El
verbo 'tantalizar' es un calco del inglés tantalize (pronunciado
tantaláis), atestiguado en la lengua de Chéspir desde 1597
como 'someter [a alguien] a un tormento consistente en ofrecer, a
través de la vista o de promesas, algo deseado que no se puede
conseguir''. En francés está registrado desde al menos 1755
tantaliser (pronunciado tantalisé) con el mismo significado.
En castellano no está incluido todavía en el diccionario de la
docta Academia, pero se usa con la acepción anglosajona y francesa
como sinónimo de atormentar a alguien mostrándole placeres que no
puede alcanzar.
Un ejemplo de su uso en la prosa de Ernesto Sábato: Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica. La televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz que con su intensidad nos toma.
¿Cuál es el origen de este vocablo? Se basa en el nombre propio de Tántalo, uno de los míticos pobladores del Hades o infierno de los antiguos, castigado por los dioses a sufrir un hambre y sed eternas.
Tántalo con el agua al
cuello intentando tomar las manzanas
Tántalo es célebre en
la mitología por el castigo que tuvo que sufrir en los Infiernos.
Sin embargo no hay acuerdo entre los autores sobre cuál fue el
motivo. De la descripción de su tormento hay también
dos versiones: se hallaba en los Infiernos colocado debajo de una
enorme roca que amenazaba siempre con caer, a modo de espada de
Damoclés; pero que se mantenía en eterno equilibrio; o que,
sumergido en agua hasta el cuello, no podía beber y calmar su sed
porque el líquido elemento retrocedía cada vez que trataba de
introducirlo en su boca (... a su
barba llegábale el agua, / y, extenuado de sed, no podía llegar a catarla); y una rama cargada de manzanas pendía sobre su cabeza, pero si levantaba el brazo e
intentaba tomar la fruta para saciar su hambre, la rama se levantaba
bruscamente y quedaba fuera de su alcance. Es este último tormento
el que más han reflejado las artes gráficas.
La figura de Tántalo
aparece quizá por primera vez en la historia de la literatura en la Odisea de Homero, concretamente en el
descenso a los infiernos de Odiseo, o sea Ulises, donde nos lo
presenta en estos hexámetros: Luego a Tántalo vi padeciendo penas amargas /
puesto de pie en un lago que hasta el mentón le llegaba; / muerto de
sed se veía, mas no conseguía saciarla; / pues cada vez que el
viejo ganoso a beber se agachaba, / iba menguando el agua que huía,
y entre sus patas / negra brotaba la tierra, que un genio divino
secaba. / Y árboles de altas copas su fruto por cima le daban: /
abarrotados perales, granados, pomar de manzanas, / dulces higueras
de miel y olivos de olivas que cuajan. / Cuando el viejo quería
alcanzar con su mano a tomarlas, / un vendaval las subía a las nubes
encapotadas.
Tántalo, Justin McElroy
(diseñador gráfico)
Lucrecio en su De rerum
natura libro III, versos 980 y 981 se hace eco del castigo de la roca amenazante: "nec miser
inpendens magnum timet aëre saxum / Tantalus, ut famast, cassa
formidine torpens": ni Tántalo, el pobre, está -colgada en el
aire- temiendo / la enorme roca que caiga, en vano helado de miedo.
Reflexiona en ese texto Lucrecio sobre cómo los tormentos
infernales, que de por sí son imaginaciones absurdas, trasladan las
penas y miserias de esta vida al reino de los muertos. Por eso dice:
"Y aquello, sin duda, todo que en los profundos infiernos /
contado nos han que lo hay, todo en vida aquí lo tenemos".
Viene a
decirnos Lucrecio que el suplicio de Tántalo es nuestro propio suplicio. Sólo
hay que cambiar el nombre de Tántalo por el nuestro propio, como nos
advirtió Horacio en unos hexámetros
de la primera de sus sátiras: Tantalus
a labris sitiens fugientia captat / flumina – quid rides? mutato
nomine de te / fabula narratur. El
poeta lo dice bien claro: Tántalo
quiere sediento beber de sus labios el agua / que huye. ¿Por qué
sonríes? Cambiándole el nombre, de ti habla / esta historia.
Tántalo, Giambattista
Langetti (1625-1676)
Eduardo Galeano escribió
en "Lecciones de la sociedad de consumo" una reflexión penetrante sobre cómo la publicidad, o sea, la televisión, nos tantaliza: El suplicio de
Tántalo atormenta a los pobres. Condenados a la sed y al
hambre, están también condenados a contemplar los manjares que la
publicidad ofrece. Cuando acercan la boca o estiran la mano, esas
maravillas se alejan. Y si alguna atrapan, lanzándose al asalto, van
a parar a la cárcel o al cementerio. Manjares de plástico, sueños
de plástico. Es de plástico el paraíso que la televisión promete
a todos y a pocos otorga. A su servicio estamos. En esta
civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas
cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las
cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te
programa, la TV te ve.
Tántalo y Sísifo en el Hades, August Theodor Kaselowky (c.1850)