jueves, 15 de abril de 2021

Hombre precavido vale por dos (I)

    No hace falta recurrir a muchos ejemplos para sugerir cómo desde las Instancias Superiores se nos dice lo que tenemos que hacer. Me refiero con esta expresión tanto a las autoridades del Gobierno como a las de nuestra alma, que nos apremian a ocuparnos de nuestra propia persona, de nuestro cuerpo, que para eso es nuestro y nos ha tocado en suerte administrarlo y gobernarlo, y como nuestro que es podemos hacer con él lo que queramos, hasta donárselo a la ciencia post mortem por ejemplo, cualquier cosa menos desentendernos de él. 
 
    Hay una escena humorística breve de los Monty Python sobre la donación de órganos que merece la pena ver, aunque sólo sea para reírse un poco, que buena falta hace la risa en momentos de una seriedad tan ridícula como la que nos gobierna, incluida en su espléndida película “El sentido de la vida”. Cuando le preguntan al cirujano qué hará con el hígado extirpado ante mortem, responde que se usará para salvar más vidas, por el bien de la nación, por el bien común, lo que conlleva el sacrificio del donante.
 
  
 
    Los médicos especialistas nos invitan constantemente a ocuparnos de todos nuestros órganos con revisiones periódicas y chequeos para evitar males mayores. Nos recuerdan a menudo los dentistas, por ejemplo, que, no debemos hacernos sólo una limpieza anual de boca, sino semestral y aun trimestral... Y, no contentos con eso, los galenos especialistas y generalistas nos invitan a pre-ocuparnos, es decir, a ocuparnos de nuestros órganos con antelación, con lo que consiguen que no nos ocupemos de otras cosas, como por ejemplo, de vivir, sencillamente, que no es por otra parte una ocupación, sino todo lo contrario, una des-pre-ocupación. 
    
    Cuando nos ocupamos de algo, como quieren nuestras Instancias Superiores, -y no digamos ya cuando nos pre-ocupamos- estamos intentando poner la tirita o la venda antes de habernos hecho la herida, y tomando el fármaco antes de tener la dolencia. Aplicamos unas soluciones que son más problemáticas que el propio problema, que sería preferible dejar irresoluto. ¿Merece la pena matar moscas a cañonazo limpio? ¿No es peor el efecto secundario y daños colaterales del bombardeo de la artillería que el vuelo de los moscardones sobre nosotros? 
 
        Claro está que hay un refrán atestiguado en las fuentes escritas y literarias que dice que “Hombre prevenido vale por dos”, o bien “hombre precavido..., o apercibido" en nuestros clásicos como en “castillo apercibido, no es sorprendido o decebido”,  según el cual el previsor es el doble de valioso que el alegremente despreocupado.
 
 
    Responde este refrán, que no es vox populi sino voz de las Instancias Superiores, es decir, vox Dei, voz de Dios,  a una idea muy arraigada en el mundo moderno que es la de la prevención. Hay que prevenir los males y las desgracias antes de que sucedan para evitar en primer lugar que sucedan, y, si eso no es posible, porque hay siempre imprevistos, para evitar al menos el daño psicológico que nos infligirían si nos pillan desprevenidos precisamente. Ya algo de contradicción asoma en la propia formulación. Si prevenimos algo, estamos haciendo que suceda antes de tiempo, que tome la delantera sobre lo previsto, aunque precisamente lo que pretendemos es evitarlo anticipándonos. 
 
    En la base de la medicina profiláctica moderna se encuentra otro refrán “Más vale prevenir que curar”, que recomienda la precaución antes de que suceda una desgracia de la cual tengamos que arrepentirnos y curarnos después. Su variante “Más vale prevenir que lamentar” viene a decir lo mismo. Se considera que ambos son una traducción del lema latino medieval tomado del ámbito médico Praestat cautela quam medela, que se le atribuyó sin ningún fundamento a Hipócrates, el padre de la medicina curativa. Suele traducirse erróneamente como “más vale precaución que medicina”, dando a entender que es mucho mejor evitar que algo malo suceda antes que tener que remediarlo una vez que haya sucedido sometiéndose uno a tratamientos médicos.
 
    Este principio, de índole más bien moral y personal, no procede, como se pretende, de la medicina antigua, que era fundamentalmente curativa, sino al contrario, es la idea moderna, ajena al mundo antiguo, de la profilaxis la que es una consecuencia de ese principio moral. La justificación, pues, no es médica, sino moral. 
 
    La traducción más adecuada del adagio latino sería:  “vale más el cuidado, la cautela, la caución, el prestar atención que la medicina”. Es decir que lo que vale la pena es evitar la medicina, porque la medicina es perjudicial para la salud. Podríamos también decir: la sanidad, en lugar de la medicina, contraponiendo el término gubernativo “sanidad” con el popular “salud” para aludir a las medidas irracionales que nos imponen las autoridades sanitarias. Y que la cautela consiste, precisamente, en no someterse a la medela.

1 comentario:

  1. Buen manifiesto contra el sometimiento en estos tiempos, muertos, muertos:
    Vivir es una despreocupación y un combate frente a las imposiciones de las instancias superiores (incluidas las que rigen nuestras almas), esa Vox Dei moderna que no necesita recurrir al pecado (abolido para liberar el Mercado), pero si a la prevención para asegurar la condena. Vicisitudes del progreso y la fe en la evolución (de la 'Ciencia'). Exitosa estrategia para ocultar a los artífices y garantes de que se impongan los males de los que las almas, por imposición preventiva, deben preocuparse y a los que deben entregarse.

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