Entró en funciones el invierno destemplado,
y hemos entrado de cabeza en él nosotros
con sus ventajas y sus inconvenientes largos:
es oficial, porque lo dice el calendario.
En esta temporada vuelven los catarros,
y los resfriados, los trancazos, la vieja gripe
que había desaparecido, aseguraban,
de la faz del mundo gracias a las mascarillas
y los confinamientos que ordenó el Gobierno...
La vuelta al cole precipita a los chavales
enmascarados e inoculados a las aulas
a recibir la confirmación del dogmatismo.
Se ha apoderado de la gente la morbosa
necesidad de hacerse pruebas y testarse.
Y se someten voluntarios a cribados,
a análisis, radiografías y chequeos
para saber si están acaso sanos, libres
de enfermedades contagiosas y letales,
víctimas que son de un puritanismo sanitario.
Y
viven bajo un régimen terrorista, viven
acongojados por el miedo de la peste,
del bicho, del cáncer; son conscientes de su cuerpo,
son los enfermos imaginarios, sometidos
a prevenciones, profilaxis y controles.
¡Cuánta tristeza y cuánto enojo da ver filas
larguísimas, interminables en farmacias,
en los llamados vacunódromos, hospitales,
y laboratorios de gente sana a simple vista
que necesitan una prueba fehaciente:
saber si tienen virus coronado, el bicho,
que dicen, y que recibirán la confirmación
no sin sobresalto de la tremenda enfermedad,
que es la conciencia, mala, de su propio cuerpo!
Y se confinan, y se aislan y marchitan.
Renuncian a vivir para salvar su vida
en aras de futura tierra prometida
en la que nunca entrarán. El fanatismo
científico y religioso se ha apoderado
de todo el mundo sometido a los dictados
del invierno que ha irrumpido en nuestras almas muertas.
¿Cómo saldremos de este atolladero? ¿Cómo
nos libraremos de este miedo de la Parca
que nos han metido e inculcado hasta las trancas,
que nos está matando en todos los sentidos
y no nos deja ya vivir? Nos han hurtado
las autoridades sanitarias la salud,
que era la vida, la desnuda y pura vida,
con el pretexto de imponernos la futura
sanidad, enfermos todos en potencia siempre.
¡No se chequee, caballero; señorita,
no se haga pruebas, niéguese a cuidarse tanto,
no se preocupe, líbrese de toda cuita,
descuídese, abandónese un momento y viva,
que la salud no es otra cosa más que olvido!
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