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viernes, 15 de noviembre de 2024

Leyendo el comienzo de la Ilíada de Homero

    Los cinco primeros versos de la Ilíada de Homero, dicen así en su versión original en griego antiguo: μῆνιν ἄειδε θεὰ Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος / οὐλομένην, ἣ μυρί᾽ Ἀχαιοῖς ἄλγε᾽ ἔθηκε, / πολλὰς δ᾽ ἰφθίμους ψυχὰς Ἄϊδι προΐαψεν / ἡρώων, αὐτοὺς δὲ ἑλώρια τεῦχε κύνεσσιν / οἰωνοῖσί τε πᾶσι* (...) 
 
    Todos los manuscritos presentan una unanimidad en la lectura de la  palabra del quinto verso, que señalo con un asterisco, unanimidad que sólo rompe Zenódoto de Éfeso, el gramático griego y bibliotecario de Alejandría, que vivió en el siglo IV antes de Cristo, quien, según Ateneo, leyó δαῖτα ('comida, banquete') en lugar de πᾶσι ('todos, todas'). El hecho de que coincidan los manuscritos y digan πᾶσι ('todos, todas') no garantiza su autenticidad, porque todos ellos datan de una fecha muy tardía, y si πᾶσι es una corrupción de los amanuenses, podría haber entrado en la tradición bastante temprano, y haberse repetido desde entonces como si fuese la lectura correcta. No porque mayoritariamente se repita algo tiene que ser verdadero. Ya sabemos que una mentira a fuerza de repetirse logra hacerse verdad o, al menos, verosímil, pero la labor de la filología -amor al lenguaje y a la razón- es restituir el sentido primigenio. 
 
     Veámoslo detenidamente. Comparemos dos traducciones españolas de estos cinco primeros versos: La ritmada y rimada de Agustín García Calvo (editorial Lucina, 1995): “¡Canta, diosa, la ira de Aquiles el de Peleo!, / ira maldita que echó en los Aquivos tanto de duelos, / y almas muchas valientes allá arrojó a los infiernos / de hombres de pro, a los que dejó por presa a los perros / y pájaros todos...” Y la más prosaica de Emilio Crespo Güemes (editorial Gredos, 1982): “La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles, / maldita que causó a los aqueos incontables dolores, / precipitó al Hades muchas valientes vidas / de héroes y a ellos mismos los hizo presa para los perros / y para todas las aves...” 
 
     Sin embargo, la propuesta de lectura de Zenódoto resulta más atractiva porque hay dentro de la literatura griega clásica varios pasajes que pueden estar inspirados en estos versos y evocarlos,  y que nos hacen pensar en la palabra δαῖτα. Por ejemplo Ésquilo en Suplicantes, verso 801 cita ὄρνισι δεῖπνον 'festín, banquete de pájaros', lo que sugiere que el autor estaba familiarizado con la lectura que propone Zenódoto de Éfeso, que sería οἰωνοῖσί τε δαῖτα, que con palabras sinónimas viene a decir lo mismo.
 
 
 
     Otro testimonio de Eurípides es Ion versos 505-6, que hablan del abandono de un recién nacido “y lo expuso como banquete (θοίναν) de los pájaros (πτανοῖς, sinónimo del homérico οἰωνοῖσί), como festín (δαῖτα) ensangretado de las fieras (θηρσί)” en la traducción de José Luis Calvo Martínez. 
 
    La lectura δαῖτα, como escribe Simon Pulleyn en su introducción, traducción y comentario del libro I de La Ilíada (Oxford: Oxford University Press, 2000), nos proporciona un sustantivo para equilibrar ἑλώρια (presa, botín, despojo), en lugar del insípido adjetivo πᾶσι, que a fuerza de totalitario no aporta prácticamente nada, de modo que la frase global tiene una forma quiástica (ABBA), 'presa para los perros, para las aves banquete', frente a la construcción paralela (ABAB), que sería "presa para los perros, banquete para los aves". 
 

     Otro argumento que puede esgrimirse, de orden lógico, es que las lecturas "presa a los perros y todos los pájaros" (García Calvo) "presa para los perros y para todas las aves" (Crespo Güemes), basadas ambas en la lectura de los manuscritos y en ese sentido impecables, es que no tiene mucho sentido decir que los cadáveres de los guerreros son alimento para para todas las aves, ya que solo lo serían para las que se ceban de carroña, como los buitres o los cuervos, por ejemplo.

    Es verdad que Zenódoto ha sido juzgado muchas veces subjetivo pero eso no significa que siempre esté equivocado. Si aceptamos su conjetura, y parece que hay motivos para hacerlo sin mucho escándalo, habría que leer, por lo tanto, que los cadáveres de las almas que la cólera funesta de Aquiles arrojó de cabeza al Hades o, mejor quizá, a los infiernos de los heroicos guerreros sirvieron como presa a los perros y a los pájaros banquete. 
 
La ira de Aquiles deja cadáveres que son presa de perros, de aves festín.
 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Armados hasta los dientes (I)

    "El riesgo de guerra no es inminente, pero no es imposible", alertaba en febrero la regenta de la Comisión Europea, cuyo nombre propio no vamos a mencionar aquí. Y, siguiendo su estela, la ministra de la Guerra española, cuyo nombre tampoco mencionaremos, todos los nombres propios son intercambiables, cacareaba en marzo que la amenaza de guerra era “total y absoluta”. 
 
    Dos años después de la guerra en Ucrania y con Oriente Medio incendiado por la guerra de Israel en Gaza y la amenaza de un estallido de onda más amplia, los mandamases europeos han desenterrado el hacha de la guerra. No solo hablan a las claras y sin tapujos de “guerra”, sino que han aumentado el gasto militar a unos niveles “sin precedentes”, según el informe que publica anualmente el Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo (Sipri), según informaba The Guardian.
 
     Por primera vez, el gasto militar del gobierno ha aumentado considerablemente en los cinco continentes del globo terráqueo según el grupo de expertos Sipri, alcanzado un nivel récord de 2.440.000 millones de dólares, lo que supone el mayor aumento anual del gasto gubernamental en armas en más de una década. 
 
    A nadie se le escapa que hay un riesgo de conflagración porque las armas llevan escritos en ellas sus fines, y su fin es la guerra, y el fin de la guerra no es la paz, sino la victoria. 
 
    En contra de que se pueda hacer un buen uso de las armas, sacaba Rafael Sánchez Ferlosio en su Campo de retamas el refrán "puestos a reñir, el cuchillo es el que manda" y añadía sutilmente: "pero lo que vengo yo preguntándome hace tiempo es si no podría ser, en cambio, que fuese el cuchillo el que mandase ponerse a reñir". Y aducía en su apoyo el verso de Homero: El hierro por sí solo atrae al hombre, donde 'hierro' es metonimia de armamento en general, como en el dicho "el que a hierro mata, a hierro muere".
 
 
    No cabe duda de que las armas ejercen una fascinación en los seres humanos que es el aliciente que los empuja a manejarlas: el hierro de por sí arrastra al hombre a la guerra, independientemente del empleo bueno o perverso que quiera hacerse de él. No es el hombre el que tira del hierro, sino al revés: Es el hierro quien tira del hombre, como tradujo acertadamente don José Manuel Pabón al castellano el refrán homérico, lo que contradice el único argumento de los defensores del uso de las armas: no las usamos los hombres, sino que nos usan ellas a nosotros.  
 
    No somos, pues, los hombres los que hacemos un uso bueno o malo de las armas; el único uso bueno que cabe hacer de ellas es no usarlas; son las armas las que nos usan a nosotros y nos  convierten en carne de cañón, y ya se sabe para qué sirven, para nada bueno. Una pistola lleva escrito en sí misma el fin para el que ha sido fabricada. El gatillo llama al dedo urgentemente para que lo apriete. 
 
 
   El aumento sin precedentes del gasto militar es una respuesta directa al deterioro global evidente de la paz y la seguridad. Los dos Estados que más gastan (o mejor dicho invierten) en armamento son los Estados Unidos y la China, que vienen a sumar la mitad del gasto militar mundial según la citada fuente de información. 
 
    Lógicamente este dinero público es una inversión que general capital. La esencia del Estado es la guerra, como se ve a las claras, pero es también la esencia del Capital, que encuentra en ella actualmente su mejor inversión, con obsolescencia programada incluida. No se busca la paz, sino la victoria. Hemos pasado del capitalismo vírico al bélico en la búsqueda constante de nuevos mercados e inversiones.

domingo, 5 de noviembre de 2023

Plan de paz para Oriente Próximo (y otras guerras).

    Este plan de paz que se propone aquí no es una mera proclama pacifista al uso que pide el alto el fuego sin más, sino algo más: una guerra a la Guerra establecida, que se fundamenta en el abandono de sus dos principales armas ideológicas y estratégicas:
 
1.- Abandono de la religión: Las tres religiones monoteístas históricas (el judaísmo, el cristianismo y el islam, que quiere decir 'sumisión') son las responsables principales de las guerras históricas (cruzadas, guerras santas, yihads, o como quieran llamarse) pero no solo de las guerras religiosas, entre las que puede incluirse sin mucho escándalo el conflicto de Oriente Próximo, sino de todas las guerras, porque hasta las modernas que calificamos de económicas o políticas, que viene a ser lo mismo, tienen una raíz religiosa.
 
    Los tres dioses monoteístas Jehová, Yavé, Dios o Alá han sido siempre excluyentes y exclusivos. Consideraban que sus fieles eran el pueblo elegido, y sembraban el odio con los dioses y pueblos vecinos, que eran tachados de infieles o de gentiles. Hoy día, aunque muchas personas siguen creyendo en las viejas religiones, han sido sustituidos por su más moderna epifanía laica, que es el Dinero. Solo el abandono de la fe en esos dioses monoteístas, incluida la pérdida de la fe en su más moderna encarnación, puede garantizar el alto el fuego y el cese de las hostilidades, la anápneusis polémoio (ἀνάπνευσις πολέμοιο), el respiro de la guerra, que cantaba el divino Homero en la Ilíada, y que calificaba siempre de breve olígue (ὀλίγη), porque la paz no era más que una tregua efímera en el eterno combate entre tirios y troyanos. 
 
    Cuando se propugna aquí el abandono de la religión, se incluye también, por lo tanto, el abandono de la religión económica, que es en definitiva el resultado moderno de la evolución de las viejas religiones. 
 

 
2.- Abandono de la fe en la democracia y el Estado: Resulta duro decirlo así porque parece que si predicamos la pérdida de fe democrática estamos haciendo apología de la dictadura y de otras formas de gobierno más autoritarias y despóticas. Y no es así. No, las democracias occidentales son regímenes teocráticos, donde se sustituye la voluntad de Dios por la voluntad no del pueblo, que se caracteriza por no aceptar ninguna forma de gobierno, sino de la mayoría de los contribuyentes y votantes que suman sus voluntades individuales, traducidas en votos, para conformar una mayoría que se imponga a la totalidad, como si fuera la voluntad del viejo Dios, por lo que resultan las dictaduras más perfectas y las formas más totalitarias de Estado contra las que no es lícito alzar la voz, en las que se confunde el gobierno con el pueblo gobernado. 
 
    La democracia no es el menos malo de los sistemas de gobierno posibles, como suele decirse, sino el más perverso, porque es el único que hay, y por eso mismo no puede ser bueno, porque es el que hay y es el que nos toca combatir para que no haya guerras en el mundo. Todos los gobiernos del mundo, sean de izquierdas o de derechas, sirven a los intereses económicos del sacrosanto Capital. 
 
    La única forma de fomentar la paz, por lo tanto, en Oriente Próximo y en cualquier otro lugar del mundo es declararle la guerra al Capitalismo, que justifica como antaño los viejos dioses monoteístas, todas las guerras, desde la guerra de Troya hasta la guerra de Israel que nos sirven ahora puntualmente todos los informativos durante veinticuatro horas.
 

      Ningún Estado, por otra parte, puede garantizar la paz, porque la guerra es la esencia misma del Estado, el bienestar y la salud, como decía Bourne, de todos y cada uno de ellos, y el hecho de que haya varios, muchos, no hace más que complicar la cosa por sus luchas constantes por mantener su identidad nacional y defender sus fronteras, una identidad que solo se sostiene en la contraposición con las demás identidades nacionales.

jueves, 2 de noviembre de 2023

Traductor, traidor

    A propósito de la traducción que Emily Wilson, profesora de clásicas de la Universidad de Pensilvania, publicó hace cinco años de la Odisea de Homero al inglés (acaba, entre paréntesis, de sacar ahora mismo también su traducción inglesa de la Ilíada), se ha dicho que es la primera traducción de Homero a la lengua de Chéspir hecha por una mujer, y hay que destacar que si bien puede ser significativo que haya habido más traductores que traductoras de Homero, eso no significa que la traducción por ser obra de una mujer tenga que ser mejor o peor o en definitiva distinta que la de un hombre.
 
    Como suele ser tradicional por lo general en las traducciones de Homero al inglés, la de Emily Wilson es una traducción en verso, y eso no deja de ser un mérito importante, aunque haya traducciones en excelente prosa como la de Samuel Butler, elogiada por el mismísimo Borges, que dijo que era la “la más fiel de las versiones homéricas”. 
 
    Utiliza Emily Wilson el pentámetro yámbico de raigambre chespiriana, y conserva el número de versos del original: es decir que a cada hexámetro de Homero le corresponde más o menos un pentámetro yámbico inglés. 
  

     Ya desde la traducción del primer verso de la Odisea se percibe cuál es el objetivo de su versión, que es adaptar Homero al inglés contemporáneo. Así resuelve el primer epíteto homérico que aparece en el primer verso de la epopeya, en la invocación a la Musa. El poeta le ruega que le hable del hombre “polýtropon”, que ella traduce sin complejos como “Tell me about a complicated man.” (Háblame acerca de un hombre complejo, mejor quizá que 'complicado')
 
    Es una traducción novedosa, quizá demasiado simple si tenemos en cuenta cuánto se han devanado los sesos los traductores a nuestra lengua, por ejemplo, por traducir el epíteto homérico. Así: “Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos” (José Luis Calvo) , “Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio” (Luis Segalá y Estalella), “Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío” (José Manuel Pabón), “Háblame, Musa, del hombre de muchos caminos” (Carmen Estrada), “Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas” (Carlos García Gual), Canta, ¡oh Musa!, aquel héroe siempre vario / sagaz, astuto y en ardid fecundo” (Antonio de Gironella), entre otras muchas. 
 
ἄνδρα μοι ἔννεπε, μοῦσα, πολύτροπον, ὃς μάλα πολλὰ
πλάγχθη, ἐπεὶ Τροίης ἱερὸν πτολίεθρον ἔπερσεν·
πολλῶν δ᾽ ἀνθρώπων ἴδεν ἄστεα καὶ νόον ἔγνω,
πολλὰ δ᾽ ὅ γ᾽ ἐν πόντῳ πάθεν ἄλγεα ὃν κατὰ θυμόν,
ἀρνύμενος ἥν τε ψυχὴν καὶ νόστον ἑταίρων.


Apoteosis de Homero, Jean-Auguste-Dominique Ingres (1827)

    Así traduce Emily Wilson al inglés los cinco primeros hexámetros: Tell me about a complicated man. / Muse, tell me how he wandered and was lost / when he had wrecked the holy town of Troy / and where he went, and who he met, the pain / he suffered in the storms at sea, and how / he worked to save his life and bring his men /back home. 
 
    Hace unos años traduje yo estos mismos versos en hexámetros castellanos del siguiente modo: “Cuéntame, Musa, del hábil varón que bogó a la deriva / mucho, después de arrasar el alcázar sagrado de Troya; / vio ciudades y el ser conoció de muchísimas gentes, / y hondas sufrió por el piélago en su alma penalidades / mientras bregó por su vida y retorno de sus compañeros.” 
 
    Pero, revisándolos ahora, no me quedo contento con la traducción que hice del epíteto como “hábil”, que era copia o sugerencia de la de Pabón. Así que ahora, volviendo sobre el caso, se me ocurre otra resolución  del πολύτροπον (polýtropon) dichoso, y rimar de paso esos cinco hexámetros asonantándolos, imitando la tgraducción magistral que hizo García Calvo de la Ilíada: 
 
    Cuéntame, Musa, del artimañero* varón que hubo errado / mucho, después de arrasar el alcázar de Troya sagrado; / vio de muchos pueblos ciudades y supo sus hábitos, / y muchas penalidades sufrió por el piélago en su ánimo, / por su vida y regreso de sus compañeros bregando. 

Sirenas y Ulises, William Etty (1787-1849)

     *He optado por artimañero. Podía también haber creado un epíteto como mil-mañas basándome en algunos compuestos existentes en castellano con el prefijo mil- como, por ejemplo, mil-leches, del perro que no es de raza pura, o milhojas, el pastel de varias capas, donde el número 'mil' quiere decir 'varias' y 'muchas', como el prefijo griego poly-, y eligiendo mañas entre las traducciones de “tropos” (que pueden ser vueltas, por alusión a lugares que visita Ulises en su extravío y tretas, como propone García Gual). 
 
    Estoy seguro de que si vuelvo otro día sobre estos mismos versos propondré otra traducción, otra traición, por aquello de que el traductor es  un traidor, siempre provisional porque no hay ninguna definitiva.  Por eso es importante leer los textos si es posible en su propia lengua y versión origina. Todas las traducciones son tentativas más o menos afortunadas.

sábado, 23 de septiembre de 2023

Otoño homérico y bíblico

    Un fragmento del poeta griego Simónides de Ceo (19 West) se hace eco de lo que considera la cosa más bella que cantó el poeta ciego de Quío, en clara alusión a Homero, y nos cita un hexámetro del libro sexto de la Ilíada (VI, 146): 

Ἓν δὲ τὸ κάλλιστον Χῖος ἔειπεν ἀνήρ·     οἵη περ φύλλων γενεή, τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.

Este es el verso más bello que dijo el hombre de Quíos:
"Como linaje de hojas, igual así el de los hombres".

 
    Diomedes, el hijo de Tideo, antes de enfrentarse con Glauco, le pregunta cuál es su linaje, pues teme que sea de estirpe divina y no quiere luchar con un dios por miedo al castigo de atreverse a tanto. Glauco le responde entonces: “Vástago audaz de Tideo, preguntas cuál es mi linaje: / Como linaje de hojas, igual así el de los hombres. / Unas tira a tierra un viento, y otras el bosque / hace frondoso que broten y llega en sazón primavera. / Tal el linaje del hombre, uno nace y otro perece.” 
 
οἵη περ φύλλων γενεὴ τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.
φύλλα τὰ μέν τ᾽ ἄνεμος χαμάδις χέει, ἄλλα δέ θ᾽ ὕλη
τηλεθόωσα φύει, ἔαρος δ᾽ ἐπιγίγνεται ὥρη·
ὣς ἀνδρῶν γενεὴ ἣ μὲν φύει ἣ δ᾽ ἀπολήγει.
(Homero, Ilíada VI 146-149)
 
     Un libro sapiencial de los 46 que constituyen el llamado Antiguo Testamento de la Biblia de la Iglesia Católica llamado el Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirá, más conocido como el Eclesiástico, que no el Eclesiastés, que es otro de ellos, hace una comparación de la vida de los seres humanos -la generación de la carne y la sangre- con las hojas de un árbol frondoso, que en el otoño se desprenden de sus ramas -hojas secas, feuilles mortes- para dar paso a otras que brotarán en la primavera de esas mismas ramas, en el ciclo del eterno retorno de las estaciones del año, la misma comparación homérica: Como linaje de hojas, igual así el de los hombres.  


    Así se lee en la traducción de Nácar-Colunga, capítulo 14, versículo 19, del Eclesiástico:  Como las hojas verdes de un árbol frondoso, / que unas caen y otras brotan, / así es la generación de la carne y de la sangre: / unos mueren y otros nacen. 

    O en la versión de san Jerónimo al latín: sicut et folium fructificans in arbore uiridi alia generat et alia deicit, sic generatio carnis et sanguinis alia finitur et alia nascitur.

 

domingo, 22 de mayo de 2022

Tantalizándonos

    El verbo 'tantalizar' es un calco del inglés tantalize (pronunciado tantaláis), atestiguado en la lengua de Chéspir desde 1597 como 'someter [a alguien] a un tormento consistente en ofrecer, a través de la vista o de promesas, algo deseado que no se puede conseguir''. En francés está registrado desde al menos 1755 tantaliser (pronunciado tantalisé) con el mismo significado. En castellano no está incluido todavía en el diccionario de la docta Academia, pero se usa con la acepción anglosajona y francesa como sinónimo de atormentar a alguien mostrándole placeres que no puede alcanzar.

    Un ejemplo de su uso en la prosa de Ernesto Sábato: Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica. La televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz que con su intensidad nos toma.

    ¿Cuál es el origen de este vocablo? Se basa en el nombre propio de Tántalo, uno de los míticos pobladores del Hades o infierno de los antiguos, castigado por los dioses a sufrir un hambre y sed eternas.

 

Tántalo con el agua al cuello intentando tomar las manzanas


    Tántalo es célebre en la mitología por el castigo que tuvo que sufrir en los Infiernos. Sin embargo no hay acuerdo entre los autores sobre cuál fue el motivo. De la descripción de su tormento hay también dos versiones: se hallaba en los Infiernos colocado debajo de una enorme roca que amenazaba siempre con caer, a modo de espada de Damoclés; pero que se mantenía en eterno equilibrio; o que, sumergido en agua hasta el cuello, no podía beber y calmar su sed porque el líquido elemento retrocedía cada vez que trataba de introducirlo en su boca (... a su barba llegábale el agua, / y, extenuado de sed, no podía llegar a catarla); y una rama cargada de manzanas pendía sobre su cabeza, pero si levantaba el brazo e intentaba tomar la fruta para saciar su hambre, la rama se levantaba bruscamente y quedaba fuera de su alcance. Es este último tormento el que más han reflejado las artes gráficas.
 
    La figura de Tántalo aparece quizá por primera vez en la historia de la literatura en la Odisea de Homero, concretamente en el descenso a los infiernos de Odiseo, o sea Ulises, donde nos lo presenta en estos hexámetros: Luego a Tántalo vi padeciendo penas amargas / puesto de pie en un lago que hasta el mentón le llegaba; / muerto de sed se veía, mas no conseguía saciarla; / pues cada vez que el viejo ganoso a beber se agachaba, / iba menguando el agua que huía, y entre sus patas / negra brotaba la tierra, que un genio divino secaba. / Y árboles de altas copas su fruto por cima le daban: / abarrotados perales, granados, pomar de manzanas, / dulces higueras de miel y olivos de olivas que cuajan. / Cuando el viejo quería alcanzar con su mano a tomarlas, / un vendaval las subía a las nubes encapotadas.
 

     Tántalo, Justin McElroy (diseñador gráfico)
 
     Lucrecio en su De rerum natura libro III, versos 980 y 981 se hace eco del castigo de la roca amenazante: "nec miser inpendens magnum timet aëre saxum / Tantalus, ut famast, cassa formidine torpens": ni Tántalo, el pobre, está -colgada en el aire- temiendo / la enorme roca que caiga, en vano helado de miedo. Reflexiona en ese texto Lucrecio sobre cómo los tormentos infernales, que de por sí son imaginaciones absurdas, trasladan las penas y miserias de esta vida al reino de los muertos. Por eso dice: "Y aquello, sin duda, todo que en los profundos infiernos / contado nos han que lo hay, todo en vida aquí lo tenemos".
 
    Viene a decirnos Lucrecio que el suplicio de Tántalo es nuestro propio suplicio. Sólo hay que cambiar el nombre de Tántalo por el nuestro propio, como nos advirtió Horacio en unos hexámetros de la primera de sus sátiras: Tantalus a labris sitiens fugientia captat / flumina – quid rides? mutato nomine de te / fabula narratur. El poeta lo dice bien claro: Tántalo quiere sediento beber de sus labios el agua / que huye. ¿Por qué sonríes? Cambiándole el nombre, de ti habla / esta historia.
 
 
 Tántalo, Giambattista Langetti (1625-1676)
 
    Eduardo Galeano escribió en "Lecciones de la sociedad de consumo" una reflexión penetrante sobre cómo la publicidad, o sea, la televisión, nos tantaliza: El suplicio de Tántalo atormenta a los pobres. Condenados a la sed y al hambre, están también condenados a contemplar los manjares que la publicidad ofrece. Cuando acercan la boca o estiran la mano, esas maravillas se alejan. Y si alguna atrapan, lanzándose al asalto, van a parar a la cárcel o al cementerio. Manjares de plástico, sueños de plástico. Es de plástico el paraíso que la televisión promete a todos y a pocos otorga. A su servicio estamos. En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve.
 
 
Tántalo y Sísifo en el Hades, August Theodor Kaselowky (c.1850)

viernes, 3 de septiembre de 2021

De cómo Zeus fecundó a Dánae

    Lo que más me ha gustado del artículo de Juan Manuel de Prada "Un fracaso indisimulable" que publicó el diario ABC el 30 de agosto de 2021, muy bien traído todo él, es la alusión mitológica que hace al final del último párrafo. Compara el silencio de médicos y periodistas sobre la implantación de las terapias génicas experimentales, vulgar- y torticeramente llamadas 'vacunas',  a la que estamos asistiendo en las sufridas Españas desde comienzos del año en curso con el silencio de los corderos, expresión cinematográfica tomada de la película de terror The silence of the lambs (1991) de Jonathan Demme. Los corderos, en efecto, cuando el matarife va a sacrificarlos en el matadero, aceptan resignadamente su muerte cerrando los ojos, sin ningún balido y sin oponer ninguna resistencia. Escribe De Prada en la última frase del párrafo y del artículo: "Así, mientras callan, los fecundan al modo que Zeus fecundó a Dánae."

    Alude De Prada a una de las muchas inseminaciones de Zeus que, enamorado de tantas diosas y mujeres, adquiría diversas formas para seducirlas, un poco al modo del dios cristiano que, según la teología, descendió en su epifanía de Espíritu Santo transformado en paloma para fecundar a la virgen María, de la que concibió a su hijo unigénito Jesucristo. Zeus, sin embargo, es un dios esencialmente promiscuo y politeísta, a diferencia del monoteísta dios judeocristiano, por lo que adoptaba numerosas metamorfosis o formas para seducir a sus numerosas amantes, ya fueran diosas o mujeres, y llenar el Olimpo y el mundo de dioses y semidioses. 

Dánae, Gustav Klimt (1907)
 

    Dánae, en concreto, era una princesa que había sido encerrada en una torre para que no conociera varón porque una profecía le había revelado a su padre, el rey Acrisio, que un hijo de ella le daría muerte algún día a él, por lo que decidió no exponerla a la codicia masculina. Zeus, enamorado de ella, por el reto que suponía su prohibición, se transformó en lluvia de oro, cayó sensualmente sobre la doncella, penetrando en todos los poros de su piel y la dejó embarazada, unión de la que nacería el héroe Perseo que, efectivamente, mataría un día accidentalmente a su abuelo. Como en el caso de Edipo, el intento de evitar que se cumpla una profecía no logra su objetivo, sino todo lo contrario: esta, una vez que ha sido formulada solemnemente, no puede dejar de realizarse, tal es su fatalidad.

    El significado de esta lluvia de oro en la pintura y en la literatura ha sido siempre económico, es decir, Zeus se convierte en dinero y gracias a él consigue a la hembra: es una alegoría de la prostitución femenina, la mujer como primera forma de compraventa. (Una visión más moderna y grosera de la historia quiere ver en la lluvia de oro una imagen de la orina, confundida con el semen en su fluidez, derramada sobre la cara y el cuerpo desnudo de la muchacha). No hace falta, pues, decir, que a lo que alude De Prada con la culta referencia al modo de fecundación que utilizó Zeus con Dánae es, obviamente, al pago de dinero para comprar el silencio de los médicos y de los periodistas ante lo que se está perpetrando.

Dánae, Mabuse (1527)
 

    En el canto XIV de la Ilíada de Homero (vv. 313-328,) Zeus, hace una lista de sus amores, cuando le pide a Hera en un bello pasaje que se acuesten juntos porque le ha entrado un repentino deseo muy grande de ella, mucho mayor que el que le embargó otras veces por otras mujeres o diosas, y mucho mayor que el que ha tenido otras veces por ella misma, su cónyuge legítima. Empieza aludiendo a Día, la mujer de Ixión, a la que según sabemos sedujo transformándose en caballo, y de la que nació Pirítoo. Después alude a la susodicha Dánae, la hija del rey Acrisio, a la que sedujo transformándose en lluvia de oro, como queda dicho. A continuación alude a Europa como la hija de Feniz, y madre de Minos y Radamante, a la que sedujo transformándose en un toro manso. Cita luego a Sémele dos veces, a la que dejó embarazada del dios Dioniso y fulminada, pues se presentó ante ella en su auténtica forma como dios del rayo que lanza truenos y relámpagos. Viene después Alcumena o Alcmena, ante la que tomó la figura humana de su esposo Anfitrión para seducirla, pues era ella toda una Penélope, la más fiel de todas las mujeres a su legítimo esposo, la que no podía traicionarle por nadie que no fuera él mismo, a la que Zeus hizo madre de Heraclés, con su acentuación oxítona griega, o Hércules en su forma latina. Recuerda Zeus también los amores de Deméter, de la que concibió a Perséfone, y finalmente a Leto o Letó, con igual acentuación griega, madre de los dioses Apolo y Ártemis.

    La lista no se acaba con la enumeración homérica, podríamos continuar con algunas ausencias que Zeus ha pasado por alto: por ejemplo cómo transformado en cisne sedujo a Leda, de la que nacieron los dioscuros Cástor y Pólux; o como adoptó incluso el aspecto femenino de Ártemis cazadora para seducir a una de las presas más difíciles, la ninfa Calisto, que formaba parte del cortejo exclusivamente femenino de la diosa y rechazaba a todos los varones. Tomó también la figura de águila real, su animal emblemático, para raptar a la ninfa Egina, hija del río dios Asopo, a la que arrebató de su palacio y llevó por los aires a una isla del golfo sarónico, muy cercana de Atenas, donde consumó su unión con ella, dándole el nombre de la ninfa a la isla. Transformado también en águila real arrebató al efebo Ganimedes, al que subió al monte Olimpo e invitó a su lecho, aunque algunas fuentes aseguran que sólo quería al muchacho para que le sirviera las copas, y aunque esta unión fue infructuosa en el sentido de que no dio origen a ningún héroe o semidiós, hirió más que ninguna otra a Hera, que nunca le perdonó si hemos de prestarle crédito a algunas fuentes este devaneo homoerótico con el que ella no podía competir. Pero Zeus no pretendía en el relato homérico ser exhaustivo, sino solo acostarse con Hera sin levantar muchos resquemores... 

  Dánae recibiendo la lluvia dorada, Tiziano (1520-1525)

    La traducción del pasaje homérico en ritmo dactílico con rima asonante o parcial que recuerda a nuestros romances medievales se debe a Agustín García Calvo, que crea algunos epítetos castellanos recreando a Homero, como "beltobellina" calificando a Dánae o "belcabellina" referido a Deméter para resaltar la belleza de los tobillos o de los cabellos respectivamente.

“¡Hera!, ir allá cosa es que cabe hacer otro día; / y ahora ¡en amor vamos, ea, tú y yo a acostarnos a prisa!: / Pues nunca jamás de diosa o mujer deseo me había / venido enredándoseme al corazón en ansia tan viva, / ni cuando de la mujer de Ixïón en amores ardía, / la que dio a luz a Pirítoo el par-de-dios-en-valía, / ni cuando a la hija de Acrisio, a Dánae beltobellina, / la que dio a luz a Perseo, entre todo mortal maravilla, / ni cuando amé de Feniz el de-luenga-fama a la hija, / que me parió a Minó y Radamantus, prenda divina, / ni cuando a Sémele o cuando a Alcumena en Tebas altiva, / que fue de Heraclés corazón-de-león la madre cumplida, / y Sémele de Dïonuso, a la raza mortal alegría, / ni cuando a Démeter la reina y señora belcabellina, / ni cuando a Letó glorïosa, ni cuando, no, ni a ti misma, / como ora a ti te deseo y un dulce amor me domina”.

miércoles, 18 de agosto de 2021

Ate

    Traigo aquí unos versos (90-94) del canto XIX de la Ilíada de Homero en tres traducciones diferentes para presentar a Ate, un significativo personaje femenino de la mitología griega, con distintas versiones de su nombre propio, que en realidad es un nombre común ascendido de categoría que en principio remonta a un verbo ἀάομαι aáomai que significa  "turbar el espíritu, trastornar, engañar". He aquí los mentados versos en boca de Agamenón, que trata de justificarse,  en su versión original: ἀλλὰ τί κε ῥέξαιμι; θεὸς διὰ πάντα τελευτᾷ, / πρέσβα Διὸς θυγάτηρ Ἄτη, ἣ πάντας ἀᾶται, / οὐλομένη. τῇ μέν θ᾽ ἁπαλοὶ πόδες· οὐ γὰρ ἐπ᾽ οὔδει / πίλναται, ἀλλ᾽ ἄρα ἥ γε κατ᾽ ἀνδρῶν κράατα βαίνει / βλάπτουσ᾽ ἀνθρώπους· κατὰ δ᾽ οὖν ἕτερόν γ᾽ ἐπέδησεν.
 
    Comenzamos por Rubén Bonifaz Nuño, que traduce Ate por Ajenación: ¿Pero qué iba yo a hacer? Lo cumple todo una diosa, / la augusta hija de Zeus, Ajenación, que a todos engaña, / funesta; y los pies de ella, tiernos, pues no sobre el suelo / se apoya, pero ella en las testas de los hombres camina, / golpeando a las gentes, y encadenó a uno de dos, a lo menos
 
    Continuamos con Emilio Crespo Güemes, que traduce Ate por Ofuscación: Mas ¿qué podría haber hecho? La divinidad todo lo cumple. / La hija mayor de Zeus es la Ofuscación y a todos confunde / la maldita. Sus pies son delicados, pues sobre el suelo no / se posa, sino que sobre las cabezas de los hombres camina / dañando a las gentes y a uno tras otro apresa en sus grilletes
 
    Y acabamos la muestra con Agustín García Calvo, que traduce Ate por Yerra, que sólo figura en el diccionario de la RAE como variante de hierra, con el significado de acción de marcar con hierro al ganado. Sin embargo figura yerro (del latín errare: vagar, vagabundear, equivocarse) como falta o delito cometido, por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas de un arte, y absolutamente, contra las leyes divinas y humanas. Por lo que yerra, su femenino, es neologismo creación de García Calvo para este personaje: Mas ¿qué iba yo a hacer?: diosa es la que cumple y trae todo eso, / Yerra, la hija de Zeus veneranda, que a todos en yerro / hunde, maldita; suaves sus pies: pues nunca en el suelo / pisa, que sobre cabezas de hombres anda con tiento / a hacerlos caer; y a uno que otro atrapa de cierto. 
 
Nix, la Noche Gustave Moreau (1880)
 
 
    ¿Quién es esta Ate? Según el padre Homero, Ate es la culpa que a todos ciega, hasta a Zeus mismo, cuando Hera lo engañó a propósito del nacimiento de Heraclés, al que ella odiaba con toda su alma. Zeus anunció solemnemente a los dioses que el niño que iba a nacer era hijo suyo que reinaría sobre todos los hombres, pero Hera detuvo el parto inminente de Heraclés y adelantó el de Euristeo, por lo que Zeus, cuando se dio cuenta del engaño del que había sido objeto por parte de su hermana y esposa, arrojó del cielo a Ate, personificación del engaño. 
 
     Me da a mí que el día en que Zeus echó del monte Olimpo a patadas a su hija mayor Ate, por haberle engañado y confundido debió de coincidir con el día en que la Justicia, Astrea, la Virgen, abandonó nuestro planeta en plena Edad de Hierro y subió a los cielos y se catasterizó como la constelación de Virgo. 


 
    En los versos 126-131 del mismo canto, se narra este episodio de la expulsión del cielo: Y al punto a Yerra agarró por sus bien-ungidos cabellos, / en sus entretelas dolido, y juró con juro muy recio / que nunca al Olumpo ya más ni a los estrellares del cielo / a entrar volvería Yerra, la que hunde a todos en yerros / (tal dicho, a revuelta de brazo, del cielbo abajo sereno / él la arrojó; y cayó en las humanas obras de presto)
 
    Se puede considerar, por lo tanto, que a raíz de esa expulsión abunda la mentira en la Tierra. El diccionario de griego-francés de Anatole Bailly define Ate por un lado como azote enviado por los dioses como castigo por una falta, en parte ceguera espiritual, extravío, locura. También es la falta cometida a consecuencia del extravío del espíritu. Usada en plural la palabra, significa 'engaños, mentiras'. Como consecuencia de todo ello, Ate es también la desgracia, la ruina misma. Y por otro lado, Ate es también la Fatalidad, la diosa de la desgracia que inspira todas las malas acciones y que provoca todas las calamidades. Como diosa del castigo y de la venganza, se la equipara a veces con las Erinias.

    Ate es para Pierre Grimal la personificación del Error, una divinidad ligera, cuyos pies solo se posan sobre la cabeza de los mortales sin que ellos lo sepan.

    Hesíodo en la Teogonía (vv. 226-232) dice que es hija de Eris, la Discordia y hermana y compañera de la Ilegalidad, por lo que la considera la personificación de la falta o de la injuria, especialmente de la debida a la obcecación de la mente: La aborrecible Eris produjo el molesto Trabajo, el Olvido, el Hambre, los lacrimosos Dolores, los Combates, las Peleas, los Asesinatos, las Batallas, las Matanzas de hombres, los Discursos mendaces, las Disputas, la Ilegalidad con Ate, su compañera (Δυσνομίη τ' Ἀάτην τε, συνήνθεας ἀλλήλλῃσιν) y a Horco, el que más daña a los terrestres hombres cuando perjuran voluntaraimente (traducción de Luis Segalá y Estaleya). A veces se identifica a la hija con la madre. No menciona a su padre, que según Homero era Zeus. 


Eris, la Discordia, hija de la Noche y madre de todas las calamidades.

    Cuenta la leyenda que cuando Zeus precipitó a su hija Ate desde lo alto del Olimpo, fue a caer allá en Asia Menor,  en una colina que tomó su nombre, la colina de Ate, donde Ilo levantó la ciudad de Ilión, o sea Troya, por error. Por eso acabará siendo destruida. Pero lo importante no es esa ciudad, origen de la primera guerra mundial, sino el hecho de que Zeus al arrojarla del cielo, le cerró para siempre las puertas del Olimpo, y por eso el Error es una triste herencia de la Humanidad que habita entre nosotros y puede llevarnos a cometer un acto alocado y desastroso que acarree nuestra ruina y la de los demás.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Mi nombre es Nadie

-Cíclope, me has preguntado mi nombre propio y yo mismo / te lo diré; pero dame el presente, tal prometiste: /  Nadie tengo por nombre. Y Nadie me llaman a mí mi / madre, mi padre y todos los otros, mis compañeros. 

Era la respuesta del taimado Odiseo, más conocido como Ulises, en el canto noveno de la Odisea al gigante Polifemo, que le preguntaba medio beodo al héroe homérico su nombre al mismo tiempo que le rogaba que por favor le sirviera más vino, y que él a cambio le obsequiaría con un presente para demostrarle su hospitalidad. Ulises le servía vino y emborrachaba al gigante, que se adormecía no sin antes reconocer que el vino, que él nunca había trasegado antes,  era "extracto de néctar y de ambrosía".     

 Odiseo/Ulises cegando a Polifemo

Pero el astuto héroe no le ha revelado su nombre propio, que es Odiseo, hijo de Laertes, sino que le ha dicho que se llama Utis, que en griego significa Nadie; "u" es la negación, no, como en utopía, y "tis" alguien (quis en latín): No-alguien, Nadie, Ninguno. No-body en las traducciones inglesas o Personne en las francesas.

En su origen Nadie no era una palabra negativa en castellano, sino positiva, digamos. Es una forma derivada del participio latino “natus –a –um”, que significa “nacido”. La forma “nadie”, procede del plural masculino “nati”. Corominas propone una frase como “homines nati non fecerunt”, que significaría literalmente “hombres nacidos no lo hicieron”. Si suplimos el sustantivo “homines” quedaría: “nati non fecerunt”. Este “nati” evoluciona a “nadi”, por sonorización de la oclusiva dental sorda intervocálica, y pasaría a “naid”, de donde la forma vulgar que todavía se oye “naide” y, como reacción contra el vulgarismo, nuestro nadie
 
Nada, por su parte, tampoco era palabra negativa, ya que procede de RES NATA “cosa nacida, el asunto suscitado en cuestión”. Así una frase como NON FACIT REM NATAM “no hace la cosa en cuestión”, se simplifica en el romance castellano: NON FACIT NATAM, de donde “no hace nada”; pero en romance francés sería NON FACIT REM: il ne fait rien.  Nada se dice en catalán "res", o sea, cosa.

Lo que en definitiva le estaba diciendo el héroe homérico, volviendo al más humano de todos los héroes homéricos porque de hecho no era un semidiós de origen divino, sino un hombre de carne y hueso, al cíclope Polifemo es que su nombre propio era cualquiera, podía ser cualquiera, con lo que le estaba dando a entender de paso sin pretenderlo también que detrás de cualquier nombre propio como el suyo, que no quería revelárselo, lo que se encuentra es el nombre común, la fosa común del anonimato, porque todos los nombres propios son en último extremo pseudónimos, reales pero falsos, como la propia realidad.


La respuesta de Odiseo/Ulises recuerda, cada cuatro o cinco años en época de elecciones en nuestros sistemas democráticos representativos modernos, el lema que apareció en los gloriosos años sesenta en los Estados Unidos, donde se proponía a Nobody (Nadie) para presidente, el mejor candidato sin ningún género de duda: Vota a Nadie, Nadie cumplirá las promesas electorales, Nadie escuchará tus problemas, Nadie ayudará a los pobres y desempleados, Nadie se preocupa por ti, si Nadie resulta elegido las cosas irán mejor para todos y cada uno. Nadie dice la verdad.
 

sábado, 22 de agosto de 2020

Pólemos epidemios

Traigo aquí a colación un par de hexámetros de Homero (Ilíada, IX, 63-64), puestos en boca del viejo y sabio Néstor, rey de Pilo, que insulta con ellos a modo de maldición a quienes aman la guerra intestina, pólemos epidémios en griego, la guerra civil -y todas las guerran son en el fondo civiles aunque las hagan los militares-, que dicen en su propia lengua: ἀφρήτωρ ἀθέμιστος ἀνέστιός ἐστιν ἐκεῖνος / ὃς πολέμου ἔραται ἐπιδημίου ὀκρυόεντος. 

Suenan así en nuestra lengua en la versión de Emilio Crespo, una traducción fidedigna: “Sin familia, sin ley y sin hogar se quede aquel / que ama el intestino combate, que hiela los corazones.” Agustín García Calvo los traduce en hexámetros castellanos con rima asonante, una traducción más próxima a la música, porque es una versión rítmica que evoca la libertad y la servidumbre del verso homérico: “Hombre sin-ley es aquél, sin-hogar, sin-trato-con-buenos / que arda en amor de la guerra, heladora, peste de pueblos”. Me lanzo, por mi parte, no sin mucha osadía, a traducir estos versos, tal y como yo los entiendo, fundiendo los hallazgos de ambas versiones: “Un sin-hermanos-ni-amigos, sin-ley, sin-hogar es el hombre / que ama la guerra civil que hiela los corazones”. 


Y retomo el epíteto “epidemios”, sobre-el-pueblo, que Homero aplica a la guerra -pólemos-, y que será el origen de nuestro sustantivo “epidemia”, y la sugerencia del filósofo italiano Giorgio Agamben, quien en el artículo que publicaba el 2 de mayo de 2020 titulado “La medicina come religione”, que puede leerese traducido entero salvo el último párrafo aquí mismo,  presenta a la medicina, aparición de la vieja “ciencia”, como la nueva religión laica de nuestro tiempo, que, como toda religión, entraña una guerra religiosa basada en la fe de su férreo sistema de creencias que no puede ponerse en duda. 

Escribía allí Agamben que este “pólemos epidemios” era la nueva guerra civil mundial que desde un punto de vista político toma el lugar de las guerras mundiales tradicionales, sustituyendo incluso a las recientes guerras contra el terrorismo. ¿En qué consiste esta guerra? Se plantea entre una lucha contra el virus, epifanía del Mal, que potencialmente podemos portar todos en nuestro interior. Una de las armas que utiliza es, además de la distancia social, la mascarilla, que se esgrime a modo de escudo protector contra el Maligno. Mucha gente, cuando pasea en soledad, se desprende de ella a fin de poder respirar mejor a pleno pulmón, lo que es lógico y comprensible, pero se apresta enseguida a embozársela cuando ve que va a cruzarse con alguien, no vaya a ser que el Maligno, que puede estar dentro de alguno de ambos contagie a la otra persona... 


Como dice Agamben en el citado artículo: “Todas las naciones y todos los pueblos están ahora permanentemente en guerra consigo mismos, porque el invisible y escurridizo enemigo con el que están luchando está dentro de nosotros.” Esta guerra civil que se cierne sobre y contra el pueblo, pólemos epidemios, nos trae a colación aquella otra guerra de Heraclito de Éfeso, la guerra de la razón contra la realidad y falsedad del mundo.

Leamos el fragmento 53 de Heraclito: πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι, πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους. Dice literalmente: Guerra de todos es padre, de todos rey, y a los unos los señaló dioses, a los otros hombres, a los unos los hizo esclavos, a los otros libres. ¿Por qué la guerra es el padre y no la madre de todo? 

No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.


Acaba Agamben su artículo diciendo que la filosofía, como ha sucedido a lo largo de la historia, deberá luchar contra esta nueva religión, que ya no es el cristianismo, ni siquiera el capitalismo, sino la ciencia y sus artículos de fe. Los amantes de la verdad, que son aquellos que no la poseen pero que la buscan y denuncian las mentiras dominantes, serán excluidos, insultados y acusados de difundir noticias falsas y teorías de la conspiración, cuando no censurados y considerados herejes.

viernes, 21 de agosto de 2020

Lo que no puede Dios totopoderoso (quod Deus omnipotens non potest)

El benedictino Pedro Damián refiere una conversación de sobremesa que sostuvo durante una cena con su amigo el abad Desiderio en el monasterio de Montecasino, probablemente en el año 1067. Resulta que se había desarrollado ampliamente durante los siglos IX y X el método dialéctico, basado en el empleo de la lógica y el razonamiento, en el que la ratio se contraponía a la auctoritas de las Sagradas Escrituras. 

Entre los acérrimos enemigos de la dialéctica, destaca este benedictino, que rechaza el uso de la razón, ya que es el mismo diablo, según él, el que inspira a las ciencias humanas sembrando la perniciosa semilla de la duda en las sagradas creencias. Para Pedro Damián la filosofía debería ser la ancilla theologiae o ancilla fidei, es decir, la esclava de la teología o de la fe y no otra cosa; la servidora no puede mandar al ama, a la que debe subordinarse como sumisa esclava del Señor. 

 Abadía de Montecasino

El diálogo mantenido en aquella velada en la abadía versó en torno a las palabras de una carta de san Jerónimo (22, 5) donde afirmaba el santo que la omnipotencia de Dios, que lo puede todo, no puede restaurar la virginidad de una doncella que la haya perdido. 

Resonaban acaso en sus oídos algunos latines paganos, como el ciceroniano: praeterita mutare non possumus: no podemos cambiar el pasado, o yendo un poco más lejos el factum est illud: fieri infectum non potest de una comedia de Plauto, que pone en boca de un tal Licónides:  hecho está eso: no puede deshacerse. Quizá también podían venirle a las mientes aquellos versos de Homero cuando Néstor, al oír el fragor del combate, sale de su tienda, contempla desolado que ha sido rota la resistencia del muro que creían inexpugnable, y a la vista de los desgraciados sucesos le dice a Agamenón: (Ilíada XIV, 53-54): ἦ δὴ ταῦτά γ᾽ ἑτοῖμα τετεύχαται, οὐδέ κεν ἄλλως / Ζεὺς ὑψιβρεμέτης αὐτὸς παρατεκτήναιτο (Sí, eso, cumplido, al menos, pasó, y de modo ninguno / Zeus mismo, el altitonante, podría mudarlo). Viene a decirlo el sabio rey de Pilo a Agamenón, el rey de reyes, que ni siquiera Zeus, el dios principal del panteón olímpico griego, puede cambiar lo que ha pasado. 

También podría venirle a la cabeza Platón, que puso en boca de Protágoras la siguiente consideración, abundando sobre la misma idea de que lo que ha sido no puede dejar de ser. Está hablando de cuando se castiga a alguien no por lo que ha hecho, que no puede deshacerse, sino pensando en el futuro, para que no vuelva a hacerlo: ὁ δὲ μετὰ λόγου ἐπιχειρῶν κολάζειν οὐ τοῦ παρεληλυθότος ἕνεκα ἀδικήματος τιμωρεῖται—οὐ γὰρ ἂν τό γε πραχθὲν ἀγένητον θείη—ἀλλὰ τοῦ μέλλοντος χάριν, ἵνα μὴ αὖθις ἀδικήσῃ μήτε αὐτὸς οὗτος μήτε ἄλλος ὁ τοῦτον ἰδὼν κολασθέντα. El que intenta castigar con razón aplica el castigo, no por la injusticia cometida -pues no se lograría que lo hecho no haya acaecido-, sino pensando en el futuro, para que no vuelva a cometer una injusticia ni este mismo ni otro al ver que éste sufre castigo. Lo que más nos interesa de esa frase ahora es el inciso, que insiste sobre la misma idea: pues no se conseguiría que lo hecho no haya sucedido.



Ejemplificaba así la imposibilidad de Dios de cambiar o cancelar el pasado y hacer que no haya sido lo que ha sido. La epístola escrita en Belén en el año 287 de nuestra era estaba dirigida a una tal Eustoquio, virgen romana,  y más que una carta era un breve tratado sobre la importancia de la guarda de la virginidad y sus excelencias.

Afirma literalmente Jerónimo en esa carta: Audenter loquor: cum omnia Deus possit, suscitare virginem non potest post ruinam. Valet quidem liberare de poena, sed non valet coronare corruptam. Lo que viene a sonar en  estos otros latines algo degenerados que hablamos ahora algo así: Me atrevo a decir: aunque todo lo puede Dios, no puede restabecer la virginidad (sc. a una virgen) después de su pérdida.   Aconseja más adelanta el santo a la joven Eustoquio que huya especialmente del vino: Vinum et adulescentia, duplex incendium voluptatis. O lo que es lo mismo: Vino y juventud doble incendio son de sensualidad. 


San Jerónimo escribiendo, Caravaggio 1605

No podía pasarle desapercibida al benedictino la extremada audacia dialéctica del santo Jerónimo, que afirmaba que pudiéndolo todo Dios había, sin embargo, algo que no podía, contradictio in terminis, como era hacer que no hubiera pasado algo que había efectivamente pasado, porque era un argumento racional contra la omnipotencia del Dios pantocrátor que establecía la fe…

En lenguaje popular se oye a veces una formulación similar a la de Jerónimo: Todo lo puede Dios menos hacer parir a las viejas. A los ojos inquisitoriales de Pedro Damián era peligrosísimo reconocer una cosa así, aunque el propósito de Jerónimo fuera bueno como era sin duda encarecer a la joven doncella romana a guardar su doncellez, porque suponía que Dios no lo podía todo y, por lo tanto, si no lo podía todo, era impotente.

Pedro Damián se apresura enseguida a escribir una carta como respuesta directa a Desiderio y a otros monjes de la abadía para que no cayeran en el error de Jerónimo. En relación con el punto planteado de si Dios puede restablecer la virginidad a una virgen que la ha perdido, la respuesta del benedictino, completamente irracional, será que sí, contrariamente a lo sostenido por san Jerónimo. La restauración de la virginidad puede entenderse en dos sentidos dice Pedro Damián: la restauración iuxta meritum y la restauración  iuxta carnem y, en la primera Dios puede en función de los méritos y su virtud devolver la virginidad a una mujer perdonándole su falta y haciendo que caiga en el olvido y llegue a ser virtuosa, incluso más virtuosa que la más casta de las vírgenes,  pero eso no basta. Otorgarle el perdón no borra el hecho, puede borrar su consecuencia o su cualidad de pecado, pero no anula el acto en sí, por eso se ve obligado Pedro Damián a afirmar respecto de la última que Dios también  tiene el poder de reparar la carne y devolverle a la mujer su virginidad  carnal:  Lo digo abiertamente, lo digo,  y sin temer ninguna crítica de consideración  filosófica afirmo rotundamente que puede Dios todopoderoso volver virgen a cualquier mujer casada varias veces, y reparar el signo de la incorrupción en la propia carne de ella, tal como salió del útero materno.

 San Pedro Damián, Andrea Barbiani (1776)

El problema que hay detrás de esta disputa es si la omnipotencia divina puede cancelar el pasado. Según el benedictino, Dios puede cambiar el futuro, el presente y el pasado. La justificación se encuentra en la eternidad de Dios, ya que en Dios todo es simultáneo y sucede a la vez, de una vez por todas para siempre, y llega a decir que para Él nunca pasan del todo las cosas pretéritas ni sobrevienen las futuras. Pedro Damián parte de una concepción absoluta de la omnipotencia divina y llega a cuestionar implícitamente el principio aristotélico de no contradicción en defensa de la fe que veía amenazada de resquebrajamiento.

Santo Tomás, por su parte, no llega a tanto: Afirma que Dios puede todo lo absolutamente posible, pero no lo imposible. Y esto último no por insuficiencia o impotencia del poder divino, algo inadmisible, sino porque lo que no puede ser, no puede ser, y además, como diría el otro, incorporando la negación en el adjetivo para hacer afirmativa la frase, es imposible. Por consiguiente, Dios no puede hacer lo imposible, pero no porque no pueda, sino porque, por definición, lo imposible no puede ser hecho ni hacerse. La conclusión del aquinate sería: “Ergo eadem ratione non potest facere de quocumque alio praeterito, quod non fuerit”.  Por lo tanto, por la misma razón (Dios) no puede hacer de cualquier otra cosa pasada que no haya sido: Dios no puede cancelar el pasado. ¡Qué más quisiera Él!


Pantocrátor