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sábado, 23 de septiembre de 2023

Otoño homérico y bíblico

    Un fragmento del poeta griego Simónides de Ceo (19 West) se hace eco de lo que considera la cosa más bella que cantó el poeta ciego de Quío, en clara alusión a Homero, y nos cita un hexámetro del libro sexto de la Ilíada (VI, 146): 

Ἓν δὲ τὸ κάλλιστον Χῖος ἔειπεν ἀνήρ·     οἵη περ φύλλων γενεή, τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.

Este es el verso más bello que dijo el hombre de Quíos:
"Como linaje de hojas, igual así el de los hombres".

 
    Diomedes, el hijo de Tideo, antes de enfrentarse con Glauco, le pregunta cuál es su linaje, pues teme que sea de estirpe divina y no quiere luchar con un dios por miedo al castigo de atreverse a tanto. Glauco le responde entonces: “Vástago audaz de Tideo, preguntas cuál es mi linaje: / Como linaje de hojas, igual así el de los hombres. / Unas tira a tierra un viento, y otras el bosque / hace frondoso que broten y llega en sazón primavera. / Tal el linaje del hombre, uno nace y otro perece.” 
 
οἵη περ φύλλων γενεὴ τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.
φύλλα τὰ μέν τ᾽ ἄνεμος χαμάδις χέει, ἄλλα δέ θ᾽ ὕλη
τηλεθόωσα φύει, ἔαρος δ᾽ ἐπιγίγνεται ὥρη·
ὣς ἀνδρῶν γενεὴ ἣ μὲν φύει ἣ δ᾽ ἀπολήγει.
(Homero, Ilíada VI 146-149)
 
     Un libro sapiencial de los 46 que constituyen el llamado Antiguo Testamento de la Biblia de la Iglesia Católica llamado el Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirá, más conocido como el Eclesiástico, que no el Eclesiastés, que es otro de ellos, hace una comparación de la vida de los seres humanos -la generación de la carne y la sangre- con las hojas de un árbol frondoso, que en el otoño se desprenden de sus ramas -hojas secas, feuilles mortes- para dar paso a otras que brotarán en la primavera de esas mismas ramas, en el ciclo del eterno retorno de las estaciones del año, la misma comparación homérica: Como linaje de hojas, igual así el de los hombres.  


    Así se lee en la traducción de Nácar-Colunga, capítulo 14, versículo 19, del Eclesiástico:  Como las hojas verdes de un árbol frondoso, / que unas caen y otras brotan, / así es la generación de la carne y de la sangre: / unos mueren y otros nacen. 

    O en la versión de san Jerónimo al latín: sicut et folium fructificans in arbore uiridi alia generat et alia deicit, sic generatio carnis et sanguinis alia finitur et alia nascitur.

 

miércoles, 7 de abril de 2021

¿Qué puede enseñarnos Lucrecio?

El Concilio de Trento de la Iglesia Católica en 1551 prohibió la lectura de la obra de Lucrecio De rerum natura ("Sobre la naturaleza de las cosas") porque se trata de un largo poema subversivo, que presenta una visión materialista del mundo sin recurrir al Dios cristiano o, en su defecto, a Júpiter y a los dioses paganos para explicarlo. 

Según la física materialista de Epicuro que sigue fielmente su discípulo Lucrecio, los hombres y las cosas están formados por partículas diminutas que, moviéndose, determinan la vida. Estas partículas son los átomos, palabra griega que significa “in-divisibles”, y que Lucrecio, que se queja de la penuria de la lengua latina, patrii sermonis egestas, traduce al latín como “elementa” o “primordia”. 

 Tito Lucrecio Caro

La única noticia que tenemos de la vida de Lucrecio es la que nos brinda san Jerónimo: “T. Lucretius poeta nascitur, qui postea amatorio poculo in furorem uersus cum aliquot libros per interualla insaniae conscripsisset, quos postea Cicero enmendauit, propria se manu interfecit anno aetatis XLIIII.” Lo que puede traducirse como Nace el poeta T. Lucrecio, quien, después de haberse vuelto algo así como loco por haber bebido una pócima amorosa, habiendo escrito algunos libros a lo largo de los intervalos de su enfermedad, que después enmendó Cicerón, se dio muerte a sí mismo a los 44 años de edad.

 San Jerónimo, El Greco (1609)

Resulta muy sospechosa esta noticia. ¿Cómo es posible que el poeta que maldijo la obsesión amorosa como fuente de sufrimiento que amarga la vida se vuelva loco por haber tomado un filtro erótico? ¿Fue víctima acaso de lo que él mismo denunciaba? ¿Cómo es posible que el poeta que escribió Mas conviene huir y evitar simulacros e imagen / que le dé alimento al amor; conviene el olvido, / descargar el humor amasado contra otro cuerpo, / no guardarlo para un solo amor solamente / por no sufrir y dolor no procurarse uno mismo, / pues se aviva la llaga  y con alimento no muere, / y la locura crece y se agranda, y se agrava la pena / si la primera herida no borras con nuevos flechazos / y no la curas con vagabunda Venus cualquiera / o desviar no puedes tu alma a otras mujeres,  no haya evitado el amor siguiendo su propio consejo y haya perdido la razón enamorándose?

También resulta sospechosa la noticia de san Jerónimo porque según él Lucrecio, que denunció el miedo a la muerte como fuente de sufrimiento y angustia vital, fruto de la ignorancia, se quitó la vida a la edad de 44 años. ¿Cómo iba a suicidarse el poeta que dijo que el temor a la muerte inspira a los hombres un odio tal a la vida y tal hastío de ver la luz del sol, que con el pecho afligido se dan ellos mismos la muerte, olvidándose de que el miedo a ella era la fuente de todas sus cuitas? 

Según nuestro poeta es el miedo a la muerte lo que envenena la vida, porque de la muerte en sí nada sabemos al no tener ninguna experiencia previa. El miedo a la muerte nace de creencias vanas, es decir de nuestra ignorancia. Pensamos que es algo malo porque creemos saber en qué consiste. La muerte no es nada porque cuando ella es nosotros ya no somos, y cuando nosotros somos ella no es: somos incompatibles, como sentenció el divino Epicuro. 

  Primeros versos de De rerum natura

Parece que san Jerónimo quiso vengarse de Lucrecio volviéndolo loco y haciendo que se suicidara, es decir, escribiendo para la posteridad que se suicidó, lo cual se contradice con su obra, una de las más lúcidas que nos ha dejado la antigüedad grecolatina.

Aunque la práctica del suicidio no estaba moralmente mal vista en Roma, conviene decir que la palabra “suicidio” no existía como tal en latín, que prefería la expresión “mors uoluntaria”.  En la nota de san Jerónimo se dice que Lucrecio “propria se manu interfecit”, es decir, se mató por su propia mano.    

Los filósofos griegos, Giorgio di Chirico (1925)
  
Dante en el canto décimo de la Divina Comedia condena a Epicuro y a todos sus secuaces (¡pobre Lucrecio!) al Infierno. Rafael, sin embargo, en su fresco La Escuela de Atenas revalorizó a su maestro Epicuro al colocarlo entre las mentes más privilegiadas de la antigüedad que más han aportado al género humano.

viernes, 21 de agosto de 2020

Lo que no puede Dios totopoderoso (quod Deus omnipotens non potest)

El benedictino Pedro Damián refiere una conversación de sobremesa que sostuvo durante una cena con su amigo el abad Desiderio en el monasterio de Montecasino, probablemente en el año 1067. Resulta que se había desarrollado ampliamente durante los siglos IX y X el método dialéctico, basado en el empleo de la lógica y el razonamiento, en el que la ratio se contraponía a la auctoritas de las Sagradas Escrituras. 

Entre los acérrimos enemigos de la dialéctica, destaca este benedictino, que rechaza el uso de la razón, ya que es el mismo diablo, según él, el que inspira a las ciencias humanas sembrando la perniciosa semilla de la duda en las sagradas creencias. Para Pedro Damián la filosofía debería ser la ancilla theologiae o ancilla fidei, es decir, la esclava de la teología o de la fe y no otra cosa; la servidora no puede mandar al ama, a la que debe subordinarse como sumisa esclava del Señor. 

 Abadía de Montecasino

El diálogo mantenido en aquella velada en la abadía versó en torno a las palabras de una carta de san Jerónimo (22, 5) donde afirmaba el santo que la omnipotencia de Dios, que lo puede todo, no puede restaurar la virginidad de una doncella que la haya perdido. 

Resonaban acaso en sus oídos algunos latines paganos, como el ciceroniano: praeterita mutare non possumus: no podemos cambiar el pasado, o yendo un poco más lejos el factum est illud: fieri infectum non potest de una comedia de Plauto, que pone en boca de un tal Licónides:  hecho está eso: no puede deshacerse. Quizá también podían venirle a las mientes aquellos versos de Homero cuando Néstor, al oír el fragor del combate, sale de su tienda, contempla desolado que ha sido rota la resistencia del muro que creían inexpugnable, y a la vista de los desgraciados sucesos le dice a Agamenón: (Ilíada XIV, 53-54): ἦ δὴ ταῦτά γ᾽ ἑτοῖμα τετεύχαται, οὐδέ κεν ἄλλως / Ζεὺς ὑψιβρεμέτης αὐτὸς παρατεκτήναιτο (Sí, eso, cumplido, al menos, pasó, y de modo ninguno / Zeus mismo, el altitonante, podría mudarlo). Viene a decirlo el sabio rey de Pilo a Agamenón, el rey de reyes, que ni siquiera Zeus, el dios principal del panteón olímpico griego, puede cambiar lo que ha pasado. 

También podría venirle a la cabeza Platón, que puso en boca de Protágoras la siguiente consideración, abundando sobre la misma idea de que lo que ha sido no puede dejar de ser. Está hablando de cuando se castiga a alguien no por lo que ha hecho, que no puede deshacerse, sino pensando en el futuro, para que no vuelva a hacerlo: ὁ δὲ μετὰ λόγου ἐπιχειρῶν κολάζειν οὐ τοῦ παρεληλυθότος ἕνεκα ἀδικήματος τιμωρεῖται—οὐ γὰρ ἂν τό γε πραχθὲν ἀγένητον θείη—ἀλλὰ τοῦ μέλλοντος χάριν, ἵνα μὴ αὖθις ἀδικήσῃ μήτε αὐτὸς οὗτος μήτε ἄλλος ὁ τοῦτον ἰδὼν κολασθέντα. El que intenta castigar con razón aplica el castigo, no por la injusticia cometida -pues no se lograría que lo hecho no haya acaecido-, sino pensando en el futuro, para que no vuelva a cometer una injusticia ni este mismo ni otro al ver que éste sufre castigo. Lo que más nos interesa de esa frase ahora es el inciso, que insiste sobre la misma idea: pues no se conseguiría que lo hecho no haya sucedido.



Ejemplificaba así la imposibilidad de Dios de cambiar o cancelar el pasado y hacer que no haya sido lo que ha sido. La epístola escrita en Belén en el año 287 de nuestra era estaba dirigida a una tal Eustoquio, virgen romana,  y más que una carta era un breve tratado sobre la importancia de la guarda de la virginidad y sus excelencias.

Afirma literalmente Jerónimo en esa carta: Audenter loquor: cum omnia Deus possit, suscitare virginem non potest post ruinam. Valet quidem liberare de poena, sed non valet coronare corruptam. Lo que viene a sonar en  estos otros latines algo degenerados que hablamos ahora algo así: Me atrevo a decir: aunque todo lo puede Dios, no puede restabecer la virginidad (sc. a una virgen) después de su pérdida.   Aconseja más adelanta el santo a la joven Eustoquio que huya especialmente del vino: Vinum et adulescentia, duplex incendium voluptatis. O lo que es lo mismo: Vino y juventud doble incendio son de sensualidad. 


San Jerónimo escribiendo, Caravaggio 1605

No podía pasarle desapercibida al benedictino la extremada audacia dialéctica del santo Jerónimo, que afirmaba que pudiéndolo todo Dios había, sin embargo, algo que no podía, contradictio in terminis, como era hacer que no hubiera pasado algo que había efectivamente pasado, porque era un argumento racional contra la omnipotencia del Dios pantocrátor que establecía la fe…

En lenguaje popular se oye a veces una formulación similar a la de Jerónimo: Todo lo puede Dios menos hacer parir a las viejas. A los ojos inquisitoriales de Pedro Damián era peligrosísimo reconocer una cosa así, aunque el propósito de Jerónimo fuera bueno como era sin duda encarecer a la joven doncella romana a guardar su doncellez, porque suponía que Dios no lo podía todo y, por lo tanto, si no lo podía todo, era impotente.

Pedro Damián se apresura enseguida a escribir una carta como respuesta directa a Desiderio y a otros monjes de la abadía para que no cayeran en el error de Jerónimo. En relación con el punto planteado de si Dios puede restablecer la virginidad a una virgen que la ha perdido, la respuesta del benedictino, completamente irracional, será que sí, contrariamente a lo sostenido por san Jerónimo. La restauración de la virginidad puede entenderse en dos sentidos dice Pedro Damián: la restauración iuxta meritum y la restauración  iuxta carnem y, en la primera Dios puede en función de los méritos y su virtud devolver la virginidad a una mujer perdonándole su falta y haciendo que caiga en el olvido y llegue a ser virtuosa, incluso más virtuosa que la más casta de las vírgenes,  pero eso no basta. Otorgarle el perdón no borra el hecho, puede borrar su consecuencia o su cualidad de pecado, pero no anula el acto en sí, por eso se ve obligado Pedro Damián a afirmar respecto de la última que Dios también  tiene el poder de reparar la carne y devolverle a la mujer su virginidad  carnal:  Lo digo abiertamente, lo digo,  y sin temer ninguna crítica de consideración  filosófica afirmo rotundamente que puede Dios todopoderoso volver virgen a cualquier mujer casada varias veces, y reparar el signo de la incorrupción en la propia carne de ella, tal como salió del útero materno.

 San Pedro Damián, Andrea Barbiani (1776)

El problema que hay detrás de esta disputa es si la omnipotencia divina puede cancelar el pasado. Según el benedictino, Dios puede cambiar el futuro, el presente y el pasado. La justificación se encuentra en la eternidad de Dios, ya que en Dios todo es simultáneo y sucede a la vez, de una vez por todas para siempre, y llega a decir que para Él nunca pasan del todo las cosas pretéritas ni sobrevienen las futuras. Pedro Damián parte de una concepción absoluta de la omnipotencia divina y llega a cuestionar implícitamente el principio aristotélico de no contradicción en defensa de la fe que veía amenazada de resquebrajamiento.

Santo Tomás, por su parte, no llega a tanto: Afirma que Dios puede todo lo absolutamente posible, pero no lo imposible. Y esto último no por insuficiencia o impotencia del poder divino, algo inadmisible, sino porque lo que no puede ser, no puede ser, y además, como diría el otro, incorporando la negación en el adjetivo para hacer afirmativa la frase, es imposible. Por consiguiente, Dios no puede hacer lo imposible, pero no porque no pueda, sino porque, por definición, lo imposible no puede ser hecho ni hacerse. La conclusión del aquinate sería: “Ergo eadem ratione non potest facere de quocumque alio praeterito, quod non fuerit”.  Por lo tanto, por la misma razón (Dios) no puede hacer de cualquier otra cosa pasada que no haya sido: Dios no puede cancelar el pasado. ¡Qué más quisiera Él!


Pantocrátor

viernes, 28 de febrero de 2020

Breve mensajería de texto (I)

De re publica

La consigna nacionaliega "El país cántabru pa'l pueblu cántabru" equivale a "¡Santiago y cierra, Cantabria!" y vale lo mismo que "España pa' los españoles".

El gobierno democrático encarna la soberanía popular, pero el pueblo no existe, es un invento y entelequia del propio gobierno que así justifica su existencia. 

Que nadie se llame a engaño: la democracia es el sistema perfecto de dominación del pueblo con su consentimiento y colaboración, la pluscuamperfecta dictadura.

Una cosa es el pueblo, que no existe y es un invento del gobierno, y otra cosa son las naciones, que sí existen, como los gobiernos, y que son cárceles humanas. 

 De Theocrito Syracusano
Bucólico e idílico son términos que evocan un paraje ameno lejos del mundanal ruido, donde malenamorados pastores cantan y conjuran así las heridas del amor.

¿Qué cantan los pastores de Teócrito de Siracusa? Cantan cual roncas cigarras, porque así espantan el mal de amor, la recurrente y monótona canción del desamor. 

"El cabrero, al ver sus cabras, cómo copulan, / baña sus ojos en llanto, porque él no es macho cabrío" -una idílica y erótica escena de Teócrito de Siracusa. 

 


De sancto Hieronymo
(San Jerónimo) Sagitta in lapidem numquam figitur, interdum resiliens percutit dirigentem. La flecha nunca se clava en roca, a veces hiere de rebote al arquero. 

La flecha nunca se clava en la roca, a veces rebotando hiere al que la dispara, volviendo al origen cual bumerán, por la resiliencia de la flecha y de la roca. 

Varia uariorum
Una vez alguien me dijo: Sé tú mismo. Yo le respondí: De acuerdo, pero ¿quién soy yo mismo? ¿Cómo serlo desconociendo como desconozco de verdad mi identidad? 

El famélico asno de Buridán, no sabiendo cuál de los dos montones equidistantes de heno elegir, se quedó paralizado y de resultas de ello falleció de inanición. 

Todo soldado lleva un bastón de mariscal en su cartuchera, porque cualquiera puede aspirar, haciéndose a sí mismo, al sueño americano de la más alta graduación. 

¡Senectud, divino tesoro! Plateadas ya las sienes, la frente surcada de arrugas, la papada colgando del mentón como la de los bueyes, y las cosas... olvidadas. 


Miles de turistas peregrinan a la Ciudad Eterna no para visitarla, conocerla o admirarla, sino para retratarse en ella y publicar sus fotografías en las redes. 

Escribe Samuel Butler en "Erewhon" que la mayoría de los que comúnmente se dice que han muerto no han nacido nunca, -no han logrado vivir, hay que interpretar. 

Hay un virus patógeno más virulento y viral que ningún otro: el miedo vírico, que hace que cunda el pánico y se viralice a través de los mass media y de la Red.