Si hay gente que no se conforma con los videojuegos bélicos y necesita desfogarse disparándose y librando batallitas en la vida real, debería usar artefactos de juguete o armas blancas —curioso adjetivo que las blanquea— no letales para proteger sobre todo a las víctimas colaterales que no quieren que las maten.

No
hay que olvidar, que para desahogarse y confrontarse con los demás
existe el deporte competitivo, una excelente válvula de escape, que además
da pábulo a los medios de información estupefaciente, garantizando la
paz mediante el rendimiento físico y las reglas universales del deporte,
aunque esto, nos tememos, no es suficiente para alimentar la voracidad
de la industria armamentista que junto con la farmacéutica gobiernan.
Hay
Estados que poseen muchas industrias de armamento que generan y
facturan muchos millones de monises al mes y que matemática—, estratégica— y
financieramente no tienen ningún interés en el desarme, por lo que
fomentan el rearme y apuntan a incrementar el gasto en Defensa, con D
mayúscula de Dios.
Son
empresas que dan, además, empleos directos o indirectos a muchos miles y
millones de trabajadores, que podrían, es verdad, reciclarse
profesionalmente —nunca es tarde para desaprender un oficio y aprender otros si hace falta—,
no estaría nada mal, mucho mejor, dejar de trabajar, que, el trabajo,
como se sabe, no es ninguna bendición de Dios, no nos engañemos, sino
todo lo contrario: la maldición de una esclavitud.
Lógicamente
—y sabemos que la lógica no basta para quienes se interesan por lo que
no lo es— las armas de fuego deberían prohibirse igual que las drogas
sintéticas, por ejemplo. A menos que decidamos legalizar las drogas
sintéticas, argumentaría alguno, que no estaría mal, si no fuera porque no hace falta, dado que ya están parcialmente comercializadas: producidas por los grandes grupos
farmacéuticos —Sanofi, Bayer, Pfizer, Servier, etc.—, recetadas
sistemáticamente por médicos y consumidas inocentemente como
"medicamentos" (¡otra estafa semántica!) por clientes/pacientes viejos,
convierten a nuestros países en residencias de ancianos drogadictos...

Traicionados
en numerosas ocasiones por nuestros líderes bajo la presión de los
grupos de presión —los que mandan son los más mandados-, no vamos a dedicarnos a defender la paz -que ese es
el argumento de los gobiernos y sus respectivos ministerios de Defensa —llamados de la Guerra, cuando a las cosas se las llamaba por su nombre:
al pan, pan y al vino, vino; y además, hay paces como la de los
cementerios y la imperial que no parecen muy atractivas ni deseables—,
la no violencia o el irenismo —irene es el nombre de la paz en griego— sino a combatir la guerra: desmilitaricémonos.
Repitámoslo
una vez más: si civil se opone a militar, civilizado es lo contrario de
militarizado. Civilicémonos un poco más desmilitarizándonos y
desarmándonos. Desmilitarizar el mundo también significa desideologizar
sistemas y mentes. Deshacerse de creencias, naciones y banderas. Como
escribía aquel joven Savater —juventud, divino tesoro, que cantó Rubén— en “Las razones del militarismo” (1984): “Hoy
todavía se nos presenta como el mayor mérito de las banderas el que
mucha gente ha dado su vida por ellas y pocos se atreven a ver
precisamente ahí la mejor razón para detestarlas”. El verdadero patriotismo consiste en odiar las patrias, todas y cada una, las grandes y las chicas, empezando por la propia de uno.
《El espectáculo diario de la información, las redes sociales y las series televisivas, lleva años volcado en una tarea política crucial: 'Entretener a los que esperan'. ¿A los que esperan qué? Tal vez a que la anestesia de la diversidad, la de la indiferencia, cristalice en una fluidez irreversible, sin vuelta. De ser así, en cierto modo los demócratas habría[n] superado a los nazis, que al menos tenían una remota idea de la barbarie que estaban desatando.》
ResponderEliminarhttps://brownstoneesp.substack.com/p/el-triunfo-genocida-del-nihilismo
Gracias por la sugerencia. Me ha gustado también esto que escribe allí mismo Castro Rey: "Quizá para algunos de nosotros, cada día menos, la barbarie desatada en Palestina es doblemente hiriente porque pone sobre la mesa algo que últimamente habíamos querido olvidar, la crueldad del orden social en el que vivimos".
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