Mostrando entradas con la etiqueta Iván Illich. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Iván Illich. Mostrar todas las entradas

sábado, 28 de agosto de 2021

¿Qué es eso de la ESO?

    Tres citas, para empezar: “Mi abuela quería que yo tuviera una educación, por eso no me mandó a la escuela” (Margaret Mead, antropóloga); "Yo era inteligente hasta que llegué a la escuela" (Facundo Cabral, cantautor); y “¿Cómo no despreciáis esa educación de ahora y no buscáis quienes pongan fin a vuestra ignorancia?” (Platón pone la pregunta en boca de Sócrates en su diálogo "Clitofonte").


    Lamenta Sócrates en la cita de Platón que los padres, que ponen tanto empeño en "ganarse la vida", es decir, en ganar dinero, como si ambos términos 'dinero' y 'vida' fueran sinónimos y no antónimos, no se preocupen de los hijos que van a heredar sus bienes adquiridos con dinero, y se conformen con ofrecerles la educación reglamentada que ellos mismos han recibido y que para la época consistía en γράμματα, es decir, letras y números, μουσική música y γυμναστική o educación física, con término más moderno, sin plantearse qué era esa educación y para qué les había servido su recepción. 
 
    Nadie se cuestiona lo que considera perfecto. Nadie se plantea adónde lo ha llevado la paideia y adónde, por lo tanto, llevará a sus hijos el día de mañana, como suele decirse. Nadie se pregunta tampoco cuál es el sentido de la vida que está llevando, centrada básicamente en torno a τὰ χρήματα, lo crematístico, es decir, con palabra corriente y moliente, el dinero, el arte de ganar dinero, y de convertir no sólo todas las cosas en dinero, sino también la propia vida que así se prostituye al vil metal. 


    Había ya comenzado en la Atenas de Periclés el precio de las cosas a sustituir a su valor, convirtiéndose el dinero en el único dios verdadero y demiurgo del mundo, como ya denunció Aristófanes en su comedia "Pluto", despojando a los seres humanos de su humanidad y valores propios. Y había ya empezado a entronizarse la economía, la palabra es invento griego igual que la democracia, y a confundirse con la política, a la que acabará desbancando, incluyéndose en el propio currículo de la educación como materia indispensable para la formación de la ciudadanía. Lamenta Sócrates que los atenienses pongan todo su empeño en conseguir dinero y no en preguntarse qué es el dinero, ver para qué sirve y cuál es la calificación moral de su uso.

    La educación nada tiene que ver con los grados que establecen los adjetivos ordinales de “primaria” y “secundaria”. Esos adjetivos pueden cuadrarle más al aprendizaje o a la enseñanza, pero no a la educación, que no los admite, como tampoco admite el epíteto de “obligatoria”, como sucede en el ominoso y abominable acrónimo español de ESO (Educación  -que no Enseñanza, ojo- Secundaria Obligatoria). 
 
    Quizá haya que decirlo para que nadie se llame a engaño: La escuela -incluyendo todas las instituciones académicas en la denominación genérica- no tiene nada que ver con la educación, salvo que digamos que la educación es lo que se imparte y se aprende en la escuela, cosa que es mentira, y entonces deberíamos preguntarnos qué es lo que se aprende en la escuela, en qué consiste el currículo oculto, no tanto los programas, que sólo sirven para que aprendamos las respuestas antes de que se nos ocurra formular las preguntas.


    Ya hace tiempo Iván Illich escribió que había que liberar a la educación de la escuela, para poder aprender fuera de sus rígidos compartimentos estancos espaciales, que son las (j)aulas, y las celdas temporales, que son los horarios y calendarios escolares, y fuera de sus planes de estudios, programas o currículos saturados de información "que hay que saber". Aunque la exigencia memorística ya no forme parte de la escuela moderna, los nuevos modelos educativos no han cambiado la filosofía que los inspira, que es el funcionamiento de la máquina examinatoria que expide y expende, digo bien, títulos baratos.

    Los niños nacidos en este tercer milenio, los llamados mileniales son maleducados por los medios de formación de masas, por las redes sociales cibernéticas, por los juegos electrónicos, por su familia y por su grupo de amigos, y no tanto ya por los medios de formación de masas tradicionales como la televisión, aunque todavía sea uno de los más influyentes, pero son maleducados sobre todo por la educación primaria y secundaria obligatorias que reciben y que algunos consideran incluso que son una necesidad ineludible sin plantearse para qué ni para quién. 
 
    La escuela que conocemos y padecemos hoy, fruto de una sociedad basada en la engañifa del mito del progreso y de la explotación ilimitada de la naturaleza, incluidas todas las cosas y personas, burocratizada hasta la extenuación, no deja de ser una fábrica de producción de alumnos para el consumo y de funcionarios llamados maestros y profesores.

    La escuela no ha muerto, como soñó Everett Reimer en su libro publicado entre nosotros en 1974, donde recogía sus conversaciones con el pensador austriaco Iván Illich. En la "Escuela ha muerto. Alternativas en materia de educación" (Barral editores, Barcelana 1974) escribía: "La única forma de corregir esto es liberando la educación de las escuelas, de forma que la gente pueda aprender de verdad sobre la sociedad donde vive". 

    Sócrates, si es verdad que ha muerto porque era mortal como postulaba el célebre silogismo que lo condenó a la pena capital para toda la eternidad (aquel peripatético 'todo hombre es mortal, Sócrates es hombre, luego Sócrates es mortal'), sonreiría satisfecho oyendo estas palabras desde su tumba.

viernes, 27 de agosto de 2021

Presentación de "Fragmentos de la Doctrina Secreta"

    Mi interés por estos "Fragmentos de la Doctrina Secreta" que presento a modo de prólogo procede, en primer lugar, de la fascinación que ejerció sobre mí la visión de la película “Knock” de Guy Lefranc (1951), interpretada magistralmente por Louis Jouvet, actor de teatro que tantas veces había encarnado al doctor sobre la escena desde que la comedia en tres actos de Jules Romains “Knock o El triunfo de la medicina” se estrenó en París en 1923, con notable éxito de público y de crítica.

    Llegué a la película a través de la siguiente sinopsis leída en una revista cinematográfica: El Doctor Knock aterriza en una pequeña ciudad de provincias francesa como sustituto del médico local. Alarmado ante la envidiable salud de sus habitantes, urde una trama para convencerlos de que, de una forma u otra, todos están enfermos y, así, poder enriquecerse. La película ofrecía mucho más que eso: unas claves muy interesantes para entender lo que está pasando en la actualidad y estamos, ay, desgraciadamente viviendo por aquello de que “hoy es siempre todavía”, casi un siglo después del estreno de la pieza teatral.

 

    Como una cosa lleva a la otra, la película me condujo a la obra de teatro, que leí en francés y traduje al castellano, no porque no hubiera versiones disponibles en nuestra lengua, que las había, sino porque las traducciones de las que disponíamos estaban agotadas y eran difíciles de conseguir si no se recurría a librerías de viejo o bibliotecas públicas, versión que publicaré próximamente en la Red en abierto para que sea asequible a todos los lectores.

    El argumento de la película y de la obra escénica, que es más una farsa trágica que una comedia, puede resumirse en unas pocas líneas: Un galeno llega a un pueblecito perdido de Francia a ocupar la plaza del antiguo médico que ha permutado por la suya. Va a intentar metódicamente subyugar a la población y convertir a sus habitantes, que considera atrasados y que gozan de una según él sospechosa buena salud, a la religión verdadera de la ciencia médica que él encarna. Se aplicará a buscarse aliados entre la élite del pueblo, el maestro y el boticario, transformando radicalmente la vida de los pueblerinos, de los que se convierte en poco tiempo en dueño y señor. 

Litografía de Paul Colin (1949) para "Fragmentos de la Doctrina Secreta"

    Aunque es un médico, Knock se comporta más como un estratega militar que prepara y ejecuta una campaña de invasión, conquista y ocupación, y, a la vez, como el jefe de una iglesia científica o secta religiosa, encarnando el lugar del sacerdote que brilla por su ausencia en ese pueblo y que predica que es la enfermedad y no la salud lo que constituye el estado normal y aun deseable de los seres humanos. Knock se impone como un jefe carismático, que hace uso de un poder de sugestión hipnótico; no es un simple misionero que predica una nueva religión, sino un iluminado charlatán que cree que aporta una forma superior de civilización.

    La traducción de la obra de teatro me llevó a interesarme por el autor, y a descubrir cómo al cabo de los años Jules Romains, pseudónimo literario de Louis Henri Jean Farigoule (1885-1972), volvió sobre el personaje que había creado, y publicó en 1949 estos “Fragmentos de la Doctrina Secreta” con la colaboración del cartelero Paul Colin, que hace un estupendo trabajo de ilustración del texto con 18 litografías. Lo primero que me llamó la atención de este descubrimiento fue su título, y lo segundo el autor que figura en primer término que no es Jules Romains sino el propio doctor Knock. 

    No me resultó difícil hacerme con un ejemplar de la obra, cuya única edición corrió a cargo del editor Manuel Bruker, y que conseguí a través de la Librairie de l'Avenue de Henri & Laurence Veyrier, a la que expreso mi agradecimiento desde aquí, en el célebre y entrañable Marché aux Puces de Saint-Ouen.


Litografía de Paul Colin (1949) para "Fragmentos de la Doctrina Secreta"

     Resulta paradójico que con el éxito que tuvo “Knock o El triunfo de la medicina” en el país vecino, donde es todo un clásico de la literatura francesa del siglo XX, la publicación un cuarto de siglo después de este tratado, haya pasado totalmente desapercibida. Bien es verdad que la edición, que es la única por ahora que hay, fue bastante minoritaria, reducida a 2.500 ejemplares, y elitista en cuanto reservada “exclusivamente al cuerpo médico y farmacéutico”, y bien es cierto también que el teatro y el ensayo son dos géneros literarios muy distintos, por lo que no puede compararse una obra teatral, representada de viva voz en numerosos escenarios del mundo -y llevada varias veces al cine con desigual fortuna, la última vez, la adaptación más lamentable, en 2017 bajo el título deplorable de “Knock, el doctor de la felicidad”-, con un opúsculo minoritario no exento de cierto sarcasmo satírico y que tiene el marchamo de lo clandestino, un texto que no está destinado al gran público, sino a un lector especializado, digamos, y amante de libros raros e ilustrados.

      A continuación del título “Fragmentos de la doctrina secreta” y de la atribución inicial de su autoría al doctor Knock figura el subtítulo a modo de comentario de que los citados fragmentos han sido “recogidos por Jules Romains”, que se presenta así como el compilador de la doctrina secreta reservada a los iniciados, cuya transmisión ha sido exclusivamente oral, como la de los grandes fundadores de religiones y maestros del pensar. Precisamente ese carácter iniciático y semiclandestino explicaría un poco la alusión a la doctrina secreta, un guiño literario a Madame Blavatsky, autora de “The Secret Doctrine”, síntesis de ciencia, religión y filosofía, publicada en 1888. Helena Petrovna Blavatsky, en efecto, fue cofundadora de la Sociedad Teosófica y autora de otras obras famosas, como “Isis sin velo” (1877), en la que describe los pormenores de una religión de su propia creación. Madame Blavatsky, la afamada ocultista, ocultaba su impostura detrás de una supuesta doctrina reservada a los iniciados y utilizaba el engaño para aprovecharse de la ignorancia y la credulidad de la gente. No otra cosa hace el doctor Knock, este émulo de madame Blavatsky. 


    Jules Romains, el compilador que no quiere presentarse a sí mismo como autor, distanciándose así del maestro al que sin embargo admira, ha creado un personaje universal. De algún modo le ha dado tanta vida a este personaje que se ha independizado de su autor, que nos lo presenta ahora, un cuarto de siglo después, con un éxito arrollador. Comenzó como médico rural de un pueblecito francés y ahora es toda una eminencia científica, vive en Nueva York y está trabajando desde allí en el proyecto de globalizar la exitosa experiencia local que llevó a cabo en Saint-Maurice haciéndola extensiva a todo el mundo. Es decir, quiere instaurar una iatrocracia universal o gobierno de la casta médica y farmacéutica. Sin embargo, el doctor Knock ya no es aquí el médico rural que con la ayuda del maestro y del boticario consigue hospitalizar a toda la población de Saint-Maurice, y lucrarse con el desempeño de su fraudulenta profesión. 

    Ahora es todo un personaje de renombre internacional, una suerte de doctor Mengele, que no pretende tanto matar a sus pacientes como el siniestro Ángel de la Muerte, sino prolongar su existencia cuantitativamente convirtiéndolo en paciente crónico a costa de anular cualitativamente su vida, con lo que finalmente acaba dándoles la muerte en vida sin llegar a quitársela del todo. Han transcurrido veinticinco años, y el doctor ha llegado muy lejos, pero aún pretende llegar más lejos todavía, con su proyecto de iatrocracia y de creación de la OMU, la Organización Médica Universal, una especie de Organización Mundial de la Salud, que será la encargada de imponer la gobernanza mundial con la inducción y declaración de la misteriosa epidemia 235. ¿Estamos ante un ligero divertimento literario o se trata de algo más, acaso una sátira despiadada? ¿Es una mera ficción o un fiel reflejo de la realidad? ¿Se trata de una profecía que tres cuartos de siglo después de escrita se ha visto cumplida? 

 

Fotograma de 'Knock' de Guy Lefranc (l951)

     De alguna manera el doctor Knock está prefigurando el moderno concepto de disease mongering o el lucrativo negocio para la industria farmacéutica de la promoción de enfermedades y de los enfermos imaginarios, convertidos primero en pacientes y finalmente en clientes, a los que suministrarán sus medicamentos. La propagación de enfermedades, impulsada por poderosas estrategias publicitarias de márquetin, convierte a las personas sanas en enfermos, desperdicia recursos valiosos y causa daños iatrogénicos, transformando problemas benignos en patologías graves, alarmando a la población mundial con pronósticos catastrofistas, exagerando la prevalencia de los problemas por descenso de los valores normales, y la redefinición de las vicisitudes de la existencia, por ejemplo de la vejez, que es un proceso natural, como patologías que hay que tratar.

    Jules Romains ha puesto de manifiesto los mecanismos que mueven el mundo, la creación de necesidades para el consumo de fármacos, en este caso, para lo que es fundamental en principio informar y adoctrinar a las masas y a los individuos a fin de que se conciencien de los peligros que corren y se consideren enfermos, si no es efectivamente en acto, al menos en potencia aristotélica. Para eso doctores tienen la Iglesia y la Ciencia, que es la nueva religión, con sus cohortes de expertos científicos, biólogos,  virólogos, epidemiólogos... Ya nos había advertido el nuevo médico rural de Saint-Maurice de que no había nada más sospechoso médicamente hablando que un hombre sano y nada más peligroso que el estado de buena salud, ya que en su seno dormita como la bella durmiente del cuento infantil la enfermedad, que es preciso despertar para tratarla convenientemente, para lo que el doctor se granjea la complicidad del boticario, que en pequeña escala representa el gigante colosal de la moderna industria farmacéutica. 

Fotograma de 'Knock' de Guy Lefranc (l951)
 

    Me planteaba yo hasta qué punto esta obra podría interesar hoy a un público más amplio, y si valdría el esfuerzo de traducirla, publicarla y rescatarla del olvido de su hasta ahora única edición, y creo que, al igual que la pieza de teatro, merece mucho la pena porque de alguna manera estamos asistiendo a lo que en ambas se vaticinaba: la expropiación de la salud a la que Iván Illich se refería en su “Némesis médica” (1975), cuando decía, por ejemplo, denunciando la pandemia iatrogénica en el prefacio: “La medicina institucionalizada ha llegado a ser una grave amenaza para la salud”.

    Estamos ante un texto que podrá ser tachado de alimentar una teoría de la conspiración, pero lo que hace es precisamente todo lo contrario. No inventa una conjura, sino que denuncia la de la casta fármaco-médica que existe realmente y viene de muy lejos, y que, en aras de lo que podríamos llamar la Sanidad, sacrifica la salud y por lo tanto la vida de la gente. Se trata, sin duda, de un texto subversivo que revela la existencia de una doctrina secreta de carácter iniciático que como la alquimia medieval nos promete el Magnum Opus, la piedra filosofal de la eterna juventud que venza a la mismísima muerte con los fármacos experimentales de las vacunas antitanáticas, cuya mentira y fracaso se revelará al final estrepitosamente. 

    La traducción se puede descargar clicando sobre la imagen:


jueves, 26 de agosto de 2021

El específico antes que la enfermedad

Suele decirse que no hay que “poner la venda (o la tirita) antes que la herida”. En el mundo anglosajón se dice if it ain't broke, don't fix it, o sea que si no está roto, no lo arregles, o lo que es lo mismo no hay que complicar las cosas o complicarse uno la vida complicando las cosas, que suelen ser bastante sencillas, sin necesidad. Este dicho ha alcanzado nueva vida poniéndose en latín según la ocurrencia de Henry Beard, que en su libro "Latin for all occasions" y su secuela "Latin for even more occasions", lo latinizó así: "Si fractum non sit, noli id reficere".

Algo así podríamos hacer nosotros un poco más vulgarmente con nuestro dicho: "No te limpies el culo antes de cagar". Como suena un tanto brusco por la referencia escatológica a la defecación y a la parte de nuestra anatomía donde la espalda pierde su digno nombre, como se solía decir, podemos expresarlo en latín, que resulta más fino: "Noli podicem detergere, priusquam cacaueris" o "... cacaris" con síncopa coloquial de perfecto.

Es importante diferenciar prevención y cura previa. Puedes ponerte un casco para no romperte la cabeza, pero no vendarte la cabeza como si ya la tuvieras rota. Puedes hacerte un torniquete si te ha picado una víbora, pero no hacerte uno cuanto todavía no te ha picado. Esa es la diferencia entre la prevención del accidente, que es algo en principio muy sensato, y la anticipación de la cura, que es la precaución llevada hasta el paroxismo de la paranoia. En efecto, no resulta muy sensato anticiparse tanto como para pretender poner remedio a lo que todavía no ha sucedido.


 Pero sobre la prevención de accidentes de tráfico podemos decir algo más aquí recordando lo que apuntaba Iván Illich. No basta con las limitaciones de velocidad, los semáforos, La prohibición de drogas y alcohol al volante, los cinturones de seguridad, los cascos para las motos para reducir los accidentes de tráfico; habría que reducir el tráfico a lo imprescindible, que sería el transporte de mercancías y no tanto el de personas, que disponen para sus traslados naturalmente de sus extremidades inferiores. Hasta tal punto nos hemos dejado esclavizar por los vehículos que hemos renunciado al uso de nuestros propios pies, con las nefastas consecuencias que eso conlleva para nuestra salud.

Ya que he mencionado aquí al llorado Iván Illich, recordemos su triple caballo de batalla: Si la gente se hace cada vez más cautiva de una velocidad que la retrasa, de una instrucción que la embrutece y de una medicina que le desequilibra la salud, es porque más allá de cierto umbral de intensidad la dependencia de bienes industriales y de servicios profesionales destruye la potencialidad del hombre, y la destruye de una manera específica. (Párrafo entresacado de su ensayo 'La convivencialidad'). Triple paradoja: velocidad que retrasa, instrucción que embrutece y medicina que nos enferma convirtiendo a todas las personas en pacientes sin estar enfermas. 


 Me viene como anillo al dedo esta viñeta del tebeo En Patufet, núm. 1699, publicado en Barcelona en catalán que vierto al castellano, que no dejan de ser dos lenguas hermanas e hijas del latín, el 6 de noviembre de 1936. Se trata de un diálogo entre un científico 'loco' que dice "-Mire, acabo de inventar un específico que me hará ganar una fortuna". Un paisano le pregunta: -¿Y qué enfermedad curará ese específico?" Y el científico despistado, que se da cuenta de que ha puesto el carro antes que los bueyes, reconoce: -"¿Eh? Ah, la enfermedad no la he inventado todavía."


 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Cabos sueltos

 Esperando a los bárbaros

Hay alarma por la llegada masiva de migrantes, como se ha puesto de moda decir ahora para no liarse con los prefijos latinos in- y e(x)-, a la vieja Europa. Algunos han cifrado en 50 millones el número de moros en la costa que aguardan para desembarcar en los próximos años. Dicen que vienen a destruir nuestra cultura y a acabar con nuestro sistema económico. El Imperio Romano está a punto de derrumbarse otra vez. La noticia me trae a la memoria unos versos del poema inolvidable de Constantino Cavafis: “Esperando a los bárbaros”. Todo el mundo esperaba la masiva llegada de los inmigrantes ilegales, pero “se hizo la noche, -cedo la palabra al poeta-, y los bárbaros no llegaron. / Algunos han venido de las fronteras / y contado que los bárbaros no existen. /¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? / Esta gente, al fin y al cabo, era una solución”.
El saqueo de Roma por los bárbaros en 410. Joseph-Noel Sylvestre (1890)

oOo
¡Vivan las caenas!
A la constitución de 1812 se la llamó la Pepa porque fue aprobada por las cortes de Cádiz el día de san José, que es el 19 de marzo en el calendario cristiano, y a los Josés o Joseses se les denomina coloquialmente “pepes” ( y “pepas” a las Josefas). La explicación que suele darse y que yo conozco de este hipocorístico es que cuando la iglesia medieval citaba a José de Nazaré añadía siempre a continuación la aposición “pater putativus” que significa “padre putativo”, es decir, presunto padre de Jesús de Nazaré, a veces simplificada p.p., como el Partido Popular, al que se conoce como el pepé con acento agudo, a diferencia de nuestro pepe con acento paroxítono: se non è vero è ben trovato. La Pepa, pues, se convirtió en un estandarte liberal contra el absolutismo borbónico monárquico durante la ocupación francesa, pero una vez expulsado el invasor, muchos españoles volvían a aclamar al monarca, y así frente al grito de guerra de "¡Viva la Pepa!" de los liberales, los partidarios del antiguo régimen gritaban: "¡Vivan las caenas!", una expresión a favor de las "cadenas" y en contra de la "libertad". Ni unos ni otros comprendían que ambos gritos eran al fin y al cabo el mismo grito: porque la Pepa, aquella constitución, igual que esta otra que padecemos ahora, tampoco era la libertad, si no otro nombre de los muchos que podían adoptar las cadenas.

 oOo
Extra scholam nulla salus.
La moderna pedagogía se basa en el dogma de que no puede haber educación fuera del recinto escolar monopolizado por el Estado y el capital privado o subvencionado con fondos públicos. Al igual que el dogma de la iglesia católica Extra ecclesiam nulla salus, los modernos pedagogos nos dan a entender que fuera de la escuela en el sentido más amplio del término no puede haber ninguna educación. A la pregunta de qué es la educación, su respuesta es: lo que se imparte en la escuela. Con lo que entramos en un dialelo o círculo vicioso. La educación se ha convertido en el artículo de fe de la nueva religión laica mundial: nos saca de nosotros mismos y nos pone en camino hacia una nueva tierra prometida. Es tal la globalización o ecumenismo de esa fe que la naturaleza religiosa de la educación, como señaló Iván Illich, pasa casi inadvertida.
 
oOo
¿Qué es qué y quién es quién?
 
 
¿Qué sucede cuando nos preguntamos al modo socrático ¿qué es? (τί ἐστιν)? La pregunta está pidiendo a gritos una definición, una respuesta definitiva, pero la propia exigencia de definición demuestra que lo que se pregunta no está claramente determinado, por lo que al preguntarlo lo ponemos en tela de juicio y cuestionamos. Resulta que el pronombre interrogativo griego tónico τί (qué, latín quid, como en el "quid" de la cuestión) es la forma neutra del indefinido átono τι (algo), y lo mismo sucede con la forma no neutra τίς (quién, latín quis), correlato tónico del indefinido átono τις (alguien). El resultado de esa pesquisa suele ser una aporía, es decir, un callejón sin salida. Cuando preguntamos con qué,  ponemos el énfasis del acento τί en algo indeterminado τι, lo mismo que cuando preguntamos con quién, poniendo el énfasis del acento  τίς  en alguien indeterminado τις, digamos que en cualquiera, para entendernos, lo que revela que por mucho que nos empeñemos estamos ante un claroscuro, ante una gama de difuminados y sutiles grises entre lo blanco y lo negro que nunca llegan a una definición clara y precisa, porque definir una cosa supone convertirla en idea, idealizarla, y tomarla por lo tanto por la cosa que no es.