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viernes, 7 de noviembre de 2025

Un poema plástico de Fernando Arrabal

    Escribía el 2 de los corrientes el "último gran genio del siglo XX, el dramaturgo Fernando Arrabal", según El Español, el periódico donde publica ahora una columna los domingos, Manuscritos: la 'cacho-estilográfica' de Jim Morrison, que ya casi nadie le escribía a mano y añadía: "Incluso yo mismo. Mis últimos sonetos, mis últimas obras de teatro, o sobre todo mis arrabalescos o poemas plásticos, los escribo con el Mac", refiriéndose a una conocida marca de ordenadores personales. Confiesa que ya no escribe a mano sus textos. Con ellas sigue dibujando y pintando, pero ya no escribiendo "seudo-arrabalescos para manuscritos", como este, que no está mal traído, en el que llaman la atención innecesariamente los signos de interrogación, que dice: No hagamos historias ¿y menos aún la Historia?
 
Cuadro al óleo de Fernando Arrabal
  
    Tomo de allí el siguiente poema plástico número 2, que combina imágenes de objetos y texto con cierta ironía y simbolismo ¿patafísico? ¿pánico? de Arrabal.  
 
    El texto manuscrito encuadrado en marco de oro o dorado y escrito sobre una especie de nube reza en la lengua de Moliére “… l’or n’a pas d’odeur” (“el oro no tiene olor”), delatando así el afrancesamiento de su autor, lo que en román paladino es “El oro no tiene olor”, que evoca a su vez el proverbio latino pecunia non olet (“el dinero no huele”), atribuido al emperador Vespasiano, quien justificaba así el impuesto con el que grabó el uso de los urinarios, como cuenta Suetonio en "La vida de los doce césares" en la biografía del divino Vespasiano (XXIII):  Cuando su hijo Tito le reprochó que hubiera ideado un impuesto sobre la orina, le puso delante de las narices el dinero procedente de la primera recaudación, preguntándole si le ofendía el olor; y al responder aquel que no: «Pues procede -le replicó- de las meadas» (reprehendenti filio Tito, quod etiam urinae uectigal commentus esset, pecuniam ex prima pensione admouit ad nares, sciscitans num odore offenderetur; et illo negante: 'atquin,' inquit, 'e lotio est'). La orina, por cierto, la recogían los bataneros para quitar las grasas de las togas, túnicas y estolas. 
 
    El proverbio latino viene a decir que el dinero (o el oro) no huele ni mal ni bien, con lo que escapa al cuestionamiento ético y moral. El dinero es amoral y neutral, y, a la vez, es el símbolo no solo de la riqueza, sino del poder, por lo que estaría más allá del bien y del mal. 

Poema visual núm. 2 Fernando Arrabal 
 
    Hay un objeto que es un frasco de perfume, aunque no lo parezca a simple vista,  de un conocido diseñador de moda, cuya forma evoca un lingote de oro que, este sí, tiene olor, y su fragancia se asocia como hace la publicidad televisiva navideña con el erotismo. Su nombre “1 Million” no deja lugar a dudas. El perfume promete oler a un millón de dólares o de euros, o también a que su fragancia es "one in a million", única entre un millón. 
 
    Como contrapunto a ambos objetos superpuestos y como telón de fondo, unas esposas que llevan la firma del apellido de Arrabal escrita a mano, que parece que encadenan el perfume -y por extensión el dinero- sugiriendo algo así como que el oro inodoro y el aromático perfume que huele a millonario son una prisión, algo que nos encadena y que no nos deja ser libres por lo tanto. 
 
    En resumen, parece que el poema plástico arrabaliano o arrabalesco viene a decirnos, a modo de aforismo visual, que el oro -o el dinero- no huele ni bien ni mal, pero nos encadena. Arrabal logra así, con su humor negro y espíritu dadaísta, patafísico, surrealista, pánico, o como se quiera denominar su genialidad venida a menos,  reflejar la pequeña tragedia del capitalismo en miniatura: el perfume como símbolo del deseo, el oro como símbolo del poder, y las esposas como emblema de la servidumbre que ambos nos imponen.
 
 
 
    Le faltó tal vez, a mi modo de ver, hacer una alusión escatológia y freudiana relacionando el oro y el dinero con las heces, que le hubiera permitido escribir en la lengua de Cervantes "El oro es inodoro", y utilizar el sustantivo 'inodoro' ese aparato sanitario, como dice la docta Academia, que sirve para evacuar los excrementos y la orina, provisto de un sifón que evita los malos olores,  algo que logra, por ejemplo, este inodoro -nunca mejor puesto un nombre- de oro macizo del artista italiano Maurizio Cattelan que va a subastarse en una conocida galería de arte con un precio de salida de diez millones de dólares.

sábado, 16 de noviembre de 2024

El caso Hildegart (I)

    Hildegart Rodríguez Carballeira nació en Ferrol en 1914. Su madre Aurora Rodríguez, de situación económica acomodada, se traslada enseguida a la capital de España. Es una madre soltera por propia voluntad y no convive con ningún hombre, porque no ha querido unirse sentimentalmente a ninguno. 
 
Hildegart (1914-1933)

    Así nos presenta Fernando Arrabal en su novela La virgen roja (1987) la escena en que la madre decide inscribir a su hija recién nacida en el Registro Civil como hija natural. La novela está narrada en primera persona por la madre de Hildegart, Aurora Redondo.
 
    "¿Quién es el padre?"
Con buen criterio, los funcionarios públicos consideran irregular o inmoral que una mujer soltera dé a luz. No colmaba la curiosidad del empleado del Registro saber que eras hija de padre desconocido.
    "Denos el nombre del hombre que la engañó". 
El escribiente creía que trataba de preservar al procreador, cuando en realidad probaba a protegerme de él.
    "Aquí estamos acostumbrados a estas situaciones. Tenga confianza en nosotros. Si nos dice su nombre y apellidos daremos con él y le obligaremos a asumir sus responsabilidades como caballero".
Estaba decidida a recabar para mí sola mis funciones de padre y madre, para que nadie nunca me disputara tu paternidad.
    "No va a hacernos creer que nació por obra y gracia del Espíritu Santo". 
Cuán sórdido se volvía aquel interrogatorio.
    "Reconozca que un desaprensivo se aprovechó de su debilidad femenina para violarla".
Les choqué inútilmente, por mi propensión a la claridad de las verdades, cuando reconocí que sería más lógico considerar al procreador y no a mí, como víctima de violación.
    "¿Quiere decir que sucedió en un momento de enajenación mental suya, que le condujo al frenesí y a la pasión ciega?"
Aún les escandalicé más cuando, sin más arengas que mi serenidad, confesé que concebirte fue el más lúcido acto de mi vida (…) El funcionario del Registro Civil que calzaba pelillos crespos y enharinados me acusó de furcia. Sus colegas y él deploraban el silencio de la ley sobre el caso. Estimaban que la justicia hubiera debido retirarme tu custodia para confiarte a la Inclusa o a una institución caritativa.
 
Aurora y Hildegart, madre e hija.
 
     Aurora Rodríguez quiso que su hija tuviera una buena educación, la mejor que ella pudiera recibir, por esa razón no fue a la escuela. Desde la más tierna infancia, Aurora la educó en principios de libertad e igualdad. Hildegart, con 15 años, ya era licenciada en Derecho y a los 17 daba conferencias y escribía artículos en defensa del antimilitarismo y la anticoncepción y en contra de la pena de muerte. Hildegart realiza varias carreras pero no puede ejercer la abogacía por no haber alcanzado la mayoría de edad. Se puede decir que Hildegart fue la obra cumbre y premeditada de su madre, Aurora Rodríguez, que la engendró con el objetivo de que ayudara a reformar la humanidad y a liberar a las mujeres de su dependencia de los hombres. Hildegart se convirtió en una niña prodigio, una superdotada que leía y escribía en varias lenguas vivas y muertas como en la suya propia, tenía un conocimiento de la Filología excepcional, sus dotes para la Química y las Matemáticas eran asombrosos, y poseía un profundo saber filosófico... 
 
 
    Eduardo Haro Tecglen, por su parte, en sus memorias  El niño republicano  escribe sobre ella lo siguiente:    
 
    Hildegard (sic) era un ser emblemático de la República: una feminista. Había sido criada para ser la mujer perfecta. Su madre no quiso tener marido: eligió un hombre suficiente y capaz con quien tener un hijo. Fue, como ella quiso, hembra: la educó para su autosuficiencia. La educó, la formó: no sé si por esa madre severa e iluminada, o por una inteligencia propia, o ahora no sabemos por qué genes, llegó a ser en su adolescencia un personaje singular: daba conferencias, escribía libros, intercambiaba cartas y experiencias con las figuras más ejemplares del mundo: Bertrand Russel o Gandhi.

    Políticamente fue una mujer de izquierdas. Comenzó militando en el Partido Socialista Obrero Español, pero pronto se fue decantando hacia el republicanismo federal y el movimiento libertario. Hildegart causaba sensación allá donde iba. Su madre la acompañaba a todas partes, era como su propia sombra. Muchas personalidades de la época como H.G.Wells, Sigmund Freud o H. Ellis se interesaron por su caso. A Hildegart, la autora de La rebeldía sexual de la juventud, se la denominó enseguida La virgen roja.