Tengo para mí que el bellísimo poema de Agustín García Calvo (1926-2012) "Tú, cuya mano..." (incluido en su libro Canciones y Soliloquios, núm. 5, publicado por editorial Lucina, Madrid 1982) puede estar inspirado en un verso que Propercio le dedicó a Cintia (1.11.23): tu mihi sola domus, tu, Cynthia, sola parentes: Tú sola eres mi hogar, tú, Cintia, mis padres. Que también puede entenderse como: Tú eres mi único hogar, tú, Cintia, mis padres. Y teniendo en cuenta la polisemia de "domus" en latín: podríamos entender que no sólo es su hogar, sino también su casa, su familia e incluso su patria.
El verso de Propercio recuerda también a aquellos hexámetros de Homero (Ilíada,
6, 429-430), en los que Andrómaca le confiesa su amor a Héctor
diciéndole que no se vaya a la guerra porque él es todo lo que le queda,
lo más valioso para ella: "Héctor, y tú para mí eres padre y madre patrona, / y hermano también, y también mi florida prenda de bodas". (Traducción de A. G. C.). O también, en la traducción de Emilio Crespo Güemes: "¡Oh Héctor! Tú eres para mí mi padre y mi augusta madre, / y también mi hermano, y tú eres mi lozano esposo".
Y también nos recuerda, claro está, aquel pasaje del evangelio de Mateo
sobre la vida de Jesús (Mateo, 12, 46-49), donde se valoran más los
lazos de afinidad que los de parentesco o sangre, y que dice así en la
traducción del griego de Nácar-Colunga que manejo: "Mientras Él hablaba a la
muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían
hablarle. Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera y desean
hablarte. Él, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos,
dijo: He aquí mi madre y mis hermanos".
Habría
que añadir otra influencia, sobre todo en lo que a la estructura
sintáctica se refiere, que es el soneto de Keats que comienza O thou whose face hath felt the Winter's wind, que tradujo el propio García Calvo como "Tú cuya faz ha herido el viento del invierno".
Agustín García Calvo
En "Tú, cuya mano..." el poeta habría eliminado el nombre propio
(Cynthia, que era un pseudónimo, como vienen a ser todos los nombres
propios al fin y al cabo) y lo sustituye por el pronombre de segunda
persona: un tú indefinido que puede ser cualquiera, cualquier otra
persona o cosa con la condición de que no sea yo. Ese tú indefinido que
se repite cinco veces -dos en el verso properciano- al comienzo de cada
estrofa es para el autor lo más importante, lo que para otros es la patria, los padres, Dios, las leyes y el ejército,
todas y cada una de esas personas y cosas juntas. Ese tú es para el
poeta lo más valioso, a pesar de lo que piensan y se creen todas esas
instituciones: que no es nada.
El poema se convierte así en una espléndida canción de amor hacia lo que
no tiene nombre "ni apellido", hacia lo desconocido, hacia lo que no se
sabe, donde se suceden imágenes de belleza y fuerza evocadora como esas
"nubes blancas", "praderas de la verde África", "rojos leones" de gran
colorido, o esa preciosa evocación de un beso donde se confunden la
lengua y la saliva "de puro sabrosa y templada", todo ello dentro de una
perfecta estructura que va recogiendo y repitiendo al final de cada
estrofa la última palabra de las anteriores
He aquí la letra, a la que puso música el llorado Chicho Sánchez
Ferlosio, que la cantaba con mucha gracia en el Teatro Español de Madrid
en 1982.
Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
Hermoso comentario que engrandece y resalta la belleza y misterio que en los versos se trenza.
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