No sólo los antiguos creían en los mitos. También los modernos creemos en ellos,
otros mitos pero mitos al fin y a la postre. El problema es que muchas
veces nos pasa desapercibido el carácter mítico de nuestras propias
creencias, de nuestras supercherías; tan nuestras que son y tan firmes y
arraigadas como las tenemos, no somos capaces de verlas en primer lugar
y de cuestionarlas mínimamente con sentido crítico en última y no menos
importante instancia.
El rapto de Europa Max Beckmann (1933)
Un buen ejemplo puede ser el mito de Europa, de la que tanto se oye hablar últimamente a propósito de la Unión Europea. Para los antiguos, Europa era una princesa fenicia de la que se enamoró Zeus o Júpiter, que le decían los romanos, cuando la vio jugando con sus amigas en la playa de Sidón, o de Tiro, según otras fuentes. El dios, enardecido de amor por la belleza de la muchacha, se transformó en un toro de resplandeciente blancura
y cuernos en forma de luna creciente -"media Luna los cuernos de su
frente", que cantó Góngora-; y se tumbó mansamente a los pies de la
doncella. Ella, asustada al principio, cobró ánimo y acabó confiándose,
acariciando al toro y sentándose sobre su lomo, momento en el que la
bestia aprovechó para lanzarse al mar y llevársela consigo.
La travesía, rumbo a Occidente, acabó en la isla de Creta, donde
el dios -el "mentido robador de Europa" según el verso gongorino o el "engañoso toro" según el hendecasílabo de Lope- que la raptó se une carnalmente a la virgen, y,
como recompensa, otorga el nombre propio de la princesa a esa parte del mundo donde se había producido su unión: había nacido Europa como fruto de un rapto y de una violación.
El rapto de Europa, Tiziano (1562)
El toro, cuya forma había adoptado Zeus se convirtió, posteriormente, según la leyenda, en una constelación que fue colocada entre los signos del zodíaco y que conserva, como cultismo, su antiguo nombre: tauro.
Así canta el poeta Horacio, en su Oda III, 27, versos 25-76 la historia
en estrofas sáficas (tres hendecasílabos al modo de Safó de Lesbos y un adonio, que
es la continuación del tercero con un pentasílabo dactílico): Tal Europa blanco el costal al falso / toro le confió, y ante el mar preñado / de alimañas palideció la osada, y entre peligros. / Ávida hace poco de flor en prados / y del ramo artífice grato a ninfas, / nada vio en la noche difusa, salvo olas y estrellas. / Y ella, cuando a Creta arribó, notable / por cien villas, díjole: “Padre, oh nombre / de hija que he dejado y piedad vencida por mi arrebato, / ¿desde dónde a dónde llegué? Es la muerte / poco a error de virgen. ¿Lamento en vela / torpe acción, o búrlame de pecados libre, la imagen / vana, que al salir por la marfileña / puerta trajo el sueño? ¿Mejor ha sido / ir por vastas mares o hacer de flores frescas manojo? / Si alguien hoy me diera al infame toro, / irritada yo intentaría herirlo / a cuchillo y cuerna romper al monstruo antes bienquisto. / Sin pudor dejé la paterna casa. / Sin pudor retraso mi muerte. Oh, si uno / de los dioses me oye, que entre leones yo ande desnuda, / antes que una torpe vejez arrugue / frescas mis mejillas y el jugo huya / de esta tierna presa, ser pasto hermosa quiero de tigres. / ¡Vil Europa, te urge tu padre ausente! / ¿Qué, a morir esperas? De fresno puedes / tal colgar tu cuello con ceñidor que bien te acompaña. / O si gustas para morir escollos / y arduas rocas, ea, a borrasca date / ya veloz; si hilar la servil tarea, sangre de reina, / no prefieres, y a ama extranjera darte / concubina.” Venus se hallaba al lado / de quejosa riéndose en falso, y su hijo, / su arco depuesto. / Luego, habiendo mucho reído, dijo: / “Te abstendrás de iras y bruscas riñas, / cuando el toro que odias te dé sus cuernos / que quebrarías. / Ser la esposa ignoras de Jove invicto; / deja tu sollozo, a llorar aprende / bien tu gran fortuna: tendrá tu nombre parte del mundo”.
Europa, fotografía de Madame Yevonde (1935)
En la oda de Horacio que hemos leído, Europa no ha sido totalmente abducida, sino seducida por el toro bravo,
lo que explica sus sentimientos de culpabilidad, como si ella misma
fuera responsable de haberse dejado arrastrar por la fuerza descomunal
del deseo en forma de poderosa y bravía res.
En la literatura española son muchos los tratamientos de este tema, podemos tomar como ejemplo el soneto núm. 87 de Lope de Vega “De Europa y Júpiter” que da
voz a Europa quien, una vez desvirginada, derrama lágrimas (perlas) y
lamenta la pérdia de su virginidad (“¡perdí las flores!”): Pasando el mar el engañoso toro, / volviendo la cerviz, el pie
besaba / de la llorosa ninfa, que miraba / perdido de las ropas el
decoro. / Entre las aguas y las hebras de oro, / ondas el
fresco viento levantaba, / a quien con los supiros ayudaba / del
mal guardado virginal tesoro. / Cayéronsele a Europa de las
faldas / las rosas al decirle el toro amores, / y ella con el dolor
de sus guirnaldas, / dicen que lleno el rostro de colores, /
en perlas convirtió sus esmeraldas, / y dijo: «¡Ay triste yo!,
¡perdí las flores!».
Son muchos los pintores, además, que han plasmado en sus lienzos el rapto de Europa en todos los tiempos, desde Tiziano, como hemos visto arriba, hasta Picasso, por ejemplo, o Botero
entre los contemporáneos. Ellos han alimentado el mito del que luego se han aprovechado los gobiernos para dar vida al fetiche político y económico, tanto monta, de una entidad fantasmagórica.
El rapto de Europa, Maarten de Vos (1590)
El simbolismo de esta princesa fenicia, por otra parte, está abierto a toda clase de sugerencias e interpretaciones:
"ex Oriente lux" dice el proverbio latino, que significa que de Oriente
nos viene la luz del sol, como vienen de Oriente los Reyes Magos, en la
tradición cristiana, a adorar al recién nacido... Y de Fenicia, en concreto, tomaron los griegos algo tan importante y crucial para nuestra cultura como el alfabeto, que es el origen del abecedario latino que
empleamos hoy casi universalmente. Así que de Oriente nos vino, al
menos, la escritura alfabética, y con ella el comienzo de la historia
humana propiamente dicha.
Europa, Valentin Serov (1910)
Los mitos modernos, tales como el Progreso, Europa, la Democracia, los Mercados, la Ciencia... y un larguísimo etcétera son mucho más prosaicos que los antiguos, como podéis comprobar, pero no menos poderosos y más dogmáticos, por lo que no es mal ejercicio desmitificarlos, es decir, analizarlos, disolverlos como si de un análisis químico se tratara. Nos exigen no sólo la fe ciega de que creamos en ellos sin ponerlos nunca en tela de juicio, como antes hemos dicho, sino también que hagamos algún sacrificio que otro en sus altares, sacrificio que a veces consiste en nuestro propio holocausto.
Rapto de Europa, Botero (1995)
"Somos conscientes de los sacrificios exigidos para fortalecer Europa",
ha dicho recientemente un prohombre del Estado y político de las
finanzas elegido democráticamente. Lo ha dicho en pleno siglo XXI de la
era moderna. Ha querido decir que hay que fortalecer el dogma de un
artículo de fe, un mito ("Europa"), que hay que darle credibilidad
-ahora no dicen "fe", que suena a religión, sino "credibilidad", que es
lo mismo pero parece más moderno y distinto porque, frente a la
monosilábica "fe", la "credibilidad" tiene nada más y nada menos que el empaque de
cinco sílabas, lo que le da mucha más enjundia a la palabra. Hay que
fortalecer a Europa, ha dicho, aunque exija en sus aras y a tumba
abierta el sacrificio de todos los europeos.
En la moneda griega de dos euros figura hoy, qué paradoja, el rapto de
Europa, dando a entender mucho más de lo que parece que representa. ¿No
será acaso el toro bravo hoy en día una metamorfosis no ya del obsoleto
Júpiter o del no menos rancio Zeus, sino del propio Euro, la "moneda
única" que es la última epifanía del poderoso caballero Don Dinero
(Quevedo dixit), o Das Kapital, que diría don Carlos Marx, el nuevo,
único y moderno dios verdadero que rige los destinos no sólo de la
llamada comunidad o Unión Europea, que necesita estar constantemente
fundándose y refundándose, sino también del mundo mundial entero?
Una muestra del humor genial de Forges abunda sobre el mismo tema, muestra el moderno "rapto" de Europa.
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