lunes, 29 de julio de 2024
Condones para atletos, atletas y atletes (I)
domingo, 16 de enero de 2022
Hemos entrado en el invierno
Entró en funciones el invierno destemplado,
y hemos entrado de cabeza en él nosotros
con sus ventajas y sus inconvenientes largos:
es oficial, porque lo dice el calendario.
En esta temporada vuelven los catarros,
y los resfriados, los trancazos, la vieja gripe
que había desaparecido, aseguraban,
de la faz del mundo gracias a las mascarillas
y los confinamientos que ordenó el Gobierno...
La vuelta al cole precipita a los chavales
enmascarados e inoculados a las aulas
a recibir la confirmación del dogmatismo.
Se ha apoderado de la gente la morbosa
necesidad de hacerse pruebas y testarse.
Y se someten voluntarios a cribados,
a análisis, radiografías y chequeos
para saber si están acaso sanos, libres
de enfermedades contagiosas y letales,
víctimas que son de un puritanismo sanitario.
Y
viven bajo un régimen terrorista, viven
acongojados por el miedo de la peste,
del bicho, del cáncer; son conscientes de su cuerpo,
son los enfermos imaginarios, sometidos
a prevenciones, profilaxis y controles.
¡Cuánta tristeza y cuánto enojo da ver filas
larguísimas, interminables en farmacias,
en los llamados vacunódromos, hospitales,
y laboratorios de gente sana a simple vista
que necesitan una prueba fehaciente:
saber si tienen virus coronado, el bicho,
que dicen, y que recibirán la confirmación
no sin sobresalto de la tremenda enfermedad,
que es la conciencia, mala, de su propio cuerpo!
Y se confinan, y se aislan y marchitan.
Renuncian a vivir para salvar su vida
en aras de futura tierra prometida
en la que nunca entrarán. El fanatismo
científico y religioso se ha apoderado
de todo el mundo sometido a los dictados
del invierno que ha irrumpido en nuestras almas muertas.
¿Cómo saldremos de este atolladero? ¿Cómo
nos libraremos de este miedo de la Parca
que nos han metido e inculcado hasta las trancas,
que nos está matando en todos los sentidos
y no nos deja ya vivir? Nos han hurtado
las autoridades sanitarias la salud,
que era la vida, la desnuda y pura vida,
con el pretexto de imponernos la futura
sanidad, enfermos todos en potencia siempre.
¡No se chequee, caballero; señorita,
no se haga pruebas, niéguese a cuidarse tanto,
no se preocupe, líbrese de toda cuita,
descuídese, abandónese un momento y viva,
que la salud no es otra cosa más que olvido!
jueves, 16 de diciembre de 2021
¡Vaya futuro!
jueves, 26 de agosto de 2021
El específico antes que la enfermedad
Suele decirse que no hay que “poner la venda (o la tirita) antes que la herida”. En el mundo anglosajón se dice if it ain't broke, don't fix it, o sea que si no está roto, no lo arregles, o lo que es lo mismo no hay que complicar las cosas o complicarse uno la vida complicando las cosas, que suelen ser bastante sencillas, sin necesidad. Este dicho ha alcanzado nueva vida poniéndose en latín según la ocurrencia de Henry Beard, que en su libro "Latin for all occasions" y su secuela "Latin for even more occasions", lo latinizó así: "Si fractum non sit, noli id reficere".
Algo así podríamos hacer nosotros un poco más vulgarmente con nuestro dicho: "No te limpies el culo antes de cagar". Como suena un tanto brusco por la referencia escatológica a la defecación y a la parte de nuestra anatomía donde la espalda pierde su digno nombre, como se solía decir, podemos expresarlo en latín, que resulta más fino: "Noli podicem detergere, priusquam cacaueris" o "... cacaris" con síncopa coloquial de perfecto.
Es importante diferenciar prevención y cura previa. Puedes ponerte un casco para no romperte la cabeza, pero no vendarte la cabeza como si ya la tuvieras rota. Puedes hacerte un torniquete si te ha picado una víbora, pero no hacerte uno cuanto todavía no te ha picado. Esa es la diferencia entre la prevención del accidente, que es algo en principio muy sensato, y la anticipación de la cura, que es la precaución llevada hasta el paroxismo de la paranoia. En efecto, no resulta muy sensato anticiparse tanto como para pretender poner remedio a lo que todavía no ha sucedido.
Pero sobre la prevención de accidentes de tráfico podemos decir algo más aquí recordando lo que apuntaba Iván Illich. No basta con las limitaciones de velocidad, los semáforos, La prohibición de drogas y alcohol al volante, los cinturones de seguridad, los cascos para las motos para reducir los accidentes de tráfico; habría que reducir el tráfico a lo imprescindible, que sería el transporte de mercancías y no tanto el de personas, que disponen para sus traslados naturalmente de sus extremidades inferiores. Hasta tal punto nos hemos dejado esclavizar por los vehículos que hemos renunciado al uso de nuestros propios pies, con las nefastas consecuencias que eso conlleva para nuestra salud.
Ya que he mencionado aquí al llorado Iván Illich, recordemos su triple caballo de batalla: Si la gente se hace cada vez más cautiva de una velocidad que la retrasa, de una instrucción que la embrutece y de una medicina que le desequilibra la salud, es porque más allá de cierto umbral de intensidad la dependencia de bienes industriales y de servicios profesionales destruye la potencialidad del hombre, y la destruye de una manera específica. (Párrafo entresacado de su ensayo 'La convivencialidad'). Triple paradoja: velocidad que retrasa, instrucción que embrutece y medicina que nos enferma convirtiendo a todas las personas en pacientes sin estar enfermas.
sábado, 17 de abril de 2021
Hombre precavido vale por dos (y III)
En muchos órdenes se va imponiendo la idea de la precaución, de forma que lo que en principio podía ser una característica individual del carácter de algunas personas, adquiere una dimensión colectiva perseguida por gobiernos y gobernantes, que prefieren anticiparse a los problemas, creándolos a menudo, que solucionarlos cuando se presenten, por lo que el principio de prevención se extiende más allá del ámbito individual al sostenimiento del orden social.
En el ámbito de la medicina, por ejemplo, asistimos a la sustitución de la medicina tradicional curativa por la preventiva. El cardenal de Richelieu había escrito una máxima de Estado que decía que «un médico que puede prevenir las enfermedades es más estimado que el que trabaja curándolas» (Maximes d’État, 1623).
La Organización Mundial que dice velar por la Salud, haciéndose eco de esta sentencia y otras por el estilo, avisa, de hecho, de que más vale prevenir que curar, porque para ella tratar a los pacientes “ya no es suficiente” (¡!) y aboga por empezar a prevenir las enfermedades, lo que no deja de ser una forma de anticiparlas y aun de crearlas para justificar existencia de dicho organismo "protector".
En la justicia, se habla de una justicia preventiva que es preferible a otra punitiva, es decir que es preferible evitar que sucedan los delitos que tener que castigarlos una vez que han sucedido. Sir Edward Coke aplica la regla del médico para la seguridad del cuerpo a la justicia, y dice melior est enim iustittia uere praeueniens, quam seuere puniens, tomándolo al parecer de Hugo Grocio: pues es mejor la justicia que previene verdaderamente que la que castiga severamente. Este principio se generalizará en los regímenes totalitarios siguiendo a Napoleón Bonaparte, que escribió en sus Maximes et pensées: «la severidad previene más faltas de las que reprime.»
En el ámbito laboral, se habla de la “prevención de riesgos laborales”, olvidando que es el propio trabajo, y no las eventualidades que pueden sucedernos en él, el auténtico riesgo de muerte para la vida y que la mejor prevención sería no trabajar.
En el ámbito doméstico se generalizan los llamados seguros del hogar para prevenir los accidentes domésticos, así como en la conducción se hace obligatorio un seguro de accidentes de tráfico en previsión de los riesgos que pueden producirse como efecto de la conducción.
Incluso en el ámbito militar se habla a veces de guerra preventiva, como desarrollo del célebre adagio si uis pacem para bellum de los antiguos romanos. Según la inevitable güiquipedia: La guerra preventiva (preventive war) es aquella acción armada que se emprende con el objetivo (real o pretextado) de repeler una ofensiva o una invasión que se percibe como inminente, o bien para ganar una ventaja estratégica en un conflicto también inminente. Aunque se suele presentar como forma de autodefensa, la legitimidad de la guerra preventiva es objeto de disputa moral, sobre todo por la dificultad de ponerse de acuerdo acerca de si la amenaza es real y, en caso de serlo, de si se trata de un peligro inminente que justifique el ataque, o bien se utiliza como pretexto para atacar primero.
Pero hay también una pre-emptive war. No es lo mismo prevention, que quivale a nuestra prevención o precaución, que pre-emption, que es etimológicamente una “compra previa”, es decir, una acción que evita que otra se produzca, y que llamaríamos en castellano pre-ención. La diferencia es muy sutil y de hecho muchas veces se confunden ambos términos anglosajones y se traducen los dos por nuestro "prevención". La pre-ención es una acción militar contra un objetivo cuando hay pruebas irrefutables de que el objetivo está a punto de iniciar un ataque militar, es un anticiparse a la jugada que va a realizar el contrincante. La prevención es la adopción de una acción militar contra un objetivo cuando se cree su ataque inevitable, aunque no necesariamente inminente, y cuando la demora en el ataque implicaría un riesgo mayor. Tanto las prevenciones como la pre-enciones lo que hacen es que las desgracias, es decir las guerras y los ataques, vengan antes. Al menos a nuestras mentes. Al prevenirlas las atraemos, y nos enfrentamos a ellas antes de tenerlas delante, y con la preención lo que hacemos es adquirirlas.
Reelaborada y versificada por nuestro Samaniego, núm. 22 del libro V de sus Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado (1826), ilustra la idea de la prevención, haciéndose eco en uno de sus versos del ideal romano del si uis pacem, para bellum, si quieres la paz, prepara la guerra, y del refrán de que el hombre prevenido vale por dos: Sus horribles colmillos aguzaba / un jabalí en el tronco de una encina. / La zorra, que vecina / del animal cerdoso se miraba, / le dice: «Extraño el verte, / siendo tú en paz señor de la bellota, / cuando ningún contrario te alborota, / que tus armas afiles de esa suerte.» / La fiera le responde: «Tengo oído / que en la paz se prepara el buen guerrero, / así como en la calma el marinero, / y que vale por dos el prevenido.»
viernes, 16 de abril de 2021
Hombre precavido vale por dos (II)
¿Dónde está el origen de la interpretración previsora del dicho praestat cautela quam medela? Quizá en el hecho de que se cita antes la cautela que la medela, y se da a entender que si antes hay caución no hace falta recurrir después a la curación.
Pero no es lo mismo decir que predecir, ni sentir que presentir. No puede ser lo mismo la caución que la precaución. Pero la docta Academia a la hora de definir "caución" pontifica “prevención, precaución o cautela”, entrando así en la confusión de un círculo vicioso, equiparando caución y precaución sin tener en cuenta el valor del prefijo pre-, procedente del latín prae-, que indica anticipación, anterioridad, y que aparece en el verbo prae-stat, que literalmente significa “estar delante, aventajar, ser superior”.
Habría que decir que lo que vale más que la medicación es la caución, y no tanto la pre-caución. Y frente a la idea omnipresente de precaución habría que enarbolar la de la mera cautela: Una cosa es tener cuidado, tener visión de las cosas, y otra es anticiparse a la visión, que es un error que nos impide ver lo que tenemos delante.
Se dice a veces que a los niños hay que advertirles de que hay cosas que ellos no ven y que pueden hacerles daño, como por ejemplo meter la corriente eléctrica si meten los dedos en un enchufe. Es cierto. El problema viene cuando, una vez adultos, se les sigue tratando como a niños dado el paternalismo del Estado moderno.
En este sentido ha triunfado en nuestros días la idea de que hay que prevenir los males antes de curarlos, y eso lo dice el Estado Terapéutico que vela por nuestro bien. El problema es que el Estado Terapéutico es como el Ogro filantrópico que decía Octavio Paz: un monstruo filántropo, es decir, que ama tanto la humanidad que por eso mismo la hará sufrir, como reza aquel otro refrán de “quien bien te quiere te hará sufrir”.
Nos hará mal por nuestro bien, dándonos el cambiazo: un mal presente, que no vemos, pero que está aquí haciéndonos la vida imposible, por un bien futuro, que tampoco vemos porque no está aquí pero nos impide ver lo que hay delante de nuestras narices.
Por eso están "triunfando" las llamadas vacunas del coronavirus, porque previenen la enfermedad que causa dicho virus haciendo que sus síntomas se atenúen y sean más leves. Son las tiritas que se ponen antes de la herida. En lugar de ocuparse de la curación de las heridas cuando se produzcan, nos ocupamos de la profilaxis para que no se produzcan, confiando en la magia de que podemos ahuyentarlas.
Encuentro la sugerencia de la maldad de la precaución en un paso de Séneca, la epístola núm. 5, a Lucilio (7-9), una formulación que me ha resultado bastante esclarecerdora, es decir, reveladora de la mentira en la que habitualmente vivimos, que es que solemos valorar más la previsión que la propia visión, la precaución que la caución, hasta el punto de equipararlas erróneamente. Así dice el sabio cordobés: Por ello la previsión, el bien máximo de la condición humana, se ha convertido en un mal. (Itaque prouidentia, maximum bonum condicionis humanae, in malum uersa est).
Nos torturamos con el porvenir y con el pasado (nos et uenturo torquemur et praeterito). Es decir que nosotros, a diferencia de las fieras, nos sentimos inseguros por peligros que no vemos porque pertenecen al pasado y al reino de la memoria o al futuro y la suposición, en lugar de acomodarnos a los que tenemos por delante, que son los únicos que hay.
¿Por qué la prouidentia es mala, si la uidentia es buena? Porque la prouidentia impide la uidentia al ser una anticipación. Digamos que frente a la previsión de las cosas, hay que proponer la sencilla visión, porque la previsión puede cegarnos, y no dejarnos ver, si nos ciega, lo que tenemos delante.