Antes de que acuñara Séneca la máxima stultitia est timore mortis mori (Epístolas a Lucilio, 70.8): es tontería morir por temor a la muerte, Lucrecio había escrito (De rerum natura: III, vv. 79-82): et
saepe usque adeo mortis formidine uitae / percipit humanos odium
lucisque uidendae, / ut sibi consciscant maerenti pectore letum, /
obliti fontem curarum hunc esse timorem: ...y hasta a las veces
por miedo a la muerte un asco tan hondo / de vida a los hombres les
entra y de ver el cielo tal odio, / que en negra congoja la muerte se
dan, olvidados del todo / que de sus penas aquel miedo era la fuente y
el pozo... : O lo que viene a ser lo mismo, pero en prosa:
El temor a la muerte suscita en los humanos tanto odio a la vida, y a
la visión de la luz, que, con pecho afligido, se dan muerte a sí mismos,
olvidando que este temor es la fuente de tales cuitas.
El poeta Ovidio, por su parte, sentenció (Metamorfosis, IV 115), timidi est optare necem: Es de cobardes desear la muerte, a propósito del suicidio de Píramo, que clava la espada en sus ijares creyendo muerta a su amada Tisbe, de lo que se siente culpable.
Así glosa este mote ovidiano don Sebastián de Covarrubias Orozco en hendecasílabos rimados en sus emblemas morales: No se tiene por mucha valentía / el darse un hombre a sí propio la muerte. / Antes juzgan ser miedo, y cobardía, / por no esperar en la dudosa suerte: / que se puede trocar en solo un día / y en una hora, al menos el que es fuerte, / no vuelve el rostro al riguroso hado, / ni muere como vil, desesperado.
Se acompañan sus versos de la figura mitológica de Ayax Telamonio o si se prefiere Ayante, el hijo de Telamón, conocido como el Grande, que enloqueció cuando fue Odiseo y no él quien recibió la herencia de la armadura de Aquiles, mató a un rebaño de ovejas creyéndolas sus enemigos, y acabó quitándose la vida derrocándose sobre su propia espada.
El reino de Flora, Nicolas Poussin (1631)
En El reino de Flora, de Nicolas Poussin, se refleja, entre otros detalles, el suicidio de Ayante clavándose la espada a la izquierda del lienzo.
Frente a estos ejemplos mitológicos y legendarios de Píramo y Ayante de Telamón, Marcial, por su parte, pondera la barbaridad de un tal Fanio -personaje ficticio o quizá real pero oculto tras ese pseudónimo- y otros semejantes que se mataron ellos mismos porque no los matasen sus contrarios y contrariedades: Así dice el epigrama latino:
Hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. /
Hic, rogo, non furor est, ne moriare mori? Don Manuel Salinas hizo esta sucinta pero elegante traducción del epigrama:
Fannio, ansioso por huir / del que su muerte procura, / se mató: ¿no es gran locura / matarse por no morir?
Quevedo, en cuatro octosílabos, traducía así el epigrama de Marcial:
"Matóse Fanio al huir / de su enemigo el rigor. /
Pregunto yo: ¿No es furor /
matarse por no morir?"