sábado, 27 de abril de 2024

Notas marginales

Hay un adoctrinamiento perverso que no consiste en inculcarle a la infancia una ideología política o religiosa, sino la sumisión a la Realidad, falsa como es. 
 
 Se ha instalado entre nosotros una nueva forma de gobernar que consiste en vivir en un perpetuo estado de alarma emergente que causa la tensión que padecemos.
 
 Dicen que el Ejército y los militares son los mayores defensores de la paz, pero no es verdad: la paz que aman no es sino la victoria que resulta de la guerra.


  El nacionalsocialismo y el fascismo son los viejos fantasmas del pasado que suelen emplearse para desviar la atención de las nuevas formas de dominio mercantil.

  El trabajo, fuente de accidentes laborales graves y mortales, mata siempre a la gente, que se mata yendo al trabajo, se mata trabajando y se mata a trabajar.

 El enemigo actual y auténtica amenaza es el régimen democrático que padecemos, y no lo vemos porque nos ponen otros vestiglos fantásticos horribles por delante.
 
 Habría que precisar mejor el aforismo de Jules Renard de “La muerte de los otros nos ayuda a vivir”, como “...nos ayuda a creernos vivos” por contraposición.


 Preocuparse o, lo que es lo mismo, ocuparse de algo antes de que suceda no facilita que vaya a pasar en el futuro, y estropea además el presente complicándolo.
 
Requiescat In Pace. Desear a los muertos que descansen en paz es un reconocimiento implícito de que la existencia es struggle for life y una guerra sin cuartel. 
 
 Nos engañaron con que las vacunas evitaban la muerte. Sale la verdad del pozo y reconocen treinta y cinco mil muertos en España a causa del virus... vacunados.
 

Muere, atropellado por un automóvil, un ráider, 'jinete' en la lengua del Imperio, que se ganaba y jugaba la vida repartiendo comida a domicilio en bicicleta.  

El síndrome de desgaste profesional, trabajador quemado o burnout en la lengua del Imperio es la consecuencia de la explotación laboral que uno se autoinflige.

La gente que no sabe leer y escribir, si aún queda algún analfabeto por fortuna y gracia de Dios en las Españas, no comete nunca al hablar faltas ortográficas.

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