martes, 12 de diciembre de 2023

Macropenes y micropenes

    Veinticuatro mil lucecitas led (acrónimo de Light-Emitting Diode en la lengua del Imperio, o diodo que emite luz), que se dice pronto, y 65 metros de altura tiene el imponente árbol de navidad con el que la localidad cántabra de Cartes se ha situado en el mapa, siendo el árbol -es un decir, ya que se trata más bien de un cono luminoso, o, lo que es lo mismo, electrificado- no sólo más alto de España, sino también de Europa. 
 
Árbol de Cartes (Cantabria)
 
     En plena competición por ver qué ciudad instala el árbol navideño más alto, más grande y más deslumbrante, hay que elogiar la ocurrencia de hacer todo lo contrario que han tenido en Vilagarcía de Arousa, como dicen allí, o Villagarcía de Arosa, como prefieren otros, construyendo el árbol de Navidad más diminuto de España (y probablemente de Europa también y del mundo acaso) hecho artesanalmente a mano y con solo tres lucecitas led, frente a las miles del de Cartes. 
 
Árbol de Vilagarcia de Arousa (Pontevedra).
 
    A los 65 metros del armatoste cántabro, el gallego apenas opone un centímetro de tamaño, dos contando el macetero en el que está plantado. Para que los curiosos puedan contemplarlo y disfrutar de esta miniatura en todo su esplendor, sus ingeniosos creadores han colocado una lupa a fin de disfrutar del más pequeño detalle, demostrando así que no hace falta presumir.
 
    Si recurrimos a la imaginería psicoanalítica, el árbol navideño no deja de ser un símbolo fálico, es decir, del falo o pene en erección, según lo cual, en el primer caso estamos ante un macropene, y en el segundo ante un micropene, como el de Napoleón. Parece, en efecto, que a los alcaldes les ha entrado la fiebre de sacarse las verijas en pueblos y ciudades estas navidades y competir a ver quién tiene el pito más largo entrando en el Gran Libro de los Récords, porque todo tiene que ser lo más grande -ande no no ande, caballo grande- y lo más exagerado posible, olvidando aquello que se decía de que el tamaño no importaba tanto como la función. 
 
    Resulta cuanto menos bochornoso el espectáculo rivalizante que les ha entrado a los alcaldesos y alcaldesas del más variopinto pelaje político en las Españas, da igual el partido en que militen, de contribuir a la contaminación lumínica introduciendo luz artificial que degrada el medio ambiente, que nos deslumbra no dejándonos ver la Vía Láctea y que, además, es dispendio de dinero. 
 
    El actual alcalde de Vigo, por ejemplo, tira la casa por la ventana para mostrar al mundo que la ciudad que rige es la más iluminada del mundo esta navidad, vista desde el espacio, exhibiendo así un espíritu navideño que atrae al dinero en forma de turismo, y que como denuncia la imagen de Gabriel Pérez-Juana “no nos deja ver las estrellas”. 

 

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