miércoles, 12 de junio de 2024
Comprimidos en cápsulas
sábado, 20 de abril de 2024
Bombas buenas y malas
Dependiendo de su nacionalidad y el uso
que se haga de ellas, bombas buenas hay y... malas.
No son iguales todas ni meterse pueden
en el mismo saco todas juntas y mezcladas,
igual que no se deben churras y merinas
cruzar ni confundirse, aun siendo ovejas ambas.
Las bombas occidentales son las bombas buenas
a más de tecnológicamente avanzadas
e inteligentes como solo ellas saben,
pacíficas, democráticas, humanitarias;
su razón de ser, la lucha contra el terrorismo;
jamás ofensivas, son disuasorias, necesarias;
instrumentos siempre de defensa. Se diría
que no son bombas explosivas, nunca estallan
en los países donde suelen producirse,
sino en lejanos escenarios de batallas
en donde los derechos humanos no se cumplen,
según afirman, como si se respetaran
en alguna parte, pero así se justifican;
cuya fabricación reactiva, malparada,
la economía y crea puestos de trabajo;
benditas sean por lo tanto, bombas y armas
benéficas además de buenas, mientras que otras,
las otras, no occidentales, son perversas, malas,
intrínsecamente criminales, terroristas
que causan en nuestras filas lamentables bajas,
sembrando el pánico y la muerte de inocentes:
malditas sean, sanguinarias, inhumanas.
lunes, 13 de marzo de 2023
¿Sueño o realidad?
No sé si sólo era un sueño lo soñado
y por lo tanto era falso, o al contrario,
lo falso es esta realidad que vivo ahora
y el sueño que me tuvo y tuve fue real.
Le cedo el verso al poeta aquel Campoamor,
injustamente olvidado en las Españas:
¿Es sueño o realidad lo que he vivido?
No lo sé, pues yo, que hablo, no estoy cierto
si al juzgarme despierto estoy dormido,
o al creerme dormido estoy despierto.
miércoles, 15 de febrero de 2023
Deseo de ser salvaje
Sentí el deseo muy temprano de ser como ellos,
al ver un indio americano dibujado
en un cómic del lejano oeste por vez primera
montando a caballo. Entonces supe que quería
ser uno de ellos, un salvaje y un piel roja:
me reconocí en seguida viéndome en su espejo,
porque ellos eran mis hermanos, mis iguales
en pie de guerra contra el rostro pálido.
Era un comanche, o un apache. Mi pueblo no
podía aceptar las condiciones de la paz
que le proponía e imponía desde Guasintón
el gran padre blanco; y no es que no deseáramos
vivir en paz, que es lo que más queríamos,
sino que no concebíamos que pudiera haber
en este mundo nunca verdadera paz
sin libertad, que vale más que todo el oro
que hay en las minas que cobijan las entrañas
de la madre Tierra. El oro ciega y enfebrece
a los rostros pálidos. Los guerreros, sin embargo,
lo codiciamos sólo por lograr al trueque
armas de fuego y güisqui, para emborracharnos
a fin de así olvidarnos, ebrios, de la guerra,
la guerra que ¡maldita sea! no queremos,
siendo guerreros. Pero nos obligan ya
a caminar por su sendero, porque, bravos,
los apaches no queremos ser acorralados,
ni estabulados y confinados en reservas,
sino vivir sin sujeción, como coyotes,
como lo hicieron los antepasados nuestros,
cabalgando nómadas al galope con el viento
semidesnudos y salvajes, primitivos,
galopando a pelo sin estribos ni montura,
sobre una tierra que no tuvo nunca dueño;
así vivieron ellos y nosotros, libres,
antes de que llegara la civilización,
y que trazara el hombre blanco las fronteras
-malditas sean todas ellas- y escribiera
el libro siempre ensangrentado de la Historia.
lunes, 30 de enero de 2023
Pintadas
jueves, 18 de agosto de 2022
Donde hay patrón...
Donde hay patrón no manda, se dice, marinero,
ni en barco de pesca ni en un buque de la armada
ni en un navío mercantil. Subordinada
la marinería como está, obedece siempre
las órdenes de quien detenta el mando a bordo
sin rechistar. El comandante es quien manda,
es el primero en embarcar y es el postrero
que desembarca. Las ordenanzas sacrosantas
disponen eso, militares y civiles,
cumplidas siempre a rajatabla en el combate
y en esta mentirosa paz con que camuflan
los acólitos de Marte, el dios beligerante,
la eterna llaga y vieja guerra, detestada,
como cantó el poeta Horacio, por las madres
que envían sus hijos a morir al frente heroica-
y dulcemente, dando su vida por la puta
patria y por las ideas, me cago en todas ellas,
malditas sean. Marineros y grumetes
pese al valor que pueda tener su iniciativa
propia, no tienen voz ni mando. Si hay alguno
que no está conforme con las órdenes dictadas
por sus jerárquicos superiores, ante todo
debe acatarlas lo primero, y tras cumplirlas
podrá expresar su desacuerdo si es que sirve
entonces de algo. En un sistema de dominio
democrático como el vigente, elige el pueblo
soberano a su amo, y es así la democracia
la más perfecta, más cumplida y acabada
dictadura que haya. Y cierto si es, como se dice,
que todos somos marineros y que vamos
en el mismo barco, que es la nave del Estado,
según la clásica metáfora, no es menos
cierto que entonces no podemos ser iguales
en tanto que haya jerarquía y haya mando
y obediencia ciega. A fin de cuentas quien gobierna
es don Dinero, y no el gabinete del gobierno
mayoritariamente electo. Bien se sabe
que si hay Estado, por muy demócratico que sea,
mandar no pueden marinero ni soldado,
y el Capital, que es capitán de capitanes,
gobierna. El pueblo es objeto del gobierno,
no manda, sino que es mandado y gobernado.
Manda el mercado, convirtiendo en mercancías
todas las cosas y personas empleadas,
recursos humanos suyos todas las personas.
domingo, 16 de enero de 2022
Hemos entrado en el invierno
Entró en funciones el invierno destemplado,
y hemos entrado de cabeza en él nosotros
con sus ventajas y sus inconvenientes largos:
es oficial, porque lo dice el calendario.
En esta temporada vuelven los catarros,
y los resfriados, los trancazos, la vieja gripe
que había desaparecido, aseguraban,
de la faz del mundo gracias a las mascarillas
y los confinamientos que ordenó el Gobierno...
La vuelta al cole precipita a los chavales
enmascarados e inoculados a las aulas
a recibir la confirmación del dogmatismo.
Se ha apoderado de la gente la morbosa
necesidad de hacerse pruebas y testarse.
Y se someten voluntarios a cribados,
a análisis, radiografías y chequeos
para saber si están acaso sanos, libres
de enfermedades contagiosas y letales,
víctimas que son de un puritanismo sanitario.
Y
viven bajo un régimen terrorista, viven
acongojados por el miedo de la peste,
del bicho, del cáncer; son conscientes de su cuerpo,
son los enfermos imaginarios, sometidos
a prevenciones, profilaxis y controles.
¡Cuánta tristeza y cuánto enojo da ver filas
larguísimas, interminables en farmacias,
en los llamados vacunódromos, hospitales,
y laboratorios de gente sana a simple vista
que necesitan una prueba fehaciente:
saber si tienen virus coronado, el bicho,
que dicen, y que recibirán la confirmación
no sin sobresalto de la tremenda enfermedad,
que es la conciencia, mala, de su propio cuerpo!
Y se confinan, y se aislan y marchitan.
Renuncian a vivir para salvar su vida
en aras de futura tierra prometida
en la que nunca entrarán. El fanatismo
científico y religioso se ha apoderado
de todo el mundo sometido a los dictados
del invierno que ha irrumpido en nuestras almas muertas.
¿Cómo saldremos de este atolladero? ¿Cómo
nos libraremos de este miedo de la Parca
que nos han metido e inculcado hasta las trancas,
que nos está matando en todos los sentidos
y no nos deja ya vivir? Nos han hurtado
las autoridades sanitarias la salud,
que era la vida, la desnuda y pura vida,
con el pretexto de imponernos la futura
sanidad, enfermos todos en potencia siempre.
¡No se chequee, caballero; señorita,
no se haga pruebas, niéguese a cuidarse tanto,
no se preocupe, líbrese de toda cuita,
descuídese, abandónese un momento y viva,
que la salud no es otra cosa más que olvido!