Vendrá el listener también a sustituir al paciente amigo que escuchaba nuestros problemas y servía de paño de lágrimas y consuelo a nuestras penas en torno a un café o a una copa, ahora que ya no hay amigos de verdad, y sí, sin embargo, numerosos followers y no pocos contactos virtuales en nuestra agenda digital, donde acumulamos soledades a lo largo de nuestra timeline, sin experimentar nunca el vértigo del encuentro con alguien distinto, con el otro, y no con un clon o trasunto de nosotros mismos desesperados por distinguirnos en algo de los demás.
lunes, 3 de marzo de 2025
Byung-Chul Hania
Vendrá el listener también a sustituir al paciente amigo que escuchaba nuestros problemas y servía de paño de lágrimas y consuelo a nuestras penas en torno a un café o a una copa, ahora que ya no hay amigos de verdad, y sí, sin embargo, numerosos followers y no pocos contactos virtuales en nuestra agenda digital, donde acumulamos soledades a lo largo de nuestra timeline, sin experimentar nunca el vértigo del encuentro con alguien distinto, con el otro, y no con un clon o trasunto de nosotros mismos desesperados por distinguirnos en algo de los demás.
lunes, 6 de enero de 2025
Regalos de sus majestades inexistentes, los Reyes Magos de Oriente
La corrupción es el régimen: un titular impecable de un artículo periodístico cuya lectura resulta penosa al fin y a la postre porque el periodista, después de haber hecho el descubrimiento que revela la fórmula que ha utilizado para título, nos distrae de ese hallazgo especificando que el régimen del gobierno actual es la corrupción, ignorando que el régimen actual, independientemente del partido o coalición política que lo regente, es la manifestación concreta del Régimen general abstracto del Dinero.

Escribía Byung-Chul Han en su libro 'La Sociedad del Cansancio': En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente. A cambio de pago, el oyente escuchará a otro atendiendo a lo que dice. Acudiremos al oyente porque, a parte de él, apenas quedará nadie más que nos escuche. Pero no solo estaba retratando el futuro, sino el pasado, cuando tenía prestigio la figura del confesor, que escuchaba nuestra confesión y la guardaba bajo secreto, y retratando el presente con la figura del psicoanalista, el psicólogo o el psicoterapeuta, que nos escuchan y facturan por hacerlo.
Tomado de El Mundo Today
Cuanto más desciende el consumo familiar y tradicional de televisión, más pugnan las emisoras y cadenas tanto públicas como privadas por competir entre sí tratando de aumentar los índices de audiencia haciendo lo que sea a fin de conseguirlo, lo que se debe sin duda al viejo prestigio del electrodoméstico. Ya profetizó Alain Touraine: "La televisión será la base de la opinión pública". Por eso le interesa tanto al Estado -la televisión pública- como al Mercado -las cadenas privadas- configurar la opinión de la mayoría.
Escribe Gabriel Pérez-Juana en sus redes sociales: El descubrimiento de la mentira de la Realidad es la única alegría verdadera. Y esa alegría se manifiesta de muchas maneras. Se da en los abrazos, en los razonamientos desmandados, en la duda, en la contradicción, en el humor inteligente, en la ausencia de objetivos... y en definitiva, en lo que no está dicho y hecho, que es a lo que nos dedicamos la mayor parte de lo que llamamos "vida".

Vuelve a sorprendernos con una viñeta EL ROTO-OPS publicada en El Periódico Global de referencia que muestra una cara humana tatuada con logos de distintas marcas o etiquetas económicas, y la declaración de ese busto parlante que dice: "No acepto que me pongan ninguna etiqueta política". No ve que las etiquetas políticas las tiene bien impresas en su rostro. Es una declaración muy similar a la del idiota aquel que decía que él no quería saber nada de política, que se desentendía de ella, no acertando a ver que la tenía bien metida dentro. Distinguir política de economía no tiene ningún sentido, igual que Estado y Mercado, que son las dos caras de la misma moneda.
Escribe Félix de Azúa en su columna El sol crece, publicada en The objective el 4 de enero de 2025 a propósito de las celebraciones de fin de año al son de las doce campanadas y los fuegos artificiales que llenan el mundo, aludiendo a diversos personajes nacionales sin citar sus nombres propios que desde la televisión pública y la privada han celebrado las doce campanadas: "Eso en Madrid, pero en el mundo entero lo propio de la festividad es llenar el cielo de fuegos artificiales. Fíjense en el nombre, son fuegos, pero artificiales, como la madre semidesnuda, la obesa chistosa o el bufón del gobierno. Todo es artificio y la fiesta misma es otro artificio del Estado para obligarnos a ser felices y divertirnos en horario fijo".
viernes, 12 de abril de 2024
Apostillas y glosas a unos párrafos de Byung-Chul Han
Viendo lo que se divulga por la red del filósofo coreano Byung-Chul Han y sobremanera en el texto ¿Queremos ser realmente libres?, tal parece que su discurso se va reduciendo cada vez más a una marca de verborrea mortecina que ayuda a la confusión reinante, a partir de frases impactantes e incluso en ocasiones párrafos provocativos, pero no ayuda a clarificar lo que nos pasa; por ello se me ocurrió ilustrarlo con un ejemplo introduciendo otras expresiones con algo de sentido como elemento de comparación. Entre comillas aparecen los párrafos de Han y entre corchetes las apostillas y glosas oportunas.
《Hoy nos ponemos al desnudo [por imperativo de la identidad y pertenencia a esa 'mayoría social']. Subimos a la red todo tipo de datos e informaciones sin saber quién, ni qué, ni cuándo, ni en qué lugar se sabe de nosotros. Esta [exposición alimenta la ilusión, compensatoria del aislamiento infligido, de pertenencia e integración en una comunidad de destino]. En vista de la cantidad y el tipo de información que [con la movilización de la voluntad] se lanza a la red indiscriminadamente, el concepto de protección de datos [es señal inequívoca de la estupidez que se ha logrado》.
《El secreto, la extrañeza o la otredad representan obstáculos para una comunicación ilimitada. De ahí que sean desarticulados en nombre de la transparencia. La comunicación se acelera cuando se allana, esto es, cuando se eliminan todas las barreras, muros y abismos. [A las personas se las vacía], porque la interioridad obstaculiza y ralentiza, [para reconstruirlas y proporcionarles funcionalidad] . [Este vaciamiento, que en un primer momento alivia de la soledad constitutiva], tiene lugar en pos de la [aparente] diferencia o diversidad comunicable o consumible. El dispositivo de la transparencia obliga a una exterioridad total con el fin de acelerar la circulación de la información y la comunicación. La apertura sirve en última instancia para la comunicación ilimitada, ya que el cierre, el hermetismo y la interioridad bloquean la comunicación》.
《La sociedad de la transparencia, [con sus enredamientos asociales no tiene otro fin que mantener y exacerbar las dos condiciones complementarias de todo individuo bien conformado, es decir, la de] espectador y consumidor, [ahora enriquecidas con la ilusión de sentirse actor al verse reflejado en el pantallaje de los dispositivos, lo que permite integrar todo en uno, es decir, contemplar, consumir y participar activamente en el espectáculo administrado con todos los honores mediáticos, facilitando que] la persona misma se positivice en cosa, que es cuantificable, mensurable y controlable, [es lo que tiene la acumulación de datos y su retroalimentación algorítmica] 》.
《Todo dispositivo, toda técnica de dominación, genera objetos de devoción que se introducen con el fin de someter. ... El smartphone es un objeto digital de devoción, incluso un objeto de devoción de lo digital en general, [como otros lo fueron con anterioridad, prensa, radio, cine y TV , aprovechados también ahora por lo digital]》.
[Los sustitutos y compensaciones sirven ante todo para ganar tiempo, entretenimiento y productividad, factores que el Dinero necesita para mover el capital y con él a todos nosotros para mayor gloria y encarnación del Estado y el Capital en sus excelsas figuras y en cada uno de nosotros que somos sus devotas criaturas].
miércoles, 10 de abril de 2024
El filósofo esperanzado
miércoles, 6 de septiembre de 2023
El fin del mundo y de las cosas
¿Qué es la Nueva Normalidad si no la digitalización del mundo o idealización a través de imágenes y cuantificación numérica de la Realidad, por decirlo de otra manera, y, en última instancia, también de nosotros mismos?
El proceso de digitalización había comenzado mucho antes de la pandemia, a principios del siglo XXI, con lo que se dio en llamar la Revolución Tecnológica; sin embargo el cambio vertiginoso de paradigma sólo podía darse con un acontecimiento brusco, con un golpe de timón contundente como fue la Pandemia Universal declarada por la OMS, avalada por la mayoría de los gobiernos y por la desproporcionada cobertura mediática que obtuvo, factores que aceleraron el fenómeno sobremanera, y que nos condenaron al aislamiento del confinamiento sanitario.
En la fase actual en que nos encontramos de pospandemia, no podemos evitar la tentación cuando estamos con otras personas de consultar nuestros teléfonos inteligentes. Ellos son la sede ahora de nuestra memoria y de nuestra actividad cerebral, por lo que, a pesar de la interconexión reinante, nos sentimos más incomunicados y más solos que nunca.
En lugar de tejer relaciones con los demás, nos proyectamos cada vez más en nosotros mismos, y acumulamos amigos y seguidores, sin encontrarnos los unos con los otros. La digitalización hace desaparecer al otro, permitiendo que florezca el narcisismo y la egolatría.
Si la pandemia agravó la pérdida de lazos de comunidad, la pospandemia, no ha hecho que volvamos a la situación anterior a la pandemia, sino que vivamos esta nueva fase como un intervalo entre pandemias, que ya se han instalado en nuestro imaginario colectivo. De hecho, la OMS ya pronostica para el año que viene una nueva pandemia bajo la amenaza permanente de “otro patógeno emergente con un potencial aún más mortal".
Vivimos en estado permanente de alarma, aunque ahora estemos en posición de stand by, por lo que las cosas no han vuelto ni volverán a ser nunca como antes. De hecho, podemos decir, las cosas van desapareciendo paulatinamente de nuestro mundo, y también las personas, convertidas en 'contactos' sin tacto.
Ya no hay cosas ni personas en el mundo. Se puede decir que el fin del mundo tal y como lo conocíamos ya ha tenido lugar. Cosas y personas han sido sustituidas por las ideas platónicas y por los números que las cuantifican. Las ideas han desplazado a las cosas. Hemos vuelto a la caverna de Platón. La digitalización ha hecho que el mundo, informatizado, sea menos tangible, menos palpable, menos físico, y más ideal, pero no por ello menos real, y ha hecho que se multiplique como un tumor cancerígeno la información.
Narciso, Caravaggio (1594-1596)
La digitalización elimina los recuerdos de nuestra memoria, que, atrofiada, pierde el sabor y el aroma de las cosas y acumula a cambio datos e información innecesaria almacenados en nuestro teléfono inteligente, que es la sede de nuestra memoria: es nuestra alma, nuestro consejero espiritual ante el que nos confesamos, nuestro objeto de fe y de devoción. Si queremos entender en qué tipo de sociedad vivimos, tenemos que comprender qué es la información, una información que se rebela enseguida falsa, que no permanece, dada su nula vigencia y su fugacidad. La información, no las cosas, es lo que define nuestra relación con el mundo pospandémico. Como acertó a decir ingeniosamente Byung-Chul Han, ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la Nube en su lugar.
Si percibimos la realidad no como una experiencia sensible, sino en términos de información, la estamos despojando de su esencia, y eso nos hace insensibles ante la belleza. Nuestra percepción se reduce a la información de los datos y noticias -ideas y números- de la realidad.
Si recurro a una imagen mitológica que explique lo que estamos viviendo, me viene enseguida a la cabeza la de “Eco y Narciso” que pintó John William Waterhouse en 1903, donde nosotros somos Narciso, que no ve a la ninfa Eco que representaría la realidad carnal y la belleza sensitiva que, triste, lo contempla a él que se contempla a sí mismo y no la ve a ella en el solipsismo del espejo de su teléfono inteligente, el lago en el que se sumergirá y ahogará.
martes, 9 de agosto de 2022
El bluf de Byung-Chul Han
¿Es Byung-Chul Han un nuevo astro rutilante de la filosofía moderna o más bien, haciendo uno de esos juegos de palabras a los que él es tan aficionado, un filosofastro? No se puede negar que es el filósofo más famoso del mundo en la actualidad. Su libro de hace diez años 'La sociedad del cansancio' se ha traducido a cuarenta idiomas. Un superventas. Un superstar. El que más vende y el que más y mejor se vende, el más vendido y comercial, leído incluso por personas que no leen nunca ensayos filosóficos.
Se deja ver con mucha dificultad. No le gusta prodigarse en viajes pero ha hecho una excepción aceptando la invitación de la UIMP de Santander este verano para conocer a su público español. Hay una larga cola para obtener la firma preciada del autor. Odia ser grabado, sólo se siente cómodo expresándose en alemán. A pesar de su origen coreano, se vende como deustcher Philosoph, haciendo suyo el prestigio de la lengua de Marx, Freud y Nietzsche. ¿El inglés? Es el instrumento de los dominadores, la lengua del Imperio, como decimos a veces por aquí, en la que rechaza expresarse.

Crítico de la digitalización, que no aborrece sin embargo, lamenta su mal uso al servicio del capital y de la economía. Dice cosas ingeniosas en pocas palabras como que ya no habitamos el cielo y la tierra, sino la Nube y Google Earth en su lugar. Escribe muchos libros breves de no más de cien páginas cada uno con frases concisas, contundentes, lapidarias y viralizables enseguida.
Del esmarfon, al que denomina Phono Sapiens, sólo le interesa la posibilidad de identificar algunas plantas. Confiesa que solo lo lleva encima cuando sale al encuentro del reino vegetal. Los aficionados a la botánica, sin embargo, dicen que aplicaciones como PlantNet fallan más que una escopeta de feria. Solo exhibe ahora un viejo nokia que muestra al público para darle la hora y servirle de teléfono, sin conexión a la Red.
El filósofo, que hace alarde de su profesión, se dedica a cultivar, epicúreamente, su jardín particular, su jardín secreto, lo que le reporta bienestar y felicidad. El jardín es un lugar romántico. Según él, un antídoto contra la digitalización y la informatización del mundo.
No hace falta orientalizar Occidente, dice, porque Occidente dispone de su propio jardín oriental de literatura y delicias, que es el romanticismo, del que se declara heredero, todo un neorromántico.
¿Crítico con la pandemia? En cuanto nos obliga a fijarnos en las pantallas alejándonos del mundo y alienándonos. En ningún caso critica el tratamiento político que se ha hecho de ella, sino que se inscribe dentro de la corriente oficial.
Cuando se le pregunta por los filósofos actuales, afirma que los lee poco, que prefiere los clásicos, sobre todo Nietzsche, siempre actualísimo, y especialmente Walter Benjamin, el único filósofo al que le gustaría abrazar.
Aprecia a Giorgio Agamben, pero dice que ha desbarrado con la pandemia porque equiparó el Green Pass a un medio de control y discriminación de los ciudadanos, dando pábulo a las teorías de la conspiración, por lo que no ha rendido un buen servicio a la filosofía. Encerrado en su propia prisión, Agamben ha dejado de pensar, cautivo de su propio pensamiento. Le sugiere sin embargo al rector de la UIMP, presente ocasionalmente en la sala, que invite a Agamben el próximo curso a impartir una lección magistral, si bien es un filósofo difícil de entender por el gran público porque habla igual que escribe.
La idea agambeniana del «estado de excepción», ligada al totalitarismo, está hoy día obsoleta. No sirve para explicar el presente según Han. De eso no se da cuenta Agamben. Reconoce sin embargo que Agamben tiene obviamente razón al sostener que la pandemia trasformó la vida en supervivencia, reduciéndola a «nuda vida», pero le reprocha su conspiranoia.
Byung-Chul Han estuvo dos meses en Roma durante la pandemia. Puso como condición que lo alojaran en una casa con jardín, y fue hospedado en la lujosa Villa Massimo viviendo en su torre de marfil. Confiesa que fue muy feliz en la ciudad eterna, visitando pequeñas iglesias católicas a las que iba en bicicleta. En una de ellas, llamada San Bernardo alle Terme, tuvo incluso una suerte de revelación, como declaró a la prensa italiana: comprendió que el Espíritu Santo es lo esencialmente Otro.
Aprovechando su estancia en Villa Massimo invitó a Agamben, como buenos colegas y discípulos que son ambos de Heidegger y Hanna Arendt. Pero Agamben se disculpó enviándole un correo personal donde le decía que no podía asistir porque no tenía pasaporte cóvid, en Italia bautizado como green pass. Ni corto ni perezoso, Han hizo pública esta confesión leyendo el correo electrónico, acusando al filósofo italiano de politizar una invitación amistosa, cargando contra él en los siguientes términos en un vídeo subido a la Red:
Esto es lo que dice Han: «He invitado a Agamben a un encuentro en Villa Massimo. También el Goethe Institut le ha enviado esta propuesta. Agamben me ha respondido a mí y al director del Goethe Institut que temía no poder aceptar esta invitación porque para ambas invitaciones le sería necesario el green pass. Él no tiene green pass. Depués de recibir este e-mail he perdido mucho respeto por Agamben. Lo que hace es un abuso político de una invitación amistosa. Usa la amistosa invitación para manifestar testarudamente su problemática postura. Agamben en su avanzada edad no se deja vacunar, porque ve en la vacunación un objetivo político de dominio del Estado o porque como muchos antivacunas teme que la vacunación lo haga volverse impotente, y simplemente tonto. Yo mismo no estoy de acuerdo con el green pass en el puesto de trabajo y en particular con la amenaza que nos pueda caer encima si no se respeta la normativa. Pero aquí no nos sirve su teoría del Estado de Excepción. Solo me gustaría preguntarle si esta medida es conforme a la democracia y a la constitución. La democracia no es algo que venga dado de una vez por todas, sino algo por lo que es necesario luchar siempre. Tengo la sensación de que Agamben no sabe qué es la democracia».
Byung-Chul Han, sin embargo, sí sabe lo que es la democracia, de la que se declara firme defensor, mientras que Agamben ha cometido el 'error' filosófico de equipararla con la perfecta dictadura contemporánea, desenmascarando la más y mejor cumplida encarnación del Estado de Excepción.
Han demuestra con esta declaración que no le llega ni moral- ni filosóficamente hablando a la altura de la suela de los zapatos al maestro italiano, él sí, un verdadero filósofo viviente.
Han no es un astro de la filosofía, sino un filosofastro, es decir, un filósofo profesional sí, como él se encarga de repetir constantemente, pero un filósofo fake, un filósofo virtual, un filósofo light, un bluf que no tiene la calidad necesaria para ser considerado como auténtico filósofo.
jueves, 28 de julio de 2022
Trabajo asalariado y esclavitud
Una cita de David Graeber sobre la relación que puede haber entre el trabajo asalariado y la esclavitud pone las cosas para que las entendamos en su sitio: Los primeros contratos salariales que se conocen fueron en realidad los de los esclavos. ¿Qué os parece un modelo de capitalismo surgido de la esclavitud? Donde algunos antropólogos como Jonathan Friedman afirman que la esclavitud no era más que una versión antigua del capitalismo, nosotros podríamos argumentar fácilmente, de hecho con mucha más facilidad, que el capitalismo moderno es en realidad una versión renovada de la esclavitud. Ya no es necesario un grupo de personas que se dedique a vender o alquilar a otros seres humanos, nos vendemos nosotros mismos. Pero en definitiva no existe una gran diferencia. ('Fragmentos de antropología anarquista', edit. Virus, Barcelona 2017).
En La agonía de Eros (edit. Herder 2015) desarrolla Byung-Chul Han esta teoría: El sujeto actual del rendimiento se parece al esclavo hegeliano, si bien con el detalle de que no trabaja para el amo, sino que se explota de manera voluntaria a sí mismo. Como empresario de sí mismo es amo y esclavo a la vez. Se trata de una unidad funesta que Hegel no pensó en su dialéctica. El sujeto de la propia explotación está privado de libertad en idéntico grado que el sujeto de la explotación ajena. Si entendemos la dialéctica de amo y esclavo como historia de la libertad, no se puede hablar del final de la historia, pues todavía estamos muy lejos de ser realmente libres. Bajo esa hipótesis, hoy nos encontramos en un estadio histórico en que el amo y el esclavo forman una unidad. Somos amos del esclavo o esclavos del amo, pero no hombres libres, cosa que habría de hacerse realidad, justo al final de la historia. Y según lo dicho, la historia, entendida como historia de la libertad, no ha llegado al final. Sólo llegaría al final cuando nosotros fuéramos libres de hecho, cuando no fuéramos ni amos ni esclavos, ni esclavos del amo, ni amos del esclavo.
lunes, 7 de febrero de 2022
Byung-Chul Han y Prometeo
El capitalismo convertido en neoliberalismo convierte a su vez al trabajador en emprendedor -empresario es término ya obsoleto- que se explota a sí mismo en su empresa, y se hace amo y esclavo de sí mismo. Nos sentimos libres mientras nos esclavizamos. Somos esclavos que se creen libres. Esta libertad imaginada impide la resistencia, la revolución. Este proceso no requiere nuestra obediencia, sino el desarrollo de nuestros gustos personales y personalidad individual propia. Cada uno se somete al sistema de poder mientras se comunique y consuma, o incluso mientras pulse el botón de «me gusta» en Facebook o en Twitter. El poder inteligente no nos obliga a callarnos. Más bien todo lo contrario: nos anima a opinar continuamente en el smartphone y las redes sociales, a dar rienda suelta a nuestra libertad de expresar cualquier sandez que nos pase por la cabeza, a compartir, a participar, a comunicar nuestros deseos, nuestras necesidades, y a contar sin pudor alguno nuestra vida, esa farsa que todos llevamos a cabo (Arthur Rimbaud). Quizá no esté mal, como conclusión, recordar aquí al viejo maestro cordobés, a Séneca: Nulla seruitus turpior est quam uoluntaria. Ninguna esclavitud es más vergonzosa que la voluntaria.
martes, 11 de mayo de 2021
Byungchulhania
El último libro publicado en España del filósofo coreano que escribe en alemán Byung-Chul Han lleva por título “La sociedad paliativa” (Herder, 2021). Se trata de un breve opúsculo de 90 páginas, donde abundan las frases cortas de estilo aforístico que hacen fácil su lectura y resultan muy sugerentes.
No aporta gran cosa a las que son sus obras más significativas “La sociedad del cansancio” y, sobre todo, “Psicopolítica”. A lo que escribía allí se une aquí el análisis que hace de la pandemia.
Caracteriza el tiempo que nos toca vivir con el término “algofobia”, un miedo generalizado al sufrimiento y al dolor, que acarrea una sociedad analgésica, que no tiene el valor de enfrentarse al dolor. De ahí el título del libro: “La sociedad paliativa”.

La
sociedad que describe, nuestra sociedad, ha olvidado que el “dolor
purifica”, que opera una catarsis, y que el arte tiene que
perturbarnos y hacer que nos duela la herida.
Critica la obligación que nos hemos impuesto de “ser felices”, el imperativo “sé feliz”. Y repite la tesis que ya aparecía en su “Psicopolítica” de que el sometido no es consciente de su sometimiento. “Se figura que es muy libre. Sin necesidad de que lo obliguen desde afuera, se explota voluntariamente a sí mismo creyendo que se está realizando. La libertad no se reprime, se explota. El imperativo de ser feliz genera una presión que es más devastadora que el imperativo de ser obediente.”
El sufrimiento que genera la sociedad “se privatiza” y se convierte en un problema psicológico. Y quizá el hallazgo más importante que expone aquí es que (pág. 25): “Los analgésicos, prescritos masivamente, ocultan las situaciones sociales causantes de dolores. Reducir el tratamiento del dolor exclusivamente a los ámbitos de la medicación y de la farmacia impide que el dolor se haga lenguaje e incluso crítica.”
El análisis que hace de la pandemia no deja de ser sugerente (pág. 29): “El virus invade la zona paliativa de bienestar transformándola en una cuarentena en la que la vida se anquilosa por completo en una supervivencia. Cuanto más se reduce la vida a mera supervivencia tanto más miedo se tiene de morir. La algofobia es en último término una tanatofobia. La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que meticulosamente habíamos reprimido y desterrado. La omnipresencia de la muerte en los medios de masas pone nerviosa a la gente”.
La pandemia nos ha llevado a la histeria por sobrevivir. Constata que “Acatamos sin rechistar el estado de excepción, que reduce la vida a la mera supervivencia (…) Somos demasiado vitales para morir, y estamos demasiado muertos como para vivir”. Vuelve sobre su tesis de la autoexplotación del individuo, donde se da una flagrante lucha de clases en la que uno guerrea contra sí mismo y “la explotación por otros da paso a la autoexplotación voluntaria”, y uno es al mismo tiempo explotador y explotado.
En el último capítulo, titulado “El último hombre”, critica la tesis de Fukuyama de que el triunfo del liberalismo pondría fin a la historia. La sociedad paliativa no presupone necesariamente la democracia liberal. “A raíz de la pandemia nos encaminamos hacia un régimen biopolítico de control policial... Se acabará imponiendo la evidencia de que, para combatir la pandemia, conviene centrar la mirada en el individuo particular. Pero esta vigilancia biopolítica del individuo es incompatible con los principios del liberalismo.”
Ya
estamos viendo cómo la gestión de la pandemia nos está llevando a
renunciar a los principios liberales. “Ya el régimen de vigilancia
digital, que entre tanto está asumiendo rasgos totalitarios, socava
la idea liberal de libertad”. Y concluye diciendo que el último
hombre “no es ningún defensor de la democracia liberal. El
confort representa para él un valor superior a la libertad (...)
Cuando la dictadura interior se topa con la vigilancia biopolítica,
esta última no se percibe como opresión, pues viene en nombre de la
salud. Por eso el último hombre se siente libre en el régimen
biopolítico. Dominación y libertad coinciden aquí de nuevo (…)
Pero una vida sin muerte ni dolor ya no es una vida humana, sino una
vida de muertos vivientes. El hombre abjura de sí mismo para
sobrevivir. Posiblemente llegue a alcanzar la inmortalidad, pero
habrá sido al precio de la vida”.
jueves, 22 de abril de 2021
El homo digitalis on line
El sujeto digital es un heautontimorúmeno, víctima y verdugo de sí mismo simultáneamente, no sucesiva- ni alternativamente. Terencio acuñó esta expresión griega y tituló así una de sus comedias: significa "aquel que se atormenta e inflige castigo a sí mismo", la víctima que colabora con su verdugo, que no es otro más que él mismo. El homo digitalis puede, por lo tanto, exclamar como el personaje del poema de Baudelaire: ¡Yo soy la herida y la navaja! / ¡Soy el sopapo y la mejilla! / ¡Yo soy el cuerpo y soy la rueda, / y soy la víctima y verdugo!
El sujeto de hoy es el homo digitalis, recluso y, a la vez, guardián de su propia cárcel que es él mismo. Su biografía se reduce a su TL (timeline, en la lengua del Imperio), la línea temporal donde expone en secuencia cronológica a su propia mirada ególatra, y a la contemplación de los demás, especialmente de sus seguidores (followers, en la misma lengua), todas las ocurrencias propias y ajenas de las personas a las que sigue, tejiéndose la tupida red de un entramado social, donde las relaciones están mediatizadas por una pantalla que virtualiza la realidad desvirtualizándola paradójicamente.
El caso es que esta palabra, que en gallego se escribe liña, en portugués linha y en catalán llinya, pero se pronuncia igual en las tres lenguas, se dijo también liña en castellano viejo allá por 1220, de donde derivaron los términos actuales aliñar, que propiamente significaría “poner en línea”, y su contrario desaliñar, pero liña se perdió. Hoy nadie comprende esta vieja palabra.
Hacia 1490 se restableció la palabra latina original como cultismo línea y así ha llegado hasta nuestros días. En francés, por su parte, se dijo ligne, de donde quizá le venga al inglés no sin el influjo latino culto, line, mientras que en italiano se conservaba el adjetivo latino sustantivado linea y en rumano se dice linie.
Es curioso cómo del nombre de esta hierba, el lino, cuyo tallo se utiliza para confeccionar tejidos, y la linaza, su semilla, para extraer harina y aceite, se haya llegado al significado actual, y se diga, por ejemplo, que la linería son los tejidos de uso diario en el hogar: los manteles, las toallas la ropa de cama y demás. Esto nos lleva a la lingerie: linge en francés (evolución de ligne) era camisa, lo que uno se ponía para ir a la cama: una camisa o un camisón. Y de ahí a la lencería o conjunto de lienzos y de ahí a la ropa interior femenina. Y es que la etimología de lienzo nos retrotrae al latín linteum, que también está relacionado con el linum: en principio tejido que se hace de lino, luego de cáñamo o algodón también.