Dependiendo de su nacionalidad y el uso
que se haga de ellas, bombas buenas hay y... malas.
No son iguales todas ni meterse pueden
en el mismo saco todas juntas y mezcladas,
igual que no se deben churras y merinas
cruzar ni confundirse, aun siendo ovejas ambas.
Las bombas occidentales son las bombas buenas
a más de tecnológicamente avanzadas
e inteligentes como solo ellas saben,
pacíficas, democráticas, humanitarias;
su razón de ser, la lucha contra el terrorismo;
jamás ofensivas, son disuasorias, necesarias;
instrumentos siempre de defensa. Se diría
que no son bombas explosivas, nunca estallan
en los países donde suelen producirse,
sino en lejanos escenarios de batallas
en donde los derechos humanos no se cumplen,
según afirman, como si se respetaran
en alguna parte, pero así se justifican;
cuya fabricación reactiva, malparada,
la economía y crea puestos de trabajo;
benditas sean por lo tanto, bombas y armas
benéficas además de buenas, mientras que otras,
las otras, no occidentales, son perversas, malas,
intrínsecamente criminales, terroristas
que causan en nuestras filas lamentables bajas,
sembrando el pánico y la muerte de inocentes:
malditas sean, sanguinarias, inhumanas.
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