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sábado, 2 de noviembre de 2024

Money, money, money (y II)

    Mammón confiere al hombre una riqueza de la que nunca goza porque el gozo es una gracia, es decir, algo gratuito, que solo puede otorgar la gracia de Dios. Pero en el mundo reina la compraventa, la no-gracia o des-gracia de Dios. 
 
    No se puede ser fiel a ambos señores: ser fiel a uno implica ser infiel al otro. Se puede ser fiel a Mammón gestionando las riquezas y bienes del mundo, haciéndolas fructificar según la ley del dinero, haciendo el juego político y económico; y se puede hacer incluso con cierta moralidad. Se puede fomentar, por ejemplo, el comercio justo, pero el comercio, digan lo que digan, es esencialmente injusto. 

    "Esta subordinación no está necesariamente restringida a la venta de esclavos o a la fuerza de trabajo. Ocurre en toda transacción de venta, la cual inevitablemente comienza una relación competitiva, destructiva aunque la venta sea de un objeto ordinario. En todo caso, una persona trata de establecer superioridad sobre otra. La idea de que la venta puede ser un servicio es falsa; en verdad, lo único que se expresa en la transacción es un deseo de poder, un deseo de subordinar la vida al dinero. La relación de venta, además, tiene otra característica, que deriva de lo que ya hemos dicho: profana lo que es sagrado." (Jacques Ellul)

La adoración de Mamón, Evelyn de Morgan (1909)

    La reacción de Jesús, sigue diciendo Ellul, contra los vendedores del Templo no es una reacción moralista contra un comercio poco honesto o poco justo, es la execración de los profanadores del Templo, los que han introducido el comercio o des-gracia de Dios en un lugar donde debería manifestarse la gracia de Dios, y representaban lo que se iba a cumplir pronto a manos de Judas: el sacrificio en el sentido de venta de una vida humana por treinta monedas. 
 
Jesús expulsa a los mercaderes del templo, Alexander Bida (1885)
 
     El dinero es una fuerza destructiva de la vida, y Dios representaba la resistencia contra esta fuerza agresiva y destructora. Hay una convención tácita y un consenso de todos extraño, una confianza ciega, que conduce a los hombres a atribuir al dinero un valor que de por sí no tiene, porque carece per se de valor de uso y de valor de cambio. El dinero no tiene fuerza material si no se la atribuyen los hombres. En la medida en que los hombres se la conceden, el dinero se convierte en dueño y señor de los Estados, de los ejércitos, de las masas, de la inteligencia. No es una cuestión moral de buen o mal uso, sino espiritual. Crea el fenómeno de compraventa: todo lo que se hace se paga, todo se compra, incluido el hombre. 
 
Mammón, G. F. Watts (1885)
 
     Durante la Edad Media se puede hablar de un combate de la Iglesia contra el Dinero: prohibición del interés, exaltación de la pobreza a través del correspondiente voto, regulación del comercio, teoría del precio justo y salario justo, limosna franca... pero en la actualidad podemos afirmar que la Iglesia ha sido vencida por el Dinero. 
 
    Así que hoy día, habida cuenta del proceso histórico, debemos reconocer, como señala Agustín García Calvo en "De Dios" (pág. 107), que el Dinero ha venido a ser la Suma Realidad o Realidad de las realidades porque en Él se anulan todas las diferencias entre las cosas, y por lo tanto "Dios y Mamona son el mismo", y que es "Dios" el que va a convertirse en Nombre Propio de la Realidad de las realidades y del Objeto de la Fe, pues Mamona o Mammón, el dinero, no ha dado el paso a convertirse del todo, como 'Dios' en Nombre Propio entre nosotros para nombrar al Objeto Último de la Fe.   

jueves, 31 de octubre de 2024

Money, money, money (I)


    En el evangelio de Mateo (VI, 24) leemos: “Ninguno puede servir a dos señores: porque o tendrá aversión al uno, y amor al otro: o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y en el de Lucas, por su parte, otra versión de lo mismo (XVI, 13): “Ningún criado puede servir a dos amos: porque o aborrecerá al uno, y amará al otro: o se aficionará al primero, y no hará caso del segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas”. 

 
    El dicho final que transmiten ambos evangelistas (“No podéis servir a Dios y a las riquezas”) aparece a veces en otras versiones como “No podéis servir a Dios y al dinero”. Las palabras “riquezas” y “dinero” son traducciones, a su vez de la palabra  no latina “Mammona”, que emplea Jesús y que proviene del arameo ܡܲܡܘܿܢ‎ (māmōn), que significa justamente "riqueza" o "dinero". El dicho advierte de la imposibilidad de ser leal a dos intereses contrapuestos, al espiritual, digamos, y al económico, porque son en principio incompatibles, aunque en realidad, como veremos más adelante, no lo sean tanto como parecían.
 
    Su origen etimológico exacto no está del todo claro, pero generalmente se cree que deriva de una raíz semítica relacionada con términos de confianza o seguridad, indicando, por lo tanto, la fe o la confianza en la riqueza.  La etimología de Mammon, que Martin Achard toma de Hauck, es «Aman», raíz que implica un sentido de estabilidad, de firmeza, y de la que derivan los términos que significan: ser fiel, tener confianza- ser estable, durable -creer- y también verdad, fidelidad.
 
Mammón y su esclavo, Sacha Schneider (1896)
       
  En el poeta cristiano Prudencio (Hamartigenia u Origen del pecado, v. 428) aparece el adjetivo mammoneus   “que solo atiende al lucro, interesado, codicioso, avariento” aplicado al sustantivo fidem, en un hexámetro: mammoneamque fidem pacis sub amore sequuntur, que quiere decir algo así como: Y por amor de la paz siguen fe de Mamón lucrativa. En el latín cristiano fides, traducción del griego πίστις, «designa el acto del espíritu y el objeto al que este se aplica”, recogiendo el significado religioso, propio del latín arcaico y perdido con el tiempo. A la fides, que es en Prudencio la fe cristiana, le aplica el autor aquí un calificativo que la convierte en la fe heterodoxa que se pone en el dinero, como si dijéramos, con palabra de la jerga económica, el crédito que se le da.
 
     Con el tiempo Mamón se personificó en la literatura medieval como un demonio o divinidad pagana que representaba la codicia y la avaricia, lo que explica la variante popular “No podéis servir a Dios y al diablo”, salvo que se demuestre que, con el proceso histórico del devenir de los tiempos, han venido a ser lo mismo. 
 
    De hecho se llegó a decir que Mamón era el nombre de un demonio que subyuga a la humanidad, lo que probablemente está ya en Agustín de Hipona, quien en su Del sermón de la Montaña, II, 14 comenta el dicho evangélico atribuido a Jesús de que no se puede servir a dos señores, a Dios y a Mammona, que en hebreo, dice, significa “las riquezas”. Y añade que corresponde también con el nombre púnico o cartaginés ya que en esa lengua la ganancia se dice “Mammon”. Y comenta a continuación, equiparando a Mamona con el diablo: Quien sirve a Mamona (las riquezas) se somete a un señor duro y pernicioso; en efecto, amarrado por la propia pasión, está sometido al diablo y no le ama, porque ¿quién hay que ame al diablo?, pero, sin embargo, le soporta
 
 
    Jesús lo personifica considerándolo una especie de divinidad, haciendo que el nombre común ascienda a la categoría de nombre propio. No es una divinidad pagana con la que Jesús quiera decir que hay que elegir entre el Dios verdadero y esta divinidad pagana. 
 
    En el Tárgum y en el Talmud, según el libro de Jacques Ellul "Dinero y poder” (originalmente “L'homme et l'argent', publicado en 1954), ya está personalizado. Es un pretendiente a la divinidad que forma parte de los elementos de este mundo que están llamados a desaparecer con la llegada del Reino de Dios. 
 
    Dios y Mammón están opuestos en la predicación de Jesús. Hay dos mundos: el de la compraventa y el de la gratuidad, radicalmente contrarios, extraños entre sí y contrapuestos El dinero no es un objeto sino un sujeto. Jesús no aconseja ganarlo honestamente o que haya que usarlo bien, como ha hecho la Iglesia con su limosna caritativa y su voto hipócrita de pobreza, sino que tiene un poder comparable al de Dios, que se constituye en dueño y señor del hombre, por eso cuando el hombre cree que puede servirse del dinero, se engaña totalmente porque es el dinero el que se sirve de él subordinándolo a sus fines y avasallándolo. No está en nuestras manos dirigir el uso del dinero, porque él -habría que escribir Él, con mayúscula honorífica reservada al Altísimo- tiene una potencia directriz, lo que le confiere un carácter sacrosanto. 
 
 
  Cristo expulsando del Templo a los cambistas, El Greco (1570)

     "Así, cuando afirmamos que usamos el dinero, cometemos un gran error. Podemos, si estamos obligados, usar el dinero, pero es el dinero el que en realidad nos usa y nos convierte en sus sirvientes poniéndonos bajo su ley y subordinándonos a sus fines. No hablamos solamente de nuestra vida interior; nos referimos a nuestra situación global. No somos libres para dirigir el uso del dinero de un modo u otro, pues estamos en las manos de su poder controlador” (Jacques Ellul).