Traigo aquí unos versos (90-94) del canto XIX de la Ilíada de Homero en tres traducciones diferentes para presentar a Ate, un significativo personaje femenino de la mitología griega, con distintas versiones de su nombre propio, que en realidad es un nombre común ascendido de categoría que en principio remonta a un verbo ἀάομαι aáomai que significa "turbar el espíritu, trastornar, engañar". He aquí los mentados versos en boca de Agamenón, que trata de justificarse, en su versión original: ἀλλὰ
τί κε ῥέξαιμι; θεὸς διὰ πάντα
τελευτᾷ, / πρέσβα Διὸς θυγάτηρ Ἄτη,
ἣ πάντας ἀᾶται, / οὐλομένη. τῇ μέν
θ᾽ ἁπαλοὶ πόδες· οὐ γὰρ ἐπ᾽
οὔδει / πίλναται, ἀλλ᾽ ἄρα ἥ γε κατ᾽
ἀνδρῶν κράατα βαίνει / βλάπτουσ᾽
ἀνθρώπους· κατὰ δ᾽ οὖν ἕτερόν γ᾽
ἐπέδησεν.
Comenzamos por Rubén Bonifaz Nuño, que traduce Ate por Ajenación: ¿Pero qué iba yo a hacer? Lo cumple todo una diosa, / la augusta hija de Zeus, Ajenación, que a todos engaña, / funesta; y los pies de ella, tiernos, pues no sobre el suelo / se apoya, pero ella en las testas de los hombres camina, / golpeando a las gentes, y encadenó a uno de dos, a lo menos.
Continuamos con Emilio Crespo Güemes, que traduce Ate por Ofuscación: Mas ¿qué podría haber hecho? La divinidad todo lo cumple. / La hija mayor de Zeus es la Ofuscación y a todos confunde / la maldita. Sus pies son delicados, pues sobre el suelo no / se posa, sino que sobre las cabezas de los hombres camina / dañando a las gentes y a uno tras otro apresa en sus grilletes.
Y acabamos la muestra con Agustín García Calvo, que traduce Ate por Yerra, que sólo figura en el diccionario de la RAE como variante de hierra, con el significado de acción de marcar con hierro al ganado. Sin embargo figura yerro (del latín errare: vagar, vagabundear, equivocarse) como falta o delito cometido, por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas de un arte, y absolutamente, contra las leyes divinas y humanas. Por lo que yerra, su femenino, es neologismo creación de García Calvo para este personaje: Mas ¿qué iba yo a hacer?: diosa es la que cumple y trae todo eso, / Yerra, la hija de Zeus veneranda, que a todos en yerro / hunde, maldita; suaves sus pies: pues nunca en el suelo / pisa, que sobre cabezas de hombres anda con tiento / a hacerlos caer; y a uno que otro atrapa de cierto.
Nix, la Noche Gustave Moreau (1880)
¿Quién es esta Ate? Según el padre Homero, Ate es la culpa que a todos ciega, hasta a Zeus mismo, cuando Hera lo engañó a propósito del nacimiento de Heraclés, al que ella odiaba con toda su alma. Zeus anunció solemnemente a los dioses que el niño que iba a nacer era hijo suyo que reinaría sobre todos los hombres, pero Hera detuvo el parto inminente de Heraclés y adelantó el de Euristeo, por lo que Zeus, cuando se dio cuenta del engaño del que había sido objeto por parte de su hermana y esposa, arrojó del cielo a Ate, personificación del engaño.
Me da a mí que el día en que Zeus echó del monte Olimpo a patadas a su hija mayor Ate,
por haberle engañado y confundido debió de coincidir con el día en que la Justicia,
Astrea, la Virgen, abandonó nuestro planeta en plena Edad de Hierro y
subió a los cielos y se catasterizó como la constelación de Virgo.
En los versos 126-131 del mismo canto, se narra este episodio de la expulsión del cielo: Y al punto a Yerra agarró por sus bien-ungidos cabellos, / en sus entretelas dolido, y juró con juro muy recio / que nunca al Olumpo ya más ni a los estrellares del cielo / a entrar volvería Yerra, la que hunde a todos en yerros / (tal dicho, a revuelta de brazo, del cielbo abajo sereno / él la arrojó; y cayó en las humanas obras de presto).
Se puede considerar, por lo tanto, que a raíz de esa expulsión abunda la mentira en la Tierra. El diccionario de griego-francés de
Anatole Bailly define Ate por un lado como azote enviado por los
dioses como castigo por una falta, en parte ceguera espiritual,
extravío, locura. También es la falta cometida a consecuencia del
extravío del espíritu. Usada en plural la palabra, significa 'engaños,
mentiras'. Como consecuencia de todo ello, Ate es también la
desgracia, la ruina misma. Y por otro lado, Ate es también la Fatalidad, la
diosa de la desgracia que inspira todas las malas acciones y que
provoca todas las calamidades. Como diosa del castigo y de la
venganza, se la equipara a veces con las Erinias.
Ate es para Pierre Grimal la
personificación del Error, una divinidad ligera, cuyos pies solo se
posan sobre la cabeza de los mortales sin que ellos lo sepan.
Hesíodo en la Teogonía (vv. 226-232) dice que es hija de Eris, la Discordia y hermana y compañera de la Ilegalidad, por lo que la considera la personificación de la falta o de la injuria, especialmente de la debida a la obcecación de la mente: La aborrecible Eris produjo el molesto Trabajo, el Olvido, el Hambre, los lacrimosos Dolores, los Combates, las Peleas, los Asesinatos, las Batallas, las Matanzas de hombres, los Discursos mendaces, las Disputas, la Ilegalidad con Ate, su compañera (Δυσνομίη τ' Ἀάτην τε, συνήνθεας ἀλλήλλῃσιν) y a Horco, el que más daña a los terrestres hombres cuando perjuran voluntaraimente (traducción de Luis Segalá y Estaleya). A veces se identifica a la hija con la madre. No menciona a su padre, que según Homero era Zeus.
Eris, la Discordia, hija de la Noche y madre de todas las calamidades.
Cuenta la leyenda que cuando Zeus precipitó a su hija Ate desde lo alto del Olimpo, fue a caer allá en Asia Menor, en una colina que tomó su nombre, la colina de Ate, donde Ilo levantó la ciudad de Ilión, o sea Troya, por error. Por eso acabará
siendo destruida. Pero lo importante no es esa ciudad, origen de la
primera guerra mundial, sino el hecho de que Zeus al arrojarla del
cielo, le cerró para siempre las puertas del Olimpo, y por eso el
Error es una triste herencia de la Humanidad que habita entre nosotros y puede llevarnos a cometer un acto alocado y desastroso que acarree nuestra ruina y la de los demás.
«ceguera espiritual, extravío, locura...
ResponderEliminary obcecación de la mente» una vez que la ofuscación mediática guía, insiste y deja al vivir sin otra función y referencia que contemplar la luminiscencia y sumarse al gorjeo que los dispositivos emiten. «Triste herencia» a la que nos entregamos con virulencia.