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sábado, 2 de noviembre de 2024

Money, money, money (y II)

    Mammón confiere al hombre una riqueza de la que nunca goza porque el gozo es una gracia, es decir, algo gratuito, que solo puede otorgar la gracia de Dios. Pero en el mundo reina la compraventa, la no-gracia o des-gracia de Dios. 
 
    No se puede ser fiel a ambos señores: ser fiel a uno implica ser infiel al otro. Se puede ser fiel a Mammón gestionando las riquezas y bienes del mundo, haciéndolas fructificar según la ley del dinero, haciendo el juego político y económico; y se puede hacer incluso con cierta moralidad. Se puede fomentar, por ejemplo, el comercio justo, pero el comercio, digan lo que digan, es esencialmente injusto. 

    "Esta subordinación no está necesariamente restringida a la venta de esclavos o a la fuerza de trabajo. Ocurre en toda transacción de venta, la cual inevitablemente comienza una relación competitiva, destructiva aunque la venta sea de un objeto ordinario. En todo caso, una persona trata de establecer superioridad sobre otra. La idea de que la venta puede ser un servicio es falsa; en verdad, lo único que se expresa en la transacción es un deseo de poder, un deseo de subordinar la vida al dinero. La relación de venta, además, tiene otra característica, que deriva de lo que ya hemos dicho: profana lo que es sagrado." (Jacques Ellul)

La adoración de Mamón, Evelyn de Morgan (1909)

    La reacción de Jesús, sigue diciendo Ellul, contra los vendedores del Templo no es una reacción moralista contra un comercio poco honesto o poco justo, es la execración de los profanadores del Templo, los que han introducido el comercio o des-gracia de Dios en un lugar donde debería manifestarse la gracia de Dios, y representaban lo que se iba a cumplir pronto a manos de Judas: el sacrificio en el sentido de venta de una vida humana por treinta monedas. 
 
Jesús expulsa a los mercaderes del templo, Alexander Bida (1885)
 
     El dinero es una fuerza destructiva de la vida, y Dios representaba la resistencia contra esta fuerza agresiva y destructora. Hay una convención tácita y un consenso de todos extraño, una confianza ciega, que conduce a los hombres a atribuir al dinero un valor que de por sí no tiene, porque carece per se de valor de uso y de valor de cambio. El dinero no tiene fuerza material si no se la atribuyen los hombres. En la medida en que los hombres se la conceden, el dinero se convierte en dueño y señor de los Estados, de los ejércitos, de las masas, de la inteligencia. No es una cuestión moral de buen o mal uso, sino espiritual. Crea el fenómeno de compraventa: todo lo que se hace se paga, todo se compra, incluido el hombre. 
 
Mammón, G. F. Watts (1885)
 
     Durante la Edad Media se puede hablar de un combate de la Iglesia contra el Dinero: prohibición del interés, exaltación de la pobreza a través del correspondiente voto, regulación del comercio, teoría del precio justo y salario justo, limosna franca... pero en la actualidad podemos afirmar que la Iglesia ha sido vencida por el Dinero. 
 
    Así que hoy día, habida cuenta del proceso histórico, debemos reconocer, como señala Agustín García Calvo en "De Dios" (pág. 107), que el Dinero ha venido a ser la Suma Realidad o Realidad de las realidades porque en Él se anulan todas las diferencias entre las cosas, y por lo tanto "Dios y Mamona son el mismo", y que es "Dios" el que va a convertirse en Nombre Propio de la Realidad de las realidades y del Objeto de la Fe, pues Mamona o Mammón, el dinero, no ha dado el paso a convertirse del todo, como 'Dios' en Nombre Propio entre nosotros para nombrar al Objeto Último de la Fe.   

jueves, 31 de octubre de 2024

Money, money, money (I)


    En el evangelio de Mateo (VI, 24) leemos: “Ninguno puede servir a dos señores: porque o tendrá aversión al uno, y amor al otro: o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y en el de Lucas, por su parte, otra versión de lo mismo (XVI, 13): “Ningún criado puede servir a dos amos: porque o aborrecerá al uno, y amará al otro: o se aficionará al primero, y no hará caso del segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas”. 

 
    El dicho final que transmiten ambos evangelistas (“No podéis servir a Dios y a las riquezas”) aparece a veces en otras versiones como “No podéis servir a Dios y al dinero”. Las palabras “riquezas” y “dinero” son traducciones, a su vez de la palabra  no latina “Mammona”, que emplea Jesús y que proviene del arameo ܡܲܡܘܿܢ‎ (māmōn), que significa justamente "riqueza" o "dinero". El dicho advierte de la imposibilidad de ser leal a dos intereses contrapuestos, al espiritual, digamos, y al económico, porque son en principio incompatibles, aunque en realidad, como veremos más adelante, no lo sean tanto como parecían.
 
    Su origen etimológico exacto no está del todo claro, pero generalmente se cree que deriva de una raíz semítica relacionada con términos de confianza o seguridad, indicando, por lo tanto, la fe o la confianza en la riqueza.  La etimología de Mammon, que Martin Achard toma de Hauck, es «Aman», raíz que implica un sentido de estabilidad, de firmeza, y de la que derivan los términos que significan: ser fiel, tener confianza- ser estable, durable -creer- y también verdad, fidelidad.
 
Mammón y su esclavo, Sacha Schneider (1896)
       
  En el poeta cristiano Prudencio (Hamartigenia u Origen del pecado, v. 428) aparece el adjetivo mammoneus   “que solo atiende al lucro, interesado, codicioso, avariento” aplicado al sustantivo fidem, en un hexámetro: mammoneamque fidem pacis sub amore sequuntur, que quiere decir algo así como: Y por amor de la paz siguen fe de Mamón lucrativa. En el latín cristiano fides, traducción del griego πίστις, «designa el acto del espíritu y el objeto al que este se aplica”, recogiendo el significado religioso, propio del latín arcaico y perdido con el tiempo. A la fides, que es en Prudencio la fe cristiana, le aplica el autor aquí un calificativo que la convierte en la fe heterodoxa que se pone en el dinero, como si dijéramos, con palabra de la jerga económica, el crédito que se le da.
 
     Con el tiempo Mamón se personificó en la literatura medieval como un demonio o divinidad pagana que representaba la codicia y la avaricia, lo que explica la variante popular “No podéis servir a Dios y al diablo”, salvo que se demuestre que, con el proceso histórico del devenir de los tiempos, han venido a ser lo mismo. 
 
    De hecho se llegó a decir que Mamón era el nombre de un demonio que subyuga a la humanidad, lo que probablemente está ya en Agustín de Hipona, quien en su Del sermón de la Montaña, II, 14 comenta el dicho evangélico atribuido a Jesús de que no se puede servir a dos señores, a Dios y a Mammona, que en hebreo, dice, significa “las riquezas”. Y añade que corresponde también con el nombre púnico o cartaginés ya que en esa lengua la ganancia se dice “Mammon”. Y comenta a continuación, equiparando a Mamona con el diablo: Quien sirve a Mamona (las riquezas) se somete a un señor duro y pernicioso; en efecto, amarrado por la propia pasión, está sometido al diablo y no le ama, porque ¿quién hay que ame al diablo?, pero, sin embargo, le soporta
 
 
    Jesús lo personifica considerándolo una especie de divinidad, haciendo que el nombre común ascienda a la categoría de nombre propio. No es una divinidad pagana con la que Jesús quiera decir que hay que elegir entre el Dios verdadero y esta divinidad pagana. 
 
    En el Tárgum y en el Talmud, según el libro de Jacques Ellul "Dinero y poder” (originalmente “L'homme et l'argent', publicado en 1954), ya está personalizado. Es un pretendiente a la divinidad que forma parte de los elementos de este mundo que están llamados a desaparecer con la llegada del Reino de Dios. 
 
    Dios y Mammón están opuestos en la predicación de Jesús. Hay dos mundos: el de la compraventa y el de la gratuidad, radicalmente contrarios, extraños entre sí y contrapuestos El dinero no es un objeto sino un sujeto. Jesús no aconseja ganarlo honestamente o que haya que usarlo bien, como ha hecho la Iglesia con su limosna caritativa y su voto hipócrita de pobreza, sino que tiene un poder comparable al de Dios, que se constituye en dueño y señor del hombre, por eso cuando el hombre cree que puede servirse del dinero, se engaña totalmente porque es el dinero el que se sirve de él subordinándolo a sus fines y avasallándolo. No está en nuestras manos dirigir el uso del dinero, porque él -habría que escribir Él, con mayúscula honorífica reservada al Altísimo- tiene una potencia directriz, lo que le confiere un carácter sacrosanto. 
 
 
  Cristo expulsando del Templo a los cambistas, El Greco (1570)

     "Así, cuando afirmamos que usamos el dinero, cometemos un gran error. Podemos, si estamos obligados, usar el dinero, pero es el dinero el que en realidad nos usa y nos convierte en sus sirvientes poniéndonos bajo su ley y subordinándonos a sus fines. No hablamos solamente de nuestra vida interior; nos referimos a nuestra situación global. No somos libres para dirigir el uso del dinero de un modo u otro, pues estamos en las manos de su poder controlador” (Jacques Ellul).

martes, 8 de octubre de 2024

El dinero, según Borges (y II)

...en las claras monedas del hechicero de las 1001 Noches, que después eran círculos de papel; un desconocido de barba blanca le paga a un carnicero con monedas de plata de una blancura deslumbrante que el carnicero se apresura a guardar. Cuando fue a disponer de ellas, comprobó que no eran monedas de plata, sino redondeles de papel blanco. Resultó que era un brujo o hechicero y que la plata que lo había deslumbrado era falsa.
 

  en el denario inagotable de Isaac Laquedem;  uno de los muchos nombres propios del judío errante a través del tiempo y del espacio, cuya leyenda apareció en el siglo XIII en la vieja Europa, condenado a vagar hasta el día del Juicio Final, siempre con el mismo dinero, aunque lo gastará,  en el morral pero sin hogar ni posesiones. 
 
El judío errante, Gustave Doré (c. 1856)  

en las sesenta mil piezas de plata, una por cada verso de una epopeya, que Firdusi devolvió a un rey porque no eran de oro; las sesenta mil monedas de plata del poeta persa Firdusi, destinadas a pagar los sesenta mil versos de su famosa epopeya, se las devolvió al sultán porque no eran de oro como le había prometido. 
 
en la onza de oro que hizo clavar Ahab en el mástil;  el capitán Ahab, cuenta Herman Melville, había clavado en el mástil del buque ballenero una onza de oro para recompensar al primero de la tripulación que avistase a Moby Dick. El doblón de oro representa la obsesión del capitán por capturar a la ballena. 
 
en el florín irreversible de Leopold Bloom; el florín de Leopold Bloom, el héroe o antihéroe, si se prefiere, del Ulises de James Joyce, es una moneda que representa a todas las monedas, que ha sido singularizada con tres muescas en el borde fresado con la esperanza de que vuelva a su antiguo propietario y recuperarla algún día, pero que circulará por todo el mundo entre sus iguales sin retorno. 
 
en el luis cuya efigie delató, cerca de Varennes, al fugitivo Luis XVI; el luis de oro fue la moneda con la efigie del monarca que permitió a Jean-Baptiste Drouet, según algunos, reconocer a Luis XVI cuando este y su esposa María Antonieta pretendían huir de París viajando de incógnito. Esa moneda delató al monarca, que sería juzgado de alta traición, condenado a muerte y ejecutado en la guillotina. 
 
 
Todas esas monedas son, como la argentina que lleva al borde de la locura al narrador, ese Zahir detrás del cual se esconde el rostro divino y terrible de Dios. La última frase con que se cierra el cuento refleja el pensamiento del protagonista: quizá detrás de la moneda esté Dios.

domingo, 6 de octubre de 2024

El dinero, según Borges (I)

“...nada hay menos material que el dinero, ya que cualquier moneda (una moneda de veinte centavos, digamos) es, en rigor, un repertorio de futuros posibles. El dinero es abstracto, repetí, el dinero es tiempo futuro”. Jorge Luis Borges, El Zahir, incluido en El Aleph (1949). 
 
El cuento de Borges El Zahir nos ofrece muchas sugerencias sobre la realidad ideal del dinero mucho más útiles que los tratados de economía: su inmaterialidad, su carácter abstracto y cómo es el artífice del futuro, por ejemplo.
 
El propio cuento explica el significado de su título: “Zahir en árabe quiere decir notorio, visible, en tal sentido, es uno de los noventa y nueve nombres de Dios; la plebe, en tierras musulmanas lo dice de “los seres o cosas que tienen la terrible virtud de ser inolvidables y cuya imagen acaba por enloquecer a la gente”. 
 
El cuento versa sobre una moneda argentina de veinte centavos, prácticamente insignificante, que le dan al protagonista después de tomar una caña de naranja como cambio. Y que, una vez recibida, le produce un principio de fiebre, y le lleva a formular el siguiente pensamiento al recibir la moneda en sus manos: “Pensé que no hay moneda que no sea símbolo de las monedas que sin fin resplandecen en la historia y la fábula”. Y comienza entonces una enumeración vertiginosa de las manifestaciones de esta moneda:
 
Pensé en el óbolo de Caronte; este óbolo era el precio del pasaje que las almas de los difuntos debían pagar al barquero para hacer la travesía al otro mundo, creencia que en la antigua Grecia hacía que se colocara una moneda en la boca de los muertos. Es curioso que la primera imagen de la moneda que tenga el protagonista sea precisamente la última, su utilidad para que las almas de los muertos puedan alcanzar el descanso eterno y no se vean obligadas a vagar errantes. 
Caronte y Psiqué, S. Stanhope (1890)
 
en el óbolo que pidió Belisario; famoso general bizantino que, según se cuenta, -¿quién lo había visto y quién lo ve ahora?- acabó su vida ciego, cegado por orden del emperador Justiniano,  y mendigando limosna a los viandantes rogándoles “Dad un óbolo al comandante Belisario”.
 
en los treinta dineros de Judas; aquellas treinta monedas de plata por las que Judas Iscariote vendió a Jesús, señalándole con un beso en la mejilla y entregándole a las autoridades romanas. Arrepentido, después, por lo que había hecho, quiso deshacerse del dinero devolviendo las monedas a quienes se las habían dado y al no aceptarlas acabó tirándolas y ahorcándose de un árbol. 
 
en las dracmas de la cortesana Laís;  ofendida porque el célebre orador griego Demóstenes quería pagarle mil dracmas por pasar una noche con ella, le pidió a cambio diez mil, ya que, siendo prostituta, no iba a venderse barata; Demóstenes rechazó la oferta diciendo: "No quiero pagar tan caro mi arrepentimiento".
 
Laís de Corinto, Hans Holbein el Joven (1526)
 
La anécdota nos recuerda, mutatis mutandis, al viejo chiste que, con diversas variantes, se ha atribuido a varios personajes masculinos famosos todos ellos británicos o americanos como Winston Churchil, Bernard Shaw, Groucho Marx, Mark Twain o Bertrand Russel, del que el lector interesado y curioso puede hallar noticia en esta página electrónica, que sostienen un diálogo parecido a este con una atractiva señorita: “¿Se acostaría usted conmigo por un millón de dólares?”, le propone él. A lo que ella contesta sin dudar: “Por supuesto”. “¿Y por un dólar?”, replica el caballero. “¿Qué se cree usted que soy? ¿Una prostituta?”, contesta la dama ofendidísima. “Eso ya ha quedado claro —responde el tipo—. Ahora estábamos regateando para negociar el precio”.
 
en la antigua moneda que ofreció uno de los durmientes de Éfeso; los siete durmientes de Éfeso se habían refugiado en una cueva huyendo de las persecuciones romanas contra los cristianos. Cuando despertaron habían transcurrido casi doscientos años. Bajaron a Éfeso a comprar comida. Los vendedores se sorprendieron de que esas monedas ya no eran de curso legal, pertenecían al emperador Decio, y estaban bajo Teodosio. Se había producido un milagro, y la prueba era que no habían dormido una noche sino dos siglos.
 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Crematofobia (y II)

  Resulta muy sugerente al respecto de la crematofobia la lectura del artículo "Identidad y dinero" que Juan José Millás publicó en El Periódico el 23 de agosto de 2023, del que extraigo unos párrafos por su interés (el énfasis en negrita es mío):

    Hay personas que salen a la calle sin el carné de identidad convencidas de que la identidad se lleva en la cara. Yo, además del DNI, suelo llevar el de conducir, el pasaporte, la cartilla de la Seguridad Social, la tarjeta de la biblioteca pública y el bonobux. Todo a mi nombre, para demostrar que yo soy yo si fuera necesario. Significa que en el fondo no me creo que soy Juan José Millás, aunque tampoco me creería ser José Pérez, en el caso de que me hubiera llamado de este modo. Pero ya que nos obligan a ser alguien, digo que soy Juan José Millás (...)

 

      
    Y es que nadie lo lleva escrito en la cara. Tienes que demostrarlo con un documento que es, por cierto, un documento falso. Todos los que expide el Estado son falsos, y no porque los expida el Estado, sino porque no hay documento intrínsecamente verdadero. Nos hemos puesto de acuerdo en que lo falso es verdadero y ya está. Se llama consenso. No hay nada más falso que un billete de 50 euros y es falso porque no tiene otro respaldo que el de la fe. Creemos en él como otros creen en Dios y punto. Pero si tú vas por la vida con muchos billetes de 50 euros te sobran hasta el DNI, el pasaporte y el libro de familia, te sobra todo porque lo que más identidad proporciona en este mundo es la pasta (...). 
 
     La manera de atajar nuestra incipiente crematofobia, según los psicagogos, sería buscar la ayuda de un experto, ya sea un médico de salud mental o un gestor financiero. No obstante, llamar a un amigo, salir a caminar o leer un libro prestado de la biblioteca pública son sin duda estrategias más comunes y baratas que pueden ayudarnos a sentirnos un poco mejor cuando estemos abrumados por la extrema pobreza de nuestra personalidad individual. 

    Según el proverbio inglés "money makes the man", o sea, el dinero hace al hombre (y no al revés, ya que el hombre no hace dinero por muy self-made man y emprendedor que sea y por mucho que se crea), es decir, el dinero le confiere al ser humano su identidad, le hace ser el hombre que es. No es menos acertado el proverbio griego, que también lo clava y que nos transmite el poeta Píndaro: dinero, dinero el hombre, es decir, el hombre es dinero (χρήματα, χρήματ᾽ ἀνήρ). 
 
 

     La crematofobia se manifiesta en mayor o menor escala cuando tenemos miedo a salir de casa y perder el dinero, que es nuestra identidad,  a que nos roben la cartera, a ir a comprar algo que necesitamos o queremos y descubrir, a la hora de pagarlo, que no tenemos ni efectivo ni tarjeta, o que esta no tenga saldo porque nos hemos quedado sin blanca. ¿Qué sería de nosotros? No seríamos nada, no seríamos nadie, lo que no dejaría de ser por otra parte, si fuera posible, una bendición.

martes, 24 de septiembre de 2024

Crematofobia (I)

    Todas las fobias que padecemos podrían reducirse a una sola: el miedo que infunde la propia muerte. Todas son variaciones del miedo fundamental, la tanatofobia que subyace por debajo de todos y cada uno de nuestros múltiples temores. 
 
    Preguntado ChatGPT sobre cuántas fobias existen, responde que no hay un número determinado en la literatura científica, ya que en teoría podrían desarrollarse infinitas. En la práctica clínica se han llegado a registrar, sin embargo, al menos 500 fobias con nombres específicos, pero el repertorio varía según la fuente y los criterios de clasificación.
 
        A todas las fobias se les antepone el nombre griego de la cosa que las causa, como hemos hecho antes con la muerte -thánatos, que es esencial a todas-, para que suene a culto y no se entienda bien lo que hay por debajo y lo que todas y cada una de ellas tienen en común.
 
 
 
    Una de las últimas de que tengo noticia es la crematofobia, que no tiene nada que ver, como pudiera parecer a simple vista, con los hornos crematorios ni con la cremación, sino, como vamos a ver enseguida, con el vil metal de los dineros. También se la llama crometofobia. Me sorprende la doble denominación, que achaco a la confusión vocálica que nos llega al castellano por la vía anglosajona del helenismo. 
  
    El nombre apropiado de los dos es crematofobia, compuesto derivado del griego χρῆμα χρήματος (chrēma chrēmatos), que significa 'dinero', como por ejemplo en crematístico, lo relativo al interés pecuniario de un negocio, y en crematística, que era el nombre antiguo de la economía, y de φόβος (phóbos), sufijo que quiere decir 'miedo' o 'temor'. 
 
    Se lo hago notar a ChatGPT y me da las gracias por la corrección, y reconoce que la forma *crometofobia es incorrecta desde el punto de vista etimológico, ya que no deriva de chrēmatos, confusión que se debe, según él, a la similitud fonética. Se confunde, además, con cromatofobia, que es la fobia al colorido cromatismo.
 
 
 
     El caso es que por lo que veo en la Red esta fobia suele definirse como "miedo a gastar dinero" y como “la ansiedad que produce tener poco dinero”. No sé si son el mismo miedo o son dos distintos el miedo a gastar lo que se tiene, sea poco o mucho, y el miedo a no tener nada que gastar. 
 
    En el segundo caso, los expertos nos alertan de que 'la ansiedad generada por tener poco dinero puede acabar impactando seriamente' en nuestra salud, provocándonos estrés financiero: depresión, problemas de sueño, aumento de la presión arterial,  u obesidad mórbida entre otras afecciones. 
 
 
 
    La manera de superar la crematofobia sería, según los terapeutas, modificar nuestra relación con el dinero. Pero ¿cómo podemos redefinir (sic) nuestra relación con el dinero, que es lo que a nosotros nos define, sin que peligre nuestra propia identidad personal, habida cuenta de que el dinero es lo que nos confiere entidad a cosas y personas?   

sábado, 21 de septiembre de 2024

Micrópolix

    Hay un parque temático en San Sebastián de los Reyes, en los Madriles, donde las tiernas criaturas de cuatro a catorce años pueden divertirse jugando al no poco aburrido juego de ser mayores antes de tiempo y adultos responsables. 

    Este centro de ocios y negocios infantiles, llamado Micrópolix -al parecer es palabro esdrújulo por lo que se oye en el vídeo promocional, aunque han olvidado la obligatoria tilde diacrítica-, es el sitio ideal para educar al niño, es decir para que deje de ser un infante y para que, muerto y enterrado lo vivo que haya en él, se convierta antes de tiempo en un adulto hecho y derecho: en un(a) self-made-(wo)man.

    Aquí pueden ser lo que vayan a ser cuando sean mayores anticipándose al porvenir que nunca llega, como dice la copla: aprenden a trabajar consagrándose a actividades laborales de su elección y a ganar y manejar dinero, adquiriendo cultura financiera, económica, que es lo mismo que decir política, y emprendedora, así como hipotecando el momento presente en las aras ensangrentadas del futuro, con la esperanza de venideras metas y tierras de promisión inexistentes. Ahí es nada.
 
    
 Micrópolix es una ciudad (πόλις, polis, ciudad en griego) en miniatura (μικρός, micrós, pequeño en la misma lengua) con la originalidad de la equis final, cuyo sentido se me escapa, que acuña su propia moneda, que se llama eurix. ¿Por qué será? Aquí las tiernas criaturas juegan a ser los adultos que van a ser cuando sean mayores: trabajan, abren cuentas bancarias como sus mayores... Y sobre todo pueden, acudiendo a la autoescuela y haciendo las correspondientes prácticas de conducción y educación vial, obtener el preciado Permiso para poder conducir autos, como en los coches de choque de las ferias, y circular por el parque temático micropolitano... No podía faltar una Oficina de Empleo para que se vayan acostumbrando a hacer cola los desempleados, donde se apuntan para realizar una veintena de oficios: veterinario, banquero, dependiente, policía... 


    A la par que se preocupan por administrar el dinero que van adquiriendo como mano de obra barata, los niños aprenden a regirse por los horarios y a subordinarse a sus dictados, de modo que si llegan tarde al laburo, por ejemplo, pierden los eurix del jornal. 

    Puede parecer poco ético que todo gire en torno al dinero, y algún pedopsicagogo moderno podría poner el grito en el cielo y venir con la cansina monserga y obsoleta prédica de que los niños también deben aprender a cooperar buscando soluciones solidarias en equipo y aportando cada cual sus talentos a la sociedad de consumo, pero no nos engañemos: el mundo real es poco ético y en él todo gira en torno al vil metal. No seamos hipócritas: Micrópolix prepara estupendamente a los pequeños para enfrentarse a Macrópolix,  que es lo que les espera fuera cuando salgan del ignominioso parque temático de ocios infantiles donde pueden celebrar sus cumpleaños. 

    Efectivamente, las actividades que se realizan en este centro de ocio con miras al negocio -nada de humanidades, que no sirven para nada y eso es lo bueno que tienen- son muy educativas: ayudan a preparar al niño para elegir una (de)formación profesional y solventar los retos que encontrará en la vida adulta, para que sea un emprendedor el lejano e inasequible día de mañana.


jueves, 12 de septiembre de 2024

¿Puede existir un mundo sin dinero?

    Se pregunta el BBVA si puede existir un mundo sin dinero. A mí lo primero que se me ocurre es que existir, lo que se dice existir en la realidad, seguro que no puede, porque la esencia de la realidad y del mundo es el dinero. Pero el BBVA en esta página nos invita a hacer el ejercicio de imaginar por un instante que el dinero desaparece de la faz de este mundo por arte de magia para siempre. ¿Qué pasaría? 
 
    Sin duda el hecho de no disponer del dinero como medio de pago universal provocaría una completa transformación de la sociedad, y, quizá -¿quién sabe?- nosotros -'las personas' dice el BBVA-, olvidando la existencia del vil metal, viviríamos en un mundo idílico de felicidad y despreocupación, sin ese vínculo que nos subyuga.
 
 
    ¿Volveríamos al trueque? Analizando el sistema de cambalache de una cosa por otra, la susodicha entidad bancaria llega a la conclusión de que no es un sistema perfecto, puesto que quienes carecen de bienes en propiedad no podrían participar de esos trapicheos. 
 
    Un mundo donde no existiera el dinero tendría que ser un mundo feliz y despreocupado, aunque también podría ser -¿quién sabe?- una pesadilla, abriéndose un panorama terrorífico tras su desaparición repentina y efectiva, volviéndonos absolutamente incapaces nosotros de  intercambios. 
 
 
  Pero tras un somero análisis de los distintos tipos de dinero habidos y por haber, el BBVA llega a la conclusión de la trascendencia del dinero en nuestra vida ('en la vida de las personas' dice literalmente), porque “con dinero, compras comida, medicamentos, ropa, aparatos electrónicos, libros, entradas de espectáculos y una infinidad de bienes y servicios adicionales. Por eso, es necesario contar con el dinero como sistema de pago universal e instrumento para fijar el precio de las cosas, y así poder comparar unas con otras”.
 
  La conclusión a la que llega el banco después de este ejercicio de imaginación es que la desaparición del dinero "ocasionaría inconvenientes y contratiempos”, de donde se deduce que es preferible que no desaparezca y, para eso, lo mejor es que esté protegido y disponible "para cuando lo necesites", es decir, para el futuro. Por eso el BBVA, aquí interrumpe la ensoñación y da paso a la publicidad, nos ofrece no solo "la tranquilidad de pertenecer a un gran banco" sino también "las últimas innovaciones en digitalización -no faltaba más, hay que estar con los tiempos-", que agilizan y simplifican la gestión de nuestras finanzas, permitiéndonos controlar nuestros gastos allá donde estemos, ya sea de día o de noche, tanto en jornada festiva como laboral,tanto en lunes como domingo, gracias a la aplicación de nuestro inseparable teléfono supuestamente inteligente y aplicado. 
 
 
    ¡Vaya chasco! Después de habernos invitado a imaginar un mundo sin dinero y hacernos soñar, resulta que el Banco nos echa un jarro de agua fría de realidad en las sienes y viene a decirnos, impregnándonos de realismo, que pongamos nuestro dinero a buen recaudo en su caja fuerte, donde está bien seguro y custodiado. Además, claro, ¿qué sería del BBVA y demás bancos y entidades bancarias en un mundo donde no existiese el dinero? Tampoco existirían los bancos, que son los recintos sagrados donde se deposita el dinero y se rinde culto a la Religión del Capital.

sábado, 24 de agosto de 2024

Pareceres LVI

271.- Ganapanes: Somos, desde que se acuñó el término en el Siglo de Oro, unos ganapanes. Se decía así en castellano por la maldición bíblica de que hay que ganarse el pan con el sudor de la frente, es decir, con el trabajo, como el mozo de cuerda, que se ofrecía en los lugares públicos con un cordel al hombro para acarrear sudoroso cargas o hacer algún recado a cambio de dos, tres o cuatro reales. Cuando la gente dice que hay que “ganarse la vida”, utiliza una expresión muy significativa en la que la vida se presenta como una ganancia, al impregnarse del significado del verbo “ganar”, equiparándose “vida” a “dinero”, que es la última epifanía del Dios monoteísta que es el Capital y de la religión capitalista que carece de ateos. Cuando la gente dice que hay que ganarse la vida se refiere siempre a la futura porque la presente no hace falta ganarla, y la futura se realiza en el día de mañana, es decir, nunca. Da a entender la expresión que la vida tiene un precio que hay que pagar,  lo que repugna a la razón, pero es el engaño que hace que funcione la realidad. Si tengo hambre ahora, no necesito dinero sino un bocadillo. La limosna 'para poder comer' que mendigan algunos pordioseros en lugar del bocadillo es un medio para alcanzar un fin que es asegurarse el pan de mañana, el pan de cada día, un porvenir siempre futuro. Sé que si tengo dinero puedo, por el arte de magia del mercado, matar el hambre futura, a la que me anticipo comprando el pan en la panadería para comerlo, pero no es el dinero lo que mata el hambre, sino el bocadillo. Hemos sustituido el pan por el dinero que vale. Sin embargo tenemos hambre -algunos lo llaman codicia- de dinero, y esa hambre crea el futuro, aunque algo nos dice en el fondo que ese futuro que ganamos es la muerte, y que por ganarse uno la vida, la pierde inexorablemente.

 272.- Oído por ahí: Hablan dos mujeres de las virtudes del agua mineral embotellada, que, dicen, es más potable que la del grifo. Una de ellas dice que ella bebe una marca determinada. Y la otra le comenta: -Esa es buenísima, es la más cara que hay. Y yo me pregunto si es buenísima porque es la más cara que hay o es la más cara que hay porque es buenísima. O en otras palabras: si es la más apreciada y preciosa por el precio que tiene en el mercado, o tiene el precio que tiene por lo óptima que es. Y me detengo durante un instante, en el significado del adjetivo “caro -a”: que tiene un precio alto o más alto de lo normal que encarece a las cosas haciéndolas careras y encarece por lo tanto el precio de la vida, atención a la expresión que revela que la vida tiene un precio, y el secundario y más culto de “amado o querido”, procedente del latín carus -a -um, cuya primera acepción era también “costoso, de alto precio, precioso” y la segunda “apreciado, querido, predilecto, deseado” de donde derivan nuestro cariño y nuestra caridad, que en latín cáritas era en principio carestía, antes de convertirse en el amor y en la virtud cristiana de la solidaridad y amor al prójimo. Acaban las mujeres hablando inevitablemente de la carestía de la vida, 'lo cara que está la vida, cada vez más',  y el encarecimiento de las cosas.


273.- Mayoría absoluta. Han investido al candidato a la presidencia del ente autonómico por un solo voto más a su favor, que ha sido, obviamente, el suyo. ¿Para qué se celebran las elecciones si ya se conocía de antemano su resultado? Se sabía que por un voto iba a ser investido el candidato. ¿Qué mayoría absoluta es esa de la mitad de los votos más uno? Para que una mayoría se convierta en absoluta, es decir, para que obtenga más de la mitad de los votos basta que obtenga uno más, como en el caso de la Generalitat de Cataluña en la investidura del señor Illa. ¿Qué dice la mayoría silenciosa formada por la generalidad de la ciudadanía que no expresa públicamente su opinión? El término mayoría absoluta tiene la siguiente definición en el Diccionario panhispánico del español jurídico de la Real Academia Española (RAE): "Sistema de votación mediante el cual se requiere, para aprobar una decisión, más votos a favor que en contra de los socios/accionistas asistentes o representados". En otras palabras, para obtener la mayoría absoluta es necesario contar con el voto favorable de la mitad más una de la totalidad de personas que forman un órgano con independencia de que estén presentes o no. 

274.- Cambio semántico: Desde hace cuatro años, venimos asistiendo al cambio de significado de algunas palabras relacionadas con la salud y la enfermedad tales como vacuna, pandemia, inmunizar, inmunidad natural, inmunidad colectiva, distanciamiento social, trabajadores esenciales, pandemia, enfermo asintomático, etc. No se trata de un simple cambio retórico, sino de un truco. Pero también en otros ámbitos: por ejemplo, en el campo energético se ha redefinido la energía nuclear como energía verde. Y quizá uno de los cambios más significativos, en el ámbito sociológico, ha sido la definición de "mujer", que ya no es la persona o ser humano de sexo femenino, sino la persona que se siente como mujer, independientemente del sexo asignado al nacer. El cambio de la definición de "mujer" ha conllevado también la redefinición de "hombre" en el mismo sentido. No perdamos de vista, tampoco, el uso de algunos adjetivos tan de moda como "humanitario", para "ayuda, misión" que revelan, como los anteriores, el poder manipulador del lenguaje. Curiosas también resultan las connotaciones que se dan a términos en principio neutros, como "populismo", al que ahora se da un valor negativo como reacción contra el uso que la Alemania nazi hizo del término Volks 'pueblo': todo debía ser popular entonces, desde el propio partido nazi, que se definía como Volksfreund ('amigo del pueblo') hasta el coche popular, que era el Volkswagen: amaban al pueblo y todo era popular, del pueblo (y no de su gobierno),  demos y no kratos. Por no hablar ya del eufemismo de llamar "traslado" a la deportación o "solución final" al extermino de los judíos. Todo ello nos recuerda lo que decía Humpty Dumpty en "Alicia a través del espejo", de Lewis Carrol: - Cuando yo digo una palabra -afirma Humpty Dumpty- significa aquello que yo quiero que signifique; ni más ni menos. - La cuestión es -contesta Alicia- si uno puede hacer que las palabras signifiquen cosas distintas. -La cuestión es -replica Humpty Dumpty- quién es el que manda, y se acabó.

 275.- A palo seco (por peteneras y un fandango).  Las peteneras son un palo flamenco que se basa en una estrofa de cuatro versos octosílabos que se convierten en seis o más por repetición de algunos de ellos y el añadido de otro a modo de ripio que suele ser «madre de mi corazón», cuyas letras suelen estar embargadas de melancolía, y se interpretan de forma lenta y desgarrada, como corresponde al quejido del dolor de descubrir cómo son en realidad las cosas de verdad. Voy a “salirme por peteneras” y a traer aquí una muestra preciosa de este palo del cante flamenco de tono grave y melodramático, que cantaba la Niña de los Peines, cuya voz desgarrada nos pone los vellos como escarpias. Es una denuncia de la realidad y falsedad simultánea del mundo: “Quisiera yo renegar / de este mundo por entero; / volver de nuevo a habitar, / madre de mi corazón, / volver de nuevo a habitar, / por ver si en un mundo nuevo, / por ver si en un mundo nuevo, / encontraba más verdad”.  Y, relacionado con la petenera de la Niña de la Puebla, este fandango de Paco Toronjo,  a palo seco, es decir, sin acompañamiento musical ninguno de guitarra, para decir por enésima vez lo mismo: Yo creía que en la vi(d)a / to(d)ito era verda(d)/ ¡Qué equivocación la mía! / Tan solo veo malda(d) / y to(d)o es hipocresía.




viernes, 9 de agosto de 2024

"Te quiero, morena"

    Hay algo que me rechina y no sólo hiere el oído sino que incluso me repugna y ofende al corazón en lo que canta esta jota titulada “Te quiero, morena”, con música de José Serrano, y letra de Arniches y García Arias, incluida en la zarzuela, o más propiamente "Humorada cómico-lírica en un acto, El trust de los tenorios", que compara el amor que el maño siente por una mujer zalamera y morena, baturra como él, con el amor que se siente por una madre, lo que es comprensible habida cuenta del complejo de Edipo del hijo varón y tal, pero también, y eso ya me cuesta más entenderlo, con la gloria y aun, 'last but non least', con el dinero, haciendo que rimen “dinero” con “te quiero”. 

    Y eso me suena a falso, más falso que Judas, que delató a Jesús a cambio de treinta monedas en el huerto de Getsemaní mediante un beso, en esta declaración baturra del amor. Algo nos dice que ese amor no puede ser bueno ni verdadero. La letra de la jota sería mucho más noble, y más popular, en el buen sentido de la palabra 'popular' que es el que se refiere a lo surgido del pueblo, si dijese "te quiero más que al dinero", como muchas otras canciones dicen "te quiero más que a mi vida". Pero no es eso lo que  dice, sino precisamente todo lo contrario: “Te quiero... como se quiere al dinero”.




    ¿Cómo se puede querer a alguien “como se quiere la gloria” y “como se quiere al dinero”? Eso ya no es amor gratuito y desinteresado, sino económicamente interesado. 'Por el interés te quiero, Andrés' dice a veces la gente para poner de manifiesto que se tiene afecto por alguien no con un sentimiento amoroso verdadero, sino con una relación interesada, porque hay algo que se interpone entre los dos: "inter-est", que decían los romanos. Y ese algo solo puede ser el dinero. 
 
    ¿Cómo se puede comparar el amor humano y edípico hacia una madre, o hacia una mujer de boquita de rosa y de risa zalamera y de ojos en la cara con el amor descarnado y abstracto a la gloria o al dinero? Pues eso, ni más ni menos, es lo que canta la letra de esta jota aragonesa, en interpretación del tenor Plácido Domingo: 
 

Te quiero, morena,
te quiero
como se quiere la gloria,
como se quiere al dinero,
como se quiere a una madre,
te quiero.

Me muero, baturra,
me muero
por tu boquita de rosa,
por tu reír zalamero,
por los ojos de tu cara,
me muero.

Es la jota
que siempre canté,
la sal de mi tierra,
y ¡olé! ¡olé!

martes, 9 de julio de 2024

Pareceres LIII

256.- Obituario preventivo: Algunos medios de comunicación tienen preparados y archivados los obituarios de cientos y miles de candidatos a cruzar la laguna estigia en la barca de Caronte, todos ellos correctamente escritos y actualizados hasta la misma fecha del óbito, a la espera de que personaje fallezca para su publicación y para añadir alguna circunstancia -un par de líneas a lo sumo- a su muerte. A veces el escritor de obituarios ha fallecido antes que el interfecto, pues la esquela estaba redactada con mucha antelación. Otras veces el obituario se adelanta tanto que se da por muerto a alguien que todavía no ha sucumbido, como le ha pasado recientemente al lingüista y filósofo Noam Chomsky, de 98 años de edad, que sufrió un ictus, y enseguida se divulgó en la red su muerte y se publicó su obituario... pero fue dado de alta del hospital donde había sido atendido y se recupera en su hogar. Habrá que guardar los obituarios con sus datos biográficos de vida y obra a la espera de posteriores acontecimientos. Todos vamos a morir. Los grandes pueden tener ya escrita su biografía, a falta de algunos retoques, para darlos por muertos, es decir, para inmortalizarlos. 
 
 
257.- Síndrome de Fatiga Crónica (S.F.C.). La gente corriente y moliente como usted o como yo está cansada, cada vez más cansada, por no decir harta, en este país, que es el rabo del toro y la reserva espiritual y testicular de la vieja Europa, y en cualquier otro rincón del universo mundo. Es un secreto a voces. Cada vez más ciudadanos de a pie, contribuyentes y votantes, nos declaramos carentes de toda motivación para cumplir con nuestras más mínimas obligaciones. Tenemos la impresión de trabajar más horas de las debidas, de recibir a cambio un salario miserable, y de hallarnos al borde del colapso. Es el ingente cansancio de ser lo que uno es, lo que uno está obligado metafísica- y ontológicamente a ser: hay que responder a demasiadas exigencias sociales externas e interiorizadas y asumidas como propias. No se trata sólo del cansancio de ser uno mismo a secas, sino del enorme peso de ser un buen profesional, un buen padre o una madre ejemplares, una buena persona. Además de las exigencias morales están las físicas, no menos perniciosas que las otras: hay que cuidar el tipo: hay que estar delgado y adelgazar constantemente para ello, hacer deporte y cuidarse, sometiéndose uno a periódicos chequeos médicos, a fin de llevar una vida profilácticamente sana. Lo llaman sarcásticamente 'calidad de vida'. Pero estamos fatigados no vamos a decir de vivir -porque ¿quién vive?-, sino de sobrevivir, o, lo que es lo mismo, de existir solamente. 

 
258.- ¿El dinero da la felicidad? Un periodista verificador de datos se pregunta en un artículo si el dinero da la felicidad. Y no nos dice ni sí ni no, por lo que nos deja como estábamos, pero marea la perdiz. Cita un estudio de la Universidad de Princeton de hace una década que concluyó que el bienestar emocional, la felicidad, aumenta con el dinero “con los ingresos”, pero hay un tope, que estableció en 75.000 dólares anuales (alrededor de unos setenta mil euros), una cantidad que luego ha sido discutida por otros investigadores. Al alcanzar esa cifra, el bienestar se estanca y ganar más dinero no supone mayor felicidad. El estudio estableció “los ingresos altos compran satisfacción con la vida” pero “los bajos exacerban el dolor asociado con desgracias como una mala salud o la soledad”.  Pero otro estudio más reciente de hace dos años de la Universidad de Stanford concluyó que las personas con bajos ingresos pueden experimentar una felicidad incluso más fuerte que aquellas con mayores recursos. Quienes tienen más dinero pueden ser, en general, más felices, pero las personas con menos dinero sienten una felicidad más fuerte porque estaría ligada a un significado: la creencia de que su vida tiene un propósito, un valor y una dirección. 
 
259.- Guerras cántabras. 'Cantabrum Indoctum Iuga Ferre Nostra' es el título del cartel que representará la Fiesta de las Guerras Cántabras, declarada de Interés Turístico Internacional, de Los Corrales de Buelna en su próxima edición de este año 2024. La obra premiada es una acuarela que representa, como si se tratara de un Jano bifronte, el perfil femenino de un busto de una cántabra, que a su vez, se supone, encarna a Cantabria, y el masculino de un legionario romano, que encarna el poder militar del Imperio. El título es un hendecasílabo de Horacio, que define al pueblo cántabro como no acostumbrado a soportar el yugo romano... Conviene recordar que las guerras cántabras se saldaron con la victoria de las legiones romanas sobre las tribus rebeldes cántabras y con un proceso de romanización bastante más intenso de lo que hasta ahora se había pensado, por lo que estamos celebrando no una victoria sino una derrota militar desde el punto de vista de nuestra taifa autónoma. Los cántabros que no murieron en combate fueron vendidos como esclavos. De su lengua, que nunca se escribió, no queda más que algún vestigio en la toponimia, pero ninguna palabra viva. Ahora que se habla tanto de recuperar la memoria histórica, conviene que no nos olvidemos de exhumar lo que pasó por estos pagos hace dos milenios, y nos dejemos de celebraciones folclóricas al modo de las luchas de moros y cristianos: la derrota militar, supuso una romanización muy intensa: se construyeron ciudades como Julióbriga, lujosas villas cerca del mar, algunas con sus propias termas, se trazaron calzadas que todavía atraviesan nuestra región, se explotaron minas de hierro, como la de Cabárceno, y, gracias a la victoria romana escribimos y hablamos la lengua que ahora hablamos y escribimos. 
 
260.- Escepticismo. El escepticismo se ve en nuestra época criminalizado. No se puede atentar, en pleno siglo XXI, contra las sagradas creencias, que son las creencias consagradas por el inexistente consenso científico, que se conjura para que exista mencionándolo. Una de estas creencias es el calentamiento global, que no admite debate porque lo establece, entre otros, el IPCC en cada uno de sus informes. Cuestionarlo es climatoescepticismo, y no se puede ser climáticamente escéptico, sino creyente, dogmático. No se puede minimizar ni contradecir la doctrina sin caer en herejía y anatema. Ya no son condenados a la hoguera los herejes que lo niegan o ponen en duda, pero sí excomulgados de la comunidad científica, pero también los que, dispuestos a creer en su evidencia, niegan que sea producto de la acción humana, es decir, rechazan su carácter antropogénico, y, yendo aún más lejos, afirman que no es algo malo sino beneficioso. Si Sexto Empírico levantara la cabeza, vería abochornado cómo los dogmáticos, en pleno siglo XXI, siguen campando a sus anchas y haciendo de las suyas... 

jueves, 4 de julio de 2024

¿Quién manda aquí?

    Se preguntaba el poeta austriaco Erich Fried (1921-1988) en uno de sus Cien poemas apátridas (1978), titulado 'En la capital': «¿Quién manda aquí?» / pregunté. / Me dijeron: / «El pueblo naturalmente» / Dije yo: / «Naturalmente el pueblo / pero, ¿quién / manda realmente?». 
 
    Si reformuláramos la pregunta, nos responderían lo mismo nuestros conciudadanos: el pueblo. Esto es una democracia: gobierna el pueblo... Sí, sí, pero de verdad ¿quién gobierna? ¿Quién o qué se esconde detrás de ese 'pueblo'? No buscamos personas con sus nombres propios y apellidos, perfectamente intercambiables entre sí, independientemente de su ideología política, que vienen y van alternativamente, sino algo más constante y sustancial. 
 
 
    ¿Cuántos de nuestros conciudadanos o compatriotas creen que vivimos en un Estado soberano llamado “España”, un Estado constituido y constitucional como los Estados Unidos de América, gobernados por individuos como Biden o Trump, o quien sea que salga de las urnas? No nos engañemos. Preguntémonos, como hace el poeta austriaco, ¿quién gobierna aquí? Y no nos conformemos con la respuesta de rigor: el partido que sea, el presidente que sea... porque ni siquiera hay un país en sí que se llama España  como nos enseñaron en la escuela cuya capital es Madrid... 
 
    Aunque no sea una cita muy literaria, porque pertenece a una película clásica, en concreto a Network, un mundo implacable dirigida por Sidney Lumet en 1976 y escrita por el dramaturgo y novelista Paddy Chayefsky (1923-1981), esto es lo que le dice el señor Jensen a Howard Beale que puede servirnos como respuesta a la pregunta que formulaba Erich Fried: “Usted es un anciano que piensa en términos de naciones y pueblos. No hay naciones. No hay pueblos. No hay rusos. No hay árabes. No hay terceros mundos. No hay Occidente. Sólo hay un sistema holístico de sistemas, un vasto e inmanente, entrelazado, interactuante, multivariable, multinacional dominio de dólares. Petrodólares, electrodólares, multidólares, reichmarks, rins, rublos, libras y shekels. Es el sistema internacional de moneda el que determina la totalidad de la vida en este planeta. Ese es el orden natural de las cosas hoy. ¡Esa es la estructura atómica, subatómica y galáctica de las cosas hoy! […] ¿Estoy llegando a su entendimiento, Sr. Beale? Se levanta frente a su pequeña pantalla de veintiún pulgadas y aúlla sobre Estados Unidos y la democracia. No hay Estados Unidos. No hay democracia. Sólo hay IBM e ITT y AT&T y DuPont, y Dow, Union Carbide y Exxon. “Ésas son las naciones del mundo hoy en día”. 
 
    Sé que a mucha gente le costará aceptarlo, pero no hay España que valga. Diríamos que España no existe, si no fuera mentira, porque sí que existe: España es una provincia, una subdivisión territorial del Imperio supranacional capitalista planetario. Y lo mismo ocurre con todos los demás países occidentales. Por eso, en realidad, nada cambia nunca, independientemente de cuáles sean los líderes que estén al frente en cada momento. Nos hallamos ante un simulacro, un espectáculo. Una simulación de democracia. 
 
 
    Sin embargo, el hecho de que sea un espectáculo no significa que no tenga consistencia real. La simulación de la democracia es esencial para el Imperio. Es lo que nos mantiene enfrentados entre nosotros, en lugar de enfrentarnos al Poder. Es lo que alimenta la guerra: la guerra contra el terrorismo, la guerra contra el virus, la guerra contra el populismo, la guerra contra la desinformación, la guerra contra otros estados o la guerra contra lo que sea. 
 
    No, no son nuestros mandarines los que gobiernan los países y el mundo, sino aquellos que crearon tanto el capitalismo como el comunismo, tanto oriente como occidente para engañar al mundo entero con estos ilusorios trampantojos... ¿Quiénes son entonces? Los banqueros internacionales. Pero no tanto sus personas como el dinero que mueven y los mueve. Los líderes de las naciones son solo marionetas seleccionadas que obedecen un guion que les dan las instancias superiores. A la pregunta de quién manda aquí, la respuesta es: "Aquí mando yo". Y el que responde es Don Dinero, el más poderoso de todos los caballeros, o Regina Pecunia, que decían los clásicos latinos, cambiándolo de género gramatical: Doña Moneda. 
Todo, que sea, lo logro en la tierra, yo, reina Moneda;
La humanidad, por tal, hónrame a mí con tesón.
 
     Lógicamente, habría que actualizar los datos del monólogo de la película: Las monedas más representativas, aparte de los inevitables dólares, son ahora los euros, las libras esterlinas, los yenes, los yuanes y los rublos, todos perfectamente canjeables, sobre todo en su dimensión digital... No hay que olvidar que el dinero físico de billetes y monedas tangibles está desapareciendo, pero eso no significa que vaya a desaparecer el dinero, sino que va a alcanzar una materialización inmaterial, espiritual. 

    Y en lugar de IBM y demás, habría que citar como las naciones del mundo actual a Vanguard, Blackrock, State Street, Reserva Federal, City of London y tutti quanti.