martes, 27 de abril de 2021

La vacuna va que chuta

    Corre por la Red Informática Universal un vídeo de agitprop (vulgo, “agitación y propaganda” o “propaganda de agitación”, si se prefiere) del Ministerio de Sanidad del Gobierno de las Españas que presenta a un anciano jubileta, un tal Juan Contreras, que dice querer vacunarse para poder abrazar a sus nietos. 
    El hombre, enmascarado, se quita para hablar la mascarilla quirúrgica, que retira de nuestra vista, no faltaba más, porque va a decirnos algo importante. ¿Qué nos dice este hombre y a través de él, el Gobierno nacional? 
    Lo primero que hace es una apelación a nuestros sentimientos: Que echa mucho de menos a sus nietos y a Manuel el primero, el más chiquitín. Te abraza, te dice: eres el mejor abuelo... ¡del mundo... abuelo!  El diminutivo "chiquitín", aplicado al nene que abraza al abuelo y le regala el oído,  nos llena de ternura enseguida por el raudal de cariño que transmite. Pero me pregunto yo: ¿Quién o qué le impide a Juan Conteras abrazar a sus nietos y a Manuel el primero? ¿El virus coronado, las Instancias Superiores de su alma y de la residencia de ancianos, o ambas cosas a la vez? 

 
    
    Acto seguido, el jubileta da el salto de lo emotivo a lo pseudointelectual, y nos suelta a bote pronto para convencernos sin que venga a cuento: Las vacunas nos protegen de muchas cosas. Nadie se muere de polio ya, ni de la viruela. Se hace eco así de la narrativa oficial del discurso dominante de que las vacunas han salvado vidas, y de que lo que van a suministrarnos va a salvar la nuestra y la de todos también... 
    El problema viene con que el abuelete chochea un poco ya y está comparando viejas vacunas experimentadas como las de la polio y la viruela, con "lo que van a suministrarnos": las inoculaciones transgénicas de la Covid19, que aún están en fase de experimentación en los voluntarios que chantajeados o convencidos de las bondades de la ciencia se prestan a ello,  y aún no están aprobadas, que se sepa si alguien no lo sabe, sino sólo autorizadas provisionalmente, y que, además, en sentido estricto no deberían llamarse ni siquiera “vacunas”, porque se trata más bien de tratamientos médicos preventivos experimentales de carácter genético. 
    A continuación nos suelta, con una confianza ciega que raya en fe de carbonero a prueba de bombas, convencido como está, que para eso le pagan: La vacuna es lo que nos va a ayudar a que esto a ver si de verdad una vez se va por ahí. En cuanto me llamen me pongo la vacuna, y es lo que teníamos que hacer todo el mundo. Y concluye con un ambiguo: Yo me vacuno seguro. (Lo que es seguro es que tiene la intención de vacunarse. Otra cosa es que vaya a hacerlo con alguna garantía de seguridad). 
 
"Vacunódromo", exitoso neologismo. Haciendo cola, con mascarilla y distancia de seguridad para chutarse.

    No puedo dejar de relacionar este anuncio que acabo de ver por primera vez en un foro de interné con la información que me llega por otro lado del gobierno belga, que transmite este mensaje oficial en francés a sus súbditos francófonos: Cuando usted reciba una invitación para vacunarse, acepte la cita inmediatamente. Esta invitación es un tique no solo para su libertad, sino también para la libertad de todos nosotros. Nótese la curiosa expresión “tique -del inglés ticket- de libertad”: la invitación es el vale canjeable por la libertad. 
    La vacuna salvífica va a liberarnos en un futuro más o menos lejano o inmediato de esta dictadura higienista sanitaria en que nos han sumido nuestros gobiernos amparados por la Organización Mundial de la Salud entre otras Organizaciones No Gubernamentales.
 
     Pero más lejos ha ido todavía nuestro Presidente del Gobierno, de las Españas don Pedro Sánchez, Doctor en Economía, al calor de un mitin en plena campaña electoral madrileña, soltando la siguiente ecuación, que es una perla: Libertad hoy es vacunar, vacunar y vacunar. Nos proporcionaba así la definición seguramente más original por lo estrambótica y rocambolesca que haya dado nunca alguien de libertad, repitiendo hasta tres veces la palabra “vacunar”, como si quisiera inocularnos de ese modo el sacrosanto suero en tres dosis sucesivas.
     Sólo nos falta ya que Su Santidad el Papa bendiga la inoculación y diga como vicario de Cristo que es, si no lo ha hecho ya, que la vacuna es la hostia consagrada que va a redimirnos con la que todos debemos comulgar para salvarnos y alcanzar la gloria bendita de la vida eterna y del Cielo aquí en la Tierra.

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