viernes, 7 de junio de 2024
Ante la impostura de los comicios europeos
sábado, 13 de enero de 2024
'Europa' quiere fichar a una cantante norteamericana para animar a los jóvenes a votar
martes, 9 de enero de 2024
Contra el sufragio universal femenino (y masculino).
lunes, 10 de julio de 2023
Comunicado del Partido Inexistente
Ante el manifiesto firmado por ciento ochenta personalidades del mundo de la cultura del espectáculo y del espectáculo de la cultura tales como Almodóvar, Rozalén o Buenafuente animando a los ciudadanos y a las ciudadanas a ir a los colegios electorales el 23J como está mandado a depositar sus votos contra la “ofensiva conservadora”, al grito de “A las urnas, ciudadanos”, que tanto recuerda el “Aux armes, citoyens” de la beligerante Marsellesa, y que viene así a equiparar las “urnas” con las “armas”, como si aquellas fueran, al igual que estas según el himno nacional francés, medios o instrumentos para alcanzar la inalcanzable libertad, el Partido Inexistente comunica que no ha firmado ni firmará nunca dicho manifiesto.
Consideramos, desde el Partido Inexistente, que la oposición entre conservadores y progresistas, como la subyacente de derechas e izquierdas, es falsa. Como escribió Adorno, "la libertad consiste no en elegir entre blanco y negro, sino en escapar de toda alternativa preestablecida", y para eso, decimos nosotros, no hay que elegir, hay que huir del juego de las falsas elecciones.
El Estado necesita simultáneamente conservarse progresando y progresar conservándose. El régimen democrático dominante se fundamenta en la alternancia de ambas necesidades: conservar el sistema tal como es y aplicarle medidas de mejora -parches- en el sentido de progreso, es decir, de avance garantizando así su permanencia.
Ante esta situación, el Partido Inexistente (PI) quiere denunciar que tanto los unos como los otros mienten y que mintiendo colaboran con el sistema: porque gobernar es mentir, es decir, ocultar la verdad. Los unos quieren conservar el Régimen sin ponerlo en cuestión, los otros quieren que progrese, es decir, que mejore, lo que no cuestiona su existencia, sino solo su funcionamiento, fortaleciéndolo al fin y a la postre.
La mejora de las condiciones laborales no acaba con la explotación laboral del trabajo asalariado, sino que la justifica de alguna manera haciéndola más llevadera al otorgarle un aspecto más humano, o como prefieren algunos, más humanitario, cuando el problema es el sistema mismo, el Régimen inhumano.
jueves, 22 de junio de 2023
¿Disolución de la Cámara Alta?
Un simpatizante afín en parte al Partido Inexistente nos hace llegar esta reflexión ante las próximas convocatorias electorales: Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación: ¿Qué pasaría si en las próximas elecciones generales al abrir las urnas y proceder al recuento de votos aparecieran vacíos todos los sobres de las papeletas para el Senado? La interpretación más lógica sería que los españoles no queremos senadores ni senatrices, por lo que debería, democráticamente hablando, disolverse la Cámara Alta.
Gramáticos tardíos
latinos como Prisciano (siglo V) recogen el término 'senatrix',
forma femenina de 'senator' (paralela a 'actor/actrix',
'imperator/imperatrix'...), no porque hubiera entonces mujeres en el Senado
-cosa que no se verá hasta la modernidad- sino más bien porque era
un procedimiento vivo mecánico que tenía la lengua de generar agentes
femeninos sustituyendo el prefijo -tor por -trix. En cualquier caso, estos términos en la antigüedad, habida cuenta del nulo empoderamiento femenino, se entendían en primer lugar como “la mujer de...”. De ahí que,
por ejemplo, senatriz de entenderse de alguna forma sería la
mujer del senador, antes que la senadora propiamente dicha como se entiende en la modernidad, una vez equiparados el timbre masculino y femenino de la voz de mando.
Si metemos, pues, la papeleta del Senado en blanco y no sale ningún voto nominal, no podrá nombrarse a ningún senador ni senatriz. Tengamos en cuenta que países de nuestra órbita como Noruega, Suecia o Dinamarca no tienen Senado, y ni falta que les hace. Y no les va mal por eso, sino por el contrario.
Se trata, sin duda, de una cámara innecesaria, una rémora prescindible de los tiempos de Maricastaña, de cuando el imperio romano, por lo menos, que camuflaba al paso de sus legiones y el estandarte del águila la equiparación torticera del pueblo (POPVLVS) con sus gobernantes (SENATVS), como se hace hoy cuando se identifica al pueblo con el Estado o régimen que lo gobierna, bajo el estandarte de las siglas SPQR correspondientes a Senatus PopulusQue Romanus ('el senado y el pueblo romano').
Los que propugnamos la disolución de esta cámara alta, que es sin duda una reminiscencia del consejo de ancianos de las antiguas gerontocracias, propugnamos también la abolición de la monarquía, que, además, se encuentra en vías de extinción en casi todo el mundo en favor de regímenes republicanos. Parece que se trata de un proceso natural que nosotros podemos contribuir a acelerar. ¿Por qué tenemos nosotros, españoles, que mantener a 260 senadores y senatrices y una dinastía monárquica borbónica?
Si disolvemos el Senado, nos ahorraremos varios miles de millones de euros al año. También ahorraremos mucho aboliendo la pensión vitalicia de estos senadores y senatrices, Padres y Madres de la Patria, ya que los demás tenemos que trabajar, currar de verdad como cabrones, muchos más años que ellos para podernos jubilar. No tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas.
Desde el Partido Inexistente, por nuestra parte, añadimos la siguiente reflexión: ¿Por qué vamos a quedarnos simplemente ahí, reclamando la disolución del Senado y de la monarquía?
Demos un paso más, y preguntémonos: ¿Por qué no hacemos extensiva esta protesta contra la Cámara Alta a todos los diputados y diputadas del Congreso? ¿Por qué vamos a querer reformar el sistema democrático vigente, disolviendo la Cámara Alta, cuando ambas cámaras han demostrado su insolvencia total e inoperancia? ¿No sería mejor prescindir de cualquier cámara alta o baja y de cualquier forma o régimen de gobierno tanto monárquico como republicano?
¿Qué nos va a pasar si
no tenemos gobierno? ¿Iba a pasarnos algo malo? No lo sabemos, pero
sí sabemos a dónde nos ha llevado el hecho de tener gobiernos y el
gobierno que tenemos. Lo otro, el caos y la anarquía que dicen los partidos existentes, no puede ser peor. Lo que nos está pasando es lo peor que podía sucedernos. Sólo tenemos una cosa que perder para librarnos de
nuestras cadenas: el miedo a la libertad. Ni electores ni elegidos. Ni Cámara Alta ni Cámara Baja, camaradas. Ni Senado ni Congreso. Ni senadores ni senatrices. Ni diputados ni diputadas. Ni electores ni elegidos. Ni rey ni reina. El mejor gobierno: Ningún gobierno.
viernes, 16 de junio de 2023
Resultados electorales
Dicen que la democracia es el gobierno del pueblo, pero el pueblo no quiere ningún gobierno. Son los gobiernos los que quieren que haya un pueblo que los elija, que los apoye, que los sustente sometiéndose al dictado mayoritario de las urnas.
A los indignados les dijeron: "Si queréis que os tomemos en serio, presentaos a las elecciones, y dejad de ser un hatajo de mastuerzos". Y ellos, tontos de ellos, se presentaron a las elecciones y enterraron en las urnas su indignación entrando por el aro como domadas fierecillas.
martes, 13 de junio de 2023
El error del pueblo, votar (del Partido Inexistente)
Hace ya años, en 1977, cuando el Partido Comunista Griego quedó fuera del Parlamento de su país al no obtener los votos necesarios para ello, su secretario general Babis Dracópulos hizo unas declaraciones muy significativas: “el pueblo también tiene derecho a equivocarse”. El pueblo griego, convertido en electorado, se había equivocado no votando a su partido, y excluyéndolo del Parlamento. Tenía razón el secretario general, pero no porque no hubiera sido elegido su partido, sino porque el pueblo que vota siempre se equivoca, sea lo que sea lo que vote; gane quien gane el pueblo siempre pierde.
Más modernamente, en 2020, vino a decir algo parecido, si no era lo mismo, José, alias “Pepe”, Mújica, que fue presidente de Uruguay, a propósito de la elección de Bolsonaro con un apoyo popular importante en el Brasil: “No debe sorprendernos, entonces, que nuestros pueblos a veces acierten y a veces se equivoquen. Tienen todo el derecho a equivocarse”. La equivocación del pueblo brasileño consistía, según el exdirigente uruguayo, en haber votado al tal Bolsonaro. Pero hubiera dado igual que hubiera votado a su rival. No por ello habría dejado de equivocarse, porque el error es votar.
Mucho antes que ambos ya lo había formulado otro político, como ellos, del derechas, Jose Batlle y Ordóñez (1856-1929), que fuera presidente del Uruguay antes que Mújica precisamente: “No es que el pueblo nunca se equivoque, sino que es el único que tiene el derecho de equivocarse.” Parece que más que un derecho es un deber el de equivocarse, como el voto, que se considera ambas cosas contradictorias. ¿Cómo no va a equivocarse el pueblo si elige delegar su soberanía?
Lo que vienen a decirnos estas declaraciones de diversos políticos es que equivocarse es característico del pueblo. Podríamos decirlo en latín en tres palabras: errare populi est. En seguida se nos revela que este latinajo inventado sería una variante de aquel otro, tantas veces reiterado, que dice en su primera parte: errare humanum est..., y que en su segunda parte se muestra enseguida como cristiano por la mención del demonio: ...perseuerare autem diabolicum: Equivocarse es humano, pero perseverar es diabólico. Este dicho está inspirado en Cicerón, quien en una de sus filípicas sentenció: cuiusuis hominis est errare, nullius nisi insipientis perseuerare in errore: es propio de cualquier ser humano equivocarse, perseverar en el error sólo es propio del necio.
Otro adagio latino que nos viene a las mientes reza: uolgus uolt decipi: el vulgo quiere ser engañado. Es la voluntad (uolt) del pueblo (uolgus) que lo engañen (decipi). Hay una variante que sustituye el pueblo por el mundo que viene a decir lo mismo: mundus uolt decipi, ergo decipiatur: El mundo quiere que lo engañen, pues que sea engañado.
Pero como también reza otro refrán, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, lo que podría aplicársele sin mucho empacho al pueblo, cuando vuelve a elegir, como si supiera lo que quiere, expresando su voluntad mediante un voto de confianza. Y ahí es donde el pueblo soberano se equivoca porque cree saber, y no reconoce que no sabe lo que hace.
Siempre que vote perseverará en el error -eso es lo único diabólico- delegando su soberanía en un individuo personal, sea quien sea, porque los cabezas de listas o jefes ilustres, cuyos nombres propios e imágenes y declaraciones cacarean a todas horas los medios de (in)formación de masas -y las masas democráticas son los electores censados- son los santones que en las ocasiones solemnes de los mítines -y no hay nada más litúrgico, fascista y religioso en el peor sentido de la palabra que un mitin político, que tanto se parece a la celebración de la eucaristía donde los fieles repiten de memoria las consignas y oraciones del misal como papagayos y no pueden objetar nada a lo que dice el sacerdote porque es palabra de Dios y enseguida serían expulsados por el servicio de orden- ofician en traje de ceremonial etiqueta para conseguir los votos del pueblo, es decir, que el pueblo se someta al sacrificio declarando su voluntad de ser el rebaño del buen pastor.
El error es consustancial al pueblo que vota y al ser humano siempre que haga una elección. Cualquier decisión de delegación política de su soberanía será errónea. El sistema se encargará, sin embargo, de defender su derecho a equivocarse, eligiendo soberano, pero podría no hacerlo si se niega a elegir, como propone el Partido Inexistente, o eligiendo al único candidato que no le defraudará: Nadie.
Como escribía Martínez Ruiz en La voluntad a propósito de los políticos profesionales que se presentan a la feria y farsa electoral: "No hay cosa más abyecta que un político; un político es un hombre que se mueve mecánicamente, que pronuncia inconscientemente discursos, que hace promesas sin saber que las hace, que estrecha manos de personas a quienes no conoce, que sonríe siempre con una estúpida sonrisa automática… Esta sonrisa, Azorín la juzga emblema de la idiotez política."