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jueves, 21 de diciembre de 2023

Pareceres (XXXVI)

176.- Referéndum monarquía/república: Algunos reclaman la conveniencia de convocar un referéndum monarquía o república utilizando una herramienta democrática como es la consulta al electorado, que no al pueblo, porque no es lo mismo aunque habitualmente se confundan ambos conceptos. No me extrañaría nada que la propia Casa Real española propusiera dicho plebiscito que, casi sin ninguna duda ganaría dado que tiene a su servicio toda la maquinaria estatal, institucional, económica, partidista, mediática... Sería el mejor método para legitimar la permanencia de la corona de dicha institución propia del régimen feudal del ancient régime anterior a 1789, perpetuándose antes de que crezca de manera peligrosa el rechazo popular que refleja aquella copla que recogió García Lorca: Si tu padre quiere un rey, la baraja tiene cuatro: rey de oros rey de copas, rey de espadas, rey de bastos. Vaya por delante algo de capital importancia: la instauración de la República, per se, no supondrá un cambio del sistema económico imperante, ni vendrá a subvertir el orden social establecido, ni va a trocar el bagaje cultural de la gente y, ni siquiera garantizará un cambio significativo en el régimen político, más allá de sustituir la transmisión hereditaria familiar y nobiliaria de la jefatura de Estado por otro tipo de origen electo como en sus comienzos fue la monarquía romana, por ejemplo. No hace falta, para darse cuenta, más que ver sin prejuzgar las monarquías y repúblicas modernas que nos rodean. Uno puede alegrarse de que desaparezca un dictador, de hecho es ley de vida que lo haga, pero eso no conlleva que desaparezca la dictadura. El Régimen, con mayúscula, es indiferente a esos cambios cosméticos de gobierno o de forma de Estado con tal de que siga habiendo Estado: principes mortales, rem publicam aeternam


 

177.- Decisiones. (Del latín decidere, cercenar, cortar de arriba abajo como hace el matarife practicando un hachazo con una precisa incisión cuando sacrifica a una oveja, un cerdo o un ternero) ¿Tomamos decisiones o las decisiones nos toman a nosotros, convirtiéndonos a nosotros en sus rehenes y convirtiéndose ellas en hábitos rutinarios? El mercado nos proporciona diversas opciones y nos ofrece un pequeño margen de maniobra: podemos elegir, sí, pero dentro de lo previamente establecido, lo que está lejos de la verdadera libertad de elección.

Hércules indeciso en la encrucijada, Beccafumi (1520)
 

178.- Cambio de hora: En la madrugada del 28 al 29 de octubre se produjo -se nos infligió- en España el cambio de hora para entrar en el horario de invierno, cuando las 3 de la mañana pasaron por real decreto a ser las 2, lo que metafísicamente era imposible, pero así se produjo y sucedió. En agua de borrajas se quedó la resolución del parlamento europeo de marzo de 2019 de eliminar el cambio de hora estacional que debería aplicarse en 2021. No se entendía bien por qué hacían falta dos años para llevarlo a cabo, pero con la coronación del virus se pospuso sine die. El cambio de hora ya no está en la agenda, pese a la unanimidad que había en acabar con esta medida de ahorro energético que no sirve para lo que dice servir ni para nada bueno porque lo único que produce son efectos nocivos reales para la salud. Según el Boletín Oficial del Estado, el cambio de hora va a seguir produciéndose -infligiéndosenos- en nuestro país hasta 2026, pese a que, según nuestro Ministerio para la Transición Energética explicaba en 2019, “no existen informes actualizados ni experiencias contrastadas” que “permitan aseverar que el cambio de hora lleve asociados ahorros energéticos”.

 
179.- Sórdido burdel. En un modesto, muy humilde lupanar de carretera de esta España de hoy y aquí, España eterna, en donde todo el año brilla la luz intermitente de un farolillo rojo de neón eléctrico, se ve, parpadeante, la silueta ahora de una estrella luminosa que señala el rumbo del prostíbulo-Belén a los nuevos Reyes Magos, náufragos solitarios del negro asfalto que, a trueque de oro, incienso y mirra, pagando con dinero en efectivo -no aceptan la tarjeta aún de crédito-, le echarán, calzándose un condón por si acaso-, un par de polvos a una furcia anónima cualquiera, poco virgen, en tanto resuenan villancicos en el puticlub y se encienden y se apagan, intermitentes, las lucecitas de un arbolillo artificial y cutre navideño.

 

180.- En edad de merecer. En el siglo XIII entró la palabra 'meretriz' en castellano, según el ilustre Corominas, derivada del latín 'meretrix', sustantivo de agente femenino formado con el sufijo -trix (igual que actriz, emperatriz...) añadido al verbo 'merere' que significaba obtener uno su parte, ganar, y que admitía diversos complementos o ganancias como 'laudem' gloria, 'odium' odio, 'praemia' premios y recompensas, y que enseguida acabó desembocando en 'argentum' 'ganar plata, o sea dinero, es decir, cobrar un salario. Se ha conservado en castellano como 'merecer', y da origen a 'mérito' y a los cultismos 'benemérito', que se ha portado bien, y 'emérito', con el significado de 'el que se ha jubilado', participio de 'emereri' 'ganarse el retiro, terminar el servicio'. De ahí la fundación de Emérita Augusta, Mérida la ciudad de los veteranos legionarios eméritos, término que, afortunadamente, no siguió las pautas de evolución fonética que hubieran hecho que pasara a 'Merda' por pérdida de la vocal átona en interior de palabra y de ahí a 'Mierda' por diptongación de la e breve y tónica. Meretriz es en principio 'la que se gana la vida ella misma', la merecedora del salario que cobra. Según esta acepción, la edad de merecer sería sencillamente la edad en la que una tiene que empezar a hacerse valer por sí misma sin depender de nadie. Es decir, la edad a la que tiene una que empezar a hacer méritos y ser digna de premio (entiendo yo que se refiere en este caso a la dignidad del reconocimiento). Por supuesto, entre los premios también estaría el amor, dado que también tiene que hacerse una valer para encontrar una pareja.


martes, 12 de diciembre de 2023

Macropenes y micropenes

    Veinticuatro mil lucecitas led (acrónimo de Light-Emitting Diode en la lengua del Imperio, o diodo que emite luz), que se dice pronto, y 65 metros de altura tiene el imponente árbol de navidad con el que la localidad cántabra de Cartes se ha situado en el mapa, siendo el árbol -es un decir, ya que se trata más bien de un cono luminoso, o, lo que es lo mismo, electrificado- no sólo más alto de España, sino también de Europa. 
 
Árbol de Cartes (Cantabria)
 
     En plena competición por ver qué ciudad instala el árbol navideño más alto, más grande y más deslumbrante, hay que elogiar la ocurrencia de hacer todo lo contrario que han tenido en Vilagarcía de Arousa, como dicen allí, o Villagarcía de Arosa, como prefieren otros, construyendo el árbol de Navidad más diminuto de España (y probablemente de Europa también y del mundo acaso) hecho artesanalmente a mano y con solo tres lucecitas led, frente a las miles del de Cartes. 
 
Árbol de Vilagarcia de Arousa (Pontevedra).
 
    A los 65 metros del armatoste cántabro, el gallego apenas opone un centímetro de tamaño, dos contando el macetero en el que está plantado. Para que los curiosos puedan contemplarlo y disfrutar de esta miniatura en todo su esplendor, sus ingeniosos creadores han colocado una lupa a fin de disfrutar del más pequeño detalle, demostrando así que no hace falta presumir.
 
    Si recurrimos a la imaginería psicoanalítica, el árbol navideño no deja de ser un símbolo fálico, es decir, del falo o pene en erección, según lo cual, en el primer caso estamos ante un macropene, y en el segundo ante un micropene, como el de Napoleón. Parece, en efecto, que a los alcaldes les ha entrado la fiebre de sacarse las verijas en pueblos y ciudades estas navidades y competir a ver quién tiene el pito más largo entrando en el Gran Libro de los Récords, porque todo tiene que ser lo más grande -ande no no ande, caballo grande- y lo más exagerado posible, olvidando aquello que se decía de que el tamaño no importaba tanto como la función. 
 
    Resulta cuanto menos bochornoso el espectáculo rivalizante que les ha entrado a los alcaldesos y alcaldesas del más variopinto pelaje político en las Españas, da igual el partido en que militen, de contribuir a la contaminación lumínica introduciendo luz artificial que degrada el medio ambiente, que nos deslumbra no dejándonos ver la Vía Láctea y que, además, es dispendio de dinero. 
 
    El actual alcalde de Vigo, por ejemplo, tira la casa por la ventana para mostrar al mundo que la ciudad que rige es la más iluminada del mundo esta navidad, vista desde el espacio, exhibiendo así un espíritu navideño que atrae al dinero en forma de turismo, y que como denuncia la imagen de Gabriel Pérez-Juana “no nos deja ver las estrellas”.