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miércoles, 15 de mayo de 2024

Armados hasta los dientes (I)

    "El riesgo de guerra no es inminente, pero no es imposible", alertaba en febrero la regenta de la Comisión Europea, cuyo nombre propio no vamos a mencionar aquí. Y, siguiendo su estela, la ministra de la Guerra española, cuyo nombre tampoco mencionaremos, todos los nombres propios son intercambiables, cacareaba en marzo que la amenaza de guerra era “total y absoluta”. 
 
    Dos años después de la guerra en Ucrania y con Oriente Medio incendiado por la guerra de Israel en Gaza y la amenaza de un estallido de onda más amplia, los mandamases europeos han desenterrado el hacha de la guerra. No solo hablan a las claras y sin tapujos de “guerra”, sino que han aumentado el gasto militar a unos niveles “sin precedentes”, según el informe que publica anualmente el Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo (Sipri), según informaba The Guardian.
 
     Por primera vez, el gasto militar del gobierno ha aumentado considerablemente en los cinco continentes del globo terráqueo según el grupo de expertos Sipri, alcanzado un nivel récord de 2.440.000 millones de dólares, lo que supone el mayor aumento anual del gasto gubernamental en armas en más de una década. 
 
    A nadie se le escapa que hay un riesgo de conflagración porque las armas llevan escritos en ellas sus fines, y su fin es la guerra, y el fin de la guerra no es la paz, sino la victoria. 
 
    En contra de que se pueda hacer un buen uso de las armas, sacaba Rafael Sánchez Ferlosio en su Campo de retamas el refrán "puestos a reñir, el cuchillo es el que manda" y añadía sutilmente: "pero lo que vengo yo preguntándome hace tiempo es si no podría ser, en cambio, que fuese el cuchillo el que mandase ponerse a reñir". Y aducía en su apoyo el verso de Homero: El hierro por sí solo atrae al hombre, donde 'hierro' es metonimia de armamento en general, como en el dicho "el que a hierro mata, a hierro muere".
 
 
    No cabe duda de que las armas ejercen una fascinación en los seres humanos que es el aliciente que los empuja a manejarlas: el hierro de por sí arrastra al hombre a la guerra, independientemente del empleo bueno o perverso que quiera hacerse de él. No es el hombre el que tira del hierro, sino al revés: Es el hierro quien tira del hombre, como tradujo acertadamente don José Manuel Pabón al castellano el refrán homérico, lo que contradice el único argumento de los defensores del uso de las armas: no las usamos los hombres, sino que nos usan ellas a nosotros.  
 
    No somos, pues, los hombres los que hacemos un uso bueno o malo de las armas; el único uso bueno que cabe hacer de ellas es no usarlas; son las armas las que nos usan a nosotros y nos  convierten en carne de cañón, y ya se sabe para qué sirven, para nada bueno. Una pistola lleva escrito en sí misma el fin para el que ha sido fabricada. El gatillo llama al dedo urgentemente para que lo apriete. 
 
 
   El aumento sin precedentes del gasto militar es una respuesta directa al deterioro global evidente de la paz y la seguridad. Los dos Estados que más gastan (o mejor dicho invierten) en armamento son los Estados Unidos y la China, que vienen a sumar la mitad del gasto militar mundial según la citada fuente de información. 
 
    Lógicamente este dinero público es una inversión que general capital. La esencia del Estado es la guerra, como se ve a las claras, pero es también la esencia del Capital, que encuentra en ella actualmente su mejor inversión, con obsolescencia programada incluida. No se busca la paz, sino la victoria. Hemos pasado del capitalismo vírico al bélico en la búsqueda constante de nuevos mercados e inversiones.

viernes, 2 de febrero de 2024

Seis cosillas más.

 ¡Viernes! Por fin el esperado y anhelado fin-de-semana, el güiquén en la lengua del Imperio, pero, cuidado, no es ni mucho menos el fin de la semana todavía.

 La prensa oficial, creadora y criadora de la opinión pública, siguiendo dictados de arriba, prepara a la población para aceptar cañones en vez de mantequilla.

Jugadores, hagan juego y pregúntese a propósito quién ganará más: ¿Ganará el que gane o el que pierda? El que pierde ganará, y el que olvide lo sabido lo sabrá.

 El alumbrado navideño es el alma de la navidad que se enciende y se apaga celebrando una vez más que el año que termina, el mismo, resucite y vuelva a comenzar.

 Dice el reportero de guerra avergonzarse del gobierno español cada vez que se topa con armas made in Spain en los campos de batalla tercermundistas y olvidados.

 Hay que preocuparse, prepararse y precaverse de la prevista y prefabricada enfermedad X, veinte veces más letal que la pandemia coronaviral; así que prevenidos.
 

martes, 23 de mayo de 2023

Armas pacíficas, pacíficas armas

    Un ex presidente del Gobierno de las Españas de cuyo nombre propio no merece la pena acordarse condenó públicamente hace unos años el ataque de Israel a la franja palestina de Gaza, reconociendo, acto seguido, públicamente sin empacho alguno que nuestro país había vendido armas a Israel, pero añadiendo, con cínica hipocresía, «no se ha matado a ningún palestino con armas españolas». 

    ¿Qué clase de armas eran esas que no mataban al enemigo? Pues eran fusiles, pistolas, ametralladoras y, silenciadores para más recochineo, que acallaban la detonación impactante de dichas armas de fuego. 

    Y es que, al parecer, hay armas –y no nos habíamos percatado de ello hasta ahora- estrictamente pacíficas e inofensivas, que no hacen "pum", o si lo hacen no lo capta nuestro oído, silenciadas que están, y no matan a nadie. Son sólo disuasorias, es decir que pretenden infundir miedo y no meter plomo en el cuerpo del adversario. Son armas inocentes que, contra el dicho popular, no las carga el diablo sino san Miguel Arcángel, el Jefe de los Ejércitos de Dios. Y no preguntemos quién es el adversario: El enemigo es aquel al que se convierte en objetivo militar y se dispara.

 Moneda romana. Cara del emperador, y dios Marte pacificador con lanza y rama de olivo (270 d. de C.) 

    Podría parecer a primera vista que España no vende muchas armas, o solo se las vende a Israel. Pues nada más lejos de la realidad: nuestro país es uno de los mayores proveedores de armas del mundo, el séptimo suministrador mundial de armas convencionales, sí, de armas pacíficas de esas que no matan a ningún palestino, según el cínico dicho de aquel ex presidente del Gobierno. También hay que decir que nuestro país ha incrementado notablemente su gasto militar, ordenado por el gobierno más progresista de nuestra historia, como gusta definirse.

    La venta de unos aviones de combate y de unos buques de guerra a Venezuela fue calificada por ese mismo personaje como una «operación comercial con armas pacíficas». Que era una operación comercial lucrativa nadie lo pone en duda. El comercio de armas es uno de los negocios más lucrativos del mundo. Que los aviones de combate y buques de guerra sean armas pacíficas es otro cantar que no se lo cree casi nadie, no hay más que reparar en las expresiones aviones 'de combate' y buques 'de guerra', que lo dicen todo. Claro está que las armas no hacen daño a nadie mientras no se usen, pero el problema es que se venden y se compran no para guardarlas en el armario bajo la custodia del maestro armero sino para usarse.

    La entonces ministra de Defensa española declaraba, a la sazón, sin rebozo alguno ni sonrojo tampoco por su parte: «Soy una mujer pacifista». No le suponía ninguna contradicción lógica decir que era pacifista y administrar, a la vez, el Ministerio de la Guerra, hoy denominado de Defensa. Pero iba más lejos aún: «…y el Ejército también es pacifista». Quería convencernos de que las fuerzas armadas eran piadosas hermanitas de la caridad con dos pistolas al cinto encargada de sembrar la paz beatífica a su paso.

    Y lo decía tan serios tanto el uno como la otra, como si no fueran conscientes del oximoro o estúpida agudeza que había usado. El oximoro, como se sabe según los manuales de retórica, es una contradictio in terminis consistente en armonizar dos conceptos opuestos, en una sola expresión formando así un concepto nuevo fruto de la contradicción, cuyo significado se desprende no de su sentido literal, que es absurdo (por ejemplo, «un dolor placentero»), sino del sentido metafórico.
 

      En el año 2021 la Unión Europea engendró el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, cuyo objetivo era, como indica su nombre, contribuir económicamente al mantenimiento de la paz previniendo los conflictos bélicos y fortalecer la seguridad y la estabilidad internacionales. Pues bien, estos fondos están financiando como se sabe desde su creación la compra y la entrega de armas cada vez más sofisticadas y ofensivas a un país extracomunitario, la Ucrania de Zelenski, contribuyendo así a subvencionar dicha guerra so pretexto de defender la paz.

    El eximio oximoro que está detrás de la política de la UE es el orgüeliano “La paz es la guerra”. La idea no es extraña, es la “pax Romana” o, más modernamente, “pax Americana”, siguiendo el principio Si uis pacem, para bellum”, que significa que si quieres la paz prepares la guerra. Y en ese sentido se le aplica al dios de la guerra, al fiero y viejo Mavorte, al padre Marte, pues era según la leyenda mítica padre de Rómulo y Remo y por lo tanto de todos los romanos, un epíteto controvertido como “pacifer”: MARS PACIFER (o PACATOR): Marte portador de la paz, el pacífico Marte, Marte pacificador, el pacifista Marte, igual de pacifista que aquel ex presidente que justificaba el tráfico de armas, como el actual, que nuestra Ministra, que todos los Ejércitos y todas las pacíficas armas que vende España a sus socios y a sus clientes.

 Napoleón como Marte pacificador, Antonio Canova (1809)

    Un personaje histórico, por otra parte, tan poco sospechoso de pacifista como fue Napoleón Bonaparte, hijo eximio de la revolución francesa, fue considerado Marte pacificador. El escultor italiano Antonio Canova, maestro del neoclasicismo esculpió al general como un colosal dios Marte victorioso e idealizado. El emperador está desnudo, como las estatuas de los dioses y héroes de la antigüedad clásica, si se exceptúa la capa militar que se apoya en su hombro. Su brazo izquierdo sostiene una lanza, y el derecho un globo sobre el que se yergue una Victoria alada, personificación de la helénica Nike de Atenea.
 
 
    Conviene recordar que la revolución francesa, fruto de la Ilustración como era, no acabó con la monarquía en la guillotina e instauró la república, como nos enseñan los libros de texto de la historia oficial. Lo que hizo en verdad fue reforzar e insuflar nueva savia al viejo tronco monárquico. De ella salió precisamente Napoleón, uno de los monarcas más absolutos que en el mundo han sido, el gran déspota, el Gran Rey, que llegó a contar con un ejército que ya lo hubieran querido para sí los régulos anteriores. Él y no otro, precisamente, creó el servicio militar obligatorio moderno que algunos hemos padecido en carne propia todavía, y al que el pueblo español le dedicó aquella copla: 'Me cago en Napoleón, / me cago en José Primero, / y puestos así a cagar, / me cago en el mundo entero'.  

    Resulta sarcástico considerar, pues, a Napoleón Bonaparte, como a Marte, el viejo dios de la guerra y padre de los romanos, y a todos los políticos progresistas o conservadores, que vienen a ser lo mismo, a todos los ejércitos y armas del mundo instrumentos de la paz. Pero ya se sabe, eso tiene sentido en un mundo posmoderno como el nuestro en el que reina la mentira, o posverdad, y en el que a la guerra impunemente se la llama paz.

martes, 14 de enero de 2020

A vueltas con las armas

Los defensores de las armas hacen hincapié en que son instrumentos neutros, es decir ni buenos ni malos per se, sino todo lo contrario. Insisten en que puede hacerse un uso mejor o peor de ellas, según la intención del que las maneje. Pueden emplearse como disuasorias o defensivas para protegerse de una agresión, justificando así su uso, o como ofensivas, a fin de perpetrarla. 
 

En contra de eso, cita Ferlosio en su Campo de retamas el refrán "puestos a reñir, el cuchillo es el que manda" y añade sutilmente: "pero lo que vengo yo preguntándome hace tiempo es si no podría ser, en cambio, que fuese el cuchillo el que mandase ponerse a reñir". Y aduce en su apoyo el verso de Homero: El hierro por sí solo atrae al hombre. 
 

Homero, en efecto, transmite ese refrán o proverbio un par de veces en la Odisea (canto XVI, verso 294 y canto XIX, verso 13): αὐτὸς γὰρ ἐφέλκεται ἄνδρα σίδηρος, lo que tradujo al latín Andrea Divo como ipsum enim atrahit uirum ferrum, y Samuel Clarke como ipsum enim allicit uirum ferrum.
El hierro (σίδηρος en Homero, ferrum en latín) es aquí metonimia de las armas en general, como en nuestro dicho "el que a hierro mata, a hierro muere", y el verbo homérico ἐφέλκεται, o sus traducciones latinas atrahit y allicit, implica que las armas ejercen una fascinación en los seres humanos que es el aliciente, derivado de allicit precisamente, que los empuja a manejarlas: el hierro de por sí arrastra al hombre a la guerra, independientemente del empleo bueno o perverso que quiera hacerse de él. 

No es el hombre el que tira del hierro, sino al revés: Es el hierro quien tira del hombre, como tradujo acertadamente don José Manuel Pabón al castellano el refrán homérico, lo que contradice el único argumento de los defensores del uso de las armas: no las usamos los hombres, nos usan ellas a nosotros. 

No somos, pues, los hombres los que hacemos un uso bueno o malo de las armas; el único uso bueno que cabe hacer de ellas es no usarlas; son las armas las que nos usan a nosotros, y ya se sabe para qué sirven, para nada bueno. Una pistola lleva escrito en sí misma el fin para el que ha sido fabricada. El gatillo llama al dedo urgentemente para que lo apriete. 

Las armas no sólo las carga el diablo, como dice el refrán, sino que además el diablo las fabrica, trafica con ellas y justifica su empleo. Hay algo de perversamente diabólico, además, en la lógica del mercado de este sistema capitalista que padecemos que prohíbe las drogas duras porque matan -olvidando que también sirven para otras cosas- y no prohíbe las armas, que sólo sirven para cometer un crimen