continente saldrá de las
olas, / y Tetis la gloria verá de otros mundos. / Y entonces la
tierra no acabará en Tule.” De Tule comenta el traductor que era
una isla nórdica legendaria, no bien identificada, a seis días de
viaje desde las Islas Británicas. Para algunos podría tratarse de
Noruega, para otros de Islandia y para otros de Mainland, la mayor de
las Shetland, pero no era ninguna de esas islas conocidas. Se trataba de una isla fabulosa
de difícil localización, alejada del mundo conocido.
Una vieja amiga me recuerda a propósito que de la
legendaria Thule, precisamente, era reina Sigrid, la eterna novia vikinga del
Capitán Trueno, historieta con la que disfrutaron tanto en su
infancia tantos niños españoles de mi edad.
Los americanos de la NASA no han tomado el nombre ni
de Virgilio ni de Séneca, sino probablemente de las guerras estelares de la saga
cinematográfica Star Wars de George Lucas. Allí, como decía un
personaje de la serie: "Sé dónde está. El planeta se llama Thule... Allí
es donde está enterrada la Segadora Oscura". Thule, el planeta
imaginario con el que pretenden ahora distraernos y mantenernos
entretenidos, permanentemente atentos siempre a nuestras macro- y
micropantallas.
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