martes, 6 de abril de 2021

Nótulas coronavíricas (y III)

Los gobiernos pretenden, seguramente con la mejor intención del mundo, salvar a sus súbditos de la muerte, cosa que no pueden hacer porque los mortales no tenemos el don de la inmortalidad. Sin embargo insisten en su misión de “salvar vidas” con una expresión que recuerda a la que esgrimía la Iglesia de “salvar almas (del purgatorio)”. Tanto el argumento de “salvar vidas” que aduce el Estado Terapéutico ahora como el de “salvar almas” que aducía la Iglesia antaño son la coartada perfecta que sirve para justificar la razón de ser de ambas instituciones benéficas,  que, so pretexto de hacer el bien velando por nuestra integridad corporal y espiritual respectivamente, hacen el mal y no poco, sino mucho. En aras de salvar nuestra vida y nuestra alma matan a la gente, condenándonos a la peor de las muertes en vida, aterrorizándonos con el espantajo de la señora inmortal de la guadaña, y a la desesperada salida del suicidio. El Ogro Filantrópico nos ama tanto que  se dedica a hacernos imposible  la vida que tenemos, es decir, a suministrarnos la Muerte por nuestro bien después de aterrorizarnos con la amenaza de la muerte que pende como espada de Damoclés sobre nuestras cabezas coronadas. Las condiciones que se imponen reducen el mero vivir a un subsistir o existir desprovisto de vitalidad y de libertad, que es lo que hace una vida digna de vivirse. El distanciamiento social que nos aleja de nuestros semejantes porque son peligrosos, acercándonos a la fantasmagoría de la World Wide Web donde los contactos  no son contagiosos como los carnales y gozosos, el uso de mascarillas que nos impiden respirar adecuadamente, y la interminable soledad que nos empuja al consumo de todo tipo de fármacos legales e ilegales. 

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Qué bueno lo que dice la subdirectora general esa de la OMS de que es "normal que haya personas que han sido inmunizadas y mueren".   Vaya, vaya... Según parece,  la inmunización como le dicen a la presunta vacunación no nos da la inmortalidad que casi  nos prometían a cambio del chute del suero mágico...  Los afirmacionistas de la letalidad del virus coronado decían que cuando moría una persona con patologías previas y CON el virus coronado (es decir con PCR positiva) había muerto POR causa del virus siempre, mientras que los negacionistas decíamos que el virus era casual, no causal, y que los fallecimientos se debían más bien a las patologías previas unidas a lo avanzado de la edad de la mayoría de los fallecidos y a las medidas de contención del presunto virus. Pues bien, ahora se han cambiado las tornas. Cuando muere alguien después de haber recibido la presunta vacuna, es decir, cuando muere CON la presunta vacuna puesta, los que defienden la letalidad del virus, dicen que es casual y no causal la relación con los casos de trombosis cerebrales, por ejemplo, que se están investigando, mientras que nosotros, los negacionistas de la letalidad del virus coronado, decimos que ha muerto POR la presunta y que la relación es causal, o, por lo menos, concomitante. ¿Mucha coincidencia, no? Convencidos como estamos de la maldad intrínseca de la presunta vacuna, nos hacemos eco del escepticismo popular que ha razonado que muchas veces suelen ser peores los remedios, como este de matar pulgas a cañonazo limpio, que las enfermedades que se pretenden combatir. No nos entra en la cabeza la terca fe de carbonero que están poniendo los medios, con la televisión a la cabeza, en su defensa a pesar de, como cacarean ellos, toda evidencia científica. Permítasenos, al menos, dudar de la seguridad de la presunta. 

 

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