viernes, 20 de junio de 2025

Zona de Bajas Emisiones (II)

“Érase (o había) una vez... “ solían comenzar tradicionalmente los cuentos, ahora, sin embargo, empiezan “Según recientes estudios científicos de expertos...”
 
Al Estado moderno no le importan ni la raza ni la religión de sus súbditos, sino el control totalitario de ellos independientemente de su color o de su credo.
 
Es proverbial y tópica la imagen del tiempo que vuela fugaz, el tempus fugit de los relojes, pero ¿de qué va a huir el tiempo si no es de su cómputo e ideación?
 
Científicos crean «proactivamente» una vacuna antes incluso de que el próximo posible agente patógeno causante de una pandemia se convierta en empírica amenaza.
 
En el nombre de 'Dios' se anula la oposición entre nombre común y propio, porque ya no hay dioses, sino un solo Dios, el individuo absoluto único en su especie.
 
A diferencia de los dioses inmortales, nosotros, los mortales, morideros que somos, tenemos todo el futuro, o, lo que es lo mismo, toda la muerte por delante.
 

El sistema educativo no ha fracasado, ha triunfado y obtenido un éxito clamoroso destruyendo, tal era su objetivo, la curiosidad y el razonamiento de los niños.
 
Ni pesimismo ni optimismo, dos cultismos fraguados sobre 'pésimo' y 'óptimo', que nos convierten en profetas superlativos de lo que desconocemos, el futuro.
 
El Estado no combate el crimen, lo administra, como administra la vida y la muerte del ciudadano; la biopolítica fucoltiana se convierte así en tanatopolítica.
 
Hoy he vuelto al parque de mi infancia al que iba a jugar, pero no había ningún niño jugando, solo viejos -y yo uno de ellos, ya me doy cuenta, por supuesto.
 
El tiempo es Cérbero, el portero del infierno, es decir, de nuestro mundo, el cancerbero monstruoso de las tres cabezas: el pasado, el presente, y el futuro.
 
 
 Señoras y señores, he de informarles de que lo único 'verde' que hay en la llamada green economy y la transición ecológica es el color de los billetes verdes.
 
En un mundo donde la información viaja a la velocidad de la luz, la verdad entre el tumulto de las opiniones personales se desvanece brillando por su ausencia. 
 
Cada día el ojo sin párpado de Dios instala más cámaras de vigilancia en las calles de las ciudades engulléndonos a fin de controlarnos por nuestra seguridad.
 

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