viernes, 7 de junio de 2024
Ante la impostura de los comicios europeos
lunes, 9 de octubre de 2023
La guerra saludable del Estado
sábado, 1 de julio de 2023
Hostis est intus (El enemigo está dentro)
Desde el 22 de febrero del presente año, casi sin darnos cuenta, está operativa en toda la curtida piel de toro de las Españas de Dios y presente en nuestros teléfonos móviles la aplicación tecnológica ES-Alert, después de haber sido probada escalonadamente en determinadas zonas de todas las españitas o reinos de taifas durante los meses de octubre y noviembre, como dábamos cuenta de ello aquí.
ES-Alert es un engendro integrado en la Red de Alerta Nacional, gestionado por el Ministerio del Interior a través del Centro Nacional de Seguimiento y Coordinación de Emergencias (CENEM) de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias.
Esta tecnología, que nos ha venido impuesta por la Unión Europea, le permite al Gobierno enviar mensajes de alerta generalizados a la población en situaciones de catástrofe, a través de una aplicación que está insertada en los teléfonos móviles. El mensaje será bilingüe, en español y, como no podía ser menos, en la lengua del Imperio, que es la de la Unión Europea, que nos quiere a todos angloparlantes.
Es un sistema que se conoce también con el nombre de 112 inverso, porque en lugar de ser los ciudadanos los que llamando a ese número advierten de una emergencia a las autoridades, son ahora estas las que alertan a la ciudadanía.
En primer lugar parece algo positivo y útil en casos de emergencia real, pero tengamos en cuenta que puede haber falsas emergencias. Además, siempre ha habido catástrofes y nunca hasta ahora una invasión de nuestra privacidad, en lo más íntimo que es nuestro teléfono supuestamente inteligente.
Como señala el filósofo italiano Diego Fusaro, el hecho provoca algunas perplejidades, como, por ejemplo, que el gobierno pueda como el Gran Hermano declarar una emergencia irreal ante un enemigo invisible dándonos órdenes orgüelianas como las que ya hemos padecido: no salgas de casa, mantén la distancia social, ponte la mascarilla, vacúnate...
La segunda perplejidad es que la citada aplicación se puede desactivar -yo mismo la he desactivado en mi dispositivo-, pero no desinstalarse, porque viene de fábrica. En el caso de un móvil como el mío con el sistema Androide, se va al menú de “Ajustes”, de ahí a “Seguridad y emergencias”, después a “Alertas de emergencias inalámbricas”, y ahí se puede desactivar la opción, que viene ya activada de “Permitir alertas”, y quitarle la vibración y el pitido al móvil. Allí se encuentra instalada y activada por defecto la opción que nos ocupa de “Pre-Alerta de Protección Civil”.
El Gobierno, en efecto, a partir de ahora puede declarar las emergencias reales o irreales que desee: fenómenos meteorológicos adversos, erupción de volcanes, terremotos, epidemias o accidentes químicos, entre otras catástrofes, porque de lo que se trata es de convertir la excepción en regla, y en términos de Giorgio Agamben, imponer el Estado de Excepción, es decir, la suspensión provisional y extraordinaria del orden jurídico, como paradigma normal de gobierno.
domingo, 18 de septiembre de 2022
Las horas nocturnas
Seguro que uno, antes de hacer la mili, como se llamaba antes al servicio militar obligatorio, no sabía que la noche se dividía en cuatro partes o turnos de vigilancia que hacían los centinelas en el cuartel, donde dormían los compañeros de armas. Estas guardias nocturnas venían a durar un par de horas cada una. La primera y la cuarta eran las más cómodas de hacer para el centinela porque no implicaban la interrupción del sueño. Una de las primeras cosas que aprendían los reclutas en el cuartel es que eran un privilegio de los veteranos, a los que estaban reservadas. A los bisoños -conejos les llamaban despectivamente- les tocaba hacer siempre la segunda o la tercera, que partían por la mitad el descanso nocturno fastidiándoles el sueño.
Eran estas guardias nocturnas una herencia de los campamentos romanos, que dividían la noche en cuatro cuartos que denominaban vigilias (uigiliae, en latín, que procede del verbo uigilare, que significa 'estar en vela, no dormir') que denominaban: prima, secunda, tertia, quarta uigilia. Entre nosotros las vigilias se llamaron velas: la vela de la prima noche, la vela de la modorra, la vela de la modorrilla y la vela del alba, respectivamente, división que aún perdura en los ejércitos, y de la cual se extiende el uso de la palabra "modorra" como cansancio somnoliento que arrastraban los soldados que la habían padecido.
Pronto se denominaron en castellano “centinelas imaginarias”, expresión que, según el maestro Corominas, se abrevió en “imaginarias”. La palabra 'centinela" procede del italiano sentinella, pronunciada en castellano con ceceo, derivada del verbo sentire, sentir en sentido general y oír en particular, y significa tanto vigilancia como vigilante. Se denominaron así, al parecer, porque los centinelas custodiaban por la noche en los cuarteles de tropa un aposento que guardaba las imágenes religiosas, pero en el siglo XIX ya había tomado el significado actual de 'soldado que hacía la guardia de noche en un cuartel'.
Frente a esta división cuartelera y militar de la noche, hay otra, de la que nos informa Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, que parte la noche en siete horas: el véspero (propiamente la tarde o período vespertino, cuando sale el lucero, es decir, el planeta Venus), el crepúsculo, ese período incierto y dudoso en que no sabemos distinguir entre luz y tinieblas, el conticinio, que es la hora en que todo está en silencio, la intempesta o noche muy entrada, el galicinio, cuando el gallo empieza a cantar, el matutino y el dilúculo, que es propiamente la hora de despertarse.
Giorgio Agamben ha publicado un precioso texto, poético y filosófico a la vez, titulado “Las siete partes de la noche”, siguiendo la clasificación que hace Isidoro de Sevilla. En él la noche es una metáfora de los tiempos que estamos viviendo, donde no se distingue la luz de la oscuridad, lo verdadero de lo falso, una noche intempestiva, es decir, fuera de su ciclo natural, como el amodorramiento que todos padecemos. Y esto es lo que escribe a propósito del tercer período nocturno, el Conticinio, el momento en el que todos callan y reina un silencio, pero no el silencio buscado del durmiente, que es sosiego, sino el del enmudecimiento, un silencio impuesto, sepulcral.
¿Por qué callasteis? Que los tiempos fueran oscuros, que el crepúsculo reinara en todas partes no bastará para justificaros. ¿Por qué callasteis? Aunque ya no pudierais distinguir la luz de la oscuridad, al menos deberíais haberlo dicho, al menos deberíais haber gritado en el crepúsculo, en la hora incierta entre perro y lobo. El vuestro no era el silencio de quien sabe que no puede ser escuchado, de quien en la mentira universal tiene algo que decir y por eso da un paso al frente y calla. El vuestro era el silencio connivente del que calla en la noche porque eso es lo que hace todo el mundo. "Es cierto", diréis, "era injusto, pero callé, porque todos lo hacían". Sin embargo, la mentira hablaba y vosotros la escuchasteis. Y vuestro silencio cubría también la voz de quien, a pesar de todo, intentaba hablar, sacar de su mutismo a la tercera parte de la noche.
domingo, 4 de septiembre de 2022
En la casa de citas con Agamben, Bobbio, Debord, Dostoyesqui, Luis Rosales y Galeano
martes, 9 de agosto de 2022
El bluf de Byung-Chul Han
¿Es Byung-Chul Han un nuevo astro rutilante de la filosofía moderna o más bien, haciendo uno de esos juegos de palabras a los que él es tan aficionado, un filosofastro? No se puede negar que es el filósofo más famoso del mundo en la actualidad. Su libro de hace diez años 'La sociedad del cansancio' se ha traducido a cuarenta idiomas. Un superventas. Un superstar. El que más vende y el que más y mejor se vende, el más vendido y comercial, leído incluso por personas que no leen nunca ensayos filosóficos.
Se deja ver con mucha dificultad. No le gusta prodigarse en viajes pero ha hecho una excepción aceptando la invitación de la UIMP de Santander este verano para conocer a su público español. Hay una larga cola para obtener la firma preciada del autor. Odia ser grabado, sólo se siente cómodo expresándose en alemán. A pesar de su origen coreano, se vende como deustcher Philosoph, haciendo suyo el prestigio de la lengua de Marx, Freud y Nietzsche. ¿El inglés? Es el instrumento de los dominadores, la lengua del Imperio, como decimos a veces por aquí, en la que rechaza expresarse.
Crítico de la digitalización, que no aborrece sin embargo, lamenta su mal uso al servicio del capital y de la economía. Dice cosas ingeniosas en pocas palabras como que ya no habitamos el cielo y la tierra, sino la Nube y Google Earth en su lugar. Escribe muchos libros breves de no más de cien páginas cada uno con frases concisas, contundentes, lapidarias y viralizables enseguida.
Del esmarfon, al que denomina Phono Sapiens, sólo le interesa la posibilidad de identificar algunas plantas. Confiesa que solo lo lleva encima cuando sale al encuentro del reino vegetal. Los aficionados a la botánica, sin embargo, dicen que aplicaciones como PlantNet fallan más que una escopeta de feria. Solo exhibe ahora un viejo nokia que muestra al público para darle la hora y servirle de teléfono, sin conexión a la Red.
El filósofo, que hace alarde de su profesión, se dedica a cultivar, epicúreamente, su jardín particular, su jardín secreto, lo que le reporta bienestar y felicidad. El jardín es un lugar romántico. Según él, un antídoto contra la digitalización y la informatización del mundo.
No hace falta orientalizar Occidente, dice, porque Occidente dispone de su propio jardín oriental de literatura y delicias, que es el romanticismo, del que se declara heredero, todo un neorromántico.
¿Crítico con la pandemia? En cuanto nos obliga a fijarnos en las pantallas alejándonos del mundo y alienándonos. En ningún caso critica el tratamiento político que se ha hecho de ella, sino que se inscribe dentro de la corriente oficial.
Cuando se le pregunta por los filósofos actuales, afirma que los lee poco, que prefiere los clásicos, sobre todo Nietzsche, siempre actualísimo, y especialmente Walter Benjamin, el único filósofo al que le gustaría abrazar.
Aprecia a Giorgio Agamben, pero dice que ha desbarrado con la pandemia porque equiparó el Green Pass a un medio de control y discriminación de los ciudadanos, dando pábulo a las teorías de la conspiración, por lo que no ha rendido un buen servicio a la filosofía. Encerrado en su propia prisión, Agamben ha dejado de pensar, cautivo de su propio pensamiento. Le sugiere sin embargo al rector de la UIMP, presente ocasionalmente en la sala, que invite a Agamben el próximo curso a impartir una lección magistral, si bien es un filósofo difícil de entender por el gran público porque habla igual que escribe.
La idea agambeniana del «estado de excepción», ligada al totalitarismo, está hoy día obsoleta. No sirve para explicar el presente según Han. De eso no se da cuenta Agamben. Reconoce sin embargo que Agamben tiene obviamente razón al sostener que la pandemia trasformó la vida en supervivencia, reduciéndola a «nuda vida», pero le reprocha su conspiranoia.
Byung-Chul Han estuvo dos meses en Roma durante la pandemia. Puso como condición que lo alojaran en una casa con jardín, y fue hospedado en la lujosa Villa Massimo viviendo en su torre de marfil. Confiesa que fue muy feliz en la ciudad eterna, visitando pequeñas iglesias católicas a las que iba en bicicleta. En una de ellas, llamada San Bernardo alle Terme, tuvo incluso una suerte de revelación, como declaró a la prensa italiana: comprendió que el Espíritu Santo es lo esencialmente Otro.
Aprovechando su estancia en Villa Massimo invitó a Agamben, como buenos colegas y discípulos que son ambos de Heidegger y Hanna Arendt. Pero Agamben se disculpó enviándole un correo personal donde le decía que no podía asistir porque no tenía pasaporte cóvid, en Italia bautizado como green pass. Ni corto ni perezoso, Han hizo pública esta confesión leyendo el correo electrónico, acusando al filósofo italiano de politizar una invitación amistosa, cargando contra él en los siguientes términos en un vídeo subido a la Red:
Esto es lo que dice Han: «He invitado a Agamben a un encuentro en Villa Massimo. También el Goethe Institut le ha enviado esta propuesta. Agamben me ha respondido a mí y al director del Goethe Institut que temía no poder aceptar esta invitación porque para ambas invitaciones le sería necesario el green pass. Él no tiene green pass. Depués de recibir este e-mail he perdido mucho respeto por Agamben. Lo que hace es un abuso político de una invitación amistosa. Usa la amistosa invitación para manifestar testarudamente su problemática postura. Agamben en su avanzada edad no se deja vacunar, porque ve en la vacunación un objetivo político de dominio del Estado o porque como muchos antivacunas teme que la vacunación lo haga volverse impotente, y simplemente tonto. Yo mismo no estoy de acuerdo con el green pass en el puesto de trabajo y en particular con la amenaza que nos pueda caer encima si no se respeta la normativa. Pero aquí no nos sirve su teoría del Estado de Excepción. Solo me gustaría preguntarle si esta medida es conforme a la democracia y a la constitución. La democracia no es algo que venga dado de una vez por todas, sino algo por lo que es necesario luchar siempre. Tengo la sensación de que Agamben no sabe qué es la democracia».
Byung-Chul Han, sin embargo, sí sabe lo que es la democracia, de la que se declara firme defensor, mientras que Agamben ha cometido el 'error' filosófico de equipararla con la perfecta dictadura contemporánea, desenmascarando la más y mejor cumplida encarnación del Estado de Excepción.
Han demuestra con esta declaración que no le llega ni moral- ni filosóficamente hablando a la altura de la suela de los zapatos al maestro italiano, él sí, un verdadero filósofo viviente.
Han no es un astro de la filosofía, sino un filosofastro, es decir, un filósofo profesional sí, como él se encarga de repetir constantemente, pero un filósofo fake, un filósofo virtual, un filósofo light, un bluf que no tiene la calidad necesaria para ser considerado como auténtico filósofo.
jueves, 14 de abril de 2022
Giorgio Agamben: 'Estado de excepción y guerra civil'.
En un libro publicado hace unos años, Stasis(1). La guerra civil como paradigma político (2017), intenté demostrar que en la Grecia clásica la posibilidad -recalco la palabra "posibilidad"- de la guerra civil funcionaba como un umbral de politización entre el oikos(2) y la polis(3), sin el cual la vida política sería inconcebible. Sin la stasis, el levantamiento de los ciudadanos en la forma extrema de la disidencia, la polis ya no es una polis. Este vínculo constitutivo entre la stasis y la política era tan inextricable que incluso en el pensador que parecía haber fundado su concepción de la política en la exclusión de la guerra civil, a saber, Hobbes, sigue siendo virtualmente posible hasta el final.
La
hipótesis que quiero proponer es que si hemos llegado a la situación
de despolitización absoluta en la que nos encontramos, es
precisamente porque la posibilidad misma de la stasis
ha sido progresiva- e integralmente excluida de la reflexión
política en las últimas décadas, también a través de su
identificación subrepticia con el terrorismo. Una sociedad en la que
se excluye la posibilidad de la guerra civil, es decir, la forma
extrema de disidencia, es una sociedad que sólo puede deslizarse
hacia el totalitarismo. Llamo totalitario a un pensamiento que no
contempla la posibilidad de enfrentarse a la forma extrema de la
disidencia, un pensamiento, es decir, que sólo admite la posibilidad
del consenso. Y no es casualidad que sea precisamente por el
establecimiento del consenso como único criterio de la política por
lo que las democracias, como nos enseña la historia, han caído en
el totalitarismo.
Como suele ocurrir, lo que se ha alejado de
la conciencia resurge en formas patológicas, y lo que ocurre hoy en
día es que el olvido y la falta de atención a la stasis
van de la mano, como observó Roman Schnur en uno de los pocos
estudios serios sobre el tema, con la progresión de una especie de
guerra civil mundial. No se trata sólo del hecho, que tampoco debe
pasarse por alto, de que las guerras, como ya habían señalado hace
tiempo juristas y politólogos, hayan dejado de ser formalmente
declaradas, y, transformadas en operaciones policiales, adquieran las
características que habitualmente se asignaban a las guerras
civiles. Lo decisivo hoy es que la guerra civil, al formar un sistema
con el estado de excepción, se transforma como éste en un
instrumento de gobierno.
Si se analizan los decretos y las medidas aplicadas por los gobiernos en los dos últimos años, queda claro que están dirigidos a dividir a los hombres en dos grupos opuestos, entre los que se establece una especie de conflicto irresoluble. Infectados y sanos, vacunados y no vacunados, pasaportados y no pasaportados, integrados en la vida social o excluidos de ella: en cada caso, la unidad entre los ciudadanos, como ocurre en una guerra civil, se ha roto. Lo que ha sucedido ante nuestros ojos sin que nos demos cuenta es que las dos formas-límite del derecho y la política han sido utilizadas sin escrúpulos como formas normales de gobierno. Y mientras en la Grecia clásica la stasis, en la medida en que marcaba una interrupción de la vida política, no podía en ningún caso ocultarse y transformarse en norma, ahora se ha convertido, como el estado de excepción, en el paradigma por excelencia del gobierno de los hombres.
(1) stasis: En griego tiene un significado general de acto de alzarse, levantamiento y uno particular, que es el que adopta Agamben, de contestación, desacuerdo; división política, rivalidad; sedición, sublevación, y en definitiva guerra civil.
(2) oikos: la casa, el ámbito privado, paralelo al concepto de zoé o vida física.
(3) polis: el Estado u organización ciudadana, paralelo al concepto de bios o vida social y política.
oOOo
(Publicado originalmente en italiano en quodlibet el 9 de abril de 2022, recoge la intervención de Giorgio Agamben en la Commissione Du-Pre, Dubbio e Precauzione (Duda y Precaución) el 2 de abril en Roma, celebrada bajo el lema "La verdad es la primera víctima de la guerra. Del toque de queda pandémico al toque de queda de la razón". La Comisión Du-Pre nació en diciembre de 2021 y su manifiesto contra el pasaporte sanitario y la obligación de las vacuans fue firmado por ocho filósofos, entre ellos Agamben, ocho científicos y seis juristas).
miércoles, 2 de febrero de 2022
El fascismo del antifascista
Declaraba Pier Paolo Pasolini en 1974 en una entrevista a L'Europeo, recogida en la colección de artículos póstumos “El fascismo de los antifascistas” (Milán, 2018): Existe hoy una forma de antifascismo arqueológico que es además un buen pretexto para procurarse una patente de antifascismo real. Se trata de un antifascismo fácil que tiene por objeto y objetivo un fascismo arcaico que ya no existe y que no existirá ya nunca.” (...)
Por eso gran parte del antifascismo actual, o al menos lo que se llama antifascismo, es ingenuo y estúpido o es injustificado y de mala fe: porque lucha o pretende luchar contra un fenómeno arqueológico, muerto y enterrado, que ya no puede asustar a nadie. Es, en definitiva, un antifascismo totalmente cómodo y totalmente descansado.
Creo, creo profundamente, que el verdadero fascismo es lo que los sociólogos han llamado, con demasiada buena intención, "sociedad de consumo". Una definición que parece inofensiva, puramente descriptiva. Pero no. Si se observa bien la realidad, y sobre todo si se sabe leer en torno a los objetos, el paisaje, el urbanismo y, sobre todo, los hombres, se ve que los resultados de esta despreocuapda sociedad de consumo son los resultados de una dictadura, de un verdadero fascismo.(...)
En cambio, este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado la fibra, les ha dado otros sentimientos, otras formas de pensar, de vivir, otros modelos culturales. Ya no se trata, como en la época de Mussolini, de una regimentación superficial y escenográfica, sino de una verdadera regimentación que les ha robado y cambiado el alma. Lo que significa, en definitiva, que esta "civilización del consumo" es una civilización dictatorial. En resumen, si la palabra fascismo significa la arrogancia del poder, la "sociedad de consumo" ha alcanzado el fascismo.
Para mí, la cuestión es muy compleja, pero también muy clara: el verdadero fascismo, lo he dicho antes y lo volveré a decir, es el de la sociedad de consumo y los demócratas cristianos se han convertido, incluso sin darse cuenta, en los verdaderos y auténticos fascistas de hoy. (…)
La reflexión de Pasolini distingue un fascismo arcaico, histórico, ya inexistente, en el sentido propio de la palabra que agrupa a todo aquel que formó parte de un movimiento o partido político que estuvo activo en Italia de 1919 a 1945, o de otros partidos que, incluso después, se inspiraron abierta y justificadamente en él, y un fascismo genérico mucho más amplio con el que se refiere a todo aquel que para ejercer el poder no tiene reparos en utilizar diversas formas de violencia a fin de reducir a los demás a una condición de sumisión.
Su reflexión de hace cincuenta años sigue plenamente vigente, aunque nos resulten obsoletas ya las expresiones de la 'sociedad de consumo' y los 'demócratas cristianos'; habría que sustituirlas por el 'estado de bienestar', la 'social democracia' o la 'democracia' sin más u otras expresiones análogas, para actualizarlas.
Hay fascistas en este último sentido que se indignarían si alguien les llama así, porque muchos, por no decir la mayoría, suelen considerarse antifascistas en el sentido propio de enemigos de un régimen político que ya no existe.
La reflexión de Pasolini me recuerda el dicho que se atribuye a Ennio Flaiano, y que en realidad se debe a su amigo Mino Maccari: "Los fascistas se dividen en dos categorías: fascistas y antifascistas". Cuando dice “los fascistas” como sujeto de la frase está usando el término en sentido genérico, pero cuando lo dice en el predicado, equiparándolo con antifascistas, se refiere a los fascistas propiamente dichos y a los antifascistas, que para definirse necesitan recrear el monstruo que van a combatir, como el bombero pirómano que necesita provocar el incendio que va a apagar.
La paradoja quizá pretendía aludir a la irrelevancia de tales autoproclamaciones. Cualquier autoproclamado 'antifascista' puede suscitar en nosotros cierto recelo fundado en las mismas razones del que proclama que no es racista o que no es machista. Tanto para Macari, como para Flaiano o Pasolini hay fascistas en sentido amplio incluso entre los antifascistas en el sentido más restringido del término: nadie puede considerarse inmune.
Os vacunaremos a todos (Acción antifascista que pretende vacunar a todo el mundo contra su voluntad)Hoy en día el comportamiento fascista en sentido amplio parece aumentar a un ritmo rápido, probablemente con una progresión geométrica: hay en la sociedad actual comportamientos fascistas generalizados, camuflados en los hábitos y comportamientos habituales.
Como dice Giorgio Agamben, hablando de la situación actual y ciñéndose a su país, pero puede extrapolarse a cualquier otro, en Italia se ha producido un auténtico golpe de Estado so pretexto de una crisis sanitaria. Pone como ejemplo el allí llamado Green Pass, que representa el modelo político de lo que se llama “libertad autorizada”, que no concede nuevos derechos a la ciudadanía, pero que autoriza el ejercicio de los ya existentes: salir de casa, ir a un restaurante, tomar un tren... El Estado de excepción se ha convertido en la regla: ese es el fascismo actual que algunos antifascistas no quieren ver.
domingo, 28 de marzo de 2021
"¡Cuídate, España, de la propia España!"
Recupero un poema de César Vallejo (1892-1938) que llega a mi conocimiento por la traducción y reelaboración en italiano que ha realizado de él Giorgio Agamben, quien publica en su página su versión peculiar de “¡Cuídate, España, de tu propia España!”, incluido en la obra póstuma del poeta “España, aparta de mí ese cáliz” (1939). Así dice la versión de Agamben en versión original italiana:
Guardati Italia dalla stessa Italia
Guardati Italia dalla tua propria
Italia
guardati dalla croce senza Cristo
guardati dal martello
senza falce
Guardati dal vicino senza volto
guardati
dal boia con la maschera
guardati da chi brucia il tuo cadavere
Guardati dalla quarantena senza peste
e
dalla peste senza quarantena
guardati da chi ti separa dai tuoi
giorni
Guardati dal teschio senza
tibie
guardati dalle tibie senza il teschio
Guardati da chi
conta le tue morti
Guardati Italia dai tuoi nuovi potenti
guardati da chi osserva l’obbedienza
guardati Italia dalla
stessa Italia
oOo
Traduzco la versión de Agamben al castellano devolviéndole el vocativo “España” que Agamben ha sustituido
por “Italia”, respetando el hendecasílabo y restituyendo los signos de puntuación que el italiano evita.
¡Cuídate, España, de tu propia España! / ¡Cuídate de cruz que no tiene Cristo! / ¡Cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de tus vecinos sin rostro! / ¡Cuídate del verdugo enmascarado! / ¡Cuídate del que quema tu cadáver!
¡Cuídate de cuarentena sin peste / y de la peste sin la cuarentena! / ¡Cuida del que te aparta de tus días!
¡Cuida de la calavera sin tibias / y de las tibias sin la calavera! / ¡Cuídate de aquel que cuenta tus muertes!
¡Cuídate de tus nuevos poderosos! / ¡Cuídate del que observa la obediencia! / ¡Cuídate, España, de la misma España!
oOo
He aquí el poema original de César Vallejo que acaba con un dramático "¡Cuídate del futuro!" y tres puntos suspensivos:
¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate, España, de tu
propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate
del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar
suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar
suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate
tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate
de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las
calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del
que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus
vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del
cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del
cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus
héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la
República!
¡Cuídate del futuro!…
César Vallejo
viernes, 30 de octubre de 2020
El hombre sin rostro
Es frecuente en Cicerón el leitmotiv “imago animi uoltus, indices oculi”, que repite en varias de sus obras: el rostro es la imagen del alma, los ojos sus principales indicios. La cara es el espejo del alma, decimos nosotros en el mismo sentido. ¡Cuántas veces los ojos nos han traicionado, es decir, nos han delatado y dicho otra cosa distinta de la que pretendíamos decir!
Escribe precisamente Cicerón en Las leyes I, 9: Pues habiendo (la naturaleza) lanzado a los demás animales al pasto (a que paciesen), solamente al hombre lo irguió y lo predispuso a la mirada al cielo como su origen y antigua morada, y configuró entonces el aspecto de su cara de manera que reflejara en ella los sentimientos más recónditos. Pues no sólo los ojos muy expresivos hablan de cómo nos afecta nuestro estado de ánimo, sino que el llamado rostro, que no puede hallarse en ningún otro ser animado más que en el hombre, pone de manifiesto nuestros sentimientos.
(Texto original: Nam cum ceteras animantes abiiecisset ad pastum, solum hominem erexit et ad caeli quasi cognationis domiciliique pristini conspectum excitauit, tum speciem ita formauit oris, ut in ea penitus reconditos mores effingeret. Nam et oculi nimis arguti, quemadmodum animo affecti simus, loquuntur et is qui appellatur uoltus, qui nullo in animante esse praeter hominem potest, indicat mores).
Distingue Cicerón en el texto dos palabras para referirse a la cara: el os (species oris) y el uoltus. Os es propiamente la boca, palabra que se ha perdido como tal en la evolución del latín al castellano y que sólo conservamos en el adjetivo or-al, donde la -s- de la raíz se ha convertido en -r- al ir entre vocales en virtud de la ley fonética del rotacismo. Había otra palabra latina para referirse a la boca que era bucca, sinónima de os, pero de extracto popular y registro menos culto y literario, al parecer préstamo de origen celta, que es precisamente la que ha pasado a las lenguas romances. El os es una parte del cuerpo no exclusivamente humano, sino compartido con otros animales, mientras que el uoltus sólo se halla en el hombre, porque sería el rostro propiamente humano.
La palabra “rostro” que elegimos para traducir uoltus, deriva del latín rostrum, que a su vez procede de *rod-(s)-trom, del verbo rodere “roer, rumiar”, significaba lo que sirve para roer, hocico, pico, boca... y designaba tanto la reja del arado como el espolón de una nave de guerra, de ahí que los rostra fueran en Roma sinónimo de tribuna de los oradores, y por lo tanto sinónimo del foro, porque dicha tribuna estaba decorada con los espolones o mascarones de proa de las naves capturadas al enemigo. La palabra está documentada en castellano en el siglo XV como sinónimo de cara, aunque previamente era el pico u hocico puntiagudo de un animal, como en latín, y poco después pasó a designar la jeta humana de aspecto bestial.
En principio la palabra uoltus, que se conserva en italiano volto con el significado de “rostro”, ha desembocado en el castellano bulto, siguiendo la curiosa trayectoria que señala Coromines: en principio significó lo mismo que en latín, pero en seguida se aplicó a las cabezas de los santos (1517), luego a las estatuas que figuraban de relieve del cuerpo de una persona especialmente en las sepulturas, para acabar designando a la masa corporal de una persona y finalmente a una masa cualquiera, es decir, a cualquier bulto.
Si os es la cara por sinécdoque de la parte, boca, por el todo, uoltus sería el rostro, es decir, la cara que reconocemos enseguida como humana, la que no puede hallarse en ningún otro ser vivo salvo en el hombre, y esa cara, el rostro, es el auténtico espejo de nuestra alma.
Según Cicerón todos los seres vivos tienen cara, pero el ser humano tiene además, rostro, que tiene un lenguaje propio que a veces no puede expresarse con palabras y que no pocas veces las contradice. De hecho el lenguaje corporal, concretamente los ojos y la cara, expresan emociones, no sólo la tristeza o la alegría del estado de ánimo.
Según Giorgio Agamben, uno de los pocos intelectuales críticos contra las medidas políticas que han adoptado los Estados so pretexto sanitario, “el rostro es el lugar de la política”. El rostro sería el lugar del reencuentro con el otro, en cuyos ojos nos miramos y nos reflejamos como en un espejo. Lo que le lleva a decir que un país como el suyo (Italia) o el nuestro, podemos decir nosotros, que ha decidido cubrir los rostros de sus ciudadanos con mascarillas son países que renuncian a la política entendida en sentido amplio de vida social, decretando el distanciamiento como medida preventiva de futuros males mayores y la reducción de relaciones sociales y familiares. Son paísesen los que el Estado totalitario (y todos los Estados son totalitarios) decide salvar al pueblo a costa de su salud, sacrificándolo. Se dicen a sí mismos, aplicando el terrorismo de Estado: Salvemos al pueblo inmolándolo en aras de la salud.
sábado, 22 de agosto de 2020
Pólemos epidemios
No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.