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lunes, 2 de octubre de 2023

El valor de la derrota

    El cineasta italiano Pier Paoloo Pasolini declaró en una entrevista en la revista Vie Nuove, en octubre de 1961, bajo el título “Conversaciones con Pasolini”, lo siguiente:  “Pero soy un hombre que prefiere perder antes que ganar de maneras desleales y despiadadas. Una falta grave por mi parte, lo sé. Y lo bueno es que tengo la audacia de defender tal culpa, de considerarla casi una virtud.” (Ma io sono un uomo che preferisce perdere piuttosto che vincere con modi sleali e spietati. Grave colpa da parte mia, lo so! E il bello è che ho la sfacciataggine di difendere tale colpa, di considerarla quasi una virtù… en su lengua, que es la lengua del Dante y de Petrarca).
 
 
    Pero la cita que se atribuye ahora por doquier en las redes sociales es la siguiente, inspirada libremente en la susodicha declaración, pero que no consta que haya sido escrita ni dicha literalmente con esas palabras nunca por Pasolini, lo que no desmerece en absoluto la argumentación y la belleza del razonamiento: "Creo que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota. En manejarse en ella. En la humanidad que de ella emerge. En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados. En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar primero. Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de hacedores falsos y oportunistas, de gente importante, que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde. (En versión original italiana: Penso che sia necessario educare le nuove generazioni al valore della sconfitta. Alla sua gestione. All’umanità che ne scaturisce. A costruire un’identità capace di avvertire una comunanza di destino, dove si può fallire e ricominciare senza che il valore e la dignità ne siano intaccati. A non divenire uno sgomitatore sociale, a non passare sul corpo degli altri per arrivare primo. In questo mondo di vincitori volgari e disonesti, di prevaricatori falsi e opportunisti, della gente che conta, che occupa il potere, che scippa il presente, figuriamoci il futuro, a tutti i nevrotici del successo, dell’apparire, del diventare… A questa antropologia del vincente preferisco di gran lunga chi perde)
 
    El hecho de que sea una cita espuria no hace que demerezca en absoluto su valor. Se non è vero, è ben trovato: Si no es verdad que lo dijo, está bien pensado y, a juzgar por su declaración, está seguramente inspirado en ella. 
 
    Me ha recordado enseguida el soneto teológico número 1 de Agustín García Calvo, Enorgullécte de tu fracaso, que cantaba Chicho Sánchez Ferlosio en 1982 en el Teatro Español, y el núm. 2 que recitaba el propio poeta. 
 
 
 
 


    Y quizá hay que traer también aquí aquellas palabras de Samuel Beckett, tomadas de Rumbo a peor, no siempre bien entendidas por los emprendedores como Elon Musk, que las han hecho suyas y repiten a menudo como si fueran mantras tibetanos de autorrealización: Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better. (Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor). Creen algunos que lo que quiso decir Beckett es que el fracaso no es más que un aprendizaje en el camino del éxito, pero esto no tiene nada que ver con la intención original del texto ni con un vitalismo optimista del que hacen gala los emprendedores que muy poco o nada tiene que ver con Samuel Beckett, quien parte de la aceptación del fracaso sin esperar a cambio ningún éxito futuro.
 
 
      El hashtag #fracasamejor, aceptado sin ironía como frase motivadora, tanto en la lengua del Imperio como en la nuestra, aparece reflejado en camisetas, tazas, fundas de móviles, tatuajes, imanes de nevera y demás panoplia de objetos de consumo...

miércoles, 2 de febrero de 2022

El fascismo del antifascista

    Declaraba Pier Paolo Pasolini en 1974 en una entrevista a L'Europeo,  recogida en la colección de artículos póstumos  “El fascismo de los antifascistas” (Milán, 2018): Existe hoy una forma de antifascismo arqueológico que es además un buen pretexto para procurarse una patente de antifascismo real. Se trata de un antifascismo fácil que tiene por objeto y objetivo un fascismo arcaico que ya no existe y que no existirá ya nunca.” (...)

    Por eso gran parte del antifascismo actual, o al menos lo que se llama antifascismo, es ingenuo y estúpido o es injustificado y de mala fe: porque lucha o pretende luchar contra un fenómeno arqueológico, muerto y enterrado, que ya no puede asustar a nadie. Es, en definitiva, un antifascismo totalmente cómodo y totalmente descansado.

Pier Paolo Pasolini (1922-1975)
 

    Creo, creo profundamente, que el verdadero fascismo es lo que los sociólogos han llamado, con demasiada buena intención, "sociedad de consumo". Una definición que parece inofensiva, puramente descriptiva. Pero no. Si se observa bien la realidad, y sobre todo si se sabe leer en torno a los objetos, el paisaje, el urbanismo y, sobre todo, los hombres, se ve que los resultados de esta despreocuapda sociedad de consumo son los resultados de una dictadura, de un verdadero fascismo.(...)

    En cambio, este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado la fibra, les ha dado otros sentimientos, otras formas de pensar, de vivir, otros modelos culturales. Ya no se trata, como en la época de Mussolini, de una regimentación superficial y escenográfica, sino de una verdadera regimentación que les ha robado y cambiado el alma. Lo que significa, en definitiva, que esta "civilización del consumo" es una civilización dictatorial. En resumen, si la palabra fascismo significa la arrogancia del poder, la "sociedad de consumo" ha alcanzado el fascismo.

    Para mí, la cuestión es muy compleja, pero también muy clara: el verdadero fascismo, lo he dicho antes y lo volveré a decir, es el de la sociedad de consumo y los demócratas cristianos se han convertido, incluso sin darse cuenta, en los verdaderos y auténticos fascistas de hoy. (…)

    La reflexión de Pasolini distingue un fascismo arcaico, histórico, ya inexistente, en el sentido propio de la palabra que agrupa a todo aquel que formó parte de un movimiento o partido político que estuvo activo en Italia de 1919 a 1945, o de otros partidos que, incluso después, se inspiraron abierta y justificadamente en él, y un fascismo genérico mucho más amplio con el que se refiere a todo aquel que para ejercer el poder no tiene reparos en utilizar diversas formas de violencia a fin de reducir a los demás a una condición de sumisión.

    Su reflexión de hace cincuenta años sigue plenamente vigente, aunque nos resulten obsoletas ya las expresiones de la 'sociedad de consumo' y los 'demócratas cristianos'; habría que sustituirlas por el 'estado de bienestar', la 'social democracia' o la 'democracia' sin más u otras expresiones análogas, para actualizarlas. 

 


    Hay fascistas en este último sentido que se indignarían si alguien les llama así, porque muchos, por no decir la mayoría, suelen considerarse antifascistas en el sentido propio de enemigos de un régimen político que ya no existe.

    La reflexión de Pasolini me recuerda el dicho que se atribuye a Ennio Flaiano, y que en realidad se debe a su amigo Mino Maccari: "Los fascistas se dividen en dos categorías: fascistas y antifascistas". Cuando dice “los fascistas” como sujeto de la frase está usando el término en sentido genérico, pero cuando lo dice en el predicado, equiparándolo con antifascistas, se refiere a los fascistas propiamente dichos y a los antifascistas, que para definirse necesitan recrear el monstruo que van a combatir, como el bombero pirómano que necesita provocar el incendio que va a apagar.

    La paradoja quizá pretendía aludir a la irrelevancia de tales autoproclamaciones. Cualquier autoproclamado 'antifascista' puede suscitar en nosotros cierto recelo fundado en las mismas razones del que proclama que no es racista o que no es machista. Tanto para Macari, como para Flaiano o Pasolini hay fascistas en sentido amplio incluso entre los antifascistas en el sentido más restringido del término: nadie puede considerarse inmune. 

Os vacunaremos a todos (Acción antifascista que pretende vacunar a todo el mundo contra su voluntad)

    Hoy en día el comportamiento fascista en sentido amplio parece aumentar a un ritmo rápido, probablemente con una progresión geométrica: hay en la sociedad actual comportamientos fascistas generalizados, camuflados en los hábitos y comportamientos habituales.

    Como dice Giorgio Agamben, hablando de la situación actual y ciñéndose a su país, pero puede extrapolarse a cualquier otro, en Italia se ha producido un auténtico golpe de Estado so pretexto de una crisis sanitaria. Pone como ejemplo el allí llamado Green Pass, que representa el modelo político de lo que se llama “libertad autorizada”, que no concede nuevos derechos a la ciudadanía, pero que autoriza el ejercicio de los ya existentes: salir de casa, ir a un restaurante, tomar un tren... El Estado de excepción se ha convertido en la regla: ese es el fascismo actual que algunos antifascistas no quieren ver.