Se está celebrando en Dubai, por lo que cuentan los medios de creación de la opinión pública, la COP28, acrónimo de la vigésimo octava Conference of Parties, un evento que organiza la ONU anualmente para abordar la cuestión crítica (sic, según los organizadores, adjetivo bajo el que percibimos subliminalmente la “crisis” consustancial y esencial del sistema capitalista de producción que padecemos) del cambio climático. Esta conferencia les proporciona a los mandamases y delegados mundiales la ocasión de reunirse, opinar y figurar buscando soluciones para hacer frente al problema que plantea el cambio climático, de cara a mitigar su impacto.
Declaración sobre Clima y Salud |
El evento, financiado con mil millones de dólares de donantes como la fundación ¿filantrópica o misantrópica? Rockefeller, al parecer ha llegado a una conclusión, que es la Declaración sobre Clima y Salud, firmada por 124 países entre los que se hallan las dos grandes superpotencias, la China y los Estados Unidos de América, y entre los que no podía faltar tampoco la España progresista que avanza no se sabe muy bien hacia dónde, pero avanza pisando “tierra firme”, como diría nuestro presidente.
En dicha declaración se encuentra, entre otras perlas preciosas, este sesudo párrafo, que expresa el objetivo que se proponen los firmantes de dicho documento: “aprovechar mejor las sinergias en la intersección del cambio climático y la salud para mejorar la eficiencia y eficacia de los flujos financieros”. Yo no sé si quien ha redactado esta frase la entiende, yo, desde luego, lo confieso, no la entiendo, pero me encantan sus efectos retóricos rimbombantes especiales: un lenguaje culto de palabras largas que no dicen sustancialmente nada: ¡Cuántos cultismos como sinergias, intersección, climático, eficiencia, eficacia! Me encanta la sutil diferencia semántica que puede haber entre estos dos últimos términos (quizá le ha faltado incluir efectividad), subrayada además por la aliteración, que es la repetición del mismo sonido al comienzo de una serie de palabras, procedentes del latín efficere, y, por lo tanto, del verbo facere “hacer”, y que culmina con la cláusula final de “flujos financieros”, cuyo efecto arrebatador y arrullador es innegable. ¡Qué prodigio de fonemas fricativos aliterados! ¡Qué retórica altisonante y huera, que cáscara vacía que no entraña ni dice nada, pero con qué efectos especiales nos lo dice! No me resisto a ofrecerla en la lengua del Imperio en que está redactada por si algún lector lo entiende mejor que yo en versión original: better leverage synergies at the intersection of climate change and health to improve the efficiency and effectiveness of finance flows.
Explicándonoslo en palabras aún más sencillas para que las entienda hasta un tonto ha dicho nuestro delegado: "No hay personas sanas en un planeta enfermo”. Y como el planeta está malito y nosotros también, aunque seamos enfermos asintomáticos, hay que actuar sobre el cambio climático, afrontando sus efectos que repercuten en nuestra propia salud, que es donde más nos duele después de todo. Recordemos a nuestro flamante presidente afirmando que todavía estamos a tiempo de salvar el planeta (y se entiende salvarnos de paso nosotros).
Hemos pasado de la guerra contra el virus a la guerra contra el carbono, que puede ser más malo o peor, convenientemente demonizado, que el propio virus. Como transición hemos asistido al espectáculo de la guerra de Ucrania, que ha sido eclipsado ahora por la guerra de Gaza, dos guerras tradicionales para no perder el esplendor guerrero de la vieja epopeya homérica de la siempre viva guerra de Troya, pero el Estado, los Estados del mundo, siguen creando enemigos ficticios y abstractos a los que les declaran la guerra, guerras que se concreta en medidas que exigen el sacrificio de los pueblos sometidos, porque lo que hay en el fondo es la vieja guerra del Estado contra el pueblo.
La salvación es la última fuerza intangible movilizable para el desarrollo tóxico de la produción porque recurrir a otra ya no es posible desde las instancias salvíficas que configuran el crecimiento económico en este mundo mortecino a merced de las inversiones y sus espectaculares concentraciones.
ResponderEliminarLa fé no deja de ser un activo que hace las veces de combustible de reserva para mantener activa la maquinaria de guerra y sus dispositivos de explotación.
Me lo explique, por favor, que no lo entiendo.
EliminarLo que nos condena y los que nos han traído hasta aquí, pretenden seguir conduciéndonos, bajo la bandera de la salvación, a esa guerra total contra las poblaciones, articulando los conflictos y empobreciendo y explotando como nunca todos los recursos disponibles, entusiasmados como están desde las alturas con el control tecnológico y el sofisticado armamento para avanzar en la «producción sin mano de obra y humanidad excedentaria», en expresión de WILLIAM I. ROBINSON en su artículo Global capitalism post-pandemic [*], donde también señala: «El auge de la economía digital difumina las fronteras entre los sectores militar y civil de la economía, y reúne a las finanzas, la industria militar y las empresas tecnológicas en torno a un proceso combinado de especulación financiera y acumulación militarizada», no desdeñando la organización militar y policial al uso para reducir a la condición de ratas (como muestran las imágenes de Gaza y diluyen las estadísticas de mortalidad por otras causas) a quienes no se atengan a las condiciones salvíficas establecidas. Esta organizada configuración, sin algún resto de Fe y esperanza en las poblaciones, no podría optimizarse tal y como el Dinero manda.
Eliminar* https://robinson.faculty.soc.ucsb.edu/Assets/pdf/Global%20Capitalism%20Post%20Pandemic%20R_C%20published.pdf
También puede resultar de interés adentrarse en consideraciones como ésta del blog de Juan Irigoyen: http://www.juanirigoyen.es/2023/12/randolph-bourne-y-el-control.html