Ante la convocatoria electoral que padeceremos los europeos en mayo de este año, y las autonómicas de las taifas españolas del País Vasco y de Galicia allá por el mes de julio, rescatamos del olvido de la memoria colectiva y reivindicamos, por iniciativa del Partido Inexistente, la figura de Anna Mahé (1882-1960), maestra de escuela partidaria de una reforma de la ortografía francesa, teórica y practicante del amor libre y compañera de Albert Libertad, que asumió la administración del semanario francés L'anarchie -con inicial minúscula por su rebeldía contra las mayúsculas- junto a su hermana Amandine durante la detención de Albert Libertad, autora de un artículo sobre el voto femenino que viene a romper la corrección política que reina sobre este tema.
El texto que reproduzco fue publicado en L'anarchie el jueves 3 de mayo de 1906. En él Anna Mahé se enfrenta a las feministas sufragistas que exigían el voto para las mujeres -algo que desde la óptica progresista actualmente vigente se considera un progreso de la humanidad en su carrera por obtener "derechos"- utilizando el argumentario clásico de los anarquistas contra el voto como sumisión a la autoridad por delegación de la soberanía. Su artículo radiografía la divergencia fundamental de análisis y estrategia entre el movimiento feminista de las sufragistas y el movimiento libertario que se ha dado en llamar anarcofeminista.
El artículo se titula La mujer y el voto.
LA MUJER DEBE VOTAR.
PADECE LAS LEYES Y LOS IMPUESTOS.
Queremos el sufragio universal
Y no el sufragio unisexual.
Tal es, según parece, el texto de los carteles colocados por los miembros de un grupo feminista: La Solidarité des femmes.
Espero que todo el mundo comprenda la lógica y la absoluta utilidad de esta reivindicación de las mujeres. Nosotras sufrimos las leyes y los impuestos. Tengamos al menos la satisfacción y el consuelo de decir: Hemos contribuido a hacer esas leyes; hemos contribuido a fijar el tipo de estos impuestos. Estamos al mismo nivel que los hombres, el pueblo soberano; cada cuatro años podemos expresar nuestra voluntad nombrando a nuestros amos, e incluso a nuestras amas. Estoy acostumbrada a ver a mi alrededor sólo individuos con los mismos intereses y las mismas necesidades, y sin embargo hoy es como mujer, y sobre todo a las mujeres, a quienes quisiera dirigirme.
Quisiera decir:
"Mujer, durante siglos estuviste duramente encadenada. Eras la bestia doméstica en la que satisfacían sus deseos, la bestia que tenía que servir al amo, criar a los hijos y mantenerse humildemente al margen de todos los asuntos sociales.
En los tiempos en que la inteligencia se llamaba "alma", hubo un largo debate sobre si tenías alma; si eras un ser inferior que debía obediencia ciega a tu amo.
Han pasado siglos. De forma menos dura, porque la vida se ha vuelto más refinada y la brutalidad más hipócrita, tu destino parece menos miserable. En realidad, ¿es mucho mejor que la suerte de la mujer de siglos pasados? Sigues siendo inferior, una esclava que sólo puede doblegar a su nivel al hombre que vive a tu lado.
Y, sin embargo, te invade un deseo de emancipación. Te atreves a levantarte y decir: "Padecemos los mismos sufrimientos que los hombres, queremos buscar con ellos la verdad".
¡Cuántas risas y cuántas iras acogen este despertar! ¡Cuántas burlas! ¡Ah! Por supuesto, los primeros pasos son vacilantes. Todavía estás intentando liberarte, mujer, y no ves el poco valor de los medios que quieres utilizar. Te levantas demasiado con el deseo de ser igual al hombre, de tener "los mismos derechos", sin preocuparte de si "esos derechos" tienen algún valor real. Guardas contra tu propio trabajo, un rencor sordo que has ido acumulando durante siglos. Eres feminista porque no has sabido comprender que el hombre sufría tanto como tú por esta dependencia en la que te ha tenido y que le degrada a él también.
Quieres ir a votar, mujer, quieres nombrar a tus amos, tener el mismo derecho que el hombre a la esclavitud social. Piénsalo... Mira a tu alrededor. Sufres como un hombre la arbitrariedad. ¿Qué locura es ésta?
Mujer, en los muros de París, en los muros de todas las ciudades, deberías poner estas palabras:
"Quien vota crea amos.”
Sufrimos las leyes arbitrarias impuestas por los amos.
No queremos el sufragio universal, es decir, el derecho de las mujeres y de los hombres a elegir a los amos, como no queremos el sufragio unisexual actualmente en vigor; no queremos el "derecho" a votar, porque no queremos amos que no elegiríamos como tampoco queremos los que nos impondrían.
Anna Mahé