sábado, 24 de abril de 2021

Más mensajería breve

Dice la docta Academia que un mentecato es un tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón, pero revela más la etimología: mente captus: cautivo de su mente.

El éxito abrumador de la palabra “protocolo” ha consistido en desbancar y oscurecer un término que ya no sonaba muy bien debido a su trasparencia: “reglamento”.

 
Para ser un triunfador en una sociedad como la nuestra donde la imagen lo es todo, importa muchísimo más que ser honesto, como la mujer del César, parecerlo. 

El que avisa... El módulo de FOL (Formación y Orientación Laboral) de Formación -Deformación- Profesional informa del síndrome del burnout o de quema laboral.  
 
El Líder Supremo cántabro rechaza usar la mascarilla playera “porque es un incordio tremendo” pero acatará la medida si la acuerden las autoridades competetentes. 
 
 
La gente en su inmensa mayoría obedece resignadamente para que esto se acabe de una vez, pero esto no va a terminarse nunca mientras la gente siga obedeciendo. 
 
Hay quienes se privan de oxígeno y de aire libre en soledad y en plena naturaleza para autoprotegerse de un virus respiratorio que acabarán dejándose inocular. 
 
Hay anarquistas de salón que, enemigos del Estado, Le reclaman educación y sanidad pública, asistencia social, subsidio de desempleo, renta básica... seguridad. 
 
Cuando se nos mete una idea en la cabeza, se incrusta como un clavo remachado a machamartillo o rémora que impide el razonamiento, y no hay manera de sacarla.
 
“Estamos trabajando para mejorar su futuro. Disculpen las molestias.” En aras de un dios sangriento, el futuro, sacrifican lo único que tenemos, el presente. 

 
"Trabajamos en pro de su calidad de vida. Obras de acondicionamiento del cementerio". Mensaje sarcástico en la lengua de Molière de un ayuntamiento quebequés. 

El príncipe y la princesa se casaron y fueron felices. Todos fueron muy dichosos en el reino, salvo las perdices sacrificadas a fin de celebrar el casamiento.

Plutarco biografió las vidas paralelas de griegos y romanos, pero ahora cada uno llevamos dos vidas que no convergen nunca, una doble vida: pública y privada.

Hay lugares "sagrados" o "santuarios" para los creyentes que ya no creen en Dios ni en el Hombre, sino en otro fetiche, la Naturaleza: los Parques Naturales.

Dicen que dijo Tales que agradecía haber nacido humano y no animal, varón y no mujer, griego y no bárbaro, en un mundo que era ya racista, machista y especista.

Decía el filósofo galo Michel Serres que la música, sin ser portadora de ningún sentido, los poseía todos, lo que yo hago extensivo a la vida de los hombres. 

El éxito profesional no puede ser ninguna otra cosa más que lo que sugiere la etimología del vocablo "exitus": una salida, una válvula de escape del trabajo.

La gente, acostumbrada a imágenes espectaculares, se decepciona ante la naturaleza, que hay que tunear para que se parezca a la foto del National Geographic.

Al complejo de Edipo que Freud diagnosticó a todos los varoncitos y su correlato femenino el de Electra, hay que añadir ahora el moderno complejo de Narciso.


Suele ser tarde cuando uno descubre, ay, que el sueldo que gana por la dedicación que conlleva su trabajo no le compensa en absoluto por su pérdida de tiempo.

En nuestra sociedad del espectáculo sólo faltaba un adolescente enamorado de su hermosa figura proyectando sus selfis en las mil pantallas de la red universal.

Una superstición tan grande -tanta religio, en latín- se apoderó de la ciudad, según Livio, que el senado prohibió las supercherías religiosas... extranjeras.
 
Virus coronado persistente gracias al empeño esmerado de periodistas y políticos, que tanto de izquierdas como de derechas sacan rentabilidad de su existencia.

Marcio, un célebre adivino, profetizó a posteriori el desastre de Cannas, que, dado a conocer después de realizado, "se había cumplido": uaticinium ex euentu.

Marcelo, viendo bajo sus ojos la ciudad de Siracusa que había conquistado, quizá la más bella del mundo por entonces, lloró de alegría y de pena por su hazaña.

Dice Livio que en dos años no había sucedido nada digno de memoria en España porque la guerra, lo solo reseñable, se hacía más políticamente que con las armas.

La esquizofrenia de la doble vida, maldición bíblica del trabajo y tiempo libre, la obligación y la devoción, las dos caras de la misma y falsa pieza de moneda.



Caronte, el barquero, le dijo al millonario: Deja el dinero aquí, que de nada te va a servir en el otro mundo: a mí dame sólo un simbólico óbolo por el pasaje.

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