Mostrando entradas con la etiqueta Agamben. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Agamben. Mostrar todas las entradas

viernes, 7 de junio de 2024

Ante la impostura de los comicios europeos

Publicamos el comunicado remitido por el Partido In-Existente ante la convocatoria de elecciones europeas que se celebrarán en España, si Dios no lo remedia, que probablemente no lo remediará, el próximo domingo 9 de junio de 2024. 
 

     Votar en estas elecciones, como por otra parte en cualesquiera otros comicios, por alguna de las fuerzas concurrentes, sean del signo que sean, tanto de las llamadas izquierdas como de las derechas, tanto extremas como más afines al centro donde unas y otras se encuentran y dan la mano, no tiene ningún sentido político si lo que se pretendía ingenuamente con el depósito del voto en la urna fúnebre de la democracia era que cambiasen las cosas, si lo que se pretendía era contestar el orden establecido del imperialismo neo-liberal y del capitalismo progresado, ya que todas las fuerzas que concurren, incluidas las que se declaran de oposición, no ponen mínimamente en cuestión el funcionamiento del sistema que gira en torno a esos dos polos que probablemente son uno solo y el mismo en el fondo del asunto. 
 
 
    Otro gallo cantaría si se presentase alguna fuerza política antagonista que pusiera en tela de juicio al menos uno de los dos -ismos, bien sea el capitalismo progresado, o bien sea el imperialismo neo-liberal imperante, o, mejor aún, entrambos dos. Podría tener algún sentido el voto en este supuesto si no fuera porque el mero hecho de participar en una impostura lo convierte a uno en impostor.
 
    Votar en estas elecciones, y en todas las demás, equivale a elegir un naipe de una baraja en la que todas las cartas sin excepción son la misma y están marcadas, por lo que la elección resulta trivial e indiferente. Recordamos, en este punto, lo que escribiera certeramente Theodor W. Adorno: Freiheit wäre, nicht zwischen schwarz und weiß zu wählen, sondern aus solcher vorgeschriebenen Wahl herauszutreten. (Minima moralia 85)."La libertad consiste no en elegir entre blanco y negro, sino en escapar de toda alternativa preestablecida." 
 
 
    No votar, por el contrario, significa eximirse de la vulgar rechifla y tomadura de pelo que suponen estos comicios. Votar pensando en que así se pueden modificar las cosas significa no haber comprendido la tomadura de pelo y prestarse por lo tanto a dejar que se rían de nosotros a la puta cara, como suele decirse, aunque sea con las mejores y más respetables intenciones. 
 
    Escribía Giorgio Agamben recientemente a propósito del engendro de la Unión Europea en Europa o la impostura: dal punto di vista del diritto costituzionale, l’Europa non esiste: quella che chiamiamo «Unione europea» è tecnicamente un patto fra stati, che concerne esclusivamente il diritto internazionale. El hecho de que Europa, desde el punto de vista constitucional, no exista, como dice Agamben, podría animar al Partido In-Existente a votar por ella, si no fuera porque con nuestro voto precisamente estamos contribuyendo a dar existencia y consistencia a la impostura que denuncia el filósofo italiano. 
 
El rapto de Europa, Francisco de Goya (1772)
 
     Y más adelante añade: È allora perfettamente comprensibile che una entità politica senza una costituzione legittima non possa esprimere una politica propria. La sola parvenza di unità si raggiunge quando l’Europa agisce come vassallo degli Stati Uniti, partecipando a guerre che non corrispondono in alcun modo ad interessi comuni e ancor meno alla volontà popolare. L’Unione europea agisce oggi come una succursale della NATO (la quale NATO è a sua volta un accordo militare fra stati). En ese sentido, el Partido In-Existente y que no tiene ninguna pretensión de existir en el futuro ni de participar en su diseño, quiere denunciar estos comicios y la propia Unión Europea, que sólo existe gracias al cheque en blanco de nuestro voto, que sea el que sea, le otorga, aun sin pretenderlo, legitimidad. 
 
    Gane quien gane, es indiferente, porque nosotros, los habitantes de la vieja Europa raptada por el toro del Zeus norteamericano y atlantista,  siempre perderemos.  

lunes, 9 de octubre de 2023

La guerra saludable del Estado

    De alguna forma Randolph Bourne (1886-1918), del que hablábamos aquí, fue un escritor maldito, no sólo por su aspecto físico de fácil caricatura debido a su baja estatura,  rostro deformado por los fórceps en el parto, y jorobado, como consecuencia de la tuberculosis vertebral que padeció a los cuatro años, sino sobre todo por su firme postura contracorriente opuesta a la primera guerra mundial, que lo enfrentó a casi todos los intelectuales norteamericanos tanto progresistas como conservadores, que apoyaban la participación de su país en la guerra que había estallado en Europa y que iba, según creían, a poner fin a todas las demás, actitud antibelicista por la que fue marginado y lo expulsaron de los medios progresistas, que rompieron definitivamente con él, cada vez más aislado y marginado, cuando, en abril de 1917, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y se unió a la Triple Entente. 
 
Randolph Bourne
 
     Logró publicar algunos artículos en pequeñas revistas como The Seven Arts, que tuvo que cerrar al año de fundada, o The Masses, que fue clausurada bajo la acusación de poner trabas al reclutamiento militar obligatorio. 
 
    El 22 de diciembre de 1918, apenas un mes después de finalizado el conflicto bélico, Bourne moría a los 32 años de edad víctima de la epidemia de la llamada gripe española provocada por la guerra a la que tan implacablemente se había opuesto. 
 
    En este apasionante alegato, que cautivó a John Dos Passos, Lewis Mumford o Noam Chomsky, el Estado se quita su máscara pacifista y muestra su verdadero rostro beligerante, que se sirve de la guerra para extender su dominio sobre otros Estados y para aplastar toda disidencia interna con leyes de excepción que acaban normalizándose. Bourne hace un análisis mordaz de cómo el intelectual progresista americano, aliándose con las fuerzas más reaccionarias, abandona su pacifismo e internacionalismo y pasa a defender una guerra humanitaria que se hace en nombre de la democracia, de la libertad y de la propia paz, y muestra la esencia totalitaria del Estado que impone un único discurso y pensamiento. 
 
    La denuncia de Bourne, viniendo a nuestros días, sigue viva más de un siglo después: tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, hemos visto cómo se fabricaba un relato único y un consenso a todos los niveles y se imponía una censura a todo asomo de crítica en torno al apoyo militar a Ucrania. Nadie defiende una solución diplomática y pacífica del conflicto: hay que responder militarmente a la intolerable agresión militar.  Políticos e intelectuales que habían criticado el imperialismo yanqui y habían dicho "No a la guerra" en otras ocasiones respaldaban ahora el envío de armas al gobierno de Zelensky, y lo recibían a este con las manos abiertas: un actor títere que viste siempre de soldado y que se pasea por todo el mundo impunemente reclutando dinero y armas para enviar a su pueblo al cementerio. 


     Sin embargo, esta unanimidad resultaría incomprensible sin el fenómeno de la guerra al virus declarada previamente por la OMS y seguida por casi todos los gobiernos desde marzo de 2020. Recordemos aquellas proclamas: “Lo paramos (al enemigo, que era el virus) unidos, detener el coronavirus es responsabilidad de todos y todas. Si te proteges tú, proteges a los demás”. No podía haber fisuras, había que unirse contra el enemigo, que era la encarnación del mal, como enseguida pasó a serlo Putin, el zar democrático de Rusia. Se puso en marcha la propaganda de guerra: censura de los fact-checkers, intoxicación informativa... 
 
    El impulso gregario que, en palabras de Bourne, alienta el Estado con el sostén de los intelectuales para aplacar el menor signo de disidencia, encontró en la pandemia su mejor plasmación: esta, y no otra, era la inmunidad de rebaño que perseguían quienes nos gobiernan, que, como señala con mucho acierto Giorgio Agamben, pretende instalarnos en un estado de excepción permanente. Y de la pandemia hemos pasado al apoyo incondicional a Ucrania que ni siquiera ha sido objeto de debate en las recientes elecciones españolas, donde todos los partidos, tanto del gobierno como de la oposición, igual que en la pandemia, están de acuerdo y no ponen trabas al apoyo a Ucrania.  
 
    Hay que saludar la traducción al castellano de La guerra es la salud del Estado de Randolph Bourne, que publica entre nosotros ediciones El Salmón.

sábado, 1 de julio de 2023

Hostis est intus (El enemigo está dentro)

    Desde el 22 de febrero del presente año, casi sin darnos cuenta, está operativa en toda la curtida piel de toro de las Españas de Dios y presente en nuestros teléfonos móviles la aplicación tecnológica ES-Alert, después de haber sido probada escalonadamente en determinadas zonas de todas las españitas o reinos de taifas durante los meses de octubre y noviembre, como dábamos cuenta de ello aquí.

    ES-Alert es un engendro integrado en la Red de Alerta Nacional, gestionado por el Ministerio del Interior a través del Centro Nacional de Seguimiento y Coordinación de Emergencias (CENEM) de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias. 

"No te asustes si el móvil empieza a pitar y a vibrar."

     Esta tecnología, que nos ha venido impuesta por la Unión Europea, le permite al Gobierno enviar mensajes de alerta generalizados a la población en situaciones de catástrofe, a través de una aplicación que está insertada en los teléfonos móviles. El mensaje será bilingüe, en español y, como no podía ser menos, en la lengua del Imperio, que es la de la Unión Europea, que nos quiere a todos angloparlantes.

    Es un sistema que se conoce también con el nombre de 112 inverso, porque en lugar de ser los ciudadanos los que llamando a ese número advierten de una emergencia a las autoridades, son ahora estas las que alertan a la ciudadanía.

El nuevo sistema para encerrarte en casa con un simple SMS (en Italia, IT-Alert)
 

    En primer lugar parece algo positivo y útil en casos de emergencia real, pero tengamos en cuenta que puede haber falsas emergencias. Además, siempre ha habido catástrofes y nunca hasta ahora una invasión de nuestra privacidad, en lo más íntimo que es nuestro teléfono supuestamente inteligente.

    Como señala el filósofo italiano Diego Fusaro, el hecho provoca algunas perplejidades, como, por ejemplo, que el gobierno pueda como el Gran Hermano declarar una emergencia irreal ante un enemigo invisible dándonos órdenes orgüelianas como las que ya hemos padecido: no salgas de casa, mantén la distancia social, ponte la mascarilla, vacúnate...

 

    La segunda perplejidad es que la citada aplicación se puede desactivar -yo mismo la he desactivado en mi dispositivo-, pero no desinstalarse, porque viene de fábrica. En el caso de un móvil como el mío con el sistema Androide, se va al menú de “Ajustes”, de ahí a “Seguridad y emergencias”, después a “Alertas de emergencias inalámbricas”, y ahí se puede desactivar la opción, que viene ya activada de “Permitir alertas”, y quitarle la vibración y el pitido al móvil.  Allí se encuentra instalada y activada por defecto la opción que nos ocupa de “Pre-Alerta de Protección Civil”.

    El Gobierno, en efecto, a partir de ahora puede declarar las emergencias reales o irreales que desee: fenómenos meteorológicos adversos, erupción de volcanes, terremotos, epidemias o accidentes químicos, entre otras catástrofes, porque de lo que se trata es de convertir la excepción en regla, y en términos de Giorgio Agamben, imponer el Estado de Excepción, es decir, la suspensión provisional y extraordinaria del orden jurídico, como paradigma normal de gobierno.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Las horas nocturnas

    Seguro que uno, antes de hacer la mili, como se llamaba antes al servicio militar obligatorio, no sabía que la noche se dividía en cuatro partes o turnos de vigilancia que hacían los centinelas en el cuartel, donde dormían los compañeros de armas. Estas guardias nocturnas venían a durar un par de horas cada una. La primera y la cuarta eran las más cómodas de hacer para el centinela porque no implicaban la interrupción del sueño. Una de las primeras cosas que aprendían los reclutas en el cuartel es que eran un privilegio de los veteranos, a los que estaban reservadas. A los bisoños -conejos les llamaban despectivamente- les tocaba hacer siempre la segunda o la tercera, que partían por la mitad el descanso nocturno fastidiándoles el sueño.

    Eran estas guardias nocturnas una herencia de los campamentos romanos, que dividían la noche en cuatro cuartos que denominaban vigilias (uigiliae, en latín, que procede del verbo uigilare, que significa 'estar en vela, no dormir') que denominaban: prima, secunda, tertia, quarta uigilia. Entre nosotros las vigilias se llamaron velas: la vela de la prima noche, la vela de la modorra, la vela de la modorrilla y la vela del alba, respectivamente, división que aún perdura en los ejércitos, y de la cual se extiende el uso de la palabra "modorra" como cansancio somnoliento que arrastraban los soldados que la habían padecido.

    Pronto se denominaron en castellano “centinelas imaginarias”, expresión que, según el maestro Corominas, se abrevió en “imaginarias”. La palabra 'centinela" procede del italiano sentinella, pronunciada en castellano con ceceo,  derivada del verbo sentire, sentir en sentido general y oír en particular, y significa tanto vigilancia como vigilante. Se denominaron así, al parecer, porque los centinelas custodiaban por la noche en los cuarteles de tropa un aposento que guardaba las imágenes religiosas, pero en el siglo XIX ya había tomado el significado actual de 'soldado que hacía la guardia de noche en un cuartel'.

    Frente a esta división cuartelera y militar de la noche, hay otra, de la que nos informa Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, que parte la noche en siete horas: el véspero (propiamente la tarde o período vespertino, cuando sale el lucero, es decir, el planeta Venus), el crepúsculo, ese período incierto y dudoso en que no sabemos distinguir entre luz y tinieblas, el conticinio, que es la hora en que todo está en silencio, la intempesta o noche muy entrada, el galicinio, cuando el gallo empieza a cantar, el matutino y el dilúculo, que es propiamente la hora de despertarse.

    Giorgio Agamben ha publicado un precioso texto, poético y filosófico a la vez, titulado “Las siete partes de la noche”, siguiendo la clasificación que hace Isidoro de Sevilla. En él la noche es una metáfora de los tiempos que estamos viviendo, donde no se distingue la luz de la oscuridad, lo verdadero de lo falso, una noche intempestiva, es decir, fuera de su ciclo natural, como el amodorramiento que todos padecemos. Y esto es lo que escribe a propósito del tercer período nocturno, el Conticinio, el momento en el que todos callan y reina un silencio, pero no el silencio buscado del durmiente, que es sosiego, sino el del enmudecimiento, un silencio impuesto, sepulcral. 

 Giorgio Agamben (1942-...)

   ¿Por qué callasteis? Que los tiempos fueran oscuros, que el crepúsculo reinara en todas partes no bastará para justificaros. ¿Por qué callasteis? Aunque ya no pudierais distinguir la luz de la oscuridad, al menos deberíais haberlo dicho, al menos deberíais haber gritado en el crepúsculo, en la hora incierta entre perro y lobo. El vuestro no era el silencio de quien sabe que no puede ser escuchado, de quien en la mentira universal tiene algo que decir y por eso da un paso al frente y calla. El vuestro era el silencio connivente del que calla en la noche porque eso es lo que hace todo el mundo. "Es cierto", diréis, "era injusto, pero callé, porque todos lo hacían". Sin embargo, la mentira hablaba y vosotros la escuchasteis. Y vuestro silencio cubría también la voz de quien, a pesar de todo, intentaba hablar, sacar de su mutismo a la tercera parte de la noche. 

domingo, 4 de septiembre de 2022

En la casa de citas con Agamben, Bobbio, Debord, Dostoyesqui, Luis Rosales y Galeano

Empezamos con Giorgio Agamben, que nos dice a propósito de estos tiempos nuestros que corren, malos como son para la lírica y la épica: Los historiadores recordarán este momento histórico destacando cómo los periodistas hicieron gala de la más vergonzosa e infame complicidad
 

 
Seguimos con Norberto Bobbio (1909-2004), que escribió en La edad de los derechos (1990) lo siguiente: La función primaria de la ley es la de oprimir, no la de liberar; restringir, no ampliar los espacios de libertad; enderezar el árbol cuando se tuerce, no dejarlo crecer naturalmente. Con una metáfora usual puede decirse que derecho y deber son el anverso y el reverso de una medalla. Pero ¿cuál es el anverso y cuál el reverso? Depende de la posición desde la que observemos la medalla
 
Una cita con todo un clásico, Dostoyesqui (1821-1881), que nos habla en Los hermanos Karamazov sobre la crueldad bestial: Con frecuencia se habla de la crueldad del hombre y se acostumbra a compararlo con las bestias. Esto es injusto; al decir tal cosa se ofende a las bestias. Las bestias no poseen la artística crueldad de los hombres
 

 
Guy Debord (1931-1994) escribió premonitoriamente por su parte: Los espectadores no encuentran lo que desean, sino que desean lo que encuentran
 
 
Unos versos de un villancico del poeta Luis Rosales (1910-1992): ...de noche iremos, de noche, / sin luna iremos, sin luna, / que para encontrar la fuente / sólo la sed nos alumbra
 
Finalmente Eudardo Galeano (1940-2015) escribe en Patas arriba, la escuela del mundo al revés (edit. Siglo XXI, Madrid 2010), a propósito del lenguaje políticamente corregido, mejor que correcto, que comenzaba a estilarse ya por entonces: “En la época victoriana, no se podían mencionar los pantalones en presencia de una señorita. Hoy por hoy, no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública: el capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado; el imperialismo se llama globalización; las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos; el oportunismo se llama pragmatismo; la traición se llama realismo; los pobres se llaman carentes, o carenciados, o personas de escasos recursos; la expulsión de los niños pobres por el sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar; el derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral; el lenguaje oficial reconoce los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría; en lugar de dictadura militar, se dice proceso; las torturas se llaman apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas; cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos; el saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre de enriquecimiento ilícito; se llaman accidentes los crímenes que cometen los automóviles; para decir ciegos, se dice no videntes; un negro es un hombre de color; donde dice larga y penosa enfermedad, debe leerse cáncer o sida; repentina dolencia significa infarto; nunca se dice muerto, sino desaparición física; tampoco son muertos los seres humanos aniquilados en las operaciones militares: los muertos en batalla son bajas, y los civiles que se la ligan sin comerla ni beberla, son daños colaterales; en 1995, cuando las explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en Nueva Zelanda declaró: «No me gusta esa palabra bomba. No son bombas. Son artefactos que explotan»; se llaman Convivir algunas de las bandas que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar; Dignidad era el nombre de unos de los campos de concentración de la dictadura chilena y Libertad la mayor cárcel de la dictadura uruguaya; se llama Paz y Justicia el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras oraban en una iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapas.”

martes, 9 de agosto de 2022

El bluf de Byung-Chul Han

    ¿Es Byung-Chul Han un nuevo astro rutilante de la filosofía moderna o más bien, haciendo uno de esos juegos de palabras a los que él es tan aficionado, un filosofastro? No se puede negar que es el filósofo más famoso del mundo en la actualidad. Su libro de hace diez años 'La sociedad del cansancio' se ha traducido a cuarenta idiomas. Un superventas. Un superstar. El que más vende y el que más y mejor se vende, el más vendido y comercial, leído incluso por personas que no leen nunca ensayos filosóficos. 

     Se deja ver con mucha dificultad. No le gusta prodigarse en viajes pero ha hecho una excepción aceptando la invitación de la UIMP de Santander este verano para conocer a su público español. Hay una larga cola para obtener la firma preciada del autor. Odia ser grabado, sólo se siente cómodo expresándose en alemán. A pesar de su origen coreano, se vende como deustcher Philosoph, haciendo suyo el prestigio de la lengua de Marx, Freud y Nietzsche. ¿El inglés? Es el instrumento de los dominadores, la lengua del Imperio, como decimos a veces por aquí, en la que rechaza expresarse. 

    Crítico de la digitalización, que no aborrece sin embargo, lamenta su mal uso al servicio del capital y de la economía. Dice cosas ingeniosas en pocas palabras como que ya no habitamos el cielo y la tierra, sino la Nube y Google Earth en su lugar. Escribe muchos libros breves de no más de cien páginas cada uno con frases concisas, contundentes, lapidarias y viralizables enseguida. 

    Del esmarfon, al que denomina Phono Sapiens, sólo le interesa la posibilidad de identificar algunas plantas. Confiesa que solo lo lleva encima cuando sale al encuentro del reino vegetal. Los aficionados a la botánica, sin embargo, dicen que aplicaciones como PlantNet fallan más que una escopeta de feria.  Solo exhibe ahora un viejo nokia que muestra al público para darle la hora y servirle de teléfono, sin conexión a la Red.

    El filósofo, que hace alarde de su profesión, se dedica a cultivar, epicúreamente, su jardín particular, su jardín secreto, lo que le reporta bienestar y felicidad. El jardín es un lugar romántico. Según él, un antídoto contra la digitalización y la informatización del mundo. 

    No hace falta orientalizar Occidente, dice, porque Occidente dispone de su propio jardín oriental de literatura y delicias, que es el romanticismo, del que se declara heredero, todo un neorromántico.

    ¿Crítico con la pandemia? En cuanto nos obliga a fijarnos en las pantallas alejándonos del mundo y alienándonos. En ningún caso critica el tratamiento político que se ha hecho de ella, sino que se inscribe dentro de la corriente oficial. 

     En realidad su crítica a la digitalización tampoco es tan radical como parece a primera vista, sino bastante superficial. Todos los medios tienen un potencial emancipador, dice, y la digitalización no podía ser menos. El problema es que, mal dirigida, podría llevarnos al totalitarismo y al capitalismo de la vigilancia.

    Cuando se le pregunta por los filósofos actuales, afirma que los lee poco, que prefiere los clásicos, sobre todo Nietzsche, siempre actualísimo, y especialmente Walter Benjamin, el único filósofo al que le gustaría abrazar.

    Aprecia a Giorgio Agamben, pero dice que ha desbarrado con la pandemia porque equiparó el Green Pass a un medio de control y discriminación de los ciudadanos, dando pábulo a las teorías de la conspiración, por lo que no ha rendido un buen servicio a la filosofía. Encerrado en su propia prisión, Agamben ha dejado de pensar, cautivo de su propio pensamiento. Le sugiere sin embargo al rector de la UIMP, presente ocasionalmente en la sala, que invite a Agamben el próximo curso a impartir una lección magistral, si bien es un filósofo difícil de entender por el gran público porque habla igual que escribe. 

     La idea agambeniana del «estado de excepción», ligada al totalitarismo, está hoy día obsoleta. No sirve para explicar el presente según Han. De eso no se da cuenta Agamben. Reconoce sin embargo que Agamben tiene obviamente razón al sostener que la pandemia trasformó la vida en supervivencia, reduciéndola a «nuda vida», pero le reprocha su conspiranoia.

    Byung-Chul Han estuvo dos meses en Roma durante la pandemia. Puso como condición que lo alojaran en una casa con jardín, y fue hospedado en la lujosa Villa Massimo viviendo en su torre de marfil. Confiesa que fue muy feliz en la ciudad eterna, visitando pequeñas iglesias católicas a las que iba en bicicleta. En una de ellas, llamada San Bernardo alle Terme, tuvo incluso una suerte de revelación, como declaró a la prensa italiana: comprendió que el Espíritu Santo es lo esencialmente Otro. 

    Aprovechando su estancia en Villa Massimo invitó a Agamben, como buenos colegas y discípulos que son ambos de Heidegger y Hanna Arendt. Pero Agamben se disculpó enviándole un correo personal donde le decía que no podía asistir porque no tenía pasaporte cóvid, en Italia bautizado como green pass. Ni corto ni perezoso, Han hizo pública esta confesión leyendo el correo electrónico, acusando al filósofo italiano de politizar una invitación amistosa, cargando contra él en los siguientes términos en un vídeo subido a la Red:

 

    Esto es lo que dice Han: «He invitado a Agamben a un encuentro en Villa Massimo. También el Goethe Institut le ha enviado esta propuesta. Agamben me ha respondido a mí y al director del Goethe Institut que temía no poder aceptar esta invitación porque para ambas invitaciones le sería necesario el green pass. Él no tiene green pass. Depués de recibir este e-mail he perdido mucho respeto por Agamben. Lo que hace es un abuso político de una invitación amistosa. Usa la amistosa invitación para manifestar testarudamente su problemática postura. Agamben en su avanzada edad no se deja vacunar, porque ve en la vacunación un objetivo político de dominio del Estado o porque como muchos antivacunas teme que la vacunación lo haga volverse impotente, y simplemente tonto. Yo mismo no estoy de acuerdo con el green pass en el puesto de trabajo y en particular con la amenaza que nos pueda caer encima si no se respeta la normativa. Pero aquí no nos sirve su teoría del Estado de Excepción. Solo me gustaría preguntarle si esta medida es conforme a la democracia y a la constitución. La democracia no es algo que venga dado de una vez por todas, sino algo por lo que es necesario luchar siempre. Tengo la sensación de que Agamben no sabe qué es la democracia».

   Byung-Chul Han, sin embargo, sí sabe lo que es la democracia, de la que se declara firme defensor, mientras que Agamben ha cometido el 'error' filosófico de equipararla con la perfecta dictadura contemporánea, desenmascarando la más y mejor cumplida encarnación del Estado de Excepción.  

    Han demuestra con esta declaración que no le llega ni moral- ni filosóficamente hablando a la altura de la suela de los zapatos al maestro italiano, él sí, un verdadero filósofo viviente.  

    Han no es un astro de la filosofía, sino un filosofastro, es decir, un filósofo profesional sí, como él se encarga de repetir constantemente, pero un filósofo fake, un filósofo virtual, un filósofo light, un bluf que no tiene la calidad necesaria para ser considerado como auténtico filósofo.

jueves, 14 de abril de 2022

Giorgio Agamben: 'Estado de excepción y guerra civil'.

    En un libro publicado hace unos años, Stasis(1). La guerra civil como paradigma político (2017), intenté demostrar que en la Grecia clásica la posibilidad -recalco la palabra "posibilidad"- de la guerra civil funcionaba como un umbral de politización entre el oikos(2) y la polis(3), sin el cual la vida política sería inconcebible. Sin la stasis, el levantamiento de los ciudadanos en la forma extrema de la disidencia, la polis ya no es una polis. Este vínculo constitutivo entre la stasis y la política era tan inextricable que incluso en el pensador que parecía haber fundado su concepción de la política en la exclusión de la guerra civil, a saber, Hobbes, sigue siendo virtualmente posible hasta el final.

    La hipótesis que quiero proponer es que si hemos llegado a la situación de despolitización absoluta en la que nos encontramos, es precisamente porque la posibilidad misma de la stasis ha sido progresiva- e integralmente excluida de la reflexión política en las últimas décadas, también a través de su identificación subrepticia con el terrorismo. Una sociedad en la que se excluye la posibilidad de la guerra civil, es decir, la forma extrema de disidencia, es una sociedad que sólo puede deslizarse hacia el totalitarismo. Llamo totalitario a un pensamiento que no contempla la posibilidad de enfrentarse a la forma extrema de la disidencia, un pensamiento, es decir, que sólo admite la posibilidad del consenso. Y no es casualidad que sea precisamente por el establecimiento del consenso como único criterio de la política por lo que las democracias, como nos enseña la historia, han caído en el totalitarismo.

    Como suele ocurrir, lo que se ha alejado de la conciencia resurge en formas patológicas, y lo que ocurre hoy en día es que el olvido y la falta de atención a la
stasis van de la mano, como observó Roman Schnur en uno de los pocos estudios serios sobre el tema, con la progresión de una especie de guerra civil mundial. No se trata sólo del hecho, que tampoco debe pasarse por alto, de que las guerras, como ya habían señalado hace tiempo juristas y politólogos, hayan dejado de ser formalmente declaradas, y, transformadas en operaciones policiales, adquieran las características que habitualmente se asignaban a las guerras civiles. Lo decisivo hoy es que la guerra civil, al formar un sistema con el estado de excepción, se transforma como éste en un instrumento de gobierno.

     Si se analizan los decretos y las medidas aplicadas por los gobiernos en los dos últimos años, queda claro que están dirigidos a dividir a los hombres en dos grupos opuestos, entre los que se establece una especie de conflicto irresoluble. Infectados y sanos, vacunados y no vacunados, pasaportados y no pasaportados, integrados en la vida social o excluidos de ella: en cada caso, la unidad entre los ciudadanos, como ocurre en una guerra civil, se ha roto. Lo que ha sucedido ante nuestros ojos sin que nos demos cuenta es que las dos formas-límite del derecho y la política han sido utilizadas sin escrúpulos como formas normales de gobierno. Y mientras en la Grecia clásica la stasis, en la medida en que marcaba una interrupción de la vida política, no podía en ningún caso ocultarse y transformarse en norma, ahora se ha convertido, como el estado de excepción, en el paradigma por excelencia del gobierno de los hombres. 

(1) stasis: En griego tiene un significado general de acto de alzarse, levantamiento y uno particular, que es el que adopta Agamben, de contestación, desacuerdo; división política, rivalidad; sedición, sublevación, y en definitiva guerra civil.

(2) oikos: la casa, el ámbito privado, paralelo al concepto de zoé o vida física.

(3) polis: el Estado u organización ciudadana, paralelo al concepto de bios o vida social y política.

oOOo

(Publicado originalmente en italiano en quodlibet el 9 de abril de 2022, recoge la intervención de Giorgio Agamben en la Commissione Du-Pre, Dubbio e Precauzione (Duda y Precaución) el 2 de abril en Roma, celebrada bajo el lema "La verdad es la primera víctima de la guerra. Del toque de queda pandémico al toque de queda de la razón". La Comisión Du-Pre nació en diciembre de 2021 y su manifiesto contra el pasaporte sanitario y la obligación de las vacuans fue firmado por ocho filósofos, entre ellos Agamben, ocho científicos y seis juristas). 

miércoles, 2 de febrero de 2022

El fascismo del antifascista

    Declaraba Pier Paolo Pasolini en 1974 en una entrevista a L'Europeo,  recogida en la colección de artículos póstumos  “El fascismo de los antifascistas” (Milán, 2018): Existe hoy una forma de antifascismo arqueológico que es además un buen pretexto para procurarse una patente de antifascismo real. Se trata de un antifascismo fácil que tiene por objeto y objetivo un fascismo arcaico que ya no existe y que no existirá ya nunca.” (...)

    Por eso gran parte del antifascismo actual, o al menos lo que se llama antifascismo, es ingenuo y estúpido o es injustificado y de mala fe: porque lucha o pretende luchar contra un fenómeno arqueológico, muerto y enterrado, que ya no puede asustar a nadie. Es, en definitiva, un antifascismo totalmente cómodo y totalmente descansado.

Pier Paolo Pasolini (1922-1975)
 

    Creo, creo profundamente, que el verdadero fascismo es lo que los sociólogos han llamado, con demasiada buena intención, "sociedad de consumo". Una definición que parece inofensiva, puramente descriptiva. Pero no. Si se observa bien la realidad, y sobre todo si se sabe leer en torno a los objetos, el paisaje, el urbanismo y, sobre todo, los hombres, se ve que los resultados de esta despreocuapda sociedad de consumo son los resultados de una dictadura, de un verdadero fascismo.(...)

    En cambio, este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado la fibra, les ha dado otros sentimientos, otras formas de pensar, de vivir, otros modelos culturales. Ya no se trata, como en la época de Mussolini, de una regimentación superficial y escenográfica, sino de una verdadera regimentación que les ha robado y cambiado el alma. Lo que significa, en definitiva, que esta "civilización del consumo" es una civilización dictatorial. En resumen, si la palabra fascismo significa la arrogancia del poder, la "sociedad de consumo" ha alcanzado el fascismo.

    Para mí, la cuestión es muy compleja, pero también muy clara: el verdadero fascismo, lo he dicho antes y lo volveré a decir, es el de la sociedad de consumo y los demócratas cristianos se han convertido, incluso sin darse cuenta, en los verdaderos y auténticos fascistas de hoy. (…)

    La reflexión de Pasolini distingue un fascismo arcaico, histórico, ya inexistente, en el sentido propio de la palabra que agrupa a todo aquel que formó parte de un movimiento o partido político que estuvo activo en Italia de 1919 a 1945, o de otros partidos que, incluso después, se inspiraron abierta y justificadamente en él, y un fascismo genérico mucho más amplio con el que se refiere a todo aquel que para ejercer el poder no tiene reparos en utilizar diversas formas de violencia a fin de reducir a los demás a una condición de sumisión.

    Su reflexión de hace cincuenta años sigue plenamente vigente, aunque nos resulten obsoletas ya las expresiones de la 'sociedad de consumo' y los 'demócratas cristianos'; habría que sustituirlas por el 'estado de bienestar', la 'social democracia' o la 'democracia' sin más u otras expresiones análogas, para actualizarlas. 

 


    Hay fascistas en este último sentido que se indignarían si alguien les llama así, porque muchos, por no decir la mayoría, suelen considerarse antifascistas en el sentido propio de enemigos de un régimen político que ya no existe.

    La reflexión de Pasolini me recuerda el dicho que se atribuye a Ennio Flaiano, y que en realidad se debe a su amigo Mino Maccari: "Los fascistas se dividen en dos categorías: fascistas y antifascistas". Cuando dice “los fascistas” como sujeto de la frase está usando el término en sentido genérico, pero cuando lo dice en el predicado, equiparándolo con antifascistas, se refiere a los fascistas propiamente dichos y a los antifascistas, que para definirse necesitan recrear el monstruo que van a combatir, como el bombero pirómano que necesita provocar el incendio que va a apagar.

    La paradoja quizá pretendía aludir a la irrelevancia de tales autoproclamaciones. Cualquier autoproclamado 'antifascista' puede suscitar en nosotros cierto recelo fundado en las mismas razones del que proclama que no es racista o que no es machista. Tanto para Macari, como para Flaiano o Pasolini hay fascistas en sentido amplio incluso entre los antifascistas en el sentido más restringido del término: nadie puede considerarse inmune. 

Os vacunaremos a todos (Acción antifascista que pretende vacunar a todo el mundo contra su voluntad)

    Hoy en día el comportamiento fascista en sentido amplio parece aumentar a un ritmo rápido, probablemente con una progresión geométrica: hay en la sociedad actual comportamientos fascistas generalizados, camuflados en los hábitos y comportamientos habituales.

    Como dice Giorgio Agamben, hablando de la situación actual y ciñéndose a su país, pero puede extrapolarse a cualquier otro, en Italia se ha producido un auténtico golpe de Estado so pretexto de una crisis sanitaria. Pone como ejemplo el allí llamado Green Pass, que representa el modelo político de lo que se llama “libertad autorizada”, que no concede nuevos derechos a la ciudadanía, pero que autoriza el ejercicio de los ya existentes: salir de casa, ir a un restaurante, tomar un tren... El Estado de excepción se ha convertido en la regla: ese es el fascismo actual que algunos antifascistas no quieren ver.

domingo, 28 de marzo de 2021

"¡Cuídate, España, de la propia España!"

Recupero un poema de César Vallejo (1892-1938) que llega a mi conocimiento por la traducción y reelaboración en italiano que ha realizado de él Giorgio Agamben, quien publica en su página su versión peculiar de “¡Cuídate, España, de tu propia España!”, incluido en la obra póstuma del poeta “España, aparta de mí ese cáliz” (1939).  Así dice la versión de Agamben en versión original italiana:

 Guardati Italia dalla stessa Italia

Guardati Italia dalla tua propria Italia
guardati dalla croce senza Cristo
guardati dal martello senza falce

Guardati dal vicino senza volto
guardati dal boia con la maschera
guardati da chi brucia il tuo cadavere

Guardati dalla quarantena senza peste
e dalla peste senza quarantena
guardati da chi ti separa dai tuoi giorni

Guardati dal teschio senza tibie
guardati dalle tibie senza il teschio
Guardati da chi conta le tue morti

Guardati Italia dai tuoi nuovi potenti
guardati da chi osserva l’obbedienza
guardati Italia dalla stessa Italia

oOo

Traduzco la versión de Agamben al castellano devolviéndole el vocativo “España” que Agamben ha sustituido por “Italia”, respetando el hendecasílabo y restituyendo los signos de puntuación que el italiano evita.

  ¡Cuídate, España, de tu propia España! / ¡Cuídate de cruz que no tiene Cristo! / ¡Cuídate del martillo sin la hoz!

 ¡Cuídate de tus vecinos sin rostro! / ¡Cuídate del verdugo enmascarado! / ¡Cuídate del que quema tu cadáver!

¡Cuídate de cuarentena sin peste / y de la peste sin la cuarentena! / ¡Cuida del que te aparta de tus días!

¡Cuida de la calavera sin tibias / y de las tibias sin la calavera! / ¡Cuídate de aquel que cuenta tus muertes!

 ¡Cuídate de tus nuevos poderosos! / ¡Cuídate del que observa la obediencia! / ¡Cuídate, España, de la misma España!

 oOo

He aquí el poema original de César Vallejo que acaba con un dramático "¡Cuídate del futuro!" y tres puntos suspensivos: 

¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…

César Vallejo

viernes, 30 de octubre de 2020

El hombre sin rostro

Es frecuente en Cicerón el leitmotiv “imago animi uoltus, indices oculi”, que repite en varias de sus obras: el rostro es la imagen del alma, los ojos sus principales indicios. La cara es el espejo del alma, decimos nosotros en el mismo sentido. ¡Cuántas veces los ojos nos han traicionado, es decir, nos han delatado y dicho otra cosa distinta de la que pretendíamos decir!

Escribe precisamente Cicerón en Las leyes I, 9: Pues habiendo (la naturaleza) lanzado a los demás animales al pasto (a que paciesen), solamente al hombre lo irguió y lo predispuso a la mirada al cielo como su origen y antigua morada, y configuró entonces el aspecto de su cara de manera que reflejara en ella los sentimientos más recónditos. Pues no sólo los ojos muy expresivos hablan de cómo nos afecta nuestro estado de ánimo, sino que el llamado rostro, que no puede hallarse en ningún otro ser animado más que en el hombre, pone de manifiesto nuestros sentimientos.

(Texto original: Nam cum ceteras animantes abiiecisset ad pastum, solum hominem erexit et ad caeli quasi cognationis domiciliique pristini conspectum excitauit, tum speciem ita formauit oris, ut in ea penitus reconditos mores effingeret. Nam et oculi nimis arguti, quemadmodum animo affecti simus, loquuntur et is qui appellatur uoltus, qui nullo in animante esse praeter hominem potest, indicat mores).


Resalto de la cita las última palabras: el llamado rostro (is qui appellatur uoltus) pone de manifiesto nuestros sentimientos, nuestro carácter, nuestras costumbres (indicat mores). Previamente ha dicho que la naturaleza, que es el sujeto elíptico de la primera frase, configuró entonces el aspecto de la cara del hombre (speciem ita formauit oris) de manera que reflejara en ella los sentimientos más recónditos (tu in ea penitus reconditos mores effingeret).

Distingue Cicerón en el texto dos palabras para referirse a la cara: el os (species oris) y el uoltus. Os es propiamente la boca, palabra que se ha perdido como tal en la evolución del latín al castellano y que sólo conservamos en el adjetivo or-al, donde la -s- de la raíz se ha convertido en -r- al ir entre vocales en virtud de la ley fonética del rotacismo. Había otra palabra latina para referirse a la boca que era bucca, sinónima de os, pero de extracto popular y registro menos culto y literario, al parecer préstamo de origen celta, que es precisamente la que ha pasado a las lenguas romances. El os es una parte del cuerpo no exclusivamente humano, sino compartido con otros animales, mientras que el uoltus sólo se halla en el hombre, porque sería el rostro propiamente humano.

La palabra “rostro” que elegimos para traducir uoltus, deriva del latín rostrum, que a su vez procede de *rod-(s)-trom, del verbo rodere “roer, rumiar”, significaba lo que sirve para roer, hocico, pico, boca... y designaba tanto la reja del arado como el espolón de una nave de guerra, de ahí que los rostra fueran en Roma sinónimo de tribuna de los oradores, y por lo tanto sinónimo del foro, porque dicha tribuna estaba decorada con los espolones o mascarones de proa de las naves capturadas al enemigo. La palabra está documentada en castellano en el siglo XV como sinónimo de cara, aunque previamente era el pico u hocico puntiagudo de un animal, como en latín, y poco después pasó a designar la jeta humana de aspecto bestial.

En principio la palabra uoltus, que se conserva en italiano volto con el significado de “rostro”, ha desembocado en el castellano bulto, siguiendo la curiosa trayectoria que señala Coromines: en principio significó lo mismo que en latín, pero en seguida se aplicó a las cabezas de los santos (1517), luego a las estatuas que figuraban de relieve del cuerpo de una persona especialmente en las sepulturas, para acabar designando a la masa corporal de una persona y finalmente a una masa cualquiera, es decir, a cualquier bulto. 

 

Si os es la cara por sinécdoque de la parte, boca, por el todo, uoltus sería el rostro, es decir, la cara que reconocemos enseguida como humana, la que no puede hallarse en ningún otro ser vivo salvo en el hombre, y esa cara, el rostro, es el auténtico espejo de nuestra alma.

Según Cicerón todos los seres vivos tienen cara, pero el ser humano tiene además, rostro, que tiene un lenguaje propio que a veces no puede expresarse con palabras y que no pocas veces las contradice. De hecho el lenguaje corporal, concretamente los ojos y la cara, expresan emociones, no sólo la tristeza o la alegría del estado de ánimo.

Según Giorgio Agamben, uno de los pocos intelectuales críticos contra las medidas políticas que han adoptado los Estados so pretexto sanitario,  “el rostro es el lugar de la política”. El rostro sería el lugar del reencuentro con el otro, en cuyos ojos nos miramos y nos reflejamos como en un espejo. Lo que le lleva a decir que un país como el suyo (Italia) o el nuestro, podemos decir nosotros,  que ha decidido cubrir los rostros de sus ciudadanos con mascarillas son países que renuncian a la política entendida en sentido amplio de vida social, decretando el distanciamiento como medida preventiva de futuros males mayores y la reducción de relaciones sociales y familiares. Son paísesen los que el Estado totalitario (y todos los Estados son totalitarios) decide salvar al pueblo a costa de su salud, sacrificándolo. Se dicen a sí mismos, aplicando el terrorismo de Estado: Salvemos al pueblo inmolándolo en aras de la salud.   

sábado, 22 de agosto de 2020

Pólemos epidemios

Traigo aquí a colación un par de hexámetros de Homero (Ilíada, IX, 63-64), puestos en boca del viejo y sabio Néstor, rey de Pilo, que insulta con ellos a modo de maldición a quienes aman la guerra intestina, pólemos epidémios en griego, la guerra civil -y todas las guerran son en el fondo civiles aunque las hagan los militares-, que dicen en su propia lengua: ἀφρήτωρ ἀθέμιστος ἀνέστιός ἐστιν ἐκεῖνος / ὃς πολέμου ἔραται ἐπιδημίου ὀκρυόεντος. 

Suenan así en nuestra lengua en la versión de Emilio Crespo, una traducción fidedigna: “Sin familia, sin ley y sin hogar se quede aquel / que ama el intestino combate, que hiela los corazones.” Agustín García Calvo los traduce en hexámetros castellanos con rima asonante, una traducción más próxima a la música, porque es una versión rítmica que evoca la libertad y la servidumbre del verso homérico: “Hombre sin-ley es aquél, sin-hogar, sin-trato-con-buenos / que arda en amor de la guerra, heladora, peste de pueblos”. Me lanzo, por mi parte, no sin mucha osadía, a traducir estos versos, tal y como yo los entiendo, fundiendo los hallazgos de ambas versiones: “Un sin-hermanos-ni-amigos, sin-ley, sin-hogar es el hombre / que ama la guerra civil que hiela los corazones”. 


Y retomo el epíteto “epidemios”, sobre-el-pueblo, que Homero aplica a la guerra -pólemos-, y que será el origen de nuestro sustantivo “epidemia”, y la sugerencia del filósofo italiano Giorgio Agamben, quien en el artículo que publicaba el 2 de mayo de 2020 titulado “La medicina come religione”, que puede leerese traducido entero salvo el último párrafo aquí mismo,  presenta a la medicina, aparición de la vieja “ciencia”, como la nueva religión laica de nuestro tiempo, que, como toda religión, entraña una guerra religiosa basada en la fe de su férreo sistema de creencias que no puede ponerse en duda. 

Escribía allí Agamben que este “pólemos epidemios” era la nueva guerra civil mundial que desde un punto de vista político toma el lugar de las guerras mundiales tradicionales, sustituyendo incluso a las recientes guerras contra el terrorismo. ¿En qué consiste esta guerra? Se plantea entre una lucha contra el virus, epifanía del Mal, que potencialmente podemos portar todos en nuestro interior. Una de las armas que utiliza es, además de la distancia social, la mascarilla, que se esgrime a modo de escudo protector contra el Maligno. Mucha gente, cuando pasea en soledad, se desprende de ella a fin de poder respirar mejor a pleno pulmón, lo que es lógico y comprensible, pero se apresta enseguida a embozársela cuando ve que va a cruzarse con alguien, no vaya a ser que el Maligno, que puede estar dentro de alguno de ambos contagie a la otra persona... 


Como dice Agamben en el citado artículo: “Todas las naciones y todos los pueblos están ahora permanentemente en guerra consigo mismos, porque el invisible y escurridizo enemigo con el que están luchando está dentro de nosotros.” Esta guerra civil que se cierne sobre y contra el pueblo, pólemos epidemios, nos trae a colación aquella otra guerra de Heraclito de Éfeso, la guerra de la razón contra la realidad y falsedad del mundo.

Leamos el fragmento 53 de Heraclito: πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι, πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους. Dice literalmente: Guerra de todos es padre, de todos rey, y a los unos los señaló dioses, a los otros hombres, a los unos los hizo esclavos, a los otros libres. ¿Por qué la guerra es el padre y no la madre de todo? 

No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.


Acaba Agamben su artículo diciendo que la filosofía, como ha sucedido a lo largo de la historia, deberá luchar contra esta nueva religión, que ya no es el cristianismo, ni siquiera el capitalismo, sino la ciencia y sus artículos de fe. Los amantes de la verdad, que son aquellos que no la poseen pero que la buscan y denuncian las mentiras dominantes, serán excluidos, insultados y acusados de difundir noticias falsas y teorías de la conspiración, cuando no censurados y considerados herejes.