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sábado, 16 de septiembre de 2023

La jaula y el pájaro

    El aforismo de Kafka núm. 16 dice : “Una jaula fue a buscar a un pájaro” ("Ein Käfig ging einen Vogel suchen"). Veo que a veces se traduce mal a nuestra lengua como “*Una jaula fue a buscar un pájaro”, que en castellano suena ambiguo porque parece que el sujeto de la frase es el pájaro y el objeto la jaula. Esta ambigüedad no existe en alemán donde el pájaro está en caso acusativo, como revela el artículo “einen”, y por lo tanto es el objeto de la frase. La traducción castellana, para ser exacta, debe contener la preposición “a”, que es un índice funcional negativo, como dicen los gramáticos estructuralistas, es decir, que sirve para dar a entender que lo que viene después no es el sujeto, sino otro elemento de la frase, en este caso el objeto. 

    Una vez establecida la traducción, llama la atención que el objeto (la jaula, el ser inanimado, la cosa) desempeñe la función del Sujeto gramatical, y que el sujeto (el pájaro, el ser animado, la no-cosa) sea el Objeto gramatical. He ahí la paradoja kafkiana: es la jaula la que va a buscar al pájaro y no el pájaro el que va a buscar la jaula. Sería más lógico que fuera al revés, bien porque el pájaro esté hambriento y sediento y haya visto que en su interior hay agua y comida, bien porque busque refugio, temeroso de la intemperie y del peligroso depredador que es el gato que acecha en el jardín, por ejemplo, y prefiere la seguridad a la libertad, ya que en su interior hay unos barrotes que impiden la intromisión de las garras del felino.


 

    La jaula, que hemos de suponer vacía y abierta, es una invitación al pájaro para que se adentre en ella. Pero lo que le gustaría realmente a la jaula es que el pájaro hubiera nacido en ella, porque el pájaro vernáculo nacido en cautividad no sabrá nunca volar ("El canario, enjaulado; / la jaula, abierta; / pero el pobre no sabe / volar que pueda"), y aunque permanezca abierta la puerta nunca saldrá probablemente de ella, como el preso que pudiendo evadirse de la prisión no lo hace, porque ¿a dónde va a ir él que mejor esté? A fin de cuentas, en el módulo penitenciario no le falta comida ni cama ni techo, y puede recibir con la debida autorización visitas del exterior de carácter íntimo. Fuera hay un mundo hostil donde hay que ganarse la vida perdiéndola en el intento.


 

    Lo que llama la atención del aforismo kafkiano es que se centra no en la libertad -el vuelo del pájaro- sino en la necesidad de la prisión -la jaula que lo contenga. Hay quien sugiere que la jaula es el cuerpo y el pájaro el alma que necesita encarnarse en ella. Puede ser, pero en este caso es el cuerpo el que quiere tener un alma, y no el alma la que quiere tener un cuerpo. En realidad, es una metáfora del sistema legislativo de represión vigente. La cárcel va a buscar al hombre para recordarle que no es libre y convertirlo en un presidiario que así se realiza por propia voluntad.


    Podría decirse que la jaula es una trampa que el pájaro se tiende a sí mismo. Podría decirse que la jaula es el gato que quiere capturar al pájaro. Y podría decirse, en definitiva, que la jaula es el pájaro mismo, como cantaba Agustín García Calvo en aquellos versos: De su jaula aletea y sangra / el pájaro desconocido. / Salir quiere y no puede:/ su jaula es él mismo. Y es que el mundo a veces, o casi siempre, por no decir siempre, es completamente distinto de lo que parece. 

 

    El poeta vasco Joxean Artze (1939-2018) es autor de uno de los poemas más bellos dentro de la brevedad que conozco, convertido enseguida a través de su versión cantada en poesía popular, porque acierta a formular con muy pocas palabras algo que todos sentimos y pensamos y a veces no acertamos a expresar, gracias sobre todo a la musicalización que Mikel Laboa (1934-2008) llevó a cabo y otros muchos después de él han cantado. Que viene a decirnos que la posesión mata las cosas, simbolizada en este caso no por la jaula sino por el hecho de amputarle las alas al pájaro. Txoria txori, en eusquera o, lo que es lo mismo, Pájaro, pajarito: Si le hubiera cortado las alas / habría sido mío, / no se me habría escapado. Pero así, / habría dejado de ser pájaro. Y yo... / yo lo que amaba era el pájaro.

jueves, 3 de agosto de 2023

No es el fin (A vueltas con la muerte, II)

     Si cantamos con Nick Cave, Kylie Minogue y amigos esta canción de Bob Dylan -"Not the end"-,  estamos negando lo que está mandado que creamos y espantando así el fantasma de la muerte, porque el que canta su mal espanta, y nuestro mal es que a menudo barruntamos que la muerte es el final,  la espada de Damoclés que pende sobre nuestras cabezas: not the end, not the end, just remember the death is not the end: No es el fin, no es el fin, recuerda que la muerte no es el fin.


    El verso de Propercio nos lo recuerda y resuena en nosotros: letum non omnia finit: la muerte no es el final de todo, no lo acaba todo. 


    Pero quizá la sentencia más penetrante y aguda sobre la muerte sea la de Heraclito de Éfeso, que dijo (fragmento 27 D.-K.): ἀνθρώπους μένει ἀποθανόντας ἅσσα οὐκ ἔλπονται οὐδὲ δοκέουσιν. A los hombres les aguardan una vez muertos cualesquiera cosas que no esperen ni se figuren.

    Si la muerte no es el fin, como queda dicho por los poetas, ¿qué es la muerte y qué es lo que hay tras ella? Cualesquiera cosas, según el presocrático de Éfeso, con la sola condición de no esperarlas ni imaginarlas, es decir, que quedan excluidas todas las suposiciones que los hombres se han venido haciendo a lo largo de la historia y de su vida, porque todas esas imaginaciones no son más que actos de fe, creencias. Todas las cosas, es decir, ideas, que los hombres han imaginado son anuladas por la fórmula mágica del efesio: no hay inframundo ni supramundo, ni Cielo ni Infierno, ni tampoco Nada. La muerte no es nada que imaginemos, por eso tampoco es el fin ni el principio de nada. También se anula todo lo que podamos imaginar y pueda ocurrírsenos ahora. Nada más formular una ocurrencia queda eliminada automáticamente, y es así como la esperanza consiste en su frustración.


    Comenta Agustín García Calvo en su edición magistral de Heraclito (Razón común. Edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heraclito. Editorial Lucina, Madrid, 1985), que la frase de Heraclito puede muy bien entenderse sin el ἀποθανόντας, sin el “una vez muertos”,  de manera que puede ser válida también para los vivos: A los hombres les aguardan cualesquiera cosas que no esperen ni se figuren: todas las previsiones y pronósticos de futuro son así condenados a no cumplirse, porque son falsos por su mera ocurrencia: verdad puede ser cualquier cosa menos lo que uno crea que es verdad.

lunes, 4 de octubre de 2021

Camino arriba, camino abajo

Maurits Cornelis Escher (1898-1972) fue un artista auténticamente original cuyos diseños logran que nos replanteemos algunos de nuestros conceptos más básicos, como delante/detrás, arriba/abajo, cóncavo/convexo, dentro/fuera, izquierda/derecha, haciéndonos ver su relatividad. 

Ante la visión de algunos cuadros de M. C. Escher la lógica dominante, la que dominamos y la que nos domina al mismo tiempo a nosotros, se tambalea y derrumba por momentos. 


Ante un cuadro como este “Relatividad (1953)” uno no puede dejar de recordar aquella formulación del libro de Heráclito, o Heraclito, como propone manteniendo la acentuación latina Agustín García Calvo, que lo editó, tradujo y comentó en su magistral “Razón común” Editorial Lucina, 1985, que decía: CAMINO ARRIBA, CAMINO ABAJO, UNO SOLO Y EL MISMO (fragmento 60 de la edición citada).


Imaginemos un camino de doble sentido: para aquél que va el camino es de ida y para el que viene de venida, pero el camino en sí es uno solo, y en él coinciden los dos sentidos contrapuestos y relativos: esa “coincidentia oppositorum” es lo que configura el camino. Imaginemos ahora una escalera normal y corriente: lo mismo sirve para subir -de abajo arriba- que para bajar -de arriba abajo. La acción en sí "subir" o "bajar" es relativa, depende de nuestro punto de vista: lo que para el que sube es subida para el que baja es bajada. Todo depende de saber si tomamos el camino en su sentido ascendente o descendente.

 Subir y bajar, M. C. Escher (1960)

Cuando nos miramos en un espejo, nos damos cuenta de la relatividad de nuestras convenciones de “izquierda” y “derecha”: pues nuestra mano izquierda se convierte en la derecha de nuestro reflejo en el espejo y nuestra diestra en su zurda. Y viceversa.

Si damos el salto ahora del espacio, donde se dan estas contraposiciones de “arriba”, “abajo”, “izquierda” y “derecha”, que son seguramente el origen de los puntos cardinales de la brújula con la que nos orientamos, al tiempo, aparecen las correlaciones paralelas “adelante/antes” y “atrás/después”, y la coincidencia de que ir adelante, de lo pasado a lo futuro, como suponemos que va la flecha del tiempo ordinariamente, es lo mismo que ir de lo futuro a lo pasado.

Sobre la coincidencia de los opuestos “arriba” y “abajo”, más sólida y primitiva, según García Calvo, que "izquierda” y “derecha”, viene muy a cuento esta viñeta de Quino y su impagable Mafalda.


Otro cuadro de Escher que nos recuerda al presocrático de Éfeso  es el célebre Día y noche (pintado en 1938):


En el fragmento 31 de la citada edición, Heraclito critica a Hesíodo, quien, siendo como era considerado maestro de casi todas las cosas, uno de los mayores sabios de Grecia: NO CONOCÍA "DÍA Y NOCHE":  QUE ES QUE SON UNA Y LA MISMA COSA. Comenta a propósito García Calvo que "la diferencia es al mismo tiempo la identidad, en cuanto que no hay identidad de cada uno de los términos más que en su oposición al otro, ni hay diferencia entre uno y otro que no implique la identidad de ambos en aquello común sobre lo que se oponen uno y otro".

En el fragmento 48, Heraclito añade nuevos ejemplos de antítesis que se contraponen: EL DIOS, DÍA/NOCHE, INVIERNO/VERANO, GUERRA/PAZ, HARTURA/HAMBRE: TODOS LOS CONTRARIOS JUNTOS, ÉSE ES EL PENSAMIENTO.       

lunes, 2 de agosto de 2021

El flautilla de Brassens

Ésta es la adaptación que hizo Agustín García Calvo de la canción de Georges Brassens, “Le petit joueur du flûteau”, titulada “El rapaz que toca el flautín”, cantada e interpretada a la guitarra por Antonio Selfa.  



    Georges Brassens es no sólo un maestro de la canción francesa, sino todo un clásico, al que se ha comparado a menudo con François Villon, y que entre nosotros ha sido imitado sobre todo por el llorado Javier Krahe.

    La versión de ese otro maestro que es Agustín García Calvo no desdice de la letra original de Brassens, cosa que ya se advierte hasta en la traducción del título de la canción, que literalmente sería “El pequeño flautista”, y que García Calvo ha traducido magistralmente “El rapaz que toca el flautín” y “el flautilla”. 

    Las letras de Brassens son importantes: cuentan y cantan historias, como la de este rapaz que tocaba el flautín y que fue invitado a palacio, acudió y agradó con su canción. El Rey, complacido, le otorgó un blasón de nobleza, pero el tonadillero lo rechazó, porque prefería seguir siendo el flautilla de su pueblo que no un bufón de la corte que se codea con la "alta sociedad".


El rapaz que toca el flautín / fue a palacio a hacerles tilín. / Por la gracia de su canción / le ha ofrecido el Rey un blasón. / “Ser un noble yo no quiero:”, / respondió el tonadillero: / “con blasón en la clave, ya / se hincharía mi sol-fa-la; / se diría en plaza y mesón / ‘el flautilla ha hecho traición’.

Y en mi pueblo el campanil / me sería muy bajo y hostil; / no me iría a  arrodillar / al Sanantón de nuestro altar: / mi gran cargo exigiría / santos de alta jerarquía / y un obispo en la clave, y ya... 

Me avergonzaría contar / de qué abuelos vine a rodar; / le haría un feo (bien lo sé) / a la rama de que me crié: / querría mi personaje / árbol de ilustre linaje, / sangre azul en mi clave, y ya...

Nadie iría a casarme a mí / con la que un día me prometí: / no iba a dar mi apellido yo / a cualquier Maripepa, no: / pediría por consorte / hija de un grande de corte: / con duquesa en la clave, ya…

El rapaz que toca el flautín / hizo reverencia y mohín / y sin título y sin blasón / se fue cantando su canción, / se volvió a su pueblo y choza, / sus parientes y su moza. / No dirán en plaza o mesón / “el flautilla ha hecho traición”, / y por suyo el pueblo tendrá / al músico y su sol-fa-la”.

He aquí la canción original de Brassens, cantada en la lengua de Molière, por el propio compositor de la música y la letra.


miércoles, 10 de junio de 2020

El pueblo

La palabra latina POPVLVS es el origen de nuestra palabra patrimonial pueblo, y sus derivados puebla, poblar, despoblar, repoblar, población, y de numerosos cultismos como popular, populacho, populismo, populoso... 


En las lenguas romances hermanas tenemos: francés PEUPLE, italiano POPOLO, portugués POVO, rumano POPOR, gallego POBO, catalán POBLE. En alemán tenemos PÖBEL, con el significado de "plebe, vulgo", y en la lengua del Imperio tenemos PEOPLE, como préstamo del francés, y también los cultismos POPULAR, POPULOUS y POPULACE, sin olvidar la denominación POP (pop singer, cantante pop; pop festival, festival de música pop, pop art, arte pop). ¿De dónde viene este monosílabo? Obviamente, es una abreviatura de POPULAR, que llegó a la lengua inglesa indirectamente a través del francés y directamente del latín POPVLARIS, y que aparece atestiguado como adjetivo aplicado a "song" en 1819: popular song, canción popular, es decir, que gusta al pueblo. La expresión popular culture está documentada en 1846, y la abreviatura pop culture a partir de 1959. Pop art, por su parte, está registrada en 1957, aunque oralmente entre los artistas de esta corriente desde 1954, según el online etymology dictionary.

La O de POPVLVS es breve y tónica, por lo que diptonga en castellano en -ue-, pero en latín hay otro POPVLVS con O larga y tónica, de género femenino, que era el nombre del álamo o chopo, cuya evolución, conservando la O larga, desemboca precisamente en chopo, a través del intermedio del latín vulgar *PLOPPVS, con geminación expresiva de la P que resistió a la sonorización, en francés PEUPLIER, en italiano PIOPPO, en rumano PLOP gallego y portugués CHOUPO, en catalán POLL, CLOP, XOP. En inglés tenemos POPLAR álamo, y en alemán PAPPEL, igualmente álamo.

Una sugerente intuición de Agustín García Calvo relaciona ambas palabras. El lat. populus, una palabra estraña a la formación regular sobre "raíz" normal indoeuropea (estrañez bien mantenida en it. popolo, no tanto en esp. pueblo, y más asimiladas a norma las germánicas correspondientes, ingl. folk, al. Volk) suena por ello mismo tan persuasivamente a onomatopeya, que no puedo por menos de pensar que es una variante de poopulus, el nombre de los álamos, y que ha surgido para designar lo primero el bullicio de gente juntándose, sin mucha sujeción a ordenamiento, en alguna plaza o campo; en cuanto a puublicus, que ha venido a funcionar más o menos como el Adjetivo correspondiente, debió de surgir por una conflación del derivado normal, que aparece en lat. arc. poplico con otro sacado de puubees, que lejos ya de designar algo tan indefinido como "gente", significaba el conjunto de los (masculinos) llegados a "edad de consentimiento" y preparados por tanto para el ejército y la votación. (A. García Calvo, ¿Qué es lo que pasa?, edit. Lucina 2006, págs. 124-125)




El pensador rumano E. M. Cioran (1911-1995) publicó en 1960 en lengua francesa Histoire et Utopie, donde incluye esta reflexión sobre el pueblo:   Et le peuple? dira-t-on. Le penseur ou l'historien qui emploie ce mot sans ironie se disqualifie. Le "peuple", on sait trop bien à quoi il est destiné: subir les événements, et les fantaisies des gouvernements, en se prêtant à des desseins qui l'infirment et l'accablent. Toute expérience politique, si "avancée" fût-elle, se déroule à ses dépens, se dirige contre lui: il porte les stigmates de l'esclavage par arrêt divin ou diabolique. Inutile de s'apitoyer sur lui: sa cause est sans ressource. Nations et empires se forment par sa complaisance aux iniquités dont il est l'objet. Point de chef d'Etat, ni de conquérant qui ne le méprise; mais il accepte ce mépris, et en vit. Cesserait-il d'être veule ou victime, faillirait-il à ses destinées, que la société s'évanouirait, et, avec elle, l'histoire tout court.

«¿Y el pueblo?», se preguntarán. El pensador o el historiador que emplea esta palabra sin ironía se desacredita. El «pueblo» se sabe muy bien a qué está destinado: a sufrir los acontecimientos y las fantasías de los gobernantes, prestándose a designios que lo invalidan y lo abruman. Cualquier experiencia política, por «avanzada» que sea, se desarrolla a sus expensas, se dirige contra él: porta los estigmas de la esclavitud por decreto divino o diabólico. Es inútil apiadarse de él: su causa no tiene apelación. Naciones e imperios se forman por su complacencia en las iniquidades de las que es objeto. No hay jefe de Estado ni conquistador que no lo desprecie, pero él acepta este desprecio y vive de él. Si el pueblo dejara de ser endeble o víctima, si flaqueara ante su destino, la sociedad se desvanecería, y con ella la historia sin más.»