miércoles, 7 de abril de 2021

¿Qué puede enseñarnos Lucrecio?

El Concilio de Trento de la Iglesia Católica en 1551 prohibió la lectura de la obra de Lucrecio De rerum natura ("Sobre la naturaleza de las cosas") porque se trata de un largo poema subversivo, que presenta una visión materialista del mundo sin recurrir al Dios cristiano o, en su defecto, a Júpiter y a los dioses paganos para explicarlo. 

Según la física materialista de Epicuro que sigue fielmente su discípulo Lucrecio, los hombres y las cosas están formados por partículas diminutas que, moviéndose, determinan la vida. Estas partículas son los átomos, palabra griega que significa “in-divisibles”, y que Lucrecio, que se queja de la penuria de la lengua latina, patrii sermonis egestas, traduce al latín como “elementa” o “primordia”. 

 Tito Lucrecio Caro

La única noticia que tenemos de la vida de Lucrecio es la que nos brinda san Jerónimo: “T. Lucretius poeta nascitur, qui postea amatorio poculo in furorem uersus cum aliquot libros per interualla insaniae conscripsisset, quos postea Cicero enmendauit, propria se manu interfecit anno aetatis XLIIII.” Lo que puede traducirse como Nace el poeta T. Lucrecio, quien, después de haberse vuelto algo así como loco por haber bebido una pócima amorosa, habiendo escrito algunos libros a lo largo de los intervalos de su enfermedad, que después enmendó Cicerón, se dio muerte a sí mismo a los 44 años de edad.

 San Jerónimo, El Greco (1609)

Resulta muy sospechosa esta noticia. ¿Cómo es posible que el poeta que maldijo la obsesión amorosa como fuente de sufrimiento que amarga la vida se vuelva loco por haber tomado un filtro erótico? ¿Fue víctima acaso de lo que él mismo denunciaba? ¿Cómo es posible que el poeta que escribió Mas conviene huir y evitar simulacros e imagen / que le dé alimento al amor; conviene el olvido, / descargar el humor amasado contra otro cuerpo, / no guardarlo para un solo amor solamente / por no sufrir y dolor no procurarse uno mismo, / pues se aviva la llaga  y con alimento no muere, / y la locura crece y se agranda, y se agrava la pena / si la primera herida no borras con nuevos flechazos / y no la curas con vagabunda Venus cualquiera / o desviar no puedes tu alma a otras mujeres,  no haya evitado el amor siguiendo su propio consejo y haya perdido la razón enamorándose?

También resulta sospechosa la noticia de san Jerónimo porque según él Lucrecio, que denunció el miedo a la muerte como fuente de sufrimiento y angustia vital, fruto de la ignorancia, se quitó la vida a la edad de 44 años. ¿Cómo iba a suicidarse el poeta que dijo que el temor a la muerte inspira a los hombres un odio tal a la vida y tal hastío de ver la luz del sol, que con el pecho afligido se dan ellos mismos la muerte, olvidándose de que el miedo a ella era la fuente de todas sus cuitas? 

Según nuestro poeta es el miedo a la muerte lo que envenena la vida, porque de la muerte en sí nada sabemos al no tener ninguna experiencia previa. El miedo a la muerte nace de creencias vanas, es decir de nuestra ignorancia. Pensamos que es algo malo porque creemos saber en qué consiste. La muerte no es nada porque cuando ella es nosotros ya no somos, y cuando nosotros somos ella no es: somos incompatibles, como sentenció el divino Epicuro. 

  Primeros versos de De rerum natura

Parece que san Jerónimo quiso vengarse de Lucrecio volviéndolo loco y haciendo que se suicidara, es decir, escribiendo para la posteridad que se suicidó, lo cual se contradice con su obra, una de las más lúcidas que nos ha dejado la antigüedad grecolatina.

Aunque la práctica del suicidio no estaba moralmente mal vista en Roma, conviene decir que la palabra “suicidio” no existía como tal en latín, que prefería la expresión “mors uoluntaria”.  En la nota de san Jerónimo se dice que Lucrecio “propria se manu interfecit”, es decir, se mató por su propia mano.    

Los filósofos griegos, Giorgio di Chirico (1925)
  
Dante en el canto décimo de la Divina Comedia condena a Epicuro y a todos sus secuaces (¡pobre Lucrecio!) al Infierno. Rafael, sin embargo, en su fresco La Escuela de Atenas revalorizó a su maestro Epicuro al colocarlo entre las mentes más privilegiadas de la antigüedad que más han aportado al género humano.

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