Seguro que uno, antes de hacer la mili, como se llamaba antes al servicio militar obligatorio, no sabía que la noche se dividía en cuatro partes o turnos de vigilancia que hacían los centinelas en el cuartel, donde dormían los compañeros de armas. Estas guardias nocturnas venían a durar un par de horas cada una. La primera y la cuarta eran las más cómodas de hacer para el centinela porque no implicaban la interrupción del sueño. Una de las primeras cosas que aprendían los reclutas en el cuartel es que eran un privilegio de los veteranos, a los que estaban reservadas. A los bisoños -conejos les llamaban despectivamente- les tocaba hacer siempre la segunda o la tercera, que partían por la mitad el descanso nocturno fastidiándoles el sueño.
Eran estas guardias nocturnas una herencia de los campamentos romanos, que dividían la noche en cuatro cuartos que denominaban vigilias (uigiliae, en latín, que procede del verbo uigilare, que significa 'estar en vela, no dormir') que denominaban: prima, secunda, tertia, quarta uigilia. Entre nosotros las vigilias se llamaron velas: la vela de la prima noche, la vela de la modorra, la vela de la modorrilla y la vela del alba, respectivamente, división que aún perdura en los ejércitos, y de la cual se extiende el uso de la palabra "modorra" como cansancio somnoliento que arrastraban los soldados que la habían padecido.
Pronto se denominaron en castellano “centinelas imaginarias”, expresión que, según el maestro Corominas, se abrevió en “imaginarias”. La palabra 'centinela" procede del italiano sentinella, pronunciada en castellano con ceceo, derivada del verbo sentire, sentir en sentido general y oír en particular, y significa tanto vigilancia como vigilante. Se denominaron así, al parecer, porque los centinelas custodiaban por la noche en los cuarteles de tropa un aposento que guardaba las imágenes religiosas, pero en el siglo XIX ya había tomado el significado actual de 'soldado que hacía la guardia de noche en un cuartel'.
Frente a esta división cuartelera y militar de la noche, hay otra, de la que nos informa Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, que parte la noche en siete horas: el véspero (propiamente la tarde o período vespertino, cuando sale el lucero, es decir, el planeta Venus), el crepúsculo, ese período incierto y dudoso en que no sabemos distinguir entre luz y tinieblas, el conticinio, que es la hora en que todo está en silencio, la intempesta o noche muy entrada, el galicinio, cuando el gallo empieza a cantar, el matutino y el dilúculo, que es propiamente la hora de despertarse.
Giorgio Agamben ha publicado un precioso texto, poético y filosófico a la vez, titulado “Las siete partes de la noche”, siguiendo la clasificación que hace Isidoro de Sevilla. En él la noche es una metáfora de los tiempos que estamos viviendo, donde no se distingue la luz de la oscuridad, lo verdadero de lo falso, una noche intempestiva, es decir, fuera de su ciclo natural, como el amodorramiento que todos padecemos. Y esto es lo que escribe a propósito del tercer período nocturno, el Conticinio, el momento en el que todos callan y reina un silencio, pero no el silencio buscado del durmiente, que es sosiego, sino el del enmudecimiento, un silencio impuesto, sepulcral.
¿Por qué callasteis? Que los tiempos fueran oscuros, que el crepúsculo reinara en todas partes no bastará para justificaros. ¿Por qué callasteis? Aunque ya no pudierais distinguir la luz de la oscuridad, al menos deberíais haberlo dicho, al menos deberíais haber gritado en el crepúsculo, en la hora incierta entre perro y lobo. El vuestro no era el silencio de quien sabe que no puede ser escuchado, de quien en la mentira universal tiene algo que decir y por eso da un paso al frente y calla. El vuestro era el silencio connivente del que calla en la noche porque eso es lo que hace todo el mundo. "Es cierto", diréis, "era injusto, pero callé, porque todos lo hacían". Sin embargo, la mentira hablaba y vosotros la escuchasteis. Y vuestro silencio cubría también la voz de quien, a pesar de todo, intentaba hablar, sacar de su mutismo a la tercera parte de la noche.