Una periodista, cuyo nombre propio no viene al caso, escribía en una revista dirigida a conformar la opinión pública un artículo titulado “Cambios sucesorios”, donde, entre otras cosas, decía lo siguiente: “... no parece lógico que en pleno siglo XXI, se siga aplicando la ley Sálica...”
La Ley Sálica la introdujo en España Felipe V de Borbón en 1713, procedente del país vecino -galo o salio, que también así se llama; de ahí su nombre-. Prohibía, en efecto, reinar a las mujeres. Fue derogada por Fernando VII mediante la Pragmática Sanción de 1789, publicada al año siguiente. De hecho al abolir la ley Sálica, Fernando VII produjo una crisis en la sucesión del trono entre los que estaban a favor de su hija Isabel II y los partidarios de su hermano Carlos, provocando la primera guerra carlista. Por eso, a la muerte del monarca en 1833, ocupó el trono su hija Isabel II.
Así decía la citada ley sálica en latín: Nulla
portio hæreditatis de terra Salica mulieri veniat, sed ad virilem
sexum tota hæreditas perveniat. O sea: que
ninguna porción de la herencia de la tierra sálica vaya para la
mujer, sino que toda la herencia le corresponda al sexo varonil.
En España, por lo tanto, no está vigente la ley Sálica desde hace 187 años.
Lo que rige, y que la mencionada periodista confunde, como mucha otra gente, es un artículo de nuestra Constitución que aún está vigente y que establece la preferencia de los varones sobre las féminas a la hora de reinar. De hecho, si la reina Letizia tuviera un hijo varón ahora mismo, éste, según nuestra Constitución, estaría llamado, como príncipe heredero, a ocupar el trono por delante de la infanta Sofía y de la actual princesa Leonor. Este hecho, bastante poco probable (?), haría seguramente que se modificara nuestra Charta Magna haciendo que prevaleciera el derecho de primogenitura independientemente del sexual.
En estos tiempos que corren (“en pleno siglo XXI”, como escribía la anónima periodista) hay quien piensa que debe modernizarse y derogarse dicho artículo de nuestra Charta Magna que da preferencia al varón, habida cuenta de la discriminación sexual que supone para las féminas. Esto supondría, si tuviera efectos retroactivos, que en España reinara la infanta Elena, por ser la primogénita, en lugar de Felipe VI, que está reinando por ser varón, pero que de hecho es el más joven de los hijos del monarca emérito: a día de la fecha tiene 52 años, mientras que sus hermanas tienen Cristina 55 y Elena tiene 56.
Claro está que la cosa es un poco más compleja de lo que
parece a simple vista. Porque si el sexo no lo determinan los
cromosomas, sino que es una elección libre del individuo, que puede
sentirse a gusto dentro de su propio cuerpo o a disgusto y atrapado en
él, cualquier individuo personal puede operarse para cambiar de sexo. La infanta Elena, por ejemplo,
podría someterse ahora mismo a una operación de cambio de sexo y
reclamar el trono de España, sin necesidad de modificar la Constitución, para lo que quizá también sería menester que cambiara de nombre en el Registro Civil.
Consideramos, sin embargo, algunos que sería más interesante la derogación de la Pragmática y la implantanción de una nueva Ley Sálica -"en pleno siglo XXI"- que, además de impedir reinar a las mujeres como la vieja, impida también a los varones asentar sus posaderas en el trono y exhibir su testa coronada.
Estoy seguro de que así y sólo así desaparecería la discriminación sexual y la heráldica, porque de esta manera nadie sería más que nadie ni por haber nacido antes ni por el sexo que tenga entre las piernas o con el que se identifique.
No puedo dejar de hacerme eco aquí, para acabar, de aquellos versos populares de Lorca: Si tu padre quiere un rey, / la baraja tiene cuatro: /rey de oros, rey de copas, / rey de espadas, rey de bastos. / Corre que te pillo, / corre que te agarro, / corre que te lleno, / la cara de barro.
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