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martes, 19 de diciembre de 2023

¡Más de cien muertes al día! (y II)

     Analicemos ahora el siguiente texto breve emitido por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (sic) de las Españas, presidido por la Ministra doña Teresa Ribera, a la que vemos en dos fotografías en compañía del sedicente y sonriente filántropo Bill Gates durante la COP28: Necesitamos dar las señales correctas que favorezcan la colaboración público-privada. Impulsar una innovación tecnológica al servicio de la descarbonización.
     
 
    Con lo de "la colaboración público-privada" se refiere el texto al trato de los gobiernos de los Estados, personificado por nuestra Ministra progresista, con el Capital, encarnado en este caso por el magnate señor Gates y su benéfica y filantrópica, según dicen, fundación.  

    Con lo de la "descarbonización", ¿a qué se refieren? Sin duda a la transición a la green economy, con la que el capitalismo neoliberal pretende cambiar para  poder seguir igual y obtener la bendición de Su Santidad el Papa, que no pudo asistir a la cumbre a la que asistieron más de cuatrocientos jets privados por estar enfermo de gripe en la Santa Sede, poniéndole el adjetivo de "verde" que-te-quiero-verde, como hacía García Lorca: Verde viento. Verdes ramas.  / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña.
 
     Lo que nos tememos algunos no es que vayan a prohibirnos de golpe y sopetón calentar nuestras casas, comer carne y lácteos -los pedos de las vacas son metano puro que crea gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global del planeta y provocan el cambio climático-, conducir automóviles, limitar nuestros viajes... Los viajes en avión son insostenibles para el medio ambiente, aunque a la cumbre de Abu Dabi han volado, como queda dicho, cuatrocientos jets privados... de vergüenza.
 
    Es muy probable que tras el pasaporte sanitario que nos endilgaron para salvarnos la vida que no nos salvaron, nos venga ahora la Iglesia de la Climatología con el pasaporte de carbono, y que, para que sobreviva el turismo que tanto interesa,  se asigne no a los viajeros, que ya no quedan en el mundo, sino a los numerosos turistas, que eso es lo que hay en la tierra del Señor, un racionamiento anual de carbono que no podrán exceder sin tener que pagar por ello. 
 
    Lo que nos tememos algunos es que nos impongan un impuesto al Carbono para sancionar económicamente a los que quieran hacer esas cosas, de modo que quien tiene dinero pueda permitirse esos lujos, es decir, consiga indulgencias que le permitan el perdón de sus pecados ecológicos.
 
    Si se salen con la suya, sólo los ricos podrán permitirse esos lujos, mientras que los pobres iremos al trabajo en bicicleta y patinete (no eléctricos, por supuesto, sino a pedales), volveremos a casa helada y húmeda y comeremos insectos, que son más baratos que la carne y también son fuente de proteínas animales. 
 
Léase al revés: Los combustibles fósiles 'acuerdan' abandonar el mundo
 
     Ponerle precio al carbono recaudaría los billones necesarios para hacer frente a la transición climática, dice el Fondo Monetario Internacional. Algunos gobiernos no se atreven por la impopularidad de los impuestos, pero la doctrina es que si se penalizan económicamente las altas emisiones, la descarbonización se acelera (y se salva el Planeta merced a las energías renovables que nos alejarían de los combustibles fósiles y a las tecnologías con bajas emisiones de carbono, lo que estimularía un crecimiento “limpio” o, como diría nuestra Ministra de Sanidad, "sano y seguro").
 
    Haría falta saber si se pone el impuesto al carbono también a los bombardeos de las guerras... y a lo mejor así dejaba de haberlas.    

lunes, 18 de diciembre de 2023

¡Más de 100 muertes al día! (I)

    O de cómo el Ministerio de Sanidad de las Españas nos vende la moto diciendo que va a salvarnos la vida (otra vez) y mejorar nuestra salud (otra vez). 
 
 
    "Ayer acabó la COP28 con un acuerdo insuficiente pero que supone el principio del fin de la era de los combustibles fósiles y las energías caras y sucias".
 
    La Ministra de Sanidad del Reino de las Españas, doña Mónica García, pronuncia un discurso optimista y trufado de efectos retóricos con el que celebra el acuerdo -insuficiente según ella- que se ha alcanzado en la COP28 que ha tenido lugar en Dubai, pero que no supone "el principio del fin de la era de los combustibles fósiles", como dice la ministra. Lo que sucede, según los expertos, es que los combustibles fósiles se están agotando y no hay para todos, pero no se están acabando porque se haya llegado al acuerdo de dejar de usarlos y de despreciarlos por ser “energías caras y sucias”. Son caras -lo de sucias no vamos a discutirlo- porque abundan poco, cada vez menos y no va a haber para todo el personal.
 
   "Es un paso más pero aún quedan muchos por recorrer para asegurar un futuro mejor para todos y todas."

    Se trata, según nuestra Ministra progresista,  de un paso más para asegurar “un futuro mejor para todos y todas”, lo que dice con una redundancia superflua por innecesaria, dado que diciendo “todos” estamos utilizando el género gramatical masculino como término no marcado, es decir, como equivalente a los dos géneros gramaticales, pero es una obsesión de los nuevos ministros (y ministras) emplear el género femenino para alargar sus discursos, parecer que dicen más de lo que dicen y "empoderar a las mujeres" (sic).
 
    "El cambio climático mata y empeora la salud."
 
    La afirmación de que el cambio climático mata es bastante tremendista, aunque se atenúa diciendo que empeora la salud. Se trata de un hísteron próteron. Merece la pena que nos detengamos un poco en este recurso retórico que consiste en citar en primer lugar lo que sucede cronológicamente en segundo lugar llamando así la atención sobre la idea más importante que se trata de poner de relieve: todos (y todas) vamos a morir. Lo lógico sería decir en primer lugar que empeora la salud y, a continuación, que mata, pero como se trata de impactar al auditorio lo primero que se dice es que mata, como el tabaco, y a continuación, por si eso fuera poco, que empeora la salud, algo que poco importa cuando uno ya está muerto. 
 
 
     "Los combustibles fósiles que provocan cambio climático matan y empeoran la salud."
 
    A continuación nos dice cuál es la causa de ese cambio climático que mata, que son los combustibles fósiles. Ha hecho por arte de magia retórica una ecuación de equivalencia: cambio climático igual a combustibles fósiles. Como se ha llegado al acuerdo -obligado te veas- de dejar de usarlos... el Ministerio nos "salvará la vida", con lo que justifica su existencia, como cuando nos encerró en nuestros domicilios, nos obligó a usar mascarillas para salir y nos prohibió viajar o entrar a los lugares públicos si no estábamos vacunados...
 
    "Cuando hablamos de crisis climática no estamos hablando de osos polares o de un problema que pasa muy lejos o dentro de muchos años (…)"
 
    La ministra ha introducido la palabra mágica 'crisis'. No dice ya cambio climático, sino crisis climática, lo que hace que sean términos sinónimos: el cambio es una crisis -otra crisis más, por si fueran pocas las que llevamos a rastras-, y la define negativamente: no son osos polares ni problemas que pasan lejos o que pasarán en el futuro... El paralelo con la crisis sanitaria es obvio: recurso al miedo y a una gestión autoritaria. La cuestión climática se presenta como una oportunidad para esta especie de nueva religión que se está afianzando a escala mundial que pretende salvar el Planeta. 
 
    Vemos en este discurso cómo la Ministra del Gobierno ha convertido por arte de magia retórica el clima en una crisis de salud pública, porque parece que la gente ve que lo del cambio climático es algo muy lento en el tiempo, muy lejano en el espacio, muy abstracto y abstruso, y que parece que sólo afecta a los osos (y las osas polares, se le olvidó, por cierto, mencionarlas a la señora ministra), y no hace mucho caso de las alarmas que se desencadenan, pero si se relaciona con la salud, que es lo que más nos duele, pues parece que la cosa funciona mejor.
 
 
      "Más de cien muertes al día que se podrían evitar apostando por energías baratas y limpias, comiendo dietas más saludables y viviendo en casas cómodas y eficientes."
 
     La crisis climática supone más de 100 muertes evitables al día si se apuesta por energías baratas y limpias (contrapuestas a las caras y sucias mencionadas al principio), pero ¿en dónde se producen?, ¿en España, en Europa, en el mundo? ¿En verano por el excesivo calor o en invierno por el frío extremo? Dato terrorífico y preguntas sin respuesta. Pero no bastaría con apostar por dichas energías,  además habría que comer “dietas más saludables”, expresión con la que no se refiere la señora ministra a las hamburgueserías, por ejemplo, que tanto pululan por la piel de toro, pero que son efectivamente baratas, aunque no sean muy saludables, porque va a resultar que lo saludable es caro o, al menos, que no se lo pueden permitir todos los bolsillos. Y con lo de vivir en “casas cómodas y eficientes”, no se refiere a los bloques de pisos en los que vive hacinada la mayoría de la gente.Y, por cierto, ¿qué son casas 'eficientes'?
 
     "Celebramos el acuerdo alcanzado en la COP28 y desde el Ministerio de Sanidad nos ponemos a trabajar desde ya para que España siga liderando la transición ecológica hacia un mundo mejor y hacia un planeta sano y seguro."
 
    Pero está bien que España siga liderando esa “transición ecológica” hacia un mundo mejor y hacia un planeta sano y seguro, nótese la aliteración "sano y seguro", que es lo que queremos todos (y todas, claro).

domingo, 10 de diciembre de 2023

Nuevas y viejas guerras

    Se está celebrando en Dubai, por lo que cuentan los medios de creación de la opinión pública, la COP28, acrónimo de la vigésimo octava Conference of Parties, un evento que organiza la ONU anualmente para abordar la cuestión crítica (sic, según los organizadores, adjetivo bajo el que percibimos subliminalmente la “crisis” consustancial y esencial del sistema capitalista de producción que padecemos) del cambio climático. Esta conferencia les proporciona a los mandamases y delegados mundiales la ocasión de reunirse, opinar y figurar buscando soluciones para hacer frente al problema que plantea el cambio climático, de cara a mitigar su impacto. 

Declaración sobre Clima y Salud

      El evento, financiado con mil millones de dólares de donantes como la fundación ¿filantrópica o misantrópica? Rockefeller, al parecer ha llegado a una conclusión, que es la Declaración sobre Clima y Salud, firmada por 124 países entre los que se hallan las dos grandes superpotencias, la China y los Estados Unidos de América, y entre los que no podía faltar tampoco la España progresista que avanza no se sabe muy bien hacia dónde, pero avanza pisando “tierra firme”, como diría nuestro presidente.

    En dicha declaración se encuentra, entre otras perlas preciosas, este sesudo párrafo, que expresa el objetivo que se proponen los firmantes de dicho documento: “aprovechar mejor las sinergias en la intersección del cambio climático y la salud para mejorar la eficiencia y eficacia de los flujos financieros”. Yo no sé si quien ha redactado esta frase la entiende, yo, desde luego, lo confieso, no la entiendo, pero me encantan sus efectos retóricos rimbombantes especiales: un lenguaje culto de palabras largas que no dicen sustancialmente nada: ¡Cuántos cultismos como sinergias, intersección, climático, eficiencia, eficacia! Me encanta la sutil diferencia semántica que puede haber entre estos dos últimos términos (quizá le ha faltado incluir efectividad), subrayada además por la aliteración, que es la repetición del mismo sonido al comienzo de una serie de palabras, procedentes del latín efficere, y, por lo tanto, del verbo facere “hacer”, y que culmina con la cláusula final de “flujos financieros”, cuyo efecto arrebatador y arrullador es innegable. ¡Qué prodigio de fonemas fricativos aliterados! ¡Qué retórica altisonante y huera, que cáscara vacía que no entraña ni dice nada, pero con qué efectos especiales nos lo dice! No me resisto a ofrecerla en la lengua del Imperio en que está redactada por si algún lector lo entiende mejor que yo en versión original: better leverage synergies at the intersection of climate change and health to improve the efficiency and effectiveness of finance flows.

     Cómo no hay quien lo entienda, nos lo explica nuestro secretario de Estado de Sanidad con palabras un poco más modestas y asequibles. Lo que se pretende es, dice él, "dar una respuesta global -metáfora inevitable ya por mundial o planetaria- al cambio climático y sus efectos sobre la salud y los sistemas sanitarios". Interesante doble punto de vista: el cambio climático afecta a la salud de los ciudadanos y los sistemas sanitarios que los atienden. Lógicamente, si los primeros no tienen problemas de salud no colapsarán los hospitales. ¿A que esto nos suena a “déjà entendu” cuando lo del virus y la pandemia aquella que parece ahora tan lejana? (Pero no nos preocupemos, la OMS anuncia otra para el año que viene, por eso se apresura a sacar sus protocolos).

    Explicándonoslo en palabras aún más sencillas para que las entienda hasta un tonto ha dicho nuestro delegado: "No hay personas sanas en un planeta enfermo”. Y como el planeta está malito y nosotros también, aunque seamos enfermos asintomáticos, hay que actuar sobre el cambio climático, afrontando sus efectos que repercuten en nuestra propia salud, que es donde más nos duele después de todo. Recordemos a nuestro flamante presidente afirmando que todavía estamos a tiempo de salvar el planeta (y se entiende salvarnos de paso nosotros).

El hombre de Vitruvio dándole una patada al planeta.
 

     Hemos pasado de la guerra contra el virus a la guerra contra el carbono, que puede ser más malo o peor, convenientemente demonizado, que el propio virus. Como transición hemos asistido al espectáculo de la guerra de Ucrania, que ha sido eclipsado ahora por la guerra de Gaza, dos guerras tradicionales para no perder el esplendor guerrero de la vieja epopeya homérica de la siempre viva guerra de Troya, pero el Estado, los Estados del mundo, siguen creando enemigos ficticios y abstractos a los que les declaran la guerra, guerras que se concreta en medidas que exigen el sacrificio de los pueblos sometidos, porque lo que hay en el fondo es la vieja guerra del Estado contra el pueblo.