jueves, 29 de abril de 2021

Un código QR en el cielo de Changái

    El código QR (Quick Response en la lengua del Imperio, de Respuesta Rápida en la nuestra) es una evolución bidimensional cuadrada del código de barras lineal que ya conocíamos en los productos de consumo, y que almacena datos codificados. El código QR es algo que, poco acostumbrados como estábamos, cada vez estamos empezando a ver más en España.
 
 
    Recuerdo la primera vez que vi uno en un restaurante. Al pedir la carta, me dijeron que escaneara el susodicho código, al que había que acceder a través del móvil y del programa correspondiente que lo leía. El camarero justificó con la mejor de sus sonrisas la ausencia de carta de menú por razones sanitarias. La típica cartulina manoseada por los clientes ya no estaba disponible porque podía ser un nido de viruses y contagiar el peor de todos ellos, el coronavirus o virus coronado, que estaba causando estragos, que había contagiado a una de cada cien personas en el mundo, y de ese uno por ciento de los que lo habían contraído estaba matando a uno de cada centenar, aunque se nos hizo creer a todos desde el primer momento que lo habíamos todos contraído ya sea en acto o en potencia aristotélica, y que por lo tanto íbamos a morir más tarde o más temprano de COVI o con COVI. 
 
 
 
    La inclusión de software que lee códigos QR en teléfonos móviles le permite al usuario que utiliza la aplicación (y que al mismo tiempo es utilizado, en voz pasiva, por ella) la comodidad de no introducir datos (números y letras) de forma manual en el teléfono, cosa que para las personas de edad avanzada es algo farragoso y engorroso por la falta de práctica y torpeza de nuestros dedos y por los problemas de visión, que con la presbicia, que en griego quería decir "vejez", vamos adquiriendo. 

    Cuando era pequeño y yo tenía una vista de lince me dijeron que ya vería lo que entonces no acertaba a ver algún día (“ya lo verás, ya lo verás... cuando seas mayor"), y lo que veo ahora, cuando ya soy eso que llaman una persona mayor, es que no veo nada sin gafas y veo muy poco con ellas. 
 
     Las direcciones y los URL (Uniform Resource Locators en la lengua del Imperio, o localizadores de respuesta uniforme en la nuestra) incrustados en códigos QR se están volviendo cada vez más comunes en revistas, anuncios publicitarios,  y hasta en tarjetas de presentación y de visita. Se están, pues, haciendo moneda de uso corriente gracias a que permiten simplificar en gran medida la tarea de introducir detalles individuales en la agenda o lista de contactos de un teléfono móvil. Ahí radica su éxito.


Chagái (China)

    Pero lo último sobre estos códigos que he oído es que en el Extremo Oriente, en el cielo nocturno de Changái se ha visto recientemente un código QR gigante, el más grande formado en el mundo hasta la fecha que pasará a engrosar el libro de los records que se le ocurrió escribir al ejecutivo de la cervecería irlandesa Guinness, formado con mil quinientos drones luminosos que sobrevolaron por la noche la gran ciudad china. Formaban así la bandera de la nueva religión tecnocrática, para que la gente pueda, apuntando con sus aparatos supuestamente inteligentes, o dotados al menos, digamos, de una inteligencia artificial, ya que no natural, descargarse juegos de vídeo que entretengan su lento, sumiso y pausado caminar hacia la muerte.


    Al parecer la China comunista/capitalista es uno de los países del mundo donde más se utilizan estos códigos de barras bidimensionales. Al escanearlos con los móviles, llevan a los usuarios a la página de descarga para que instalen el producto correspondiente, lo que no deja de ser una interesante muestra publicitaria de mercadotecnia para pescar incautos muy efectiva.

2 comentarios:

  1. «Este embrujo [y aceptación] no es el producto de una superstición o de una ilusión que bastaría con echar abajo, es un embrujo práctico: es su sujetamiento a los dispositivos, el hecho de que es solamente acoplados a tal o cual dispositivo que se experimentan como sujetos». (Tiqqun)

    La ambición sobre las posibilidades que les ofrece el espacio les lleva a desarrollar
    «programas de teledetección de la Tierra, que pueden ayudar a disminuir los efectos de la epidemia por medio de la tecnología espacial, como es el caso de la teleepidemiología con actividades de seguimiento, preparación y respuesta. En este sentido, la Agencia Europea del Espacio (ESA) ha indicado que esta pandemia prácticamente ha paralizado la vida cotidiana tal como la conocemos [visionarios ellos]. Incluso cuando se haya detenido la propagación de esta enfermedad altamente infecciosa, el mundo se enfrentará a enormes desafíos para volver a la normalidad».

    Su delirio cinéfilo es tal que ponen los ojos en el espacio y miran desde allí el agotamiento del mundo terrícola:

    «En estos últimos meses, en plena pandemia, las actividades espaciales se han desbordado dirigiendo la mirada hacia los asteroides, hacia la Luna y hacia Marte. La empresa Space X envió astronautas a la Estación Espacial Internacional y otras empresas se disputan el liderazgo, como Planetary Resources, Deep Space Industries, Aten Engineering, TransAstra Corporation o Space Tango. También Asteroid Mining Corporation en el Reino Unido; Japón ha creado Ispace; Luxemburgo cuenta con Kleos Space. Incluso ahora, empresas como Google Virgin o Microsoft están impulsado proyectos tales como Lunar X Prize con la idea de realizar una misión lunar únicamente financiada por capital privado. Además, hemos orbitado Júpiter con la nave Juno y conocido su campo magnético, su campo gravitacional y su geología. El programa Tiangong de China prevé construir una estación espacial orbital modular, o Israel o India tampoco se quieren quedar atrás. En cuanto a China, en los últimos tiempos se ha convertido en una potencia espacial, después de conseguir posar la sonda Chang’e 4 en la cara oculta de la Luna, por primera vez en la historia de la humanidad, sin olvidar su logro al aterrizar la nave Chang’e 5 con un rover lunar, que ha rescatado muestras lunares por primera vez en medio siglo. El proyecto Artemis-1 de los Estados Unidos calcula enviar seres humanos a la Luna de forma permanente, con el apoyo de la Estación Espacial Deep Space Gateway, que se va a construir en órbita lunar. En este último mes se ha enviado a Marte el orbitador Hope de los Emiratos Árabes Unidos, la misión Tianwen-1 de China o el rover Perseverance de la NASA, que ya ha amartizado. Rusia y China construirán conjuntamente una estación lunar científica espacial en la Luna, con la idea de realizar un modelo de investigación lunar opuesto al proyecto Artemis de los Estados Unidos, lo que nos permite vislumbrar otra nueva ‘guerra fría espacial’. Además, cabe tener en cuenta que Rusia, el primer país en enviar un hombre al espacio, en 1961, calcula enviar una sonda de exploración, como paso previo a lanzar una misión tripulada con rumbo a la Luna a partir de 2031».

    Por aquí abajo los algoritmos se van haciendo con nosotros y arriba en el cielo drones, naves y estaciones espaciales de ensueño.

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  2. Parece, sí, que se han lanzado otra vez a la carrera de la conquista del espacio en loca competición. Y parece que van buscando en la Luna, en Marte y por ahí arriba la vida que no encuentran en el planeta Tierra, donde hasta respirar aire puro se ha hecho una tarea imposible. No hacía falta que la Agencia Europea del Espacio, (la ESA esa) nos dijera que la pandemia ha paralizado la vida cotidiana tal y como la conocíamos, convirtiéndola en mera supervivencia y en un "sálvese quien pueda". Gracias por el comentario.

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