Escribíamos en
Algo in mente, a propósito de la etimología de “mente”, que el derivado más
chocante a primera vista era el verbo mentir, que ya existía en latín MENTIRI, y
que en principio significaba inventar, imaginar, derivando después a su
significado actual y más conocido de no decir la verdad y, por lo tanto,
engañar.
Sobre
esta curiosa relación escribía Juan Manuel de Prada en XLSemanal (núm. 1577 de
14 de enero de 2018) un artículo muy acertado titulado Mentes mentirosas,
aliteración que revela el parentesco etimológico, en el que hace una
interesantísima reflexión sobre la relación entre la “mente” y la “mentira”.
Dice así: “La etimología de las palabras esconde
sabidurías muy hondas y provechosas. A nadie se le ocurriría pensar que “mente”
y “mentira” comparten la misma etimología, pues nuestra orgullosa condición nos
induce a creer que nuestra mente es más bien una incesante fábrica de verdades.
Pero el genio del lenguaje nos enseña exactamente lo contrario: nos advierte
(de) que lo natural de una mente es urdir mentiras, que lo propiamente mental
es la mentira, que quienes se fían de lo que su propia mente les dicta estarán
siempre engañados; o, todavía peor, que son embusteros redomados”. Y añade más
adelante, con una expresión que el autor repite como si se tratara de un
mantra: “Los fatuos hijos de Descartes (sic) urden con su mentirosa
mente cualquier desvarío y piensan orgullosamente que se han hecho una idea
clara y cierta de las cosas. Cuando lo cierto es que tener una “idea clara y
cierta” de las cosas suele ser el primer y más delator indicio del error (negrita
mía); pues sólo los imbéciles tienen ideas claras y ciertas de las cosas
complejas”.
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