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jueves, 3 de agosto de 2023

No es el fin (A vueltas con la muerte, II)

     Si cantamos con Nick Cave, Kylie Minogue y amigos esta canción de Bob Dylan -"Not the end"-,  estamos negando lo que está mandado que creamos y espantando así el fantasma de la muerte, porque el que canta su mal espanta, y nuestro mal es que a menudo barruntamos que la muerte es el final,  la espada de Damoclés que pende sobre nuestras cabezas: not the end, not the end, just remember the death is not the end: No es el fin, no es el fin, recuerda que la muerte no es el fin.


    El verso de Propercio nos lo recuerda y resuena en nosotros: letum non omnia finit: la muerte no es el final de todo, no lo acaba todo. 


    Pero quizá la sentencia más penetrante y aguda sobre la muerte sea la de Heraclito de Éfeso, que dijo (fragmento 27 D.-K.): ἀνθρώπους μένει ἀποθανόντας ἅσσα οὐκ ἔλπονται οὐδὲ δοκέουσιν. A los hombres les aguardan una vez muertos cualesquiera cosas que no esperen ni se figuren.

    Si la muerte no es el fin, como queda dicho por los poetas, ¿qué es la muerte y qué es lo que hay tras ella? Cualesquiera cosas, según el presocrático de Éfeso, con la sola condición de no esperarlas ni imaginarlas, es decir, que quedan excluidas todas las suposiciones que los hombres se han venido haciendo a lo largo de la historia y de su vida, porque todas esas imaginaciones no son más que actos de fe, creencias. Todas las cosas, es decir, ideas, que los hombres han imaginado son anuladas por la fórmula mágica del efesio: no hay inframundo ni supramundo, ni Cielo ni Infierno, ni tampoco Nada. La muerte no es nada que imaginemos, por eso tampoco es el fin ni el principio de nada. También se anula todo lo que podamos imaginar y pueda ocurrírsenos ahora. Nada más formular una ocurrencia queda eliminada automáticamente, y es así como la esperanza consiste en su frustración.


    Comenta Agustín García Calvo en su edición magistral de Heraclito (Razón común. Edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heraclito. Editorial Lucina, Madrid, 1985), que la frase de Heraclito puede muy bien entenderse sin el ἀποθανόντας, sin el “una vez muertos”,  de manera que puede ser válida también para los vivos: A los hombres les aguardan cualesquiera cosas que no esperen ni se figuren: todas las previsiones y pronósticos de futuro son así condenados a no cumplirse, porque son falsos por su mera ocurrencia: verdad puede ser cualquier cosa menos lo que uno crea que es verdad.

miércoles, 2 de agosto de 2023

No es el fin (A vueltas con la muerte, I)

    A la entrada principal del Cementerio Central de Managua puede leerse una leyenda en latín que reza: Letum non omnia finit, o lo que es lo mismo:  La muerte no pone fin a todas las cosas. No debe extrañarnos, por cierto, que muerte, además de "mors, mortis", que es como se dice normalmente, también se diga en latín "letum", como aparece en la frase, porque de "letum", una palabra de género neutro que es sinónima de la otra, deriva precisamente nuestro adjetivo "letal", sinónimo de "mortal".

    En otro cementerio, el insular de San Michele en Venecia, se halla la misma inscripción como epitafio de la lápida de la tumba del poeta ruso exiliado en Estados Unidos Joseph Brodsky, galardonado con el Nobel de Literatura en 1987. Brodsky quiso ser enterrado en Venecia, a la que dedicó el libro “Marca de agua”, donde el poeta y viajero, que no turista,  encontraba la paz y la belleza de "la città piu bella del mondo" reflejada en el espejo del agua de la laguna. Le encantaba viajar todos los inviernos  a Venecia, huyendo de la plaga sofocante del turismo veraniego, en invierno, cuando sólo el tañido de las campanas podía despertarlo a uno plácidamente un domingo por la mañana.


    Letum non omnia finit no es una frase cristiana todavía, sino un verso del poeta latino Propercio (muerto en el año 15 a. de C.),  escrito a raíz del fallecimietno de su amada Cintia, que ahora sirve como lema del cementerio de la capital nicaragüense y de epitafio a la tumba del poeta ruso.

    El dístico completo de Propercio (Elegias, IV, 7)  dice así: Sunt aliquid Manes, letum non omnia finit / luridaque euictos effugit umbra rogos.  Y viene a significar:  "Algo las ánimas son: no acaba todo la Muerte, / y huye la sombra gris, viva, de la cremación".  Hace mención a los Manes, que eran las almas de los difuntos, a los que se rendía culto en Roma para tenerlos propicios. 


    Nuestro don Antonio Machado reformula, entre nosotros, este tema ante la muerte de su amada Leonor, con la que sueña como si estuviera viva,  en su célebre poema Soñé que tú me llevabas, incluido en Campos de Castilla, en el que se pregunta al final con una exclamación interrogativa: ¡quién sabe / lo que se traga la tierra!
 
 Soñé que tú me llevabas / por una blanca vereda, / en medio del campo verde, / hacia el azul de las sierras, / hacia los montes azules, / una mañana serena. / Sentí tu mano en la mía, / tu mano de compañera, / tu voz de niña en mi oído / como una campana nueva, / como una campana virgen / de un alba de primavera. / ¡Eran tu voz y tu mano, / en sueños, tan verdaderas!... / Vive, esperanza: ¡quién sabe / lo que se traga la tierra!

    En otro lugar, suspira hondamente Machado y canta: Late corazón... No todo / se lo ha tragado la tierra. Machado, pues, con ¡Quién sabe /  lo que se traga la tierra! y con No todo / se lo ha tragado la tierra reformula en nuestras letras el tópico properciano de Letum non omnia finit, traducido por Aníbal Núñez como "no se termina todo con la muerte". La muerte, pues, no es el fin, pero ¿qué es la muerte?

sábado, 14 de agosto de 2021

"Tú, cuya mano..."

    Tengo para mí que el bellísimo poema de Agustín García Calvo (1926-2012) "Tú, cuya mano..." (incluido en su libro Canciones y Soliloquios, núm. 5, publicado por editorial Lucina, Madrid 1982) puede estar inspirado en un verso que Propercio le dedicó a Cintia (1.11.23):  tu mihi sola domus, tu, Cynthia, sola parentes: Tú sola eres mi hogar, tú, Cintia, mis padres. Que también puede entenderse como: Tú eres mi único hogar, tú, Cintia, mis padres. Y teniendo en cuenta la polisemia de "domus" en latín: podríamos entender que no sólo es su hogar, sino también su casa, su familia e incluso su patria. 


    El verso de Propercio recuerda también a aquellos hexámetros de Homero (Ilíada, 6, 429-430), en los que Andrómaca le confiesa su amor a Héctor diciéndole que no se vaya a la guerra porque él es todo lo que le queda, lo más valioso para ella: "Héctor, y tú para mí eres padre y madre patrona, / y hermano también, y también mi florida prenda de bodas".  (Traducción de A. G. C.). O también, en la traducción de Emilio Crespo Güemes: "¡Oh Héctor! Tú eres para mí mi padre y mi augusta madre, / y también mi hermano, y tú eres mi lozano esposo". 

    Y también nos recuerda, claro está, aquel pasaje del evangelio de Mateo sobre la vida de Jesús (Mateo, 12, 46-49), donde se valoran más los lazos de afinidad que los de parentesco o sangre, y que dice así en la traducción del griego de Nácar-Colunga que manejo: "Mientras Él hablaba a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle. Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte. Él, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos".
 
    Habría que añadir otra influencia, sobre todo en lo que a la estructura sintáctica se refiere, que es el soneto de Keats que comienza O thou whose face hath felt the Winter's wind, que tradujo el propio García Calvo como "Tú cuya faz ha herido el viento del invierno".

 Agustín García Calvo
 
En "Tú, cuya mano..." el poeta  habría eliminado el nombre propio (Cynthia, que era un pseudónimo, como vienen a ser todos los nombres propios al fin y al cabo) y lo sustituye por el pronombre de segunda persona: un tú indefinido que puede ser cualquiera, cualquier otra persona o cosa con la condición de que no sea yo. Ese tú indefinido que se repite cinco veces -dos en el verso properciano- al comienzo de cada estrofa es para el autor lo más importante, lo que para otros es la patria, los padres, Dios, las leyes y el ejército, todas y cada una de esas personas y cosas juntas. Ese tú es para el poeta lo más valioso,  a pesar de lo que piensan y se creen todas esas instituciones: que no es nada.

El poema se convierte así en una espléndida canción de amor hacia lo que no tiene nombre "ni apellido", hacia lo desconocido, hacia lo que no se sabe, donde se suceden imágenes de belleza y fuerza evocadora como esas "nubes blancas", "praderas de la verde África", "rojos leones" de gran colorido, o esa preciosa evocación de un beso donde se confunden la lengua y la saliva "de puro sabrosa y templada", todo ello dentro de una perfecta estructura que va recogiendo y repitiendo al final de cada estrofa  la última palabra de las anteriores


He aquí la letra, a la que puso música el llorado Chicho Sánchez Ferlosio, que la cantaba con mucha gracia en el Teatro Español de Madrid en 1982.
 

Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.

sábado, 25 de julio de 2020

El lema de los notarios: nihil prius fide.

Nada antes que la fe, que es lo primero de todo. Nihil prius fide. Es el lema de los Ilustres Colegios Notariales de España, en los que el Estado deposita la fe pública. El sello tiene la siguiente forma: un libro cerrado con la palabra griega PROTOCOLO escrita en su lomo, que tanto se oye en estos tiempos en que está tan de moda aplicarnos cualquier protocolo a poco que nos descuidemos; sobre el mismo una estrellita de cinco puntas y todo ello, orlado por las palabras NIHIL PRIVS FIDE y dos ramas de olivo unidas por una lazada en la que se halla inscrita la fecha 28 MAYO DE 1862 correspondiente a la ley Orgánica del Notariado.

La palabra latina fide es el origen de nuestra fe, a través de la evolución oral: fide pasa a fede que se convierte en fee y que se simplifica en fe, pero que conserva su forma latina por la vía escrita en cultismos como fidedigno, (in)fidelidad o fideicomiso

Así que, nos dice el colegio de notarios en la lengua de Cicerón, no hay que olvidar que lo primero de todo es la Fe, de la que ellos levantan acta notarial. 
 
El lema está tomado de un pentámetro del poeta latino Propercio (IV, 80): Inque meis libris     nil prius esse fide. En el verso del poeta aparece la forma contracta nil, que los notarios han restablecido a su forma plena nihil, origen de nuestro nihilismo y de nuestro verbo aniquilar (cf. ingl. annihilate, fr. annihiler, it. annichilire), que conforman un doblete que podría compararse con nuestro vulgar na en una frase como “no quiero na” en lugar de nada

El primer hemistiquio del pentámetro de Propercio no tiene mucho problema de traducción: Y en mis libros no hay... En cuanto al segundo, se me ocurren dos versiones rítmicas: ...nada que no sea fe / nada a excepción de la fe

La fe en la vieja teología era una de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Hoy en día, podría decirse que la suministradora de artículos y dogmas de fe ya no es la religión, como en el antiguo régimen, sino la ciencia, que, de alguna manera, puede considerarse sin mayor escándalo que ha pasado a ocupar su lugar. Creemos a pies juntillas en lo que dice la ciencia, que es la que pretende saber cómo son las cosas. 

Antes, cuando yo era pequeño, y algún niño -generalmente solía ser un niño- descubría alguna contradicción lógica en la realidad o preguntaba algo sobre por qué había que creer en dogmas religiosos como la virginidad de la Virgen María o la omnipotencia y bondad de Dios mismo, solía respondérsele: “Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, hijo". Ahora ha cambiado la respuesta se le dice: “Doctores tiene la Santa Madre Ciencia, hijo”. Doctores que saben más que nosotros, que no sabemos nada, por lo que no hay más que hablar ni preguntar. Así que, nosotros a callar: nihil prius fide: no hay nada más que la Fe. Y los  notarios, por su parte, a levantar acta de la realidad, para que conste, precisada como está de esa constancia porque, en caso contrario, se derrumbaría, habida cuenta de su carácter ficticio, como un castillo de naipes en el aire.