martes, 24 de junio de 2025

Hase caló, musha caló

    Hemos entrado en el verano, y resulta que empezamos no con alegría sino con preocupante alerta sanitaria por las altas temperaturas que se alcanzan en España, el país del sol. Las autoridades sanitarias nos advierten de lo peligroso que es el astro rey. Y en algunos lugares como en la villa y la corte cierran el Parque del Retiro, que es un lugar agradable para pasear a la sombra de los árboles o para sentarse a leer o a charlar con alguien. ¿Cierran parques en medio de una ola de calor? ¿Dónde se está mejor que a la sombra cuando aprieta la calor? A este paso van a acabar cerrando los bosques, la naturaleza y las playas por las condiciones climatológicas adversas, y poniendo puertas al campo por nuestro bienestar, no por otra cosa, por supuesto.  

 
    Las ciudades son cada vez más inhóspitas: apenas hay bancos para sentarse la gente, y apenas quedan árboles, para ponerse a su sombra: los han arrancado de cuajo, así que muchos optan por confinarse en su domicilio, siguiendo una vieja costumbre cada vez más habitual. Los medios divulgan mensajes apocalípticos: termómetros que se abrasan marcando más de cuarenta grados centígrados a la sombra, mapas meteorológicos con colores rojos ígneos que recuerdan los fuegos del infierno de Pero Botero, noticias y más noticias climáticas... consiguen así que el calor sea el tema de conversación de la masa televidente, que es, por aquello de si no lo veo no lo creo, la masa también telecreyente. 
 

     Se impone el cuento climático. El calentamiento global se cobra sus víctimas de las que nos rinden puntual cómputo cumplido. Aparecen titulares como este en los pocos periódicos de papel que quedan y en la prensa virtual de las pantallas: Al menos 75 personas han muerto sofocadas de calor en lo que va de junio, según el Instituto Carlos III, siendo este mes el más mortal de la última década (y eso que todavía no se ha finiquitado). Pero, atención, añaden por si había algún incrédulo todavía que desconfiase del dato del prestigioso instituto: otros sistemas de medición de mortalidad por altas temperaturas elevan las cifras hasta los 1.486 fallecidos, que no son moco de pavo. 
 
    Seguimos, como en la superchería de la pandemia, contando los muertos cotidianos, que son los que dan veracidad al relato. Si la gente se muere de eso, no puede ser que eso no exista. Las culpas de todos los males las tiene el cambio climático, y la culpa de este -siempre hay que buscar la culpa, que es la causa- la tiene el homínido sapiente.
 
    Por supuesto que hace calor, el mismo que hace todos los veranos más o menos por estas mismas fechas. No hemos nacido ayer. Algunos ya peinamos canas, y podemos decir que el calor no es ninguna novedad. 
 
    Ya lo cantaban hace dieciocho años Mojinos escozíos, y proponían combatir la ola de calor con la correspondiente ola de cerveza: pájaros muertos por las calles, termómetros derretidos, aceras que echan humo, ríos que se evaporan, y la gente metida en sus casas por el miedo a las altas temperaturas... 
 
    Además,  ahora que tenemos vacaciones y podemos follar sin muchas prisas, las autoridades sanitarias, que están para aguarnos la fiesta, nos dicen que tengamos muchísimo cuidadito con las ITS, que son, por si no lo sabíamos, las infecciones de transmisión -como la vida misma- sexual. Además, hay que tener cuidado si se chinga sin precaución, no vaya uno a reproducirse, que tal y como están las cosas no es económicamente muy recomendable. Así que muchas parejas recurren a tener un perrihijo, y si no se lo pueden llevar de vacaciones, se lo encaloman enseguida a sus abuelos, que lo convierten enseguida en su perrinieto y lo malcrían. 
 
    Así que, qué va a hacer uno en su casa si no se puede salir a la calle porque no hay árboles que valgan como refugios climáticos, pues ponerse a ver la tele y a enchufarse a interné que se encargan de distraernos con infinidad de noticias: guerras al otro lado del mundo, como si no tuviéramos suficiente con la camuflada que tenemos aquí. Y, además, ¿para qué se hacen las guerras? Las guerras no se hacen para ganarse, no, sino para perpetuarse.
 
  
    También las pantallas nos dan buenos y saludables consejos: Gracias a los presuntos avances de la Ciencia y de su legión de expertos, que son los listos de la clase que saben de todo, nos dan unas pautas generales y vagas de salud que no sabemos muy bien de dónde salen y que nadie cuestiona, y nos dicen que nos hagamos una serie de pruebas, análisis y chequeos cada cierto tiempo por si acaso estamos enfermos y no nos habíamos percatado de ello, no vayamos a ser asintomáticos e inconscientes. Que les den a sus guerras, a su cambio climático y a las autoridades sanitarias que son, no hace falta decirlo, lo que más perjudica a nuestra salucita.

1 comentario:

  1. La Administración o el Estado en su ominosa función de ordenar y administrar (la muerte sobre todas las cosas) no tiene otra ocurrencia que cerrar los parques, una contribución más a que el pánico circule libremente, siendo esa circulación el último estímulo del Capital para asegurar que el encierro teledirigido mueva el dinerillo de los contribuyentes y mantenga conectada y enredada a la audiencia, pues sin ella y la produción mediática que la alimenta, ¿como podría sostener el dominio de sus negocios y esa orquestación ideológica con IA y pericia hollywoodense de sus escenarios de guerra, expertez y protagonismo imbécil?

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