Traigo aquí a colación un par de hexámetros de Homero (Ilíada, IX, 63-64), puestos en boca del viejo y sabio Néstor, rey de Pilo, que insulta con ellos a modo de maldición a quienes aman la guerra intestina, pólemos epidémios en griego, la guerra civil -y todas las guerran son en el fondo civiles aunque las hagan los militares-, que dicen en su propia lengua: ἀφρήτωρ ἀθέμιστος ἀνέστιός ἐστιν ἐκεῖνος / ὃς πολέμου ἔραται ἐπιδημίου ὀκρυόεντος.
Suenan así en nuestra lengua en la versión de Emilio Crespo, una traducción fidedigna: “Sin familia, sin ley y sin hogar se quede aquel / que ama el intestino combate, que hiela los corazones.” Agustín García Calvo los traduce en hexámetros castellanos con rima asonante, una traducción más próxima a la música, porque es una versión rítmica que evoca la libertad y la servidumbre del verso homérico: “Hombre sin-ley es aquél, sin-hogar, sin-trato-con-buenos / que arda en amor de la guerra, heladora, peste de pueblos”.
Me lanzo, por mi parte, no sin mucha osadía, a traducir estos versos, tal y como yo los entiendo, fundiendo los hallazgos de ambas versiones: “Un sin-hermanos-ni-amigos, sin-ley, sin-hogar es el hombre / que ama la guerra civil que hiela los corazones”.
Y retomo el epíteto “epidemios”, sobre-el-pueblo, que Homero aplica a la guerra -pólemos-, y que será el origen de nuestro sustantivo “epidemia”, y la sugerencia del filósofo italiano Giorgio Agamben, quien en el artículo que publicaba el 2 de mayo de 2020 titulado “La medicina come religione”, que puede leerese traducido entero salvo el último párrafo aquí mismo, presenta a la medicina, aparición de la vieja “ciencia”, como la nueva religión laica de nuestro tiempo, que, como toda religión, entraña una guerra religiosa basada en la fe de su férreo sistema de creencias que no puede ponerse en duda.
Escribía allí Agamben que este “pólemos epidemios” era la nueva guerra civil mundial que desde un punto de vista político toma el lugar de las guerras mundiales tradicionales, sustituyendo incluso a las recientes guerras contra el terrorismo. ¿En qué consiste esta guerra? Se plantea entre una lucha contra el virus, epifanía del Mal, que potencialmente podemos portar todos en nuestro interior.
Una de las armas que utiliza es, además de la distancia social, la mascarilla, que se esgrime a modo de escudo protector contra el Maligno. Mucha gente, cuando pasea en soledad, se desprende de ella a fin de poder respirar mejor a pleno pulmón, lo que es lógico y comprensible, pero se apresta enseguida a embozársela cuando ve que va a cruzarse con alguien, no vaya a ser que el Maligno, que puede estar dentro de alguno de ambos contagie a la otra persona...
Como dice Agamben en el citado artículo: “Todas las naciones y todos los pueblos están ahora permanentemente en guerra consigo mismos, porque el invisible y escurridizo enemigo con el que están luchando está dentro de nosotros.”
Esta guerra civil que se cierne sobre y contra el pueblo, pólemos epidemios, nos trae a colación aquella otra guerra de Heraclito de Éfeso, la guerra de la razón contra la realidad y falsedad del mundo.
Leamos el fragmento 53 de Heraclito: πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι, πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους. Dice literalmente: Guerra de todos es padre, de todos rey, y a los unos los señaló dioses, a los otros hombres, a los unos los hizo esclavos, a los otros libres. ¿Por qué
la guerra es el padre y no la madre de todo?
No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.
No nos dejemos llevar por las apariencias del género gramatical de las lenguas que lo tienen. En griego la palabra “guerra”, pólemos, es masculina, mientras que en castellano es femenina. La guerra, para Heraclito, es “patér”, título que comparte con Zeus, “padre de hombres y dioses”, y por otro lado es “basileús” “rey”. No hace falta, como han hecho algunos traductores, recurrir a un sinónimo de “guerra” de género masculino como es “combate” para traducir el texto: “El combate es el padre de todas las cosas”. No es necesario llegar a tanto porque se pierde mucho por el camino.
Acaba Agamben su artículo diciendo que la filosofía, como ha sucedido a lo largo de la historia, deberá luchar contra esta nueva religión, que ya no es el cristianismo, ni siquiera el capitalismo, sino la ciencia y sus artículos de fe. Los amantes de la verdad, que son aquellos que no la poseen pero que la buscan y denuncian las mentiras dominantes, serán excluidos, insultados y acusados de difundir noticias falsas y teorías de la conspiración, cuando no censurados y considerados herejes.
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